APU-RIMAQ
Director: Domingo de G.
Suárez Soria 17 de
abril de 2019 N° 2
426-1434-941823948
Dirección: Jirón Carabaya N° 719 Of. 112 Cercado de Lima.
EDITORIAL
APURIMAC
HACIA EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
Con ocasión del Aniversario
CXLVI de vida republicana de Apurímac, se ha programado una Jornada Literaria
de Apurímac, para hablar sobre el legado de los personajes históricos de Apurímac,
que tuvieron un papel protagónico desde la época Pre Incaica, como es el caso
del Jefe Chanka Anccohuayllo, quien dirigió la lucha contra los cuzqueños por
la supremacía de la región. Así como en la época colonial y republicana, los
personajes históricos de Apurímac tuvieron un papel protagónico en el proceso
de cambios en el país.
Los apurimeños universales
como: el Jefe Chanka Anccohuayllo, Juan de Espinosa Medrano “El Lunarejo”,
Micaela Bastidas Puyucahua, Manuel Ricardo Palma Carrillo, José María Arguedas Altamirano
y María Isabel Granda y Larco, han dejado inmensa obra, que deberán ser
desarrolladas por las nuevas generaciones.
El jefe chanka Anccohuayllo,
ante el peligro que representaban los Incas para su pueblo, decidió marchar
hacia el Cusco, en donde lidió con gran sagacidad contra sus contrincantes
cuzqueños por la supremacía de la región, ya que ambos estaban en proceso de
expansión, esta rivalidad con los Incas, los llevaría a querer destruirlos
completamente, pero el gran heroísmo del Inca Pachacutec salvaría al futuro
imperio Inca.
La Cultura Chanca, es una
cultura precolombina que pertenece al periodo Intermedio Tardío, el reino
Chanca surgió en el momento de la desaparición del imperio Huari, en el que las
ciudades son abandonadas por los pobladores que se refugiarían en el campo (por
cambios climáticos)
Juan de Espinosa Medrano “El
Lunarejo” (24 de junio de 1629- 13 de noviembre de 1688)
Alfredo Remigio en su artículo
“Juan de Espinoza Medrano, afirma que: “El apologético en favor de don Luis de
Góngora de Juan de Espinosa Medrado, publicado en 1662, constituye sin duda un
hito crucial. Con este texto se puede marcar el inicio de la crítica literaria
en el Perú y en Hispanoamérica”
El padre Espinosa Medrano dejó
una enorme producción literaria. Su obra poética, muy marcada por el
culteranismo, en la que sobresalen “Amar su propia muerte” y el auto
sacramental El hijo Pródigo, escrito en quechua para enseñar historia sagrada a
los indios. Se le atribuye así mismo otra pieza teatral en quechua: El pobre
más rico. Espinosa fue también músico y compositor de letras.
Micaela Bastidas Puyucahua (23
de junio de 1744-18 de mayo de 1781)
Heroína de la emancipación. Se
encargó en proveer recursos, armas y vestimenta a las tropas. Llegó incluso a
dirigir algunas acciones preparatorias cuando Túpac Amaru II debía ausentarse e
intervino activamente en la captura del corregidor de la provincia de Tinta,
general Antonio de Arriaga, ejecutado en la plaza de Tungasuca el 10 de
noviembre de 1780. Una semana después (18 de noviembre) tuvo papel
preponderante en la exitosa batalla de Sangarará y sostuvo la opinión de que
las acciones debían proseguir rápidamente, a fin de evitar que los españoles se
rehicieran, y así lanzó la ofensiva sobre la ciudad del Cuzco. Dictó edictos y
proclamas, que se encuentran publicados en la colección documental del
bicentenario de la rebelión de Túpac Amaru II, junto con los informes y cartas
que Micaela remitía a su esposo. Luego del revés sufrido en la batalla de
Tinta, el 6 de abril de 1781, emprende la huida hacia Langui pero, debido al
delato de un coronel español apellidado Landaeta, es apresada junto con Túpac
Amaru II, sus hijos Hipólito y Fernando, y otros miembros de su familia. El 15
de mayo es condenada a muerte y la ejecución se realiza tres días después en
Huacaypata o plaza de armas del Cuzco, a la vista de su esposo, familiares y
gran cantidad de público. Murió horrendamente una de las más grandes heroínas
que ha tenido el Perú, cuyo sacrificio por la justicia social abrió un nuevo
horizonte para la lucha indígena.
