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CUANDO LAS GRANDES GESTAS DEL PUEBLO
SE CONVIERTEN EN NUEVOS SELLOS DE DOMINACIÓN
Dr. Hugo SALINAS
Mis
abuelos ya lo decían con toda claridad. La mejor cuña proviene de la
astilla del mismo palo. Y es esto lo que sucede en las grandes
movilizaciones sociales de tiempos modernos.
Es el caso, por ejemplo, de la gran huelga que paraliza Francia pero
que, una vez más, sus dirigentes se encargarán de amansarlo, para que el
statu quo continúe como si nada hubiera pasado.
¿Cómo y por qué sucede esto?
No
podemos decir que las huelgas son ineficaces en sí. La prueba lo
tenemos en aquella manifestación obrera que costó la vida de varios de
sus miembros pero que, para suerte del
resto, se logró la jornada de 8 horas diarias en lugar de 10, 12, 14 y
más horas por día, que era moneda corriente. Sin ocultar con ello que,
en muchos lugares y en formas diferentes, se continúa con aquella
práctica de sacarle al trabajador, por el mismo
salario, la última gota de esfuerzo.
Pero analicemos lo que sucede en el caso de grandes movilizaciones sociales que “hacen temblar al poder en plaza”.
Lo
primero que debemos destacar en el caso concreto de una huelga, y que
no es muy diferente de las otras grandes movilizaciones sociales de
protesta, es lo siguiente: en una huelga,
la pieza clave es el Pliego de Reclamos. Y alrededor de ella se
instalan dos contrincantes. Uno, que pide. Es la masa de trabajadores
asalariados. Otro, encarnado en la persona de quienes manejan la
empresa, la industria, la administración central, son los
que tienen el sartén por el mango.
Desde
ya, y esto hay que retenerlo con bastante claridad, hay uno que pide; y
otro que otorga, si le viene en gana. Este es la imagen a retener de
una huelga, más allá de si es numerosa,
masiva, seguida por todos los trabajadores, o no.
Dicho
de otra manera, en el caso de este tipo de movilizaciones sociales, los
que piden están aceptando, de antemano, quién es y seguirá siendo el
amo, el patrón. Este tipo de relación
– dominante / dominado - no está en cuestionamiento en una huelga. Lo
único que se quiere es que el patrón sea más indulgente con “sus”
trabajadores, sean estos asalariados, esclavos o siervos.
Esta
es la fuerza y la debilidad de una huelga, como el de otras
movilizaciones de protesta. Su fuerza radica en el número, tanto de los
huelguistas como de la adhesión del resto
de la población. El resultado de una gran movilización, en el mejor de
los casos, es que se logra el cumplimiento del Pliego de Reclamos.
La
debilidad de la huelga, o de una gran movilización social, es el hecho
de que, una vez conseguido el objetivo o no, las cosas vuelven a su
estado anterior. Es decir, el trabajador
asalariado, esclavo o siervo, sigue en su posición de dominado y, por
tanto, viviendo de las dádivas del patrón, sean estas más jugosas para
unos o menos para la mayoría.
Pero en los dos casos, la relación “dominante / dominado” no ha sufrido ninguna alteración.
Y
esto, porque este tipo de movilización social no tiene por objetivo
cambiar las reglas de juego en la Repartición de la Riqueza Nacional. En
este contexto, la huelga no tiene por
objeto cambiar el mecanismo de Repartición Individualista del resultado
de la actividad económica. Un mecanismo bien instalado, y desde hace
varios miles de años.
La
huelga no cuestiona este mecanismo de repartición que facilita que el
100% del resultado de la actividad económica sea apropiado por quien
pone el capital de la empresa. No lo
cuestiona a pesar de que la mayoría de trabajadores sufre sus
consecuencias como el de salarios bajos, malas condiciones de trabajo…
Al mismo tiempo, y como consecuencia de este mismo mecanismo, la
sociedad sufre un masivo sub-empleo (abierto o disfrazado
de formación profesional), o simplemente desempleo.
Por
consiguiente, a pesar de haber ganado el Pliego de Reclamos, el masivo
sub-empleo, desempleo y pobreza, de los trabajadores y del resto de la
población, seguirá más o menos como
antes. El modelo socio-económico imperante no ha sido cuestionado. Sólo
se trata de amortiguar sus efectos perversos.
A partir de esta evidencia, que dura ya varios miles de años, debemos concluir en algo simple y evidente.
Si
queremos salir del masivo sub-empleo, del desempleo ignominioso, de la
pobreza en recursos financieros y materiales, de las condiciones
deplorables de vivir en un país del Tercer
Mundo, debemos, desde el inicio de la movilización social, expresar
claramente que de lo que se quiere es el de cambiar las reglas de juego
en la Repartición de las Riquezas creadas por los pueblos de ayer como
por los de ahora.
Y
esto significa pasar de una movilización de reivindicación a otra de
movilización por la transformación de la situación socio-económica.
Significa pasar de una movilización de
protesta a una movilización para instalar un proceso de cambio que tome
en cuenta a la persona en toda su dimensión humana. Ya no se trata de
pedir, reclamar, implorar.
De
lo que se trata, entonces, es de construir, por nosotros mismos,
nuestro futuro, el futuro que anhelamos, para nosotros y las
generaciones que vienen. Y esto, ahora es posible.
Saint-Nazaire, Francia, 9 de diciembre del 2019
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