martes, 17 de junio de 2014

EL "BAGUAZO": LA COMPLEJIDAD DE UN JUICIO EN EL QUE LOS CARGOS NO TIENEN TRADUCCIÓN










Un Tema de Actualidad
I
EL "BAGUAZO": LA COMPLEJIDAD DE UN JUICIO
EN EL QUE LOS CARGOS NO TIENEN TRADUCCIÓN
Nelly Luna Amancio
Perú. Viernes, 6 de junio de 2014
El primer trabajo de la joven indígena Dina Ananco Ahuananchi como traductora del wampi, su lengua originaria, la llevó a un importante rol en el juicio por el llamado "Baguazo", uno de los enfrentamientos más violentos de la historia reciente de Perú, del que este jueves se cumplieron 5 años.
El 5 de junio de 2009, dos etnias del norte peruano, los wampi y los awajún, cumplían más de un mes de protestas en la provincia de Bagua contra decretos que afectaban el uso de los recursos naturales de la Amazonia y las tierras de los indígenas.
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El gobierno del entonces presidente Alan García envió policías para controlar las manifestaciones y la situación derivó en un enfrentamiento que causó la muerte de 23 agentes y 10 indígenas, y la desaparición del mayor de la policía Felipe Bazán.
Por el número de procesados (52, 23 de ellos indígenas), la distancia geográfica y el hecho de que tendrá que ser traducido a dos lenguas nativas, se considera que es el juicio más complejo del siglo en Perú.
Para Ananco, la traductora oficial del proceso en la lengua wampi, se trata de un reto profesional: ¿cómo traducir términos legales que no existen en el idioma originario de manera que los acusados entiendan la magnitud de los delitos que la fiscalía les imputa?
"Lo más difícil es interpretar los delitos de los que se les acusa a los procesados, homicidio calificado, rebelión, motín y agravio del Estado, porque no tienen un equivalente en nuestro idioma", explica Ananco en conversación con BBC Mundo.
El Ministerio Público ha pedido cadena perpetua para ocho de los acusados. Y aunque se trató de un enfrentamiento, del lado de la policía y las autoridades no hay procesados hasta ahora.
La dificultad de los términos
"Nunca imaginé que mi primer trabajo sería en un proceso tan importante como el juicio por el 'Baguazo'", dice Ananco, quien es intérprete oficial del wampi desde el año pasado.
Ananco, de 29 años, reconoce que estuvo nerviosa durante la primera audiencia, el pasado 26 de mayo. Había muchos periodistas en la sala y ella nunca antes había asistido a un juicio.
A los indígenas se los acusa de siete delitos: homicidio calificado, lesiones graves, entorpecimiento al funcionamiento de servicios públicos, motín, disturbios, tenencia ilegal de armas y arrebato de armamento de uso oficial.
"No tengo conocimientos de derecho, por eso la traducción es aún más complicada", dice la traductora, quien desconocía muchos de los términos legales y en varios momentos de aquella primera audiencia tuvo que consultarle al fiscal los significados exactos de esos delitos.
"Me han criticado por preguntarle mucho al fiscal, pero esos delitos no existen como conceptos en el idioma wampi", explicó a BBC Mundo.
Un lento proceso "Me han criticado por preguntarle mucho al fiscal, pero esos delitos no existen como conceptos en el idioma wampi" Dina Ananco, traductora
Cinco años después de los hechos de Bagua, aún no se sabe a ciencia cierta qué pasó.
El juicio del caso Bagua debió comenzar el 14 de mayo, pero se suspendió, precisamente porque no había intérpretes oficiales para los indígenas procesados, a pesar de que la Defensoría del Pueblo lo había recomendado ya un mes antes.
Días después, el Poder Judicial solicitó el apoyo del Viceministerio de Interculturalidad, que cuenta con una recién creada lista de intérpretes indígenas especializados en procesos de diálogo previos a la realización de aguna activida minera y petrolera. De esa lista fue seleccionada Ananco para el idioma wampi e Isaac Paz, para el awajún.
Las premuras para armar el proceso no permitieron que Ananco y Paz recibieran capacitación previa, como reconoció a BBC Mundo la viceministra de Interculturalidad, Patricia Balbuena.