Manuel Ricardo Palma Carrillo
(7 de febrero de 1833-6 de octubre de 1919)
Creador de un género
intermedio entre el relato y la crónica, que renovó la prosa sudamericana.
Aunque se le considera integrante de la escuela romántica.
En 1848 empezó su carrera
literaria, según propia confesión, formando parte del grupo que después él
mismo denominaría "La bohemia de mi tiempo".
En 1849 escribió su primer
drama, El hijo del sol y la comedia El Santo de Panchita, escrita en
colaboración con Manuel Ascencio Segura.
Tras probar el género histórico con el libro Corona patriótica (1853),
empezó a componer relatos breves de diversa índole, desde el ensayo
costumbrista al romance histórico, que serían el germen de sus posteriores
Tradiciones peruanas.
En 1853 pasó a formar parte
del Cuerpo Político de la Armada Peruana como oficial tercero,
correspondiéndole prestar servicio en la goleta Libertad, el Bergantín
Almirante Guisse, el transporte Rímac. En 1857 fue separado momentáneamente del
ejercicio de su cargo por haber secundado la sublevación del general Ignacio de
Vivanco contra el gobierno de Castilla, pero su participación política más
importante se produjo en 1860, con ocasión del frustrado asalto a la casa del
presidente ejecutado por un grupo de civiles y militares de tendencia liberal,
liderados por José Gálvez.
Tras el fracaso del intento
golpista, se embarcó rumbo a Chile y llegó a Valparaíso en los últimos días de
1860. Durante su permanencia en esta ciudad, el escritor frecuentó los salones
literarios y perteneció a la Sociedad Amigos de la Ilustración, colaborando en
la Revista del Pacífico y la Revista de Sudamérica, de la cual llegó a ser
redactor principal. En agosto de 1863, luego de ser amnistiado, emprendió el
regreso al Perú.
José María Arguedas Altamirano
(18 de enero de 1911-2 de diciembre de 1969)
En Literatura, desechó los mil
estilos provenientes de Europa, creando uno nuevo. Sobre todo, nos enseñó a
crear literatura a partir de nuestra realidad.
En política, Arguedas advirtió
que un país con excluidos no nos conduciría a buen puerto, que el Perú no sólo
estaba constituido por los señoritos de origen español sino, principalmente,
por aquellos cuya raíz estaba plantada en las profundidades de los Andes. Nos
dijo que la propiedad en el Perú del siglo XX (las haciendas) tuvo su origen en
el robo, y la propiedad que nació del despojo, de ninguna manera podía ser
considerada propiedad.
Planteó que el humanismo
andino podía abrir nuevos caminos para solucionar los grandes problemas de la
humanidad.
Y ante el avance del
individualismo, nos dijo que el ayllu andino y el trabajo comunitario (minka)
eran mejor que todo eso. Es un escritor kechwa. No defendía una raza. Hablaba
de todas las sangres. Defendía una cultura, la andina, y una forma de pensar,
más cercana a la solidaridad y a la ecología.
Su labor como antropólogo e
investigador social no ha sido muy difundida, pese a su importancia e
influencia que tuvo en el trabajo literario. Así como sus estudios sobre el
folclore peruano, en particular de la música andina. Con cuyo fin estuvo en estrecha
relación con cantantes, músicos, danzantes de tijeras y diversos bailarines de
todas las regiones del Perú. Su contribución a la revalorización del arte
indígena, reflejada especialmente en el huayno y la danza, son de mucha
importante, que requiere ser continuada.
María Isabel Granda y Larco (3
de septiembre de 1920-8 de marzo de 1983)
Rompió la estructura rítmica
convencional del vals peruano, y sus melodías, de tesitura muy amplia, alternó
el nuevo lenguaje que propuso con el de los antiguos valses de salón. Su
producción también revela una estrecha relación entre letra y melodía, que fue
variando con el tiempo hacia una tendencia poética cada vez más sintética. Su talento se extendió fuera del país,
y a la fecha, sus letras siguen siendo interpretadas por distintos artistas del
mundo. Entre sus canciones más reconocidas se encuentran “La flor de la
canela”, “José Antonio”, “Fina estampa”, “Puente de los suspiros”, “Lima de
veras”, “Gracia”, “Zeñó Manué”, entre tantos otros.
