SARAMAGO,
LA GUERRA SUCIA Y
EL VOTO EN BLANCO
Esta novela de José Saramago, el premio Nobel portugués de 1998,
titulada “Ensayo sobre la Lucidez” retrata lo ocurrido en una capital anónima
cuando toda la gente decide espontáneamente votar en blanco. Y prosigue su
relato contando como el primer ministro, al darse cuenta de la situación,
anuncia que la elección se repetiría al domingo siguiente, como lo preveían las
leyes, no sin antes advertir que el lamentable episodio ocurrido, cuyas causas
serían investigadas y los culpables sancionados ejemplarmente, se superaría
porque el Gobierno confiaba en que la población de la capital sabría ejercer el
deber cívico con la dignidad y el decoro demostrados en el pasado.
Al comienzo del nuevo escrutinio las autoridades se dieron cuenta de la
avalancha que se veía venir. “Era el preludio del terremoto político que no
tardaría en producirse”, dice el novelista. Horas más tarde la televisión, por
boca del primer ministro, dio a conocer los siguientes resultados: partido de
la derecha, ocho por ciento; partido del medio, ocho por ciento; partido de la
izquierda, uno por ciento; abstenciones, cero; votos nulos cero; votos en
blanco, ochenta y tres por ciento!
Como reacción a estos resultados, el gobierno declaró el estado de sitio
a la capital, suspendió los derechos civiles de sus ciudadanos y retiró de ella
el gobierno y todas las instituciones del Estado, abandonándola a su suerte,
para castigarla y evitar que la epidemia del terrorismo contaminara al resto de
la población; al mismo tiempo alistó medidas para conjurar los efectos futuros,
entre las cuales se contemplaba una reforma a la ley electoral que distribuía
los votos en blanco para sumarlos a los partidos con votos expresos por
candidatos, en proporción a su volumen o equiparar los votos blancos a los
nulos y a los no marcados.
Por fortuna no estamos en Dinamarca sino en Cundinamarca y los votos en
blanco solo tuvieron consecuencias, por ahora, en las elecciones del Parlamento
Andino, debido al consenso logrado sobre su inutilidad.
No obstante, podrán ser definitivos
para producir un terremoto político en la primera vuelta de las elecciones
presidenciales y una revolución pacífica, si las mediciones electorales
mantienen las tendencias conocidas, y de otra parte, persiste la guerra sucia
desatada en el teatro de la campaña presidencial, que curiosamente ha logrado
desvirtuar, después de casi dos siglos de vigencia, el apotegma del general
Karl Von Clausevitz, según el cual la guerra es la continuación de la política
por otros medios para invertir el postulado en demostración fehaciente de que
en Colombia la política es la continuación de la guerra por todos los medios,
tanto lícitos como ilícitos.
OPINIÓN / Febrero 14
de 2014/
EL VOTO EN BLANCO
Óscar Jiménez Leal
En la aplicación de una norma jurídica, suelen surgir varias
interpretaciones plausibles y desde luego, todas ellas respetables.
Los efectos del voto en blanco no han sido ajenos a esa discusión. Por ejemplo, la sección quinta del Consejo de Estado, en sentencia del 9
de marzo de 2012, sobre la elección del Parlamento Andino en el 2010, negó la
nulidad solicitada por un grupo de ciudadanos, con fundamento en que el voto en blanco había obtenido la mayor votación (20.8%) sobre el partido de la U con 18.8%, el Conservador 11.4%,
el Liberal 10.3% y el Polo 9.9% de la votación, para un total de votos válidos 7.359.008,
votos nulos 643.839 y no marcados 2.327.350.
El argumento principal decía que si bien la reforma política del 2009 eliminó
el término mayoría absoluta, la elección del Parlamento Andino “no
violó, por ninguna de las circunstancias aducidas en la demanda, el contenido
normativo del parágrafo 1º del artículo 258 de la Constitución Política
(reformado por el Acto Legislativo Nº 1 de 2009), pues este ordena la
repetición de las votaciones por una sola vez, cuando quiera que el voto en
blanco obtenga, al menos, la mitad más uno de los votos válidos totales
depositados en la respectiva elección, siendo pues, el
parámetro respecto del cual se determine la mayoría, el total de los votos
válidos, al tenor literal de la norma”.
Por otra parte, el expresidente de la Corte Constitucional, Jorge Arango
Mejía, con suficiencia intelectual, ha venido sosteniendo la interpretación
según la cual, al ser suprimido por la reforma política del
2009, el requisito de la mayoría absoluta para darle eficacia
al voto en blanco, esta modalidad de voto adquirió importancia suma como
actor en la contienda electoral.