Además, los intérpretes tuvieron que organizar su traslado y debieron hacer un largo recorrido de 20 horas en autobús hasta Bagua, porque con lo que les pagarían por su trabajo no alcanzaba para viajar en avión y además cubrir alimentación y hospedaje.
Es un detalle que ilustra los problemas que tiene el sistema de justicia peruano para garantizar el debido proceso a miembros pueblos amazónicos.
A pesar de las condiciones en las que Ananco debe viajar y trabajar, cree "que es una forma de asumir un compromiso con mi pueblo wampi y apoyar a que se conozca la verdad".
Dina Ananco, de 29 años, reconoce haber estado muy nerviosa en la primera audiencia.
De hecho, nunca antes en Perú un juicio contra un indígena contó con un intérprete oficial en idioma aborigen a pesar de que la constitución establece que "todo peruano tiene derecho a usar su propio idioma ante cualquier autoridad mediante un intérprete".
La viceministra Balbuena aseguró a BBC Mundo que "la administración de justicia debería contar con sus propios intérpretes y traductores especializados en justicia".
No ocurre siempre así, señala Dina Ananco, quien asegura que "a veces se llama a cualquier persona para que ayude, y no traducen bien y aumentan las costas".
En ese sentido, Balbuena recuerda el caso de Uchuraccay, en los Andes peruanos, en 1983 cuando un grupo de comuneros de la etnia quechua mató a ocho periodistas y dos guías tras confundirlos con miembros del entonces activo grupo extremista Sendero Luminoso.
"En ese juicio no hubo intérpretes. Y lo que ese proceso debió enseñarnos es a incluir la interculturalidad en los juicios, pero no hemos aprendido y seguimos cometiendo los mismos errores", sostiene Balbuena recordando que no hubo un debido proceso, en buena parte porque los acusados no comprendían las acusaciones que hacía el fiscal y no había quien les tradujera los cargos.
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VIERNES, 6 DE JUNIO DE 2014
II
PERÚ:
LOS LÍMITES DE LA JUSTICIA ORDINARIA Y EL BAGUAZO
Luis Hallazi Méndez (ALAI)
“Derrotar las ideologías, absurdas, panteístas que creen que las paredes son dioses, y el aire son dioses en fin. Volver a esas formas primitivas de religiosidad, donde se dice: no me toques ese cerro porque es un Apu y están lleno de espíritus milenarios y no sé qué cosa…; bueno, si llegamos a eso no haremos nada, no toques esos peces porque son criaturas del Dios Poseidón, volvemos a ese animismo primitivo. Yo pienso que necesitamos más educación, pero ese es un trabajo de largo plazo, eso no se arregla así nomas. Porque usted puede ir a cualquier lugar y la población dice no me toquen a mí esa zona, porque es un santuario. Y uno se pregunta ¿santuario de qué? Sí, es un santuario porque ahí están las almas de los antepasados. Oiga, las almas de los antepasado están en el Paraíso seguramente. No están ahí” (1)
Recordar esas palabras del máximo representante de una nación, en el momento cuando ocurrían los violentos enfrentamientos entre la etnia Awajún- Wampis y las fuerzas policiales, con las terribles consecuencias que ya todos conocemos; no solo puede indignar, si no también puede ser la síntesis histórica de la incomprensión cultural de una nación; o los absurdos de una comunidad imaginada que no puede salir de su confusión, que se niega y resiste a reconocer su historia.
Parece ser la vuelta al eterno retorno en palabras de un primer mandatario del siglo XXI que podrían haber salido de alguna crónica del siglo XVI y que va repitiendo sucesivamente hasta nuestros días. Pero además, sin echar una mirada al pasado, estas palabras son la necesidad de hacer evidente la doctrina del perro del hortelano, como una política económica no solo de Gobierno, sino de Estado, sin que importe la forma de ser expresada y que posea en cada frase una trasparencia espeluznante.