Durante la década del setenta,
se interesó por realizar homenajes a la poesía de distintos artistas que la
habían influenciado. En ese ciclo de canciones, dedicó numerosos temas al poeta
peruano Javier Heraud, y a la reconocida cantante Violeta Parra.
Nuestros personajes
universales han cumplido bien su gestión generacional. Corresponde a las nuevas
generaciones seguir la huella de nuestros ilustres personajes, realizar su
obra, promoviendo desde Apurímac el estudio y la investigación de la realidad
nacional para proponer alternativas viables de cambio.
En lo económico, nuestro país
no tiene ninguna presencia económica en el mercado mundial. No exporta ningún
producto elaborado, solamente exporta materias primas. No hay inversión social
sino como dádiva. En lo
político, en el Perú no se ha desarrollado un pensamiento liberal estructurado,
no cuenta con figuras de talla internacional. En lo cultural, el Perú se nutre de
tres tradiciones: incaica, base de nuestra nacionalidad, española y
republicana. Y en el siglo XX y XXI se viene desarrollando una nueva propuesta de
crear un Perú nuevo dentro del mundo nuevo. En lo educacional, la labor
principal de la universidad, que es la investigación científica, brilla por su
ausencia, así el Perú queda prácticamente descerebrado, supeditado al avance
científico-técnico de los países avanzados.
Finalmente, a nombre de la
Federación Departamental de Instituciones Regionalistas de Apurímac en Lima,
expresamos nuestro caro reconocimiento a la Biblioteca Nacional en la persona
de su Directora Margarita Martínez y al Gremio de Escritos del Perú, en la
persona de su Presidente Arquitecto Armando Arteaga Núñez, por su apoyo en la
organización del evento. Y a los señores expositores de los temas programados,
quienes han expuesto sus trabajos e investigación.
De cuyas exposiciones entregaremos
en las publicaciones de APU-RIMAQ, para su difusión entre los interesados que
no pudieron asistir personalmente. A continuación, entregamos el artículo “El
Humanismo de Arguedas” del Ing. Alejo Lerzundi Silvera.
EL
HUMANISMO DE ARGUEDAS
Por:
Alejo Lerzundi
(Conferencia dictada en la
Biblioteca Nacional del Perú con motivo de las fiestas de homenaje a Arguedas
organizado por FEDIRAL. Lima 12/03/2019)
Agradezco a FEDIRAL, en nombre
de Domingo Suarez su Presidente, por su invitación para participar en este
evento. Mi reciente vuelta a nuestro país, después de un largo exilio
voluntario, me ha planteado el problema de mi reintegración a lo peruano y,
como medio para lograrlo, ha sido leer, asistir a conferencias y eventos que
tratan de lo nuestro. Una de esas importantes para mí, fue asistir a una
conferencia sobre nuestro escritor, proferida por el crítico literario Gonzales
Vigíl, realizado en el ICPNA en 2017, hablando sobre la cosmovisión andina y la
importancia de la subjetividad en el desarrollo de los pueblos, fui picado por
la curiosidad y fui atrás de más información y descubrí entre otros los 12
tomos de la obra completa. Están allí,
además de lo ya conocido y publicitado, su enorme obra antropológica cuya lectura
es inagotable por sus múltiples perspectivas y posibilidades de interpretación
para el entendimiento de nuestra realidad.
Entonces lo que diré aquí, es
un poco de su obra literaria y básicamente de aquello que más me ha llamado la
atención, cosas y casos que están un poco escondidos y que tienen que ver con
la sensibilidad y el estado de ánimo de nuestro escritor, no necesariamente
bien comprendidos ni difundidos, es decir, aquello que nos llega al sentimiento
para hacernos cambiar. Eso es lo que quiero compartir con ustedes, en la
creencia de que también puede ser interesante para ustedes.
