domingo, 24 de enero de 2016

HACIA LA REFUNDACIÓN DEL PERÚ



                             2015, otro año de oportunidades perdidas




Revisando la historia política, económica y social de nuestro país, desde inicios del presente siglo, constato que pocas veces un balance de fin de año deja  en la mente —como el del feneciente 2015— una  pátina de frustración, desesperanza y hasta temor ante el presente y el futuro.
Esta sensación se agudiza porque el balance demuestra —una vez más— que somos el país de las oportunidades perdidas, fundamentalmente por la desubicación, la incompetencia y/o la corrupción  de nuestros dirigentes político-económicos
Por ejemplo, ¿es admisible que habiendo crecido la economía nacional  6-7% al año durante una década, el Estado no haya invertido prioritariamente en los ejes decisivos del desarrollo sostenible, como alimentación, educación, salud y ciencia y tecnología para la diversificación y la tecnificación económicas?. Esto tiene que cambiar.
La responsabilidad fundamental de lo no hecho es atribuible al gobierno de Ollanta Humala y Nadine Heredia, por haber dejado prácticamente intocada a la mercantilista economía primaria-exportadora, con una informalidad de 70% (la más alta de América Latina) y una corrupción galopante en todos los ámbitos y niveles; es decir, una nación absolutamente vulnerable a los vaivenes del sistema económico mundial en crisis intermitente.
Aún más, el magro crecimiento del 2.5% en el 2016, pronosticando para nuestro país por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos multilaterales, pone en jaque —incluso— a los programas sociales tan cacareados por el gobierno  Ollantanadinista; a la vez de amenazar con una crisis presupuestal sin precedentes en los  gobiernos regionales y locales, por falta de fondos. O sea,  más pobreza y más desigualdad en cierne, contra la cantilena del neoliberalismo mercantilista.
Y es que el escenario económico mundial, como reflejo de las disputas geopolíticas entre las potencias hegemónicas y emergentes, no ofrece señales promisorias, por lo menos para el futuro inmediato. Pues China —nuestro principal comprador de materias primas—sigue en desaceleración; la economía estadounidense todavía está en un período de ralentización y a Europa sólo le queda —según el cerebral economista francés, Thomas Piketty— “una refundación democrática y social”, para  escapar del túnel sin salida en que ahora está atrapada.

¿Es admisible que habiendo crecido la economía nacional 6-7% al año durante una década, el Estado no haya invertido prioritariamente en los ejes decisivos del desarrollo sostenible, como alimentación, educación, salud y ciencia y tecnología para la diversificación y la tecnificación económicas?. Esto tiene que cambiar”

A toda esta suma de problemas hay que agregar los riesgos crecientes del  calentamiento global y el cambio climático.
Los acuerdos de la reciente  COP´21 en París, Francia,  han sido saludados como un “triunfo histórico” por casi todos los gobiernos del planeta, las transnacionales mineras y petroleras, y demás beneficiarios del sistema capitalista. Pero Eduardo Gudynas y Gerardo Honty, investigadores del Centro Latinoamericano de  Ecología Social (CLAES), han expresado: “El  Acuerdo de París es totalmente insuficiente para atacar los grandes problemas del cambio climático”. Otros expertos son aún más radicales, hasta calificarlo de  “farsa”.
Dentro de este contexto internacional y nacional se producirán las elecciones generales del 10 de abril próximo.
Más allá de los concubinatos contranatura, del oportunismo y el transfuguismo, de las alianzas para la mera  sobrevivencia de especies políticas en extinción, hay en la realidad nacional temas de fondo que explican con patetismo la comedia de equivocaciones de la política criolla en la antevíspera de las elecciones.
Entre sus componentes destacan: Debilidad, ineficiencia y corrupción del Estado rehén del gran capital nacional y multinacional, el cual es incapaz —incluso— de cumplir las elementales funciones de planificar y fiscalizar la marcha de las instituciones públicas; predominio de partidos políticos en descomposición terminal, víctimas del caudillismo patológico, y sistema educativo sin valores, ni horizontes que respondan a los grandes objetivos nacionales.
No son todos, pero ahí está el origen de los grandes problemas que amenazan con inviabilizar al Perú a sólo cinco años del Bicentenario de la Independencia Nacional.
A propósito del tema, el 10 de noviembre último  fui invitado a presentar la obra “El Bicentenario, Refundación del Perú y otros Contraensayos Esenciales” del  escritor puneño José Luis Ayala. Ahí, siguiendo la ruta de los grandes pensadores  andino-amazónicos  del siglo anterior, él plantea la crucial necesidad y conveniencia de refundar a nuestra patria; coincidiendo con esencia  con Manuel Dammert Ego-Aguirre, quien —igualmente— nos entregó hace poco su enciclopédico ensayo  “Perú Integral Bicentenario. Civilización, Territorio, Nación, República”.
En tal sentido, la presente coyuntura electoral debería servir para poner en debate la  reforma integral del Estado, con genuina descentralización; la superación de la economía primario-exportadora, y el establecimiento de un nuevo sistema educativo, para transformar al país con base en sus propios recursos y potencialidades, empezando por el factor humano.
Parecería iluso pensar que esta refundación pudiera darse en el Perú de hoy, dominado por los megapoderes fácticos nacionales y transnacionales. Pero si nuestro pueblo  reflexiona y reacciona, se organiza y se decide, sería posible hacer realidad esa utopía, para construir un país con igualdad de oportunidades para todos; tal como pensaron los precursores y ejecutores de nuestra independencia de 1821, así como los grandes pensadores republicanos que se negaron a aceptar la captura del país los émulos criollos de los virreyes, encomendaderos y señores feudales del ayer.
De usted y los suyos, de todos nosotros, depende la posibilidad de llegar al 2021 con un Perú digno de su pasado y su porvenir. Para el efecto sólo tenemos que reflexionar y actuar ¡ahora!.
Fuente: AGRONOTICIAS

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