Un Tema de Actualidad
LA
CLAVE DE TRABAJAR EN EQUIPO,
POTENCIANDO
LO POSITIVO EN LOS DEMÁS
OPINIÓN Numa Molina
Siempre he
creído que la metodología de una orquesta es el mejor ejemplo para que
cualquier institución funcione con armonía, sea exitosa y sus miembros desde sus
diferencias puedan ser felices.
Una orquesta
puede estar compuesta por trescientos músicos; Gustavo Dudamel cuando se presentó
en la plaza Diego Ibarra dirigió 1.500 músicos y aquello fue una expresión
artística espectacular. Todo sucede así porque en una orquesta cada músico se
responsabiliza de afinar a la perfección su instrumento, toca ese instrumento bien
y lo toca en el momento que debe hacerlo. Si
uno solo de los integrantes de la orquesta tiene el instrumento desafinado o no
lo suena en el momento preciso, ese músico ya es suficiente para generar un
caos en la orquesta y de ese modo ya no se produce la armonía musical esperada.
Eso sucede en cualquier grupo humano, comunidad, empresa, radio, TV, etc. De
tal modo que mi primer consejo es que pongan en práctica la dinámica de la
orquesta, es decir, que cada una y cada
uno haga lo que tiene que hacer, con pasión, haciéndolo bien y en el momento
preciso que le corresponde hacerlo. En el momento preciso, repito, porque
tú puedes ser muy eficiente, pero si no lo haces en el momento que debías hacerlo,
la acción pierde validez. Un médico puede ser excelente profesional, pero por
minutos de retardo en llegar se le puede morir el paciente.
La segunda lección
que quisiera transmitirles es que en
todo equipo humano que se pone de acuerdo para trabajar por un mismo fin,
siempre habrá diferencias, pues todos somos distintos y tenemos nuestros
aspectos negativos. Pero Dios no trabaja para el bien común con nuestras
deficiencias, sino con nuestras virtudes que él mismo nos ha dado. No obstante,
el error está en que siempre miramos en
el otro lo negativo que tiene y no sus posibilidades de aportar desde lo que es.
En la medida en que miramos en los demás las posibilidades que tienen de
aportar y se las decimos y se las ayudamos a descubrir, sus deficiencias
comienzan a ser menos visibles al tiempo que la propia persona por sí misma eleva
su autoestima. Para ello, quiero enriquecer esta reflexión con una parábola. Invito
a quienes me leen a reflexionarla con hondura espiritual:
Hubo en la
carpintería una extraña asamblea; las herramientas se reunieron para arreglar
sus diferencias. El martillo fue el primero en ejercer la presidencia, pero la
asamblea le notificó que debía renunciar. ¡La causa! Hacía demasiado ruido, y
se pasaba el tiempo golpeando.
-El martillo
reconoció su culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo: había que darle
muchas vueltas para que sirviera de algo.
-El tornillo
aceptó su retiro, pero a su vez pidió la expulsión de la lija: era muy áspera
en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.
-La lija estuvo
de acuerdo, con la condición de que fuera expulsado el metro, pues se la pasaba
midiendo a los demás, como si él fuera perfecto.
En eso entró el
carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo, utilizando
alternativamente el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Al final, el
trozo de madera se había convertido en un hermoso mueble.
Cuando la
carpintería quedó sola otra vez, la asamblea reanudó la deliberación. Dijo el
serrucho:
“Señores, ha
quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con
nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en
nuestra flaquezas, y concentré-monos en nuestras virtudes”
La asamblea
encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba solidez,
la lija limaba asperezas y el metro era preciso y exacto. Se sintieron como un
equipo capaz de producir hermosos muebles, y sus diferencias pasaron a segundo
plano.
Cuando
el personal de un equipo de trabajo suele buscar defectos en los demás, la
situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al
tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, florecen los
mejores logros.
Es
fácil encontrar defectos –cualquier necio puede hacerlo–,
pero encontrar cualidades es una labor propia de almas nobles, capaces de
despertar lo mejor que tienen los demás.
EN LAS
ORGANIZACIONES COMUNITARIAS
No olvidemos que
venimos de un largo proceso que
imperceptiblemente nos formó para el egoísmo. El trabajo en equipo nos
cuesta mucho, en el horizonte de una buena mayoría de luchadores comunitarios
uno percibe en el fondo un larvado afán de protagonismo y ese afán lleva al
egoísmo y con egoístas no se puede hacer equipo. Interés por ganar espacio en
la opinión pública, imagen social, etc. Esos son los actores que terminan
haciendo negocios fraudulentos e hipotecando el capital económico que pertenece
a la comunidad sin que los demás voceros y voceras del consejo comunal se
enteren.
Cómo
cuesta entonces trabajar en equipo, porque los equipos no se decretan,
no son piezas inertes, son seres humanos con su misterio que deben sacar de sí
lo más noble para ponerlo al servicio de su comunidad. Un luchador o luchadora
social requiere ser desprendido, descentrado de sí para colocar como centro a
los demás y dentro de ellos a los más excluidos y excluidas.
Solo
cuando se comienza a mirar hacia el entorno con deseo de servir surge
espontánea la necesidad de asociarse con otros y otras para unir talentos y
esfuerzos en favor de los demás.
El autor es periodista
@numamolina
CIUDAD CARACAS CCS
CARACAS, VENEZUELA
14 DE JULIO DE 2013 / AÑO 4 / Nº 1.422
Pág. 7 VOCES
(Énfasis agregados)
Nota.-
La experiencia
gremial recuerda siempre que “no hay peor enemigo que el del oficio” Es muy
cierto que venimos de un largo proceso que imperceptiblemente nos formó
para el egoísmo. Es muy cierto que cuesta trabajar en equipo.
Pero es más
cierto que
Solo cuando se comienza a mirar hacia el
entorno con deseo de servir surge espontánea la necesidad de asociarse con
otros y otras para unir talentos y esfuerzos en favor de los demás
Ramón García Rodríguez
26.07.13
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