Se nos ha trasmitido de
Arguedas la idea de un hombre sufrido de su tiempo y sus circunstancias, su
vida vivida al filo de la muerte, la paulatina pérdida de sus facultades, el
regateo de sus méritos desde el gusto oficial, el miedo visceral de los dueños
del poder a su figura creciente en el pueblo que lo ha escogido y su trágico
final por voluntad propia han contribuido para esa visión. Contrariamente,
quienes lo han conocido de cerca, hablan de un Arguedas feliz, bromista y
agradecido de la vida.
Ricardo Tenaud, dice que José
María Arguedas tenía una calidad humana extraordinaria. Era un ser luminoso,
abierto, cordialísimo: abría sus grandes ojos maravillados ante cualquier cosa
bella o buena, sea una persona, un animal o un acontecimiento. Tenaud confiesa:
“Me acogió con la hermandad y la generosidad que eran típicas de él. Poseía una admirable capacidad de entusiasmo...
en él no había asomo de pedantería o de soberbia intelectual: era el hombre más
sencillo y más llano. Como si en vez de gran escritor, hubiera seguido siendo
empleado de correos”. También dicen que
la risa de Arguedas era sencilla, contagiosa y sincera como la de un niño.
Para el sociólogo Gonzalo
Portocarrero, Arguedas no es un escritor que sea masivamente leído. Señala que
lo que el gran público recibe son algunas frases sueltas de gran resonancia, y
la imagen –trágica, romántica- de un hombre atormentado por el amor a su país.
A ello agrega, “Eso basta para convertirlo en un héroe cultural; en una figura
que suscita gran simpatía e identificación entre todos los peruanos. Pero
quienes realmente leen sus obras son la gente culturosa, los integrantes de lo
que Ángel Rama llamó ciudad letrada. Y resulta que pocos de sus lectores son
inmunes a la seducción de sus textos. En realidad, quien persevera en el
frecuentamiento de sus obras termina desarrollando una relación especial con su
autor. Resulta que a Arguedas se le lee y se le vuelve a leer” y yo digo, hasta
cambiar la visión de mundo que tenemos.
Y sigue Portocarrero: “Este
hechizo que ejerce su escritura descansa, primero, en la sobreabundancia de
significados que allí se encuentran. De hecho, muy pocos autores han recargado
tanto las palabras como Arguedas. Múltiples niveles de significación se
condensan y comprimen en sus textos. Pero, hay, también, otra razón. Desde la
perspectiva de quienes se sienten convocados por su obra, Arguedas representa
un puente para acercarse a lo otro, a lo negado y diferente. A ese mundo andino
al que le damos la espalda aun cuando esté muy dentro nuestro. Se presume que
en su obra esa realidad ha sido expresada de una manera tan contundente que el
análisis de sus textos es como una amplia puerta de entrada para comprender la
positividad de ese otro, inferiorizado o negado por los poderes coloniales”.
César Hildebranth ha dicho en la TV, “Al contrario de otros famosos escritores
peruanos, las lecturas de Arguedas tienen la virtud de hacerte pensar y cambiar
socialmente para mejor”.
En estos días Bruce Mannheim,
famoso antropólogo estadounidense, ha dicho lo que todos los andinos ya
sabíamos, que el quechua es el único idioma centrado en el otro, a diferencia
por ejemplo del español, que tiene un tinte egocéntrico. Además, en quechua es
natural el ñoccanchis, se deriva de la solidaridad, de la minka y el ayni como
práctica social. Me parece, que cuando el campesino dice nõcca, lo hace de
forma un poco altisonante, sólo cuando está molesto y quiere pelear
También hay algunos, que lo
han catalogado de indigenista, como forma de disminuir su importancia, otros
han dicho que su obra alentaba el arcaísmo del Tahuantinsuyo como forma de
restar méritos a los origines de nuestra peruanidad. Cortázar, en la misma
línea ha dicho de él que “pensaba al Perú en cinco notas de una flauta”.
