Los
venezolanos, bolivianos, ecuatorianos y brasileños que están soñando
con un “cambio” y abandonar todo lo que alcanzaron con sus gobiernos
progresistas, tienen que pensarlo diez veces ante lo que está pasando en
Argentina.
Esto significa que desde el 10 de diciembre de 2015, cuando Mauricio Macri asumió el poder, hasta el 10 de marzo pasado, un millón 400 mil argentinos engrosaron las filas de los pobres y de ellos 350 mil personas cayeron en indigencia, reveló un estudio del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). No cabe duda que estas cifras aumentarán drásticamente con la política de un “Shock Tarifario” anunciada por el gobierno. Según el actual Ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, “el populismo es negativo porque acostumbra al pueblo a recibir cosas gratis”.
Para sacar a los argentinos de las “nubes de populismo” y retornarlos a la realidad neoliberal, se aprobaron los “tarifazos macristas” que se traducen en 100 por ciento de aumento de los pasajes de trenes y ómnibus, 700 por ciento en electricidad, 500 por ciento de incremento del precio de gas para las casas y 1.700 por ciento para pequeñas y medianas empresas. El agua subirá en 500 por ciento y la gasolina en 375 por ciento. De acuerdo al secretario de la Unión Industrial Argentina, Carlos Sacco, “el aumento de tarifas recaerá negativamente en las pequeñas y medianas empresas que perderán a corto plazo hasta 200 mil puestos de trabajo”. Ya fueron despedidos del sector público 110 mil personas y se espera que las filas de desocupados se incrementen esta semana con 25 mil personas más, tal como lo anunció el Gobierno. El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, anunció cínicamente que estamos aplicando la reestructuración de la economía “cuidando a los que menos tienen”, agregando que en realidad “estamos avanzando en la dirección que nos dio el pueblo argentino cuando nos dio su voto”. Si el pueblo le “dio” a Macri esta “dirección”, entonces tiene que prepararse a ajustar su cinturón mucho más, pues el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió hace poco que el crecimiento argentino en 2016 sería negativo (-1%) y posiblemente descendería a —3 por ciento. Todo esto está ocurriendo en medio del silencio cómplice de los medios de comunicación que apenas hace medio año atrás tenían en permanente crítica al gobierno de Cristina Fernández.
Nadie comenta que el presidente norteamericano Barack Obama mandó a su gurú y consejero Jim Messina para levantar la imagen de Mauricio Macri y promover los intereses nacionales norteamericanos en Argentina. El 30 de marzo pasado, el enviado de Messina Group y su vicepresidente Brennan Bilberry se reunió con el jefe de gabinete, Marcos Peña y el secretario de Comunicación Pública, Jorge Grecco. A Messina lo consideran en EEUU como el actual Karl Rove (asesor de George W. Bush) cuyo eslogan era “Somos el Imperio ahora y cuando actuamos estamos creando nuestra nueva realidad”. No se sabe qué “nueva realidad” puede construir Washington en Argentina, a excepción del sometimiento absoluto del país a los dictados de la Casa Blanca por medio del Grupo Messina, en las condiciones cuando EEUU está en proceso de decadencia económica y social y en retroceso geopolítico internacional. En el reciente libro “Killing the Host” (“Matando al Anfitrión”), su autor Michael Hudson recalcó que “América está ahora en la misma crisis que sufrió Argentina (en los años 1990), Grecia, Letonia y Rusia. Sus economías son nuestro futuro”. Esperar en estas condiciones grandes inversiones norteamericanas y su ayuda, en la que cree y pone sus esperanzas Mauricio Macri, es una ilusión por mucho sometimiento que ofrezca a Washington.
Después de una década de disputas, órdenes judiciales, cabildeo, presiones y chantaje de los fondos buitre (los que compran deudas impagas por una pequeña fracción de su valor nominal y luego entablan demandas para recaudar ganancias exorbitantes) arremetidos contra los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), Mauricio Macri se rindió finalmente y tiró la toalla. Precisamente los dos gobiernos anteriores salvaron la economía de una catástrofe al cesar en 2002 los pagos al cartel de acreedores encabezado por el FMI. Para los que olvidaron valdría la pena de hacerles acordar que tres meses después de declararse en quiebra el país, se inició la recuperación económica. Entre 2003 y 2015, Argentina redujo el 70 por ciento de la pobreza y el 80 por ciento de la pobreza extrema. Al mismo tiempo, se logró el acuerdo con el 93 por ciento de los acreedores en 2010 y 2015.
