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Un Tema de
Actualidad (2-2)
ESTRATEGIA
GLOBAL CAPITALISTA
Y
TÁCTICA IMPERIAL
En el siglo XXI
al interior del sistema capitalista se agudiza la contradicción entre la
tendencia a la centralización global del capital y la permanencia de dinámicas capitalistas
de origen nacional-imperial.
Por una parte se
observa la conformación de una burguesía financiera global, que es fruto de la
superposición de intereses, entrelazamiento de capitales, imbricación de
empresas deslocalizadas por el mundo, entrecruzamiento de deudas y déficit
fiscales de Estados “nacionales”, y por el otro, se mantienen dinámicas
económicas, militares y geopolíticas de los imperios constituidos en siglos
anteriores, bloques imperiales y agrupamientos de nuevas potencias que luchan por
la apropiación del excedente capitalista, el control de las materias primas y
la hegemonía mundial.
Las crisis
financieras y económicas incentivan esa contradicción y sacan a flote la
contradicción entre quienes tienen intereses e influencias en diferentes
niveles, espacios y territorios de la economía global y quienes dependen de
ejes “nacionales”, como algunos capitalistas que le han jugado todas sus
apuestas al complejo industrial militar de EE.UU.
Los analistas de
la economía y la política internacional –por lo general– sólo ven un aspecto de
esa contradicción. Unos se aferran a la tendencia predominante, la extrapolan y
llegan a la conclusión de que ya existe una burguesía financiera global que
todo lo planea y controla. Otros se centran en el análisis de la geopolítica,
la lucha entre potencias y bloques regionales, y hacen todo tipo de cálculos
sobre el grado de hegemonía que mantienen los EE.UU., concluyendo que entre más
pierde en el terreno económico más aprieta en el campo militar. Las dos partes
tienen algo de verdad.
Los primeros
suponen la existencia del imperio global; los segundos mantienen la visión
clásica de la confrontación entre imperialismos. Para los teóricos críticos del
“imperio”, la revolución proletaria debe ser mundial y simultánea,
desconociendo la ley del desarrollo desigual y combinado; para los teóricos de
los imperialismos, el proletariado puede aprovechar las fisuras y contradicciones entre los diversos bloques económicos e imperiales, y
entonces, la táctica nacional tiene su fundamento.
Ambas posiciones
se han encontrado y distanciado frente a los casos de intervención imperialista
en Libia y Siria, para mencionar algunos casos. Unos, justifican que las
fuerzas revolucionarias se apoyen tácticamente en las potencias imperiales para
derrotar a los gobernantes criminales y dictatoriales, dado que lo importante
es sobrevivir para avanzar más adelante. Los otros, denuncian la intervención
imperial y apoyan a los dictadores, porque son anti-imperialistas y defienden
el “interés nacional” de esos pueblos. Los unos reivindican el
internacionalismo; los otros, el anti-imperialismo.
Cada cual se
aferra a un aspecto de la contradicción. Sólo un movimiento internacional de
los trabajadores con una posición coherente a partir de la aceptación de la
existencia de esa contradicción y de un “análisis concreto de la situación
concreta” puede interpretar la realidad en forma dialéctica y actuar en
consecuencia.
Sólo entendiendo
la dinámica de la contradicción y la tendencia actual a la centralización, se
puede desentrañar la complejidad de los conflictos y las tensiones
inter-imperialistas que se han presentado en casos como los de Kosovo, Libia,
Siria, Sudán, Ucrania, Irak, Afganistán y demás países intervenidos de una u
otra manera por las potencias (EE.UU., UE, Rusia, China). Allí hubo un proceso
de desmembración de la unidad nacional de esos países, aprovechando
particularidades y fisuras étnico-nacionales, tribales, religiosas y
culturales, para repartirse sus riquezas e impedir el avance de la revolución.
La lucha
geopolítica se juega a fondo en cada uno de los países y regiones del mundo:
unos imperios ganan, otros pierden. Si no se ha llegado a una guerra aguda y
abierta entre las potencias es porque finalmente ceden coyunturalmente ante la
necesidad de preservar su estabilidad política y económica. El temor a una
guerra nuclear juega también, pero es secundario. Lo central es la economía que
es frágil e inestable. Por ello, la tendencia a la centralización se impone y
va apareciendo una súper-burguesía mundial omnipotente.
La burguesía
global “en formación” ha elaborado una serie de políticas para mantener su
dominio y fortalecerlo. Tiene un inagotable acumulado de experiencias, cuenta
con innumerables y poderosos centros de pensamiento y perfecciona
permanentemente la estrategia. Su meta medular es impedir que el proletariado y
los pueblos del mundo identifiquen sus intereses y tracen una política
anti-capitalista de carácter internacional.
Invisibilizar
al proletariado es su tarea central. Resaltar los
intereses sectoriales de la población y convertirlos en algo especial y
esencial, ha sido un trabajo ideológico sistemático emprendido desde los años
80s del siglo pasado (XX). Estimular las diferencias étnicas (indígenas,
afrodescendientes, mestizos, blancos, etc.), nacionales (nativos y migrantes),
etarias (jóvenes, adultos, viejos), de género (mujeres, hombres, LGTB),
religión y demás intereses culturales (ambientalistas, animalistas, humanistas,
etc.), es su estrategia. El análisis de
clase es desechado, la identidad sectorial es el referente principal.