Arguedas en entrevista con Ariel Dorfman los rectifica: “Entiendo y he
asimilado la cultura llamada occidental hasta un grado relativamente alto;
admiro a Bach y a Prokofiev, a Shakespeare, Sófocles y Rimbaud, a Camus y
Eliot, pero más plenamente gozo con las canciones tradicionales de mi pueblo;
puedo cantar, con la pureza auténtica de un indio chanka, un harawi de cosecha.
¿Qué soy? Un hombre civilizado que no ha dejado de ser, en la médula un
indígena del Perú; indígena, no indio. Y así, he caminado por las calles de
París y de Roma, de Berlín y de Buenos Aires. Y quienes me oyeron cantar, han
escuchado melodías absolutamente desconocidas, de gran belleza y con un mensaje
original. La barbarie es una palabra que inventaron los europeos cuando estaban
muy seguros de que ellos eran superiores a los hombres de otras razas y de
otros continentes «recién descubiertos».
“Dicen que ya no sabemos nada, que somos el
atraso, que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor. Dicen que nuestro
corazón tampoco conviene a los tiempos (...). Dicen que algunos doctores
afirman eso de nosotros”, escribió José María Arguedas en 1966 en un texto que
tituló “Llamado a algunos doctores”. Líneas después, los desafiaría: “Saca tu
larga vista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes. Quinientas flores de papas
distintas crecen en los balcones de los abismos que tus ojos no alcanzan, sobre
la tierra en que la noche y el oro, la plata y el día se mezclan”. Arguedas
lanzaba así el reto: entender el ande con una nueva mirada, una que valorice la
riqueza de la cultura andina como la de todas las culturas que habitan el Perú,
para lograr un país de todas las sangres.
La producción intelectual de
Arguedas es bastante amplia y comprende unos 400 escritos, entre creaciones
literarias (novelas y cuentos), traducciones de quechua al español, trabajos
monográficos, ensayos y artículos sobre la mitología prehispánica, el folclore
y la educación popular. La circunstancia especial de haberse educado dentro de
dos tradiciones culturales, la occidental y la indígena, unido a una delicada
sensibilidad, le permitieron comprender y describir como ningún otro
intelectual peruano la compleja realidad del indio nativo, con la que se
identificó de una manera intensa. En Arguedas, la labor del literato y del
etnólogo no está nunca disociadas; incluso, en sus estudios más académicos
encontramos el mismo lenguaje que en sus narraciones
Desde los cuentos de “Agua”
(1935), pasando por “Yawar Fiesta” (1941), “Los ríos profundos” (1958), “El
Sexto” (1961), “Todas las sangres” (1964), hasta su novela autobiográfica “El
zorro de arriba y el zorro de abajo” (1971, póstuma). Todas ellas tratan del
conflicto del hombre andino y su opresor el hombre blanco, que usurpa las
tierras y las conciencias desde su altura del poder, en todos los niveles,
local, regional y nacional, Arguedas grabó en molde no solo sus avatares
personales, sino que intentó traducir los tiempos turbulentos que le tocó vivir.
Estas obras, parecen ofuscar el conjunto de su obra, pero no, existe otra,
publicada posteriormente en 07 volúmenes, titulados: Obra Antropológica y
Cultural”, recopilada por Sybila Arredondo, su viuda, sobre aspectos diversos
de la cultura peruana de gran importancia para entender la formación económica
y social de nuestro país.
Sobre la importancia de su
obra el mismo da pistas en conversación con G. Escajadillo. Dice: “Yo creo que
Todas las Sangres es no sólo más importante que Los Ríos Profundos sino también
una novela hermosa. El problema de mi última novela radica en que es más
ambiciosa. Por ser una visión mucha más amplia de la realidad, he tenido que
crear personajes y mundos que no me son muy familiares. Por ello puede ser
cierto que sea menos acabado que Los Ríos Profundos, pero es, en verdad, más
bella y trascendente. (Recuerdo, al respecto, las palabras del crítico José
Miguel Oviedo, en “El Comercio” del primero de diciembre de 1964: “En fin,
entendemos que Todas las Sangres es una obra menos perfecta, menos
proporcionada que Los Ríos Profundos, pero muchísimo más importante y decisiva
para el autor y para el género en el Perú”).
