I
Noviembre de
2008: el Gobierno de Madagascar, con el presidente Marc Ravalomanana a la
cabeza, anuncia la firma de un acuerdo con la multinacional surcoreana Daewoo
Logistics para dar en concesión durante 99 años un total de 1,3 millones de
hectáreas, que se dedicarían a la producción de maíz y aceite de palma
transgénico. ¿Qué ofrecía Daewoo a cambio? Inversión en infraestructuras y
empleos. Noventa y nueve años a cambio de “empleo”: muy generoso... sólo que 1,3 millones de hectáreas es
la mitad de las tierras fértiles de la isla.
El pueblo,
liderizado por colectivos campesinos, se lanza a las calles. El Gobierno
reprime duramente. Mueren más de 100 personas. Las protestas se incrementan. En
marzo de 2009, un grupo de militares derroca a Ravalomanana. Días después,
Daewoo anuncia la cancelación del proyecto.
¿Final feliz?
No. El nuevo presidente, Andry Rajoelina no renuncia a continuar con planes
semejantes, sino más bien “revisar” su ubicación.
II
Dios no le da
cacho a burro, dice el refrán. Pero lo bonito de la globalización es que
licencia asnos y les permite comprar cachos. Hay países con mucho dinero y
pocas tierras. ¿Qué les dice el Banco Mundial y el FMI? Salgan de shopping: el mundo
está lleno de países pobres que lo único que les queda por vender es la tierra
sobre la que fueron creados. Uno de esos ricachones es Arabia Saudita: en los
últimos años ha comprado enormes superficies en África, principalmente en
Etiopía y Sudán. Solo en 2008 el holding
saudí Bin Laden Group (¿Qué? ¿Bin Laden Group? ¿En serio?), invirtió 4.300
millones de dólares en Indonesia, en la adquisición de 500 mil hectáreas para la
producción de arroz.
China, que tiene
tierras como arroz, también participa en la fiesta: sus inversiones abarcan,
entre otras, 2 millones de hectáreas para cultivo en el este de África,
Filipinas y Asia Central. Egipto, Bahréin, los emiratos del Golfo Pérsico,
India, Japón, países con abundantes petrodólares y escasas zonas cultivables en
relación con su población.
En
total, más de 8 millones de hectáreas han sido compradas recientemente. Corea
del Sur figura en primer lugar, con 2,3 millones de hectáreas.
III
De las 170
millones de hectáreas de tierras productivas que existen en Argentina, cerca de
20% ya está en manos de capitales extranjeros. Al final del gobierno de Carlos
Menem, se aprobó la venta a extranjeros de unos 8 millones de hectáreas. El terrateniente más grande del país fue
durante mucho tiempo, Benetton, con unas 900 mil hectáreas. Es conocida la
dura pelea que le han dado a Benetton las comunidades mapuche de la Patagonia
argentina y chilena para frenar su voracidad terrófaga.
En los años del
saqueo neoliberal, en algunas provincias, la hectárea llegó costar ocho dólares.
Ricos y famosos como Ted Turner y Richard Gere, empresas europeas,
norteamericanas, y países como Malasia aprovecharon hasta hace poco el bajo
precio del suelo para comprar amplias extensiones de terreno.
Por eso en el
año 2011 la presidenta Cristina Fernández envió un proyecto al Congreso para
limitar la venta de tierras argentinas a personas o empresas no nacionales.
IV
Etiopía, tierra
por donde discurre el río Nilo, es un fértil territorio por sus caudalosos ríos
y extensos valles. No obstante, Etiopía padece de hambre y tiene que recurrir a
la ayuda internacional para alimentar a su población: 67% de su población
adulta sufrió desnutrición infantil y 30% de la mortalidad infantil es a causa
del hambre. El gobierno de Etiopía, sin embargo, vende las tierras de sus 85
millones de habitantes a viejas y nuevas multinacionales.
Allí sobre la
tierra que debería servir para alimentar a los etíopes se levantan boyantes negocios
de “exportación” hacia sus países de origen o hacia los mercados de naciones “desarrolladas”.
El “milagro” de un PIB creciente no
llega a las bocas de los pobres.
V
Mientras
1.100 millones de personas padecen de hambre en el mundo y 24 mil de ellas mueren
cada día, de hambre o por causas asociadas a la hambruna, gigantescas empresas multinacionales
se están apropiando de las tierras fértiles en todo el planeta.
Solo en 2009,
más de 50 millones de hectáreas fueron compradas por monstruos corporativos
como Cargill, Dupont, Daewoo, Mitsui, Syngenta, Benneton o Monsanto, pero
también por Gobiernos de países ricos, e incluso, potencias emergentes.