Awajún-Wampís o la gente de las colinas
Una dimensión de nuestra humanidad se expresa en mitos, sin ellos el sentido de nuestra existencia sería más vacío de lo que para muchos suele ser; para los Awajun-Wampis las cascadas que bajan de los grandes cerros de la Cordillera del Cóndor constituyen los lugares privilegiados para encontrar a un espíritu llamado Ajutap, una figura central en la cosmovisión de los pueblos Awajún–Wampis, que puede ser descrita como una poderosa esencia impersonal transmitida por los ancestros para proporcionar fuerza a sus almas. Hoy en día en muchos de estos pueblos, los rituales de búsqueda del Ajutap siguen siendo practicados. Este espíritu poderoso es buscado sobre todo por los jóvenes varones, quienes acuden a las tunas (cascadas en el dialecto regional) que bajan de los cerros entre la Cordillera del Cóndor, allí construyen una pequeña choza llamada Ayamtai. Allí toman brebajes alucinógenos de ayahuasca, toé o tabaco y esperan pacientemente la visión del Ajutap, bañándose en las aguas sagradas. Los que reciben el don de la visión obtienen el estatus de Waimako, “grandes guerreros visionarios”, gozando de ciertos privilegios sociales dentro de sus comunidades (2).
Los Awajún y Wampís son etnias de la familia etnolingüística jíbara, aunque esta denominación de jibaro fue dada por los españoles en la época de la conquista de manera despectiva, sin embargo no tardó en hacerse popular, siendo sinónimo del espíritu guerrero de las etnias Ashuar, Awajun-Wampis y otros; lo cierto es que ni en medio de la expansión de la civilización Inca, los pudieron someter, se cuenta que el Inca Tupa Yupanqui trató de conquistar a los Awajún-Wampis de la ceja de selva en un lugar llamado Bracamoros, pero fracasó, el mismo cronista español Pedro de Cieza de León, refieren que Huayna Capac, también fracasó y que volvió huyendo de la furia de los hombres que en esos territorios moraban (3). Los Awajún-Wampis también se resistieron a ser colonizados por los españoles durante toda la etapa de la conquista, ya en plena Republica en que recién se instalan los Nazarenos 1925, primeros misioneros que realmente logran tener un contacto con dichos pueblos, y después llegarían los jesuitas que se establecieron a partir de 1949 (4).
En ese fatídico 5 de junio se podía divisar a lo lejos rostros pintados de genipa, lanzas de todo tamaño y canticos guerreros a lo largo de la Curva del Diablo; la reminiscencia de un tiempo de conflictos, donde los Awajún–Wampis, evocaron la tradición guerrera de los pueblos jíbaros y la resistencia histórica a cualquier intento de invasión de sus territorios, cobraba vigencia. Sin embargo, no solo podemos reducir a la etnia Awajun–Wampis como un pueblo guerrero, las instituciones del Estado, empezando por el Poder Ejecutivo, el Poder Judicial, el Ministerio Público y la Policía Nacional, para este caso en concreto deberían reconocer que los territorios donde se desarrolla el pueblo Awajun-Wampis ha tomado protagonismo no de la noche a la mañana; sino a lo largo de miles de años donde el pueblo ha logrado una adaptación al entorno ecológico, a través de una estrategia eficaz de subsistencia, basada en la horticultura, caza, pesca, recolección y otras formas de interacción con su medio; además de poseer un sofisticado conocimiento de la flora y fauna local, que le permite un uso racional y sostenible de los recursos naturales y que se ha trasmitido de manera distinta a toda la población colindante. En buena cuenta dichos recursos, forman parte de su territorio, de su hábitat y por tanto son ellos los llamados a protegerlos y defenderlos.
La judicialización de Bagua
Los nefastos hechos en Bagua tuvieron como resultado la muerte de 33 personas, 5 indígenas, 5 mestizos de descendencia indígena, 23 policías, muchos de ellos también de descendencia indígena y el desaparecido Mayor Bazán; además de más de 200 heridos provenientes de la represión policial en la Curva del Diablo. Como cualquier sistema que se precie de democrático, se tenía que esclarecer los hechos, analizar por ejemplo bajo qué situación se produce el desalojo, si acaso se pudo prever el desenvolvimiento de estos hechos, cual es la responsabilidad de las autoridades implicadas, es apropiada la justicia ordinaria para juzgar a indígenas Awajun-Wampis y en función de todo ello poder establecer las responsabilidades individuales y colectivas.