Arguedas continúa
reflexionando: “Todas las Sangres, ha madurado durante largos años. Para poder escribirla fue necesario haber
intentado interpretar en Agua (1935) la vida de una aldea, en Yawar Fiesta
(1941) la de una capital de provincia y en Los Ríos Profundos (1958) la vida de
un territorio humano y geográfico más vasto y complejo. Sin estas obras no hubiese
podido crear Todas las Sangres (1964) que, al decir de un crítico (J. M.
Oviedo). Representa “un vasto cuadro del Perú feudal”. Y siento que mi última
novela es más literaria que las anteriores porque en ella lo literario proviene
de la faz y el corazón de infinidad de gentes distintas entrabadas en nuestro
país en una urdimbre sutil, profunda, a veces terrible, y no solamente de la
descripción del llanto y de la mágica maravilla de los ríos y montañas. Desde
cualquier punto de vista, Todas las Sangres es para mí, una novela más completa
y superior que Los Ríos Profundos. Entonces yo añado: “que la perfección es
enemigo de lo bueno” a propósito de los puristas de la academia.
Nilo Tomaylla nos dice
“Arguedas es el primer escritor que traiciona y se aparta de los cánones de
toda una estirpe de narradores que la escritura había parido. Escritores de una
visión unidireccional, no tanto por desdén sino por desconocimiento. Arguedas
es el primero que habla desde el otro lado, desde la república de la alteridad,
poblado por millones de individuos que eran completamente “desconocidos” por la
élite escritural. La importancia de Arguedas reside en que la oralidad
practicada por millones de años – y se seguirá practicando felizmente- fue
develada y elevada a la cumbre narrativa con un nuevo registro estético y
estilístico”
Vivió para escribir y su
esfuerzo por darnos un retrato integral del país le costó la vida, aunque eso
es algo que pocos están dispuestos a aceptar. Porque para entender las
circunstancias en que se produce un texto literario, que es un proceso
artístico, se debe tomar en cuenta variables humanas y emocionales, además del
factor lingüístico. En la recordada película “Las Horas”, Nicole Kidman encarna
a la torturada Virginia Woolf que dice: “Para redimir al mundo alguien tiene
que morir”, cuando preguntada ¿quién?, respondió, un poeta. Días después, ella
misma se quitaba la vida, Arguedas, mucho tiempo después, por los mismos
motivos que torturan el alma de un poeta, haría lo mismo, para redimirnos del
pecado indolente frente la injusticia.
Actualmente toda la ciudad de
Andahuaylas respira la literatura de Arguedas, al punto que hay parques,
mercados, empresas de transportes, institutos y avenidas en su honor. El cuerpo
de José María Arguedas está enterrado al centro de la ciudad donde se encuentra
un monumento suyo, y que también es una plaza donde suelen divertirse niños y
jóvenes, como lo hubiese querido el escritor. Dentro y mundo afuera existen,
universidades, centros, institutos y movimientos para estudiar su obra y para
honrar su memoria. Su figura crece y crecerá mientras existan en el mundo, como
expresaba Benjamín, “los desheredados de la tierra, los ofendidos y
desgraciados, sólo tienen como esperanza, de una vida mejor después de la muerte. Un conocido intelectual europeo, dijo
recientemente, que Europa lo asfixiaba por la pérdida de sus valores y que
buscaría refugio en algún lugar de la sierra peruana para encontrar el sentido
de la vida.
Carlos Batalla comenta que
Arguedas decidió quitarse la vida, no por egoísmo o desprecio a los demás, sino
por un dolor en el alma, en el espíritu y la conciencia. Su confrontación con
ese Perú de constantes cambios sociales y económicos, de mezclas culturales a
fines de la década de 1960 fue demasiado. Guardó en lo más profundo de su ser a
ese niño sufriente y angustiado que sus biógrafos reseñaron. Lo recordamos hoy
como el héroe cultural que nos legó su arte de imágenes y palabras, de
esperanza y belleza en su mundo imaginario.