Mediante audaces
negociaciones con débiles gobiernos de África, Asia y América Latina, el poder
del capital globalizado adquiere, alquila -y a veces simplemente toma- las
tierras que deberían servir para alimentar a los ciudadanos pobres del mundo.
Se
trata de una nueva cruzada global: la recolonización de la pachamama bajo la
forma insaciable del capital. Agresivas y estratégicas inversiones, en medio de
la lucha por los cada vez más escasos recursos del planeta. Es la nueva
conquista del oeste. La carrera por el “oro verde”.
VI
Tras
la crisis financiera de 2008, las llamadas inversiones alternativas,
particularmente en tierras agrícolas, han experimentado un auge inusitado. La compra
de tierras para el cultivo se promociona a sí misma como cobertura contra la
inflación.
El hecho de que
su precio no sufre bruscas alteraciones, como lo hacen otros activos o commodities,
tales como el oro, el petróleo o las monedas, atrae a audaces “inversionistas”
que “diversifican sus portafolios” y empujan las inversiones bursátiles hacia
las tierras agrícolas.
¿A dónde van los
ricos del mundo con el maletín de dólares? Los inversionistas están convencidos
de que pueden ir a África, Asia, América Latina y al antiguo bloque soviético a
consolidar consorcios, inyectar una mezcla de tecnología y capital, y transformar grandes extensiones de tierras
en operaciones agroindustriales de gran escala, generalmente asociados a la
producción de alimentos transgénicos, o a la producción de biocombustibles.
Mientras
tanto, se aseguran el control de acuíferos, bosques, minas u otras fuentes de
recursos en la feroz competencia mundial por los recursos.
Con una
población mundial que llegará a 9.200 millones en 2050 y la enorme escasez de
recursos naturales debida a la sobreexplotación de la biosfera, la actual
demanda de alimentos aumentará de forma exponencial. De allí este inusitado auge
inmobiliario en tierras vírgenes o poco explotadas.
Consecuencia:
la masiva expropiación, la confiscación de tierras, el desplazamiento y la
ruina de un gran número de agricultores locales, en países pobres, de África y
Asia, y en nuestra región, en países como Colombia, Paraguay, Brasil y
Argentina.
VII
Es un tema que
nos toca de cerca en América Latina. En
Brasil, el gobierno de Lula prohibió la venta de tierras a consorcios
extranjeros o mixtos, y se han hecho avances en materia legal para fortalecer
la agricultura familiar, agroecológica.
No obstante, el
Movimiento de los Sin Tierra sigue denunciando la expulsión de campesinos e
indígenas de sus tierras y el avance de los monopolios en los estados de Bahía,
Minas Gerais y Maranhão, por el imperio de la soja.
En
Colombia
más de 4 millones de hectáreas fueron arrancadas a sangre a los campesinos en
la era uribista y entregadas a transnacionales estadounidenses como Coca Cola.
En
Paraguay,
1,8 millones de hectáreas fueron compradas entre 2008 y 2010 por capitales
internacionales. Entre 25 y 30 % de la superficie productiva del Paraguay es ya
propiedad extranjera. Fueron,
precisamente, estos pujantes empresarios los que conspiraron y financiaron el
golpe de Estado contra Fernando Lugo.
Que
nadie se extrañe: los voraces competidores en la carrera por el “oro
verde”, los modernos latifundistas globales no reparan en leyes, ni Gobiernos,
ni pueblos. Y también: que nadie lo
olvide.
CORREO
del ORINOCO
La
artillería del pensamiento
Nº
1.371
Domingo
7 de julio de 2013
Pág.
37 Análisis
William Castillo B.
@planwac
F/ AFP
Nota:
Esta noche en Tv Foro los invito
a ver
el documental Planeta en
venta
del realizador Alexis Marant,
una
investigación sobre la privatización
de
las tierras en el mundo. 8:00
(Énfasis
agregados)
Nota.-
Jamás
debemos olvidar que el régimen de
propiedad de la tierra determina el régimen político y administrativo de toda
nación. Por eso, el marxismo no se refiere a la “reforma agraria” sino a la
cuestión agraria, y más precisamente al
problema de la tierra o el problema
agrario. (JCM, 7 Ensayos, 1928)
La
extranjerización de la tierra es expresión del neocolonialismo y de la crisis
terminal del sistema dominante. Por eso, el tema de la tierra tiene permanente
actualidad y vigencia.
Ramón García Rodríguez
19.07.13
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