En esas condiciones, basta entonces que sea la mayoría relativa de entre todos los demás actores para que sea obligada la repetición de
las elecciones sin la presencia de los candidatos derrotados.
Con el respeto prodigado a la judicatura, no tengo duda alguna en
compartir la tesis expuesta por el doctor Jorge Arango Mejía en el sentido de
que al suprimirse el requisito de la mayoría absoluta (50% más 1 del total de
votos válidos), basta ahora la mayoría simple o
relativa; vale decir, cuando el voto en blanco represente la mayoría más alta
entre los candidatos competidores, aunque represente
menos de la mitad de la votación válida, se repite la elección.
Para argumentar lo anterior, me valgo de las siguientes razones: I) la evolución histórica del voto en blanco ha pasado desde la confusión
con los votos nulos o no marcados, hasta su reconocimiento y consolidación para
darle una eficacia tal que puede determinar la nulidad de toda la elección; II) porque si la norma no dijera nada sobre los votos válidos, habría que
tener en cuenta los votos nulos y lo no marcados, y en el caso del Parlamento
Andino no hubiera ganado el voto en blanco sino los no marcados que superaron
al voto en blanco y a cada uno de los candidatos, lo cual resulta absurdo; III) porque aceptar la errada tesis del Consejo de
Estado sería darle aplicación a una norma constitucional derogada (el
Acto legislativo 1 de 2003) que sí exigía la mayoría absoluta y haría inocua la
última reforma política y IV) porque la tesis
del Consejo de Estado es una interpretación formalista y literal de la norma
pertinente y no procura hacer efectivos los derechos, principios y valores
plasmados en la Constitución que están incluidos en la acertada interpretación
del expresidente de la Corte Constitucional.
Como se ha dicho tantas veces, el sistema electoral tiene como finalidad
convertir en curules la voluntad ciudadana expresada en votos, a través de los
escrutinios correspondientes, para lograr así la representación de los
ciudadanos en la construcción del poder político. Por eso se afirma que el
sistema debe estar conformado por unas reglas ciertas para obtener resultados
inciertos. Pero esas
reglas además de ciertas deben ser justas y equitativas, so pena de que el
producto del sistema resulte distorsionado.
En Colombia varios factores han contribuido a esa distorsión, entre los
cuales es necesario destacar la circunscripción nacional para la elección del
Senado, el voto preferente y los votos nulos o no marcados.
Tradicionalmente el Senado de la República se componía de dos senadores
por cada departamento y los demás se determinaban por el factor demográfico, a
razón de uno más por cada doscientos mil habitantes o fracción mayor de cien
mil sobre los primeros. Así. Por ejemplo, el Quindío, con algo más de cuatrocientos
cincuenta mil habitantes, siempre eligió cuatro senadores. Sin embargo, la
Constitución Política de 1991, con la buena intención de permitir que candidatos
o sectores minoritarios que de otra manera no tendrían acceso, pudieran sumar
los votos de opinión en todas las circunscripciones, cambió el sistema para
establecer la circunscripción nacional para su elección, eliminando, por lo
tanto, el factor demográfico para su composición.
La nueva reforma permitió la llegada al Senado de representantes de
grandes conglomerados electorales en detrimento de los pequeños y medianos departamentos,
creando con ello una crisis de equidad y de calidad en la representación
nacional; encareciendo, de otro lado, el costo de las campañas, merced a que
cada candidato debe construir costosas estructuras políticas en todas las regiones
para poder competir en la justa electoral, sin entrar, por ahora, en el
análisis de la perversa compra venta de votos que degrada todo el sistema
político.
En tales condiciones, hoy catorce o quince departamentos han quedado sin
representación en tanto otras regiones del país fueron cuantitativamente sobre
representadas, razón por la cual es necesario retornar a un sistema que asegure
a todos los departamentos su presencia en el Senado, en proporción a su
población, pues la distribución geográfica y equitativa de la curules es
elemento fundamental para la conformación del Parlamento y para la legitimidad
de la democracia colombiana.
En segundo lugar, la lista abierta o con voto preferente en donde cada
elector puede sufragar por el candidato de sus simpatías, por su naturaleza
lleva en sí misma el germen de la destrucción de la fortaleza de los partidos,
pues coloca a sus integrantes a luchar a brazo partido entre sí, en detrimento
de la sana competencia ideológica propia de la democracia y en últimas traslada
la famosa operación avispa -de tan ingrata recordación-, al interior de los
partidos que así proceden electoralmente.
