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BICENTENARIO FATAL
Escribe: Milcíades Ruiz
La municipalidad de Lima Metropolitana, ha convocado a la vecindad a firmar el Libro Conmemorativo del Bicentenario de la Independencia. Expresa un sentimiento forjado por la educación parcializada que hemos recibido desde niños, y al igual que los futbolistas que se pronunciaron electoralmente a favor de los racistas que los desprecian, habrá también, quienes firmen traicionando a sus ancestros nativos. Pero también hay resentimiento y disconformidad por lo siguiente.
La libre expresión es un derecho humano legítimo y aunque no participemos de la misma opinión, tenemos que defender este principio también para nuestros adversarios. Los estratos sociales se expresan según los valores de su formación cultural. Estos valores, inicialmente naturales han sido modificados a la conveniencia de cada régimen de opresión imperante. Han pasado dos siglos de enseñanza parcializada con una sola versión interesada sobre la independencia del virreinato del Perú.
Por eso, no es extraño que quienes se identifican con la versión oficial, aun siendo de izquierda, expresen este sentimiento de veneración por esta conmemoración, sin que seamos realmente libres e independientes. Es razonable esta actitud en quienes descienden de los beneficiarios de la república bicentenaria, que son de una minoría dominante como lo fue, la que la fundó. (En 1821, solo se pudo recolectar 3,504 firmas para el Acta de Independencia, y muchos se arrepintieron después). Pero es indudable la persistencia de una mentalidad colonialista en esta minoría que sigue dominando.
Ella mantiene su añoranza por el pasado virreinal y no por el pasado nativo. Entonces saca a relucir las tradiciones de la aristocracia colonial y de Lima de antaño, como motivo de orgullo. Por eso mantiene los nombres de sus ídolos representativos perennizados en las calles, avenidas y otros lugares, tales como: Avenida del Corregidor, Conquistadores, Pizarro, Almagro, Jr. Conde Superunda (Virrey) y suelen mencionar la sede el gobierno como “La Casa de Pizarro” (antes casa del curaca nativo Taulichusco).
Por ello, la municipalidad de Lima, con motivo del bicentenario sacará a relucir el emblema de la tres veces coronada “Ciudad de los Reyes” en pleno siglo XXI que nada tiene que ver con nuestros