"La escena contemporánea", Lima 1925
"7 ensayos de interpretación de la realidad peruana", Lima, 1928
Lunes 30 de octubre de 2017, por
Con motivo del centenario del inicio de esta gesta histórica la editorial Dyskolo publicó "Hechos e ideas de la Revolución rusa" del pensador peruano José Carlos Mariátegui. / José Carlos Mariátegui y la Revolución de Octubre Por Gustavo Espinoza M. Extracto del prólogo al libro “Hechos e ideas de la Revolución rusa”:
Por lo general, los que desean conocer las opiniones de José Carlos
Mariátegui en torno a la Revolución Socialista de Octubre, buscan el
primer libro del Amauta: “La Escena Contemporánea”,
editado en 1926. Y es que, en efecto de abordar la biología del
fascismo y la crisis de la democracia, el autor peruano —en el capítulo
III de su conocida obra— alude a la Revolución rusa —Hechos e ideas—
tomando como referencia cuatro elementos: Trotsky, Lunacharsky, los
testimonios de Herriot y De Monzie, y Gregori Zinoviev y la III
Internacional Comunista (IC).
Mariátegui conoció la experiencia
socialista a través del teletipo, cuando trabajaba como asistente de
linotipista en el diario “La Prensa”. Por esa vía llegaban las
noticias que saldrían luego a luz en los medios escritos y radiales. Lo
que ocurría en el mundo, asomaba como aliento de novedades en la
sociedad limeña de comienzos de siglo, cuando los aires decimonónicos se
resistían a abandonar el plácido escenario capitalino. Cuando el cable
le dio forma a la primicia que llegaba del oriente de Europa, José
Carlos comenzó a mirar con otros ojos el futuro “hastiado de la política criolla —diría más tarde— me orienté resueltamente al socialismo”.
Esta “nueva orientación” no se registro en el plano de las
declaraciones, sino más bien de los hechos. Mariátegui se ligó de
inmediato a las tareas de organización y lucha de la incipiente clase
obrera que comenzaba a dar sus primeros pasos en el escenario social. De
ahí su relación estrecha con la huelga de enero de 1919, que arrancó la
jornada de 8 horas al gobierno civilista de Pardo; con el surgimiento
de las primeras federaciones de trabajadores —como la de los obreros
gráficos, panaderos o textiles—; e incluso con su voluntad de viajar a
Europa para abrir los ojos al escenario que se perfilaba en el
horizonte.
La experiencia rusa —diciembre de 1919 a marzo de 1923— le permitió a
Mariátegui conocer el viejo continente de posguerra, apreciar la crisis
de dominación capitalista, atestiguar el ascenso del fascismo, conocer
el proceso de formación de los Partidos Comunistas Obreros y hasta
percibir elementos cardinales derivados de la ola revolucionaria de los
años 20. Todo eso, le ayudó a “tomar tierra” y mirar el mundo con ojos
definidos.
Imbuido de esas ideas, el 15 de junio de 1923, su primera exposición
en la Universidad Popular González Prada, Mariátegui apuntó una idea
clave: “Con la Revolución Rusa, ha comenzado la Revolución Social”. Y luego añadió para despejar cualquier duda: “Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad, vive un periodo revolucionario”. Poco después, añadiría: “La
Revolución Rusa constituye, acéptenlo o no los reformistas, el
acontecimientos dominante del socialismo contemporáneo. Es en ese
acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde hay
que ir a buscar la nueva etapa marxista”.
Pero la admiración central de Mariátegui por la Revolución rusa, se orientó hacia Lenin. En la revista “Variedades”, el 22 de septiembre de 1923, Mariátegui dijo: “La
figura de Lenin está nimbada de leyenda y de fábula. Se mueve sobre un
escenario lejano que como todos los escenarios rusos, es un poco
fantástico y un poco aladinesco. Posee las sugestiones y atributos
misterios de los hombres y de las cosas eslavas … Cuando Lenin se alza para hablar, se suceden ovaciones febriles, espasmódicas, frenéticas. Las gentes vitorean, gritan, sollozan … Pero
Lenin no es un tipo místico, un tipo sacerdotal, ni un tipo hierático.
Es un hombre terso, sencillo, cristalino, actual, moderno”.
Para Mariátegui, Lenin y la Revolución rusa fueron una misma historia
y una sola epopeya. Consideró inherente al proceso que proyectó la
sociedad soviética, la imagen de un jefe que por encima de todos los
revolucionarios de la época, supo perfilar y definir un proyecto de vida
común para los pueblos.