He dicho líneas arriba que
Arguedas era un buen hombre, alegre y comunicativo, pero también gran amigo de
los pocos verdaderos que tenía. Algunas anécdotas dicen de este semblante:
Omar Zevallos, relata que, en
una reunión, en la que se encontraba Arguedas, el editor y librero, Don Juan
Mejía Baca contó la siguiente historia: “Quería alquilar un departamento para
tener un “bulín”. Encontré un departamento, el dueño era un italiano, fui a
verlo, me preguntó si ya vi el departamento y yo le contesté que sí y que ya
sabía cuáles eran las condiciones. Él me dijo: ¿Sabe usted que necesito una
garantía comercial?, y yo le contesté: ¿Está bien la garantía de la librería
Mejía Baca? ¡Cómo no!, me dijo. Yo hasta ese momento no me estaba dando cuenta
que tenía que dar mi nombre y cuando él me hace el contrato, me dice: ¿A qué
nombre?... y yo le digo: A Pedro Cieza de León y el italiano escribió. Durante
años, los recibos salían a nombre de Pedro Cieza de León, teléfono, agua, todo.
Sobre este hecho Arguedas, reaccionó diciendo ¡Qué engañado he vivido, creyendo
que eras un buen amigo!, ¡Ponerle el nombre del santo varón, como inquilino
donde vas a hacer tus cochinadas! ¿Por qué no le pusiste el nombre de tu
‘taita’? Entonces le digo: No podía ponerle el nombre de mi padre, porque yo
tengo el mismo nombre. ¡Bueno, entonces el de tu abuelo pues!”.
Hay un relato de Eduardo
Galeano quien dice: “Yo estaba regresando a Montevideo, al cabo de un viaje, de
dónde venía, no recuerdo, pero sí recuerdo que en el avión había leído “El
zorro de arriba y el zorro de abajo”, la novela final de José María Arguedas.
Arguedas había empezado a escribir ese adiós a la vida el día que decidió
matarse, y la novela era su largo y desesperado testamento. Yo la leí y le
creí, desde la primera página le creí: aunque no conocía a ese hombre, le creí
como si fuera mi amigo de siempre.
En “El zorro”, Arguedas había
dedicado a Onetti el más alto elogio que un escritor pueda brindar a otro
escritor: había escrito que estaba en Santiago de Chile, pero en realidad
quería estar en Montevideo, “para encontrarse con Onetti y apretarle la mano
con que escribe”. En casa de Onetti, se lo comenté. Él no sabía, la novela
recién publicada, no había llegado todavía a Montevideo. Onetti se quedó
callado. Hacía bien poco que Arguedas se había partido la cabeza de un balazo.
Los dos estuvimos mucho tiempo, minutos o años, en silencio. Después yo dije algo,
pregunté algo y Onetti no contestó. Entonces alcé los ojos y vi un tajo de
humedad que le partía la cara”.
Se cuenta que, en una de esas
conferencias internacionales de escritores, ocurrido en México me parece, bueno
el lugar no importa, en uno de esos intermedios y para amenizar el
aburrimiento, se sentaron juntos en una mesa Mariátegui, Rulfo y Onetti, para
conversar y cruzar impresiones. Cuentan que durante ese tiempo dos horas más o
menos, nadie abrió la boca y lo pasaron felices, contentos y en santa comunión.
Dicen que, entre amigos verdaderos, como entre gitanos, todo está dicho y que
la mejor forma de comunicarse es en silencio, será por eso que tenemos “La
palabra del mudo” (Ribeiro), “La poesía está callada” (Martin Adán), “La noche
callada” (Neruda) así como la importancia de los silencios en la poesía de
Atahualpa Yupanqui. A los tres no les gustaba dar entrevistas. Cuentan que
cuando Elena Poniatowska entrevistó a Rulfo, este tardó 30 minutos para emitir
una primera respuesta. Para muchos
estos son los tres mayores escritores de América, especialmente Rulfo y
Arguedas, como dicen los mexicanos, escribían con sangre sobre “la raza y para
la raza”.