A cinco años de los hechos, se ha iniciado uno de los tres procesos abiertos, el primer juicio oral por los sucesos en la Curva del Diablo; los otros dos son los casos de la Estación 6 y el caso de la desaparición del Mayor Bazán. Se trata de un proceso judicial que involucra al menos a 80 procesados, 53 en la Curva del Diablo y 26 en la Estación 6 (5), casi la totalidad de los procesados son de comunidades indígenas Awajún- Wampis, que en su mayoría tienen como lengua materna el Awajún; muchos de ellos no entienden ni hablan el castellano, poseen sus propias prácticas y costumbres tradicionales que conforman su derecho consuetudinario que además cuentan con sus propias estructuras institucionales (6) las cuales poseen normas que les han permitido vivir en armonía; son aunque al Estado le cueste admitir: una sociedad culturalmente distinta a las peruanos de las urbes.
Bajo esta lógica no se trata de un proceso judicial cualquiera o llamado ordinario, donde una organización criminal delinque en las ciudades o alrededor de ellas, no se trata de un juicio donde a través de procedimientos establecidos se puede individualizar la responsabilidad de los 80 procesados escogidos de manera aleatoria, sin ni siquiera tener resultados objetivos de las pruebas balísticas que demuestren su culpabilidad. El proceso judicial ordinario que enfrenta los 53 procesados se enfrenta a una lógica distinta, una lógica que pone a prueba los instrumentos jurídicos vigentes, que a todas luces son insuficientes para tratar de esclarecer la verdad de los hechos de Bagua. No obstante, este sistema judicial ordinario, si tiene las capacidades para establecer un proceso judicial a los responsables políticos que dieron las órdenes para reprimir de manera desproporcional y generar estas consecuencias (33 muertos 1 desaparecido) de la misma manera como para establecer avances efectivos y transparente de un proceso abierto a los responsables militares; sin embargo, recordemos que la Sala Penal y de Apelaciones descartó la presentación de los testimonios del ex presidente Alan García de los ex ministros Mercedes Cabanillas, Yehude Simon y Mercedes Araos, así como del ex director de la PNP, José Sánchez Farfán; sólo admitió los testimonios de dos miembros militares Javier Uribe y Elias Muguruza. Esta situación de trato discriminatorio y evidente desequilibrio a la hora de juzgar a los implicados, demuestran que el sistema judicial ordinario lo que busca es culpables; culpables que le permitan cumplir con procedimientos penales de mero trámite y que mejores candidatos que aquellos que están fuera del sistema.
Límites de la justicia ordinaria hacia una justicia intercultural
Parece estar claro que los más de 80 implicados en los hechos de Bagua están tratando de ser juzgados con un sistema de justicia que no es el adecuado. Un sistema judicial que hace 200 años juzga a indígenas en una lengua distinta a la suya, sin las garantías de un debido proceso culturalmente adaptado a realidades de los sujetos a juzgar, un sistema judicial que todo peruano de la urbe conoce sus deficiencias.
Recordemos que tanto la justicia ordinaria como la justicia comunal gozan de autonomía Constitucional en el caso de la justicia comunal amparada en artículo 2 inciso 19, la pluralidad étnica y cultural de la nación, art. 89, la existencia legal y autonomía de las comunidades campesinas y comunidades nativas y art. 149, el derecho a la Justicia Comunal de las comunidades campesinas, comunidades nativas y rondas campesinas; además el nuevo Código Procesal Penal, en el artículo 18, inciso 3, reconoce el derecho de una Justicia Comunal. Sin embargo por razones prácticas y asimilacionistas el Estado solo ha fortalecido a una; hechos como el de Bagua demuestran que es necesario identificar los elementos que la justicia comunal hubiera aportado para intentar reconstruir los hechos y llegar a una verdad jurídica, que respete las diferencias culturales.
No es un problema de leyes, el Perú cuenta con normas suficientes pero nadie las cumple, el Poder Judicial desde 2009 comenzó́ un proceso importante de reformas para darle mayor reconocimiento y validez a la administración de justicia comunal y la justicia de paz (Ley 29824) y teniendo un proyecto de Ley de coordinación de instancias entre la administración de justicia estatal y la administración de justicia comunitaria. Por otro lado, es cierto que ningún sistema te brinda todas las garantías necesarias, pero debemos partir que ambas justicas son incompletas y que un sistema judicial intercultural es el que permitiría establecer las conexiones de ambas realidades y tener la posibilidad de juzgar en mejores condiciones.