Pero aun más allá de sus opiniones sobre Lenin y la Revolución Rusa,
Mariátegui aportó una obra profunda e infinita. Gracias a ella, fue
posible introducir en el Perú las ideas del socialismo, conocer las
luchas del proletariado, ver en su real dimensión los procesos sociales
que alumbraban la historia y perfilar un nuevo escenario en el
horizonte.
La revista “Amauta” —creación cumbre de Mariátegui—, el periódico “Labor”, los libros centrales “Defensa del Marxismo”, “Historia de la crisis mundial”, “La novela y la vida”, “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”
y muchos otros, dieron consistencia y sustento a su aporte emblemático.
La fundación de la Central de Trabajadores —la CGTP— y la creación del
Partido y su ideario fueron pilares esenciales para confirmar su aporte
al pensamiento peruano.
En él, no solo se confirma lo que en su momento aseverara Henri Barbusse hablando de Mariátegui —“la nueva voz de América, el prototipo del nuevo hombre americano”—,
sino que anida el mensaje para las nuevas generaciones de peruanos,
empeñados en la lucha por algo que el Amauta afirmó como un lema: “construir un Perú Nuevo, dentro de un Mundo Nuevo”.
Hechos e ideas de la Revolución rusa, José Carlos Mariátegui, ediciones dyskolo, octubre 2017:
La escena contemporánea, José Carlos Mariátegui, Lima, 1925 (Obras Completas de José Carlos Mariátegui, Marxists Internet Archive):
Presentación
El mayor mérito de La escena contemporánea es que sigue
siendo contemporánea. Esto significa mucho. Sobre todo si revisamos la
vasta producción escrita durante los años que van de la segunda década
del presente siglo hasta nuestros días. Como hojarasca inútil se han
entregado a la aspereza de los vientos. En tanto que las páginas de José
Carlos Mariátegui no han perdido su fresca y clara actualidad y
permanecen asentadas sobre firmes cimientos. ¿Acaso son éstos los de una
teoría? No lo creo. Ya el autor decía: "Pienso que no es posible aprehender en una teoría el entero panorama del mundo contemporáneo". Mayor
fuerza explicativa se halla en la manifestación de su apasionamiento,
pues, Mariátegui fue de aquellos pocos hombres a los cuales la pasión
les hace ver claro. Sin el seudo atuendo estadístico, Mariátegui pudo
advertir las conclusiones a las cuales debería arribar la humanidad
conforme aparecían los trasgos que encubrió el viejo mundo capitalista.
Pongamos el caso del fascismo. Hay quienes lo ubican como un
acontecimiento finiquitado, una experiencia italiana; pero hay que leer a
Mariátegui para comprender que el fascismo tenía fuentes menas
localistas. Todo el conjunto de las fuerzas de la reacción se unen, se
hacinan, se regimentan en haces. La reacción contra la revolución. Esto
es el fascismo. Así es fácil entender que el fascismo, en tanto haya
reacción en el mundo, no ha sido liquidado. Rebrota y aparece con nuevas
cabezas y en diferentes países. Hasta en los más insospechados. Y torna
cada día más agresivo y pugnaz. Mariátegui nos ha dado, como él mismo
dice una auténtica biología del fascismo. Sobre todo, ha revelado el
desencanto que sufren los intelectuales, tipo D’Annunzio cuando tienen
que enfrentarse a la realidad de la dura receta del aceite de ricino o
del "big stick". Recordemos: el fascismo de todas partes.
La objetividad no tiene porqué andar divorciada de la pasión.
Pensar lo contrario es uno de los sofismas con que se nos quiere hacer
comulgar. Ahí tenemos el caso del análisis de la crisis de la
Democracia, en Mariátegui. ¿Puede alguien negar que la democracia
burguesa esté en crisis? Ya Mariátegui incidía en la dificultad que
tenían las democracias europeas para reestablecer la dorada época, la
belle epoque, de la primera guerra. Se necesitaba más trabajo para
reconstruir y recuperar lo perdido; pero este sacrificio tenía que
pagarlo alguien y se amenazaba a los obreros para que, sin haber deseado
la guerra, resultasen los sufragantes; pero la historia no da marcha
atrás y ese era el dilema de los estados capitalistas para los cuales no
hubo otro recurso que aceptar un segundo conflicto con tal de sacar las
castañas del fuego y a sabiendas del próximo incendio ... Los mejores
hombres de la democracia europea se esforzaron vanamente por esclarecer
este fenómeno a las ávidas fuerzas de la reacción. No lo consiguieron.
Testigos son Nitti, Amendola, Keynes y Sturzo. Sea desde los viejos
rangos del liberalismo prístino, sea desde las filas cristianas, estos
hombres manejaron los postreros hilos del liberalismo novecentista. Y en
un juego de filigrana veíamos desvanecerse principios que otrora fueron
rectores de la historia y que ahora se resienten ante el embate de
fuerzas más novedosas y poderosas.
