Perú Integral (3-3)
LA
PATASOLA CHARAPA
Largo tiempo,
como dice el Himno Nacional, había dejado de escucharse en las cercanías de
Iquitos, el estremecedor grito con que la Patasola charapa pretendía atraer a
los lugareños hacia las profundidades de la selva. Hasta Dania, “la del Manuel
su mujer”, por fin había respirado tranquila
Dicen que es
terrorífico su grito, casi macabro; pero que a quien lo escucha, le es casi
imposible sustraerse a su magnetismo. Cuántos caucheros, cuántos tumbamontes,
cuántos lavadores de oro, cuántos cazadores no han desaparecido así.
“Se lo llevó la
Patasola”, es lo mismo que decir “Se lo tragó la selva”
¿Será que por
fin se murió esa maldita de atrayente cuerpo, cabellera enmarañada y un solo
pie? ¿No decían que no podía morir mientras haya selva y corra el río de las aucawarmicuna,
de las amazonas? ¿Acaso no es “un tronco de mujer” para unos, y “un palo de
hembra” para otros?
Los que aseguran
haber estado casi casi en su maraña, cuentan que de cerca es apenas “un tronco
viejo, que aunque lo rieguen no brota” ¡Vaya uno a saber!
Lo que sí es
cierto es que por un tiempo nadie volvió a hablar de la Patasola charapa. Y a
estar por lo que cuentan, parece ser que salió de viaje pues tenía algunas
cuentas por cobrar.
Gran nadadora,
flotaba con extrema facilidad como un tronco, pues, haciendo a un lado pirañas,
sachavacas, otorongos, delfines, manatíes, boas, anacondas,
tortugas, cuanto bicho se cruzara en su ruta.
Hasta tropezó
con los restos de la nao de Aguirre “la ira de Dios”, que todo el mundo daba
por perdida. Y con lo que fue alguna vez el fuerte o “avanzada” de Orellana, el
descubridor de “la serpiente sin ojos”, el gran río. Todo quedaba atrás en su
aventura. Flotar le era más cómodo que brincar en un solo pie. El tun-tun que
hacía semejaba el tambor de los jíbaros anunciando guerra para reducir cabezas
de sus enemigos vencidos.
Sin embargo, se
veía precisada de brincar al caer la noche, para evitar el frío del agua. El
ejercicio de brincar y brincar calentaba su tronco, digo, su cuerpo.
Por donde
pasaba, la gente escuchaba su lóbrego tun-tun. Pero el terror tiene que ser
persistente para lograr objetivo paralizante. De un día para otro ya no era más
motivo de conversación.
Así remontó el gran
río aguas arriba, casi sin saber por qué. Qué de gentes diferentes no vio,
distintas a sus paisanos lugareños. Y cada vez menos bosque, cada vez más
cordillera
Y viajaba,
viajaba casi sin saber por qué.
Se le acabó el
río, cosa extraña. Y tuvo que hacer sentir su tun-tun en tierra pelada,
cascajosa, pedregal. Hasta que por fin encontró un arroyo, pero no al final
sino al comienzo, en su nacimiento. Se dejó resbalar, resbalar. Y el arroyo se
convirtió en torrente, se hizo río bramador, río hablador. Estaba en el río
Rímac.
Atravesó una
gran ciudad. Y sólo al final se percató de que era la que buscaba. Decidió
apearse cerca de unas murallas. Tambo de Huamantanga, decía un letrero. Pero
ahí no olía a selva. Puro cholo apestallama, se dijo. Cruzó la zona de noche.
Tun-tun, tun-tun, y se dio en Malambo. Pura negrería.
¡Ya sé lo que
busco! Y se le iluminó el rostro: ¡A ese flaco de porquería que me ha metido en
este enredo!
Buscaba a
alguien. Indudablemente, se trataba de un viejo ajuste de cuentas. Sí, de un
viejo ajuste de cuentas.
Aprovechó la
noche para avanzar veloz. Tun-tun, tun-tun. Pero no podía gritar. Su
estremecedor, terrorífico, macabro, sobrehumano grito sólo valía en la selva; y
por aquí sólo había geranios, madreselvas, siemprevivas y jazmines, pues por
algo era conocida Lima como “la Ciudad Jardín”
Hasta que frente
a una iglesucha de leprosos, San Lázaro, creyó reconocer una dirección: jirón
Trujillo 4, 5, 8.
¡Claro que sí,
aquí es!, se dijo; estoy en la casa. Levantó la vista y leyó escrita en la
fachada: Año de Construcción 1879. Mientras unos construían otros destruían,
pensó. No hay construcción sin destrucción.
Pero ni la luz
de un candil alumbraba el interior. Entró. Aquí debe ser, por este zaguán.
Siguió adentrándose. Escaleras. Segundo piso. Sí, aquí es. Un estrecho
corredor, y puertas unas tras otras. De una de ellas, los llantos de un menor y
la respuesta del padre: “A dormir, carajo, que viene el cuco” Sonrió, siquiera
por esta vez. No es conmigo; siguió de largo y llegó hasta el fondo, número 1
Aquí estoy en lo
mío. Esta vez no se me escapa. Abriré de golpe y entraré veloz. Dicho y hecho.
Y tal fue el impulso que ¡zas! Se sintió caer, caer, caer.
De pronto
¡plash! Se hundió en el agua. ¡Estaba de nuevo en el Amazonas!
Y dicen que
ahora se escucha de nuevo su grito en toda la selva.
José
Ninakiro
16.12.87
Nota.- La
presente trilogía: El Payandé, Gracias Taytay, La Patasola Charapa, fue presentada a finales de 1987, hace más de
un cuarto de siglo. No es la primera, no es la única, no es la última expresión
del deseo de integración nacional.
En nuestro país,
muchos Activistas, muchos escritores expresan en sus escritos este deseo de
integración. No miremos sus limitaciones literarias, pongamos el acento en este
deseo integrador.
Garcilaso
de la Vega
Inca escribió en sus Comentarios Reales
acerca de la nueva realidad histórica. Al final de su magna obra se declaró
mestizo.
Felipe
Huamán Poma escribió en su Nueva
Crónica y Buen Gobierno acerca de
cómo gobernar la nueva realidad, ya diferente al destruido Tawantinsuyu
Hipólito
Unánue
escribió en su Mercurio Peruano
acerca de la identidad del Perú, recriminando la cruel represión contra Túpac
Amaru
Ricardo
Palma
escribió sus Tradiciones Peruanas
señalando las etapas incaica, colonial, republicana y el proceso de mestizaje en
su formación nacional.
Manuel
González Prada, con su Nuestros
Indios fue de los primeros en reivindicar nuestra base demográfica
ancestral.
José
Carlos Mariátegui cimentó en sus 7 Ensayos, y en toda su obra, acerca de un Perú Integral, de un
Perú nuevo en el Mundo nuevo.
César
Vallejo
escribió su Obra Poética en castellano
pensando en quechua. Su poema Los
Heraldos Negros marca una nueva etapa en nuestra formación nacional.
José
María Arguedas escribió acerca de Todas las Sangres. Aprendió el quechua de niño, adentrándose así en
la realidad de la población ancestral.
Antes de ellos,
con ellos, después de ellos no son pocos los que siguen la misma línea de
cimentar la necesidad de este Perú
Integral. Su base es la población ancestral. Y en su desarrollo entran los
aluviones que conforman nuestra realidad actual.
Entonces,
partamos de esta realidad para forjar nuestro PERÚ INTEGRAL.
Ragarro
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