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PERÚ. CON LAS MASAS Y LAS ARMAS
Por Gustavo Espinoza M.
Diario UNO / Dominmgo 11 de febrero 2024
No se
trata del libro que publicara hace algunos meses el historiador
peruano-estadounidense Miguel La Serna- Ni de la consigna que
publicitara en un momento el MRTA para diseñar lo que considerara un
imbatible binomio de victoria.
Es
más bien una reflexión referida a una dura experiencia nacional vivida
en los últimos años del siglo pasado, y de la que aún tenemos a que pesa
en la conciencia de muchos Peruanos.
En
realidad, el MRTA tuvo una vida corta. Sus inicios pueden precisarse en
enero de 1984, cuando un destacamento adscrito al movimiento atacó el
cuartel de la Guardia Civil en Villa El Salvador. Y su ocaso, en las
humeantes ruinas de la residencia del embajador del Japón en el Perú,
luego de los sucesos ocurridos allí el 22 de abril de 1997.
El 2016, el MRTA oficialmente se disolvió, y resolvió reinsertarse en el escenario político nacional. Pero ya estaba inactivo.
Los
13 años que separan el inicio del fin de esa organización, fueron sin
duda violentos. Comenzaron espectacularmente con acciones armadas en la
zona Nor Oriental del país y generaron una cierta ola de simpatía en
determinados sectores de la sociedad que percibieron una opción
guerrillera y juvenil enfrentada a regímenes carcomidos por la
descomposición global del capitalismo dependiente, como los de Fernando
Belaunde y Alan García.
Pero
fue más bien durante esta última gestión que alcanzó mayor
protagonismo. Sus incursiones en Juanjui, Soritor. Nuevo Progreso y
otras localidades de la selva alta; culminaron en ese periodo con la
espectacular fuga de los dirigentes del movimiento que se encontraban
encarcelados en un Penal capitalino. El hecho -julio del 90- cerró una
etapa del Movimiento y abrió otra, que se operó en el régimen
Fujimorista.
Hubo
de todo en ambos momentos de la historia. No todo estuvo borlado por el
romanticismo de una lucha abierta y arriesgada. También se registraron
-muertes incluidas- deformaciones que dieron lugar a acciones
deplorables, como el secuestro de personas y maltratos consumados contra
ellas.
Por eso, los estudiosos del fenómeno. hablaron de luces y sombras que sellaron un camino convulso de la vida peruana.
La
expresión final de la confrontación entre el MRTA y el Estado, fue la
captura de la residencia nipona, en diciembre del 96, y la Operación
“Chavín de Huántar”, que puso fin a la misma en abril del año siguiente.
Aunque
en el plano interno el caso se considera formalmente “cerrado”, la
justicia supra nacional guarda reservas respecto al modo cómo se ejecutó
ese operativo en el que un Comando denominado “Los Nazis”, habría
desarrollado acciones condenables.
Lo
real es que luego de estos episodios se sucedieron los juicios penales,
las sentencias y el cumplimiento de ellas. Hoy, varios de los
dirigentes de entonces del MRTA cumplieron las condenas y viven en
libertad, aquí o en el exterior.
Dos
de ellos, sin embargo, no solamente siguen encarcelados, sino que
afrontan nuevos procesos ciertamente “rebuscados”. Y es que hay quienes
viven empeñados en asegurar que nunca más vean la luz del sol,
Esa
situación es la que amenaza a Víctor Polay y Miguel Rincón. Sobre ambos
-que nunca se acogieron a beneficios penitenciarios, se encuentran
pronto a concluir sus sentencias. asoma un nuevo proceso, un juicio sin
asidero alguno.
En
América Latina se conocen diversos casos de personas que, en un momento
de sus vidas, tomaron las armas para hacer política. Después,
cumplieron funciones de gobierno y hasta fueron recibidos con alfombra
roja en Naciones Unidas.
Fue
el caso de Fidel y Raúl Castro, y Ernesto Guevara; pero también el de
Daniel Ortega, Tomás Borge y sus compañeros Sandinistas; pero también el
de “Pepe” Mujica -ex Presidente del Uruguay-, Gustavo Petro -el actual
mandatario colombiano; y Dilma Rousseff, que integrara la guerrilla VAR
Palmares en la lucha de su pueblo contra la dictadura militar, que fuera
brutalmente torturada y luego electa Presidenta de Brasil.
Incluso,
Salvador Sánchez Cerén, antiguo guerrillero, fue Presidente de El
Salvador y hasta Nayib Bukele formó parte del FMLN. Y es que la vida de
las personas, no siempre acaba con una experiencia episódica.
Si
alguien fue condenado, lo que puede esperarse es que cumpla su
sentencia y recupere su libertad. No es sano prolongar con pretextos y
odios irracionales, castigos indebidos rebuscando temas, ni pergeñando
“delitos” inexistentes. Las sanciones no pueden ser eternas. (fin)
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