En análisis diáfano, Mariátegui ha separado los auténticos elementos de la vida política norteamericana:
"Los Estados Unidos, más que una gran democracia, son un gran imperio.
La forma republicana no significa nada. El crecimiento capitalista de
los Estados Unidos tenía que desembocar en una conclusión imperialista".
Mariátegui comprendía el absurdo de contrariar esta inclinación con
vagas declaraciones retóricas. Nosotros podríamos parodiar la escena.
Ayer era Coolidge. Hoy es Eisenhower. De manera superior al estrecho
ocular de las aislacionistas, Mariátegui desnudó la necesidad que tenía
Europa de que Estados Unidos se apresurase a solventar su economía,
apoyo de su civilización. Todo dicho sin acrimonias y sin lagoterías.
Como periodista y como sociólogo.
Mariátegui fue un intelectual comprensivo de su papel. En La escena contemporánea retrata
el perfil de Barbusse. En algún sentido podría afirmarse que sus
palabras pueden serle aplicadas a manera de autorretrato. Así como el
escritor francés, Mariátegui también ha recorrido todas las jornadas del
viacrucis de la decisión. Se le llama: un resplandor en el abismo. Los
hombres de la talla mental de Mariátegui descubren una luz; pero no se
atolondran con ella. Por esto es que no conciben el sectarismo. La
delicadeza de su genio afina sus deslumbramientos. La Revolución en su
pluma tiene un sentido que trasciende la hoja anónima de las órdenes
cotidianas. La comprensión del profundo rumbo de la historia le advertía
naturalmente el papel que iban a obrar las diferentes figuras de la
vida mundial. De ahí la precisión de sus trazos y la nitidez con que se
presentan en escorzo las más destacadas personalidades de toda una época.
Es sorprendente la información de que dispuso Mariátegui. Pero no
lo supongamos inclinado sobre los libros a manera de nota erudita. Su
capacidad genial aprovechaba por todos los poros de su espíritu.
Personaje hubo que supuso a Mariátegui meramente libresco y sin sentido
hominal. Después de la experiencia de la charla apareció otra
convicción: Es que de los viajeros que cruzaban por entonces el mar
océano, Mariátegui fue de los pocos que supo aprender sin frivolidad
pero sin acerba densidad. Su erudición no comprendía el recurso de una
búsqueda inútil y majadera de viejos infolios. Mariátegui tenía la
erudición de la vida diaria y por ello fue el símbolo más real y
vigoroso de la inteligencia en el Perú. Parece imposible pensar que en
América Latina haya existido un hombre como Mariátegui; a la vez
inteligencia, corazón y acción. Por lo mismo, La escena contemporánea;
fruto singular de la mentalidad más brillante del siglo en América, nos
llega hoy coma otrora con la misma esperanza y la misma nerviosa
belleza de un: estilo sin paralelo en páginas de actualidad inquietante.
Aníbal Ismodes Cairo
7 ensayos de interpretación de la realidad peruana
(Reedición) José Carlos Mariátegui, Lima, 1928 (Prólogo: Aníbal
Quijano. Notas y cronología: Elizabeth Garrels, Fundación Biblioteca
Ayacucho, Gobierno Bolivariano de Venezuela, 2007):
Considerado uno de los pensadores americanos más relevantes del siglo
XX, José Carlos Mariátegui (Perú, 1895-1930), contribuyó con sus 7
ensayos a establecer las bases de un pensamiento crítico en nuestro
continente, tanto a través del texto que ofrece Biblioteca Ayacucho como
mediante una extensa actividad periodística y política. En este libro
Mariátegui aborda la realidad peruana desde diversas ópticas con gran
profundidad y rigor analítico, rasgos que dan a la obra una notable
vigencia haciendo de ella un punto de referencia ineludible para los
interesados en el estudio del Perú. La diversidad de intereses de
Mariátegui queda reflejada tanto en sus ensayos sobre la realidad social
como en sus aportes a la crítica literaria o bien en sus apreciaciones
sobre el fenómeno religioso en la sociedad peruana. La marcada
influencia del socialismo italiano en su formación ideológica, corriente
con la que entró en contacto durante su permanencia en Italia en los
años veinte, marca rasgos originales dentro de la historia intelectual
latinoamericana. En esta segunda edición Ánibal Quijano agrega una
adenda al prólogo de 1979, titulada “Treinta años después: otro reencuentro. Notas para un debate”, que aporta nuevos planteamientos y reflexiones acerca de los estudios mariateguianos de las últimas décadas.
(30 de octubre de 2017)
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