Esa maniobra es
utilizada también por los bloques imperiales para defender sus áreas de
influencia, mercados y territorios. Así
lo hacen ahora en América del Sur estimulando las “memorias” de pueblos
indígenas hacia la conformación de una nación “aymará-quechua” o hacia
“autonomismos” que colocan como aspecto principal la lucha por la
territorialidad, la “economía propia” y la crítica al desarrollismo, pero que
no enfrentan la lógica del gran capital en el terreno de poder político
concreto (imperial-capitalista) sino en el campo de la crítica a la
“colonialidad del poder”. Su objetivo: quebrar la unidad de Estados nacionales
que se les han salido del control y crear condiciones para la intervención
imperial.
Por un lado es
una estrategia global, integral, de
clase dominante. Por el otro, es una política
regional, sectorial, también de clase pero donde predomina el interés de su
Estado imperial y de determinados grupos capitalistas que tienen afincados
intereses sectoriales. La segunda está subordinada a la primera. Sólo la lucha
de clases muestra en qué momento se hace evidente esa subordinación.
Dominación, hegemonía, control, se entrecruzan.
Por ejemplo,
cuando la revolución árabe estaba mostrando sus potencialidades de clase, la
intervención imperial se hizo necesaria, más que para hacer una nueva
repartición de las riquezas petrolíferas, para impedir la profundización de la
revolución en términos sociales. Por ello, la intervención iba dirigida a
dividir el frente revolucionario con intereses tribales, étnicos y religiosos.
La unidad popular fue quebrantada y no se pudo avanzar hacia caminos
anti-neoliberales y anti-capitalistas.
Es importante
precisar que la estrategia global de la burguesía no se casa con nacionalismos
pero tampoco los desecha. Ella hace análisis de cada caso en particular.
Trabaja a largo plazo y usa la complejidad no lineal para defender sus
intereses. Es flexible y oportuna.
Cuando los
“nacionalismos” son encabezados por alianzas entre fuertes burguesías
“nacionales” y elites de trabajadores de sectores estratégicos (centralizados)
de la economía de países dependientes (Brasil, Uruguay, Argentina), la
burguesía global acepta sin reparos la aplicación de políticas de redistribución
parcial de la riqueza mientras no afecten la estructura básica de
funcionamiento del capitalismo. Cuando los nacionalismos son liderados por
clases subordinadas (trabajadores, campesinos y pequeña-burguesía en proceso de
proletarización), los capitalistas planetarios impulsan la política de
contención, debilitan sus economías por medio de bloqueos abiertos o
camuflados, preparan diferentes formas de intervención y saboteo mientras
empoderan a las burguesías locales para recuperar la hegemonía política. Es lo
que han hecho en Venezuela, Ecuador y Bolivia, y están logrando resultados.
Los
trabajadores del mundo entero tenemos que superar las visiones parciales y
lineales.
Debemos aprender a ser tan flexibles o más que nuestros enemigos de clase. Debemos
identificar los intereses globales del proletariado –la revolución
anti-capitalista–, pero en cada caso en particular tenemos que determinar cómo
juega cada aspecto de la contradicción y responder con la táctica acertada.
Por ejemplo, en
Ucrania dos imperios luchan por intereses geopolíticos (EE.UU. y Rusia).
Alinearse con uno u otro es perder la independencia de clase. La unión de los
trabajadores ucranianos –por encima de diferencias étnico-nacionales– alrededor
de los intereses coyunturales de su Nación, es la posición correcta. Hay que
rechazar ambas intervenciones como parte de la guerra imperialista.
Pero a la vez que se lucha por la
autodeterminación nacional se debe impulsar la unidad de los trabajadores
ucranianos con los rusos, europeos, estadounidenses y del mundo entero contra
la explotación capitalista, dado que la unidad nacional no garantiza –en un
planeta globalizado y controlado por el capitalismo– ni una verdadera
independencia y autonomía ni la resolución de los problemas vitales y estratégicos
de los trabajadores.
Sólo
así podremos explotar ambos aspectos de la contradicción y no quedar amarrados
a un bloque imperial y a la ilusión nacionalista. Sólo así
fusionaremos dialécticamente el análisis global de clases sociales enfrentadas
con el estudio de la geopolítica imperial, y avanzaremos en la conformación de
un gran movimiento proletario de características internacionales.
Sólo así
podremos desafiar con fuerza nuevamente al capitalismo depredador de la vida y
aspirar a construir un mundo mejor. Las nuevas generaciones lo valorarán.
Popayán, 4 de mayo de 2014 (Énfasis
agregados)
Fernando Dorado
<ferdorado@gmail.com>
Fecha: 5 de mayo de 2014, 8:51
Asunto: Estrategia global capitalista y
táctica imperial
de: Jose Gabriel ruiz santamaria <comasolven8@gmail.com>
para: A Viviana Moscoso
<centrobolivarianoph@yahoo.es>, (…)
fecha: 5 de mayo de 2014, 20:46
enviado por: gmail.com
firmado por: gmail.com
Nota.-La Rus de Kiev fue el origen de
lo que hoy es Rusia. Salvando distancias, la relación Rus de Kiev-Rus de Moscú
es como la relación Cusco-Lima. Rus fue una forma tosca de Estado de pueblos
eslavos que se afincaron en Europa Oriental. La Rus de Kiev predominó hasta la
declinación de Bizancio. Luego la Rus de Moscú, Rossía, Rusia, Unión Soviética,
Rusia, llegó a lo que conocemos hoy.
El
autor, desde Popayán Cauca, sur de Colombia, hace un examen exhaustivo usando
la dialéctica marxista de interpretación de la historia. Aprendamos la lección.
Ragarro
23.05.14
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