El "cambio de época" en América Latina, anunciado por Rafael Correa hace cinco años y caracterizado por el surgimiento de Gobiernos progresistas y populistas no llegó a la longevidad esperada por los partidarios de una "Patria Grande", lamentablemente sólo ha durado un ciclo dependiente del boom de la industria extractiva.
Todo tiene su final, nada dura para siempre/Tenemos que recordar que no existe eternidad
(Héctor Lavoe, 'Todo tiene su final')
La crisis económica mundial con la caída de los precios del petróleo,
del gas, los minerales y cereales dio un duro golpe a la "economía
social con mercado" llamado también "capitalismo social" que resultó en
el retorno del neoliberalismo en Argentina y Brasil, el fracaso del chavismo en las elecciones de la Asamblea Nacional en Venezuela y la derrota de Evo Morales en el reciente referendo en Bolivia.Envalentonada la derecha ecuatoriana por los fracasos del modelo progresista en Argentina, Brasil y Venezuela, arremetió con toda sus fuerzas contra el presidente Rafael Correa y le declaró una guerra mediática con toda la prensa globalizada en coordinación con los medios de comunicación locales. A la vez, el pueblo, que hace nueve años le dio a Rafael Correa el 75% de su aprobación, cambió abruptamente de opinión. En una encuesta reciente de la firma Cedatos, dos tercios de los ciudadanos encuestados expresaron su desaprobación a la "forma de ser, actuar y gobernar" del presidente. La credibilidad de su palabra bajó también del 68% en 2007 a un 28% en 2016. De acuerdo a Cedatos, "el 84% de los ecuatorianos consideran que el país necesita cambios".
Hace unos 300 años atrás el filósofo Voltaire había definido la volatilidad del carácter del pueblo declarando: "Yo conozco al pueblo: Cambia en un día. Derrocha pródigamente lo mismo su odio que su amor". Ecuador en este aspecto tiene su propia experiencia. El líder de la revolución liberal ecuatoriana, Eloy Alfaro, quien fue adorado por el pueblo y dos veces le fue confiado la conducción del país (1897-1901 y 1906-1911) fue linchado en 1912 junto con su familia y amigos por una turba enardecida. En un acto de barbarie que aún avergüenza al pueblo ecuatoriano, el cadáver de Alfaro fue arrastrado por las calles donde antes fuera vitoreado.
Ahora en tiempos modernos, los manipuladores globalizadores de la información convencieron a los pueblos del mundo que la cura para el descontento es su participación en el teatro de las elecciones donde al elegir a un nuevo presidente se producirán cambios que "harán mejorar" la vida de la población. Esto es lo que ha pasado con la mayoría de los ecuatorianos que mientras sus expectativas económicas estaban cumpliéndose, no dudaban en dar su apoyo a las gestiones del presidente y ni mencionaban la necesidad de cambio. Pero en el momento de las dificultades económicas, debido a la crisis mundial y al reciente terremoto que afectó la provincia de Manabí, el pueblo le mostró su otra cara a Rafael Correa clamando cambios, la consigna creada y diseminada por la oposición derechista, igual como sucedió en Argentina y Brasil. Todo esto ha reforzado la decisión del líder de la Revolución Ciudadana de no postularse para la reelección en 2017, lo que él confirmó en su último "Informe a la Nación, 2016" presentado el pasado 24 de mayo.
Resulta que los ecuatorianos, según "Latinobarómetro", tienen una percepción equivocada del rol del Gobierno. El 54% de la población cree fervientemente que el Estado es como un padre que tiene que darles todo, hacer lo mejor para sus hijos y en el caso de los ciudadanos ofrecerles subsidios, asegurar el control de precios y establecer medidas de protección. El otro estudio realizado por la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo del Ecuador (Senplades) demostró que la mayoría de los ecuatorianos no quiere ni el socialismo, ni neoliberalismo. Lo que aspiran es vivir bien gozando del bienestar y haciendo el mínimo de esfuerzo, eliminar totalmente la corrupción, tener atención gratuita médica y el acceso a una excelente educación subsidiada por el estado y vivir en una democracia auténtica.