Finalmente el límite de ambos sistemas, son los derechos humanos. Sin embargo el caso Bagua está obedeciendo a una lógica contraria, por lo que es necesario primero identificar los diferentes vulneraciones a los derechos humanos y los vicios de nulidad que está trayendo el proceso, para lo cual se necesita una coordinación permanente entre los acusados y principalmente los abogados de estos. A la vez, es necesario abrir otro frente para que el Estado reconozca las particularidades de este proceso y busque darle un trato diferente que permita al menos llevar un juicio que derive en la absolución de los implicados o en la aplicación de la Ley de Amnistía para los indígenas acusados. Los diferentes actores deben incidir en el Estado para que sepa que esta es una oportunidad más para la reconciliación con los pueblos indígenas del Perú y aplicación con buena fe de todas las prerrogativas que le corresponden, para que Bagua no se repita.
Luis Hallazi es abogado y politólogo, especialista en Derechos Humanos y en mecanismos para el ejercicio de un Derecho Transformador. Actualmente consultor en el Instituto del Bien Común.
Notas:
1) Entrevista a Alan García realizada por Cecilia Valenzuela: http://www.youtube.com/watch?v=2Vf4WfS5t08.
2) Garra Simone, El despertar de Kumpanam: Historia y mito en el marco de un conflicto socioambiental en la Amazonia, Revista Anthropológica /Año XXX N° 30 2012 pp2-28.
3) Ibid pag. 10.
4) Valoración Cultural de los Awajun- Wampis, Documento 10, Conservación Internacional Peru. file:///C:/Users/USUARIO/Downloads/Awajun%20wampis.pdf.
5) Castillo Fernandez Marlene, ¿Justicia o Injusticia que lleva 59 meses?: el Juicio a los 53 procesados del caso Curva del Diablo, sin juicio a los responsables políticos y militares.
6) Convenio N°- 169 OIT artículo 8, artículo 9
de: ARGENPRESS <argenpress@gmail.com>
fecha: 6 de junio de 2014, 13:20
enviado por: googlegroups.com
firmado por: googlegroups.com
            Nota.- Hace cinco años, el 5 de junio de 2009, tras la incursión policial ordenada desde el Ejecutivo (Alan García) en la zona de la Curva del Diablo, Bagua, hubo un enfrentamiento con un saldo fatal de un número indeterminado de civiles (entre indígenas y habitantes locales) y 23 policías muertos. Los nativos afirmaron que los policías dispararon primero. La policía, que los nativos dispararon primero, luego de quitarles algunas armas. En la carretera estaban unos 2.500 civiles protestando, entre indígenas y habitantes locales. Los sucesos fueron conocidos luego como el Baguazo.
Los nativos amazónicos: Pueblos Achuar, Aguaruna, Amahuaca, Asháninka, Bora, Candoshi, Cashibo-Cacataibo, Cashinahua, Chayahuita, Cocama-Cocamilla, Culina, Ese Eja, Harakmbut, Huambisa, Huitoto, Jebero, Matsiguenga, Ocaina, Quechua del Napo, Quechua Pastaza-Tigre, Secoya, Sharanahua, Shipibo, Shipibo-Conibo, Urarina, Yagua, Yaminahua, Yanesha, Yine, representados por la Confederación de Nacionalidades Amazónicas Peruanas (CONAP) y la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP) cuestionaban los decretos legislativos 1015, 1073, 994, 1020, 1064, 1081 y 1090, así como las leyes del Congreso 840, 1770 y 1992, impulsados por el segundo gobierno de Alan García y su primer Ministro Yehude Simon para su adecuación con el TLC con Estados Unidos. Este conflicto fue descrito como la peor violencia política del Perú en años. Previamente (28.10.07) Alan García había escrito El síndrome del perro del hortelano, donde indicaba que algunas comunidades nativas del Perú mantenían improductiva su tierra, oponiéndose al progreso. Su objetivo era lotizar la Amazonía peruana y entregársela a las transicionales, incluidos sus siervos de la gleba, como en el feudalismo.
Este fue el mayor agravio a los pueblos amazónicos, y sólo se compara con el feroz accionar de la Casa Arana cuando Leguía. Y ahora enfrentan el juicio, que tiene que ser traducido a sus idiomas nativos. Aprendamos la lección.
Ragarro
17.06.14

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