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EL
ÉXODO DE LA DESOCUPACIÓN
E INFORMALIDAD LABORAL
 
Esta
 pandemia global, como un fenómeno superficial de salubridad pública, ha
 expuesto, mejor que cualquier otro medio, la realidad profunda del 
Perú. Lima, la ciudad
 moderna, cosmopolita, cede del poder central del Estado y sus 
principales instituciones, es el mirador desde donde se puede ver
 aquella realidad.
 
 Como toda realidad superficial está sujeta a decretos superficiales, 
apenas se sintió el avance pandémico, el Gobierno, a través del 
Presidente de la república, de la noche
 a la mañana, ordena mediante un Decreto, Estado de Emergencia Nacional,
 cerrándose todas las vías de acceso aéreo, marítimo, terrestre hacia 
afuera y hacia adentro. Se cierran todos los centros de trabajo, a 
excepción de algunos, que creen son vitales para
 sobrevivir.
 
 Si las compuertas de lo represado durante décadas se cierran 
abruptamente, es natural que lo represado comience por desbordarse. Tal 
es así, que la desocupación, el desempleo
 como el subempleo, que suman miles a lo largo y ancho del país, se 
suman en un dramático éxodo del trabajo. Centenares de compatriotas 
nuestros varados en la pobreza y extrema pobreza en sus lugares de 
origen, vinieron a Lima la encantadora, con las ilusiones
 de labrarse en la vida un porvenir digno, y ahora se han visto forzados
 por la miseria a abandonarla formando masivas caravanas a pie para 
dirigirse a los diferentes puntos y lejanos de la sierra y selva 
peruana. Familias completas, con sus niños a sus espaldas
 vuelven a la tierra que los vio nacer, y en donde esperan mitigar el 
hambre y conservar como reponer sus pocas energías para cuando el 
temporal pase. La ciudad es voraz. Te consume las 24 horas del día 
dejándote un miserable aliento para el día siguiente,
 y así, sucesivamente. Es el drama del desocupado, del subempleado, en 
pocas palabras, la informalidad laboral, en un país desindustrializado 
como desagrarizado. Es el éxodo del trabajo esclavizado, tal vez visto 
por primera vez a lo largo de la historia del
 Perú.
 
    El Estado y sus instituciones deben sentirse tocados 
por esta realidad profunda que los aproxima a sentarse delante de los 
tribunales del pueblo para expiar sus atropellos y sus crímenes. Tenemos
 un Congreso que se reúne a puertas cerradas
 y sin un rumbo. Un Ejecutivo que se ahoga en Decretos van Decretos 
vienen. Todos contra el hambre, la desocupación, de los trabajadores, 
los productores, que ahora le ponen el nombre de “Suspensión Perfecta de
 labores “, con reducción aún más de sus míseros
 sueldos y salarios, que los pone en una situación mendicantes.
 
 Tanto va el agua al cántaro, que éste termina por romperse. Pero para 
cuando se rompa, las masas de trabajadores y el pueblo en general, 
tienen que estar preparados para
 recibirlos en una Grande y sólida Organización compacta.
  Héctor Félix D.
18.04.2020.
                               
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL 
 
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