Para Gonzales Vigíl,
Mariátegui y Churata, desde perspectivas diferentes son los que mejor han
entendido la subjetividad andina, este último, subrogado al olvido por razón de
sus ideas, tenía en 1932, el cargo de bibliotecario en la municipalidad de Puno
y organizó un homenaje a Mariátegui, habló acerca de las ideas del Amauta y el
alcalde, a pedido del prefecto que comulgaba con el pensamiento colonial y
gamonal, lo sacó del puesto. En 1966, Gamaliel Churata, fue invitado por el
profesor Godofredo Morote Gamboa, ilustre docente de la Universidad Nacional
Federico Villarreal, para que hablar acerca de su vocación literaria. Entre los
participantes estuvieron José María Arguedas, Ciro Alegría y Francisco
Izquierdo Ríos.
Antonio Muñoz Monge, escribe
una nota donde dice que Máximo Damián Huamaní, muy amigo de Arguedas, solía
compartir veladas musicales de las fiestas patronales en Lima. Después de una
de las fiestas, Arguedas se había ofrecido ir a su casa. Máximo Damián
recuerda: “Yo mandé cocinar a mi tía, lahua, o sea sopa de trigo, papas, queso.
Además de su traguito. Pero el doctor no vino. Era bien cumplido y como ya era
cerca de las once de la noche y no venía, dejé mi velita prendida, guardé la
comida. Esa noche yo me soñé que me estaba hablando el doctor. Ven decía”. Al
siguiente día, en la mañana Máximo salió a comprar pan y vio la terrible noticia
en los diarios. “Estaba en primera página: José María Arguedas se ha suicidado.
Ahí mismo fui al hospital central. Cuando llegué el doctor Arguedas ya no
hablaba, después se murió, allí me lloré nomás”. En sus cartas póstumas pedía,
que acompañaran su entierro los músicos el charanguista Jaime Guardia Neira, el
violinista Máximo Damián y el quenista José Durand, deseo que fue cumplido.
En el libro Rostros de Memoria
-Visiones y versiones sobre escritores peruanos del escritor Pedro Escribano,
encontramos la crónica titulada Llactaypiñan kachkani (Ya estoy en mi pueblo)
que narra precisamente el traslado del cuerpo de José María Arguedas a su
ciudad natal después de más 30 años de fallecido, en 2004. Pasando toda una
serie de aventuras, un grupo de andahuaylinos de corazón, entre ellos nuestro
querido Marcial Gutiérrez, trasladaron en secreto el cuerpo de José María desde
Lima hasta su ciudad natal, ‘secuestrándolo’ y esquivando policías con tal de
que llegue sano y sin problemas a su pueblo, que lo recibió con una fiesta de
cinco días a ritmo de huaynos.
Durante el velacuy de los
cinco días al escritor, la alcaldía donde se desarrollaba el acto, se convirtió
en un centro de peregrinación. No solo llegaban escolares de la ciudad, sino
también de pueblos aledaños. Asimismo, comuneros de distintos parajes llegaban
bailando, cantando al taita Arguedas y dejar sus presentes. Niños y niñas,
maktillos, con sus rostros rosaditos y agrietados, bailaban y cantaban como
quien despide en la hora final a un ser querido. Arguedas era su taita. Estos
cantos y bailes eran permanentes.
Antes de ser llevado a su
tumba, en una fuente en la Avenida Martinelli, fue paseado por las calles de la
ciudad con cánticos y vítores. De Lima habían llegado, además de Nelly Arguedas,
su hermana y familiares directos, dos grandes músicos, amigos entrañables del
escritor: el charanguista Jaime Guardia y el violinista Máximo Damián. Con la
música de sus amigos, José María Arguedas volvió al vientre de su tierra, la
pachamama. En el mármol de su tumba, inscrito en bajo relieve se lee
jubilosamente: “Llactaypiñan Kachkani”.
Arguedas está con su pueblo y
está más vivo que nunca. Está en la lucha de los profesores y trabajadores por
un salario digno, en la lucha de los campesinos de Fuerabamba en defensa de la
vida y el medio ambiente, en la memoria de los campesinos muertos y perseguidos
por la represión policial. Quiero
terminar esta exposición con una cita de Churata que para nuestro caso caerá bien:
“Los muertos en la neurosis de la memoria, no son recuerdos: son presencias, si
esto se consagra por el consenso de la buena ciencia, me brindarán ustedes con
su bondadosa conformidad: ha caído un mundo y vuelve el Sol del Tahuantinsuyo”
No hay comentarios:
Publicar un comentario