Sin embargo, Washington irritado por el populismo kirchnerista ordenó en 2012 el bloqueo a los créditos para Argentina lo que puso en aprieto la economía nacional. Fue el mismo Macri quien increpó en aquellos tiempos al Departamento de Tesoro norteamericano que era “demasiado blando” con Cristina Fernández. Actualmente todos los créditos están desbloqueados, sin embargo, no se está produciendo el flujo de los inversionistas al país que tanto espera Mauricio Macri. Se calcula que la inversión norteamericana en Argentina en 2016 no superará los cuatro mil millones, una cantidad insignificante para la economía nacional. A su vez, el gobierno de Macri tendría que pagar muy pronto 12,5 mil millones de dólares a los fondos buitre, llegando la ganancia de algunos de ellos al 900 por ciento de lo invertido en la compra de la deuda argentina.
También Macri, a 34 años de la Guerra de las islas Malvinas donde murieron 649 soldados argentinos que eran chicos de apenas 18 años, disolvió la Secretaría Relativa a las islas Malvinas olvidándose del reclamo de Argentina sobre las islas desde 1833 cuando el Reino Unido ocupó el archipiélago. Curiosamente tomó esta decisión justo un día después de declarar que “volvemos a usar la fuerza del diálogo, de la verdad y de la justicia respecto a las islas Malvinas”. Pero de qué diálogo puede hablar el presidente Macri o de qué soberanía del país si durante el encuentro con Barack Obama se firmó una serie de acuerdos relacionados a la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo en coordinación con la DEA, el FBI y el Comando Sur y también se abrieron las puertas a las transnacionales y se acordó a la apertura irrestricta del comercio. En Argentina no se divulgaron los detalles del documento del Departamento de Estado norteamericano, “Fact Sheet: United States-Argentina Relationship”. En el rubro Seguridad y Defensa, EEUU, el creador y auspiciador principal del terrorismo islámico, se compromete, igualmente como lo hizo en México, a formar una red de Centros de Fusión de Inteligencia en las que participarán la CIA, el FBI, la DEA, la DIA y los servicios de inteligencia nacional y local para luchar contra el terrorismo islámico en la Triple Frontera (en el cruce de las fronteras de Argentina, Brasil y Paraguay) donde hay una antigua comunidad libanesa, aunque hasta ahora no se detectó ningún caso terrorista en la región. Lo que le interesa realmente a Washington de ese punto es el Acuífero Guaraní que tiene agua suficiente para abastecer a 6 mil millones de personas durante 20 mil años.
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AFP 2016/ Nicholas Kamm
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La cuestión de socio es algo relativo, pues por muy encantado que quedó Washington con Mauricio Macri, no hicieron nada para prevenir que su socio argentino no fuese incluido en Panama Papers (Panamapapers.isij.org), como un involucrado en los negocios en los paraísos o refugios fiscales. El Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), que divulgó documentos sobre 140 personalidades de 50 países con cuentas bancarias en paraísos fiscales, no es una organización completamente independiente. The Center of Public Integrity es su base de financiamiento y a la vez este centro recibe dinero de la Ford Foundation (ligada a la CIA), Carnegie Foundation, el Rockefeller Brothers Fund, Rockefeller Family Fund, W.K. Kellog Foundation, la Open Society Foundation de George Soros entre muchas otras organizaciones de las elites norteamericanas inmersas en el proyecto globalizador del dominio absoluto norteamericano sobre el planeta.
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REUTERS/ Ueslei Marcelino
¿Tan ciego fue el pueblo argentino para depositar su confianza y sus esperanzas en un político y empresario con varios juicios mientras era jefe del gobierno de Buenos Aires y envuelto en negocios turbios o fue simplemente desinformado, confundido y manipulado? En un reciente artículo, “Cómo Hackear una Elección” escrito por Jordan Robertson, Michael Riley y Andrew Willis sobre el famoso hacker colombiano, Andrés Sepúlveda, su personaje revela los trucos que usó para lograr la elección de Enrique Peña Nieto en México recibiendo 600 mil dólares y otros “trabajos” que hizo en unos nueve países más. Dice Sepúlveda que “mi trabajo era hacer acciones de guerra sucia y operaciones psicológicas, propaganda negra, rumores, en fin, toda la parte oscura de la política que nadie sabe que existe pero que todos ven”. Posiblemente los argentinos vieron lo siniestro de Macri pero dudaron en lo que vieron con la ayuda de los medios de comunicación. Una lección para que aprendan bolivianos, ecuatorianos, venezolanos y brasileños, y por qué no en los otros países donde tienen que elegir a la persona que regirá su futuro, como el caso del Perú, pero ese ya es tema de otra columna.
Fuente: Sputnik
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