Al darse cuenta que el modelo del 'Buen Vivir' que trató de implantar la Revolución Ciudadana exigía también sacrificios en momentos de crisis económica, trabajo honesto colectivo, igualdad de derechos, obligaciones y posibilidades, la mayoría de los ecuatorianos, influidos por la desinformación diaria que propagaban los medios de comunicación globalizados y sus satélites locales en manos privadas, se desilusionaron rápidamente de su gobierno y decidieron aliarse con la derecha. Precisamente esto estaba buscando la oposición de las elites y la oligarquía con la que se identificó la "nueva oposición" en América Latina, también típica para Ecuador, que, de acuerdo al argentino Rafael Ton, sufre el "Síndrome de Doña Florinda": vive en un barrio pobre pero se cree de la clase media, vota por la "gente de bien" y considera que las políticas sociales son para la "chusma" a pesar de recibir los subsidios sociales y su mayor admiración es por Barack Obama, en otras palabras "comen pollo y eructan faisán".
El presidente habló también del "renovado rostro de la patria" donde ya no existen bases militares norteamericanas y del respeto internacional que adquirió Ecuador en estos nueve años por promover una política independiente, soberana y solidaria. El gobierno ha posibilitado la construcción de gigantescas obras de infraestructura, puertos, aeropuertos, carreteras, hidroeléctricas, represas, ha dado becas a los estudiantes, ha construido viviendas de interés popular. También ha generado políticas inclusivas hacia los sectores más marginados otorgando la seguridad social a las amas de casa, ha beneficiado a los discapacitados.
Todo esto ha quedado en el olvido de la mayoría de la población ecuatoriana y hasta por ciertos sectores de la izquierda que también están clamando el Cambio sin poder definir exactamente cómo lograrlo, mientras que la economía está en crisis. Para la oposición, como lo expresó el periodista del diario Expreso Modesto, Apolo Terán, "la reciente década ha sido la del espectáculo político, de la ilusión económica, de la libertad reprimida, de la prensa agredida y de la transformación del pueblo en menesteroso por el gobierno represor". Marcelo Larrea, el presidente de la Federación Nacional de Periodistas (Fenape) y líder del movimiento Democracia SÍ, que se declara de izquierda, afirmó hace poco que "el proyecto del gobierno tiene una matriz fascista" refiriéndose a la Ley Orgánica de Comunicación promulgada en 2014.
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REUTERS/ Guillermo Granja
En términos generales, la oposición ecuatoriana está dividida y no tiene un programa definido. El líder del movimiento Creando Oportunidades (CREO), Guillermo Lasso, supernumerario del Opus Dei y admirador de José María Aznar, es una copia del argentino Mauricio Macri. Es enemigo del Socialismo del Siglo XXI, el ALBA para él es el 'Imperio del Tercer Mundo' y el neoliberalismo es el camino para la prosperidad. Recientemente regresó del Fórum Concordia celebrado en Miami donde recibió instrucciones de Álvaro Uribe y Aznar para terminar con la Revolución Ciudadana en Ecuador.
El otro líder de la oposición de orientación socialcristiana y un candidato a la presidencia, Jaime Nebot, contrincante de Lasso, es partidario también del neoliberalismo y de la necesidad de desmontar todo lo que edificó Rafael Correa. La misma tendencia tienen los movimientos de oposición Avanza, Concertación y Sociedad Patriótica (PSP). Están envueltos en peleas entre ellos y su única consigna que les une es la idea de la necesidad del cambio y deshacerse de la Revolución Ciudadana lo más pronto posible.
Actualmente los dos tercios de la población están de acuerdo con la oposición como ocurrió en Argentina, sin darse la molestia de revisar las consecuencias de los resultados nefastos de este cambio que se vienen produciendo en Argentina y Brasil. No hacen nada para salvar todo lo que lograron y marchan ciegos hacia el caos. Los españoles definen esta situación usando el refrán que dice "es como pedirle peras al olmo".
Fuente: Sputnik
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