En cuanto a los votos nulos y las tarjetas no marcadas, pueden obedecer,
en alguna medida a la falta de comprensión del elector y a la ausencia de
cultura política, factores cuya responsabilidad recae sobre los partidos
políticos que deben educar a sus militantes y simpatizantes, pues para ello el
Estado provee recursos permanentes. No obstante, alguna parte de ellos no
resulta tan inocente si se tiene en cuenta que algunos sufragantes se acercan a
las urnas sin compromiso alguno con su deber cívico sino con el único propósito
de obtener el certificado electoral para reclamar la retribución económica en
el mercado de compraventa de votos o los beneficios legales que de éste se
derivan.
EL VOTO EN BLANCO ES REVOLUCIONARIO
El expresidente de la Corte Constitucional, Jaime Araújo, una de las
caras visibles del voto en blanco. Habló con Semana.com sobre el poder de esta
opción.
Exmagistrado Jaime Araújo
Foto: Guillermo Torres. / SEMANA.
SEMANA: ¿Al fin el
voto el blanco sirve o no sirve?
Jaime Araújo
Rentería: Es la gran oportunidad que todos estamos esperando para transformar en
solo dos días la historia del país. Durante más de 60 años hemos dirimido las
diferencias a través de la violencia, y ahora, por primera vez,
los colombianos tienen en sus manos un instrumento pacífico para cambiar
nuestras costumbres políticas, una herramienta real para que las personas que
están indignadas con la corrupción, la politiquería, los falsos positivos, las
chuzadas, las desigualdades, el desempleo o la falta de oportunidades puedan
construir una sociedad en paz, con mayor justicia social y en con más derechos
Humanos.
SEMANA: Pero eso, en
la práctica, ¿qué significa?
J.A.R.: Es
importante que la gente sepa que con ese instrumento de paz, en solo dos días: el 9 de marzo y el 25 de mayo; es decir ya, sin
necesidad de esperar 20 o más años, y con un voto de más, es posible barrer con toda la clase política tradicional de Colombia. Esto, porque está establecido que si el voto en blanco saca un voto de
más de la lista más votada para Senado o para Presidente, las elecciones se
tienen que repetir, pero no se podrán
volver a presentar los mismos candidatos que hayan sido derrotados por el voto en blanco. Por eso, el voto en blanco es una
revolución pacífica, un mecanismo para canalizar tanto inconformismo que hay
en el país, y un medio para renovar la política, la sociedad colombiana y
abrirle el camino a un gran pacto social entre todos los sectores para
construir una sociedad más igualitaria y con más derechos.
SEMANA: Pero otras
personas, como el Registrador o líderes y miembros de los partidos políticos
sostienen lo contrario: que el voto el blanco solo pude ganar cuando obtenga la
mitad de todos los votos más uno.
J.A.R.: Eso,
que se denomina mayoría absoluta, es totalmente falso. En la reforma constitucional del 2003 que incluyó el voto en blanco,
se decía que para que el voto en blanco se impusiera sobre otro, requería de
una mayoría absoluta, es decir, la mitad de los votos más uno. Y eso fue lo que precisamente se modificó en el acto legislativo del
2009, en el que desde el primer hasta el último debate, que no fueron
ocho debates sino diez porque hubo conciliaciones, quedó totalmente claro que
se acababa la mayoría absoluta por una mayoría simple.
SEMANA: Es decir, que
el voto en blanco gana con solo sacar un voto de más.
J.A.R.: Así es. Los mismos senadores expusieron siempre que tal y
como había quedado establecido en 2003 que la mayoría
absoluta del voto en blanco cauterizaba el inconformismo ciudadano frente a los
despropósitos del ejercicio del poder público o del engaño de programas
políticos. Por eso, propusieron y defendieron que el voto en banco se impusiera
solo con una mayoría simple para que los ciudadanos tuvieran expresar de una
forma más clara contra las formas de corrupción, el uso indebido del
principio de representación, el inconformiso o su rechazo cuando se sintiera
más gobernada.
SEMANA: Pero si eso
es así, ¿el país no estaría abocado a una anarquía que podría acabar con lo
poco que queda de la estabilidad política y de los partidos?
J.A.R.: Para nada. Primero porque las elecciones solo se pueden repetir una sola vez. Segundo, porque se le da a los ciudadanos la posibilidad, en unas
elecciones, de pedir que los partidos cambien sus candidatos, es
decir, sacar a la clase política corrupta para darle la oportunidad a otros
sectores y personas que sean más respetuosos de los derechos humanos, de los
recursos públicos, del interés general sobre el interés particular. Tercero, se podría ordenar la renovación de los partidos
tradicionales. Por estas y otras razones es importante que los jóvenes
liberales, conservadores, de la U o de otros partidos entiendan que ya, sin
esperar dos o tres generaciones, en solo dos días, el 9 de marzo y el 25 de
mayo, con un instrumento pacífico y con un voto de más, pueden hacer una
verdadera revolución en Colombia. Y una vez hecha, crear un nuevo país a
través de una Asamblea Constituyente.
SEMANA: Pero esa es
su interpretación, no lo que dice la Constitución.
J.A.R.: Si el voto en blanco gana para las elecciones y para la Presidencia, no
cree que es un mensaje claro, directo, contundente del
pueblo que está diciendo que quiere cambios profundos, que quiere un país
distinto. Y eso solo lo puede hacer una Constituyente.
SEMANA: ¿Quiénes son
los que están detrás del voto en blanco?
J.A.R.: Muchos colombianos inconformes, personas dignas que se sienten
indignados por el orden actual, estudiantes, grupos de campesinos, miembros de
los partidos tradicionales que quieren una renovación de la política,
indígenas, afrodescendientes, gente de las regiones que se siente traicionados
por el gobierno; intelectuales, exmagistrados… En fin, el voto
el blanco somos todos y no es de ninguna persona o comité promotor, así
nosotros lo estemos impulsando. Por eso hemos dejado en claro que quienes promovemos el voto el blanco no
aceptamos ni un peso de reposición por esos votos, y que si hubiera alguna
retribución se debe destinar para las víctimas de la violencia en Colombia,
para las mujeres que han sufrido con el conflicto armado; para los huérfanos
cuyos padres han sido asesinados en la violencia, en síntesis, para el interés
general, pero no para los promotores.
SEMANA: Pero ahí no
están Gustavo Bolívar y otros grupos...
J.A.R.: Espero que ellos también estén defendiendo el interés general. Es
importante que los electores sepan que no es obligatorio marcar los comités
promotores del voto en blanco en el tarjetón. Solo basta con
marcar la casilla genérica del voto en blanco, y de esa manera, se evita que
haya alguna duda de que alguien se vaya a beneficiar.
SEMANA. Hay quienes
sostienen que la Corte Constitucional aboga por la mayoría absoluta y no por
una simple.
J.A.R.: La Corte no le ha hecho, hasta el momento, ningún control constitucional
ni por procedimiento ni por contenido a la reforma del 2009. Lo que hizo fue un
control al inciso tercero, del artículo 30, de Ley 1475 del 2011, que tenía una
norma distinta a la de la Constitución, en la que se habla que si un candidato
saca 100 votos y otro 90 votos, pero al primero se le anulan 20, queda con 80
votos. En últimas, el ganador es el segundo, a pesar de que sacó menos pero
obtuvo más válidos. Eso nada tiene que ver con el voto en
blanco. En esa sentencia la Corte nunca pone en duda el artículo 9 de la
reforma del 2009.
SEMANA: Entonces, ese
voto en blanco es totalmente nuevo.
J.A.R.: Así es. Nosotros entendemos que las personas
que tienen intereses en elegirse o reelegirse, que quienes han hecho de la
política un negocio, quienes no quieren que se les acabe su negocio o derivan
beneficios de cosas existentes, porque manejan la cosa pública como si fuera
propia, o hacen contratos para enriquecerse, sean enemigos del voto en blanco que los va a barrer. Pero por primera vez, a raíz del acto legislativo del 2009, los
colombianos pueden barrer con esa clase política. Pero también deben saber que si no usamos ese mecanismo ya, y derrotan
al voto en blanco, los políticos y el gobierno lo van a eliminar para quitarle
ese poder al pueblo.
(Nota.- El voto en blanco en Colombia tiene casilla propia en el
tarjetón electoral)
-.o0o.-
De: Edgar Victoria Gonzalez
<teocrito2010@gmail.com>
Fecha: 28 de junio de 2015, 11:38
Asunto: SOBRE EL VOTO EN BLANCO
(EXPRESIDENTES CONSEJO ELECTORAL Y DE LA CORTE CONSTITUCIONAL)
Para: EGRESADO U. EXTERNADO DE COLOMBIA
-.o0o.-
para: A Viviana
Moscoso <centrobolivarianoph@yahoo.es>,(…)
fecha: 29 de junio
de 2015, 21:00
asunto: Fwd: SOBRE
EL VOTO EN BLANCO (EXPRESIDENTES CONSEJO ELECTORAL Y DE LA CORTE CONSTITUCIONAL)
enviado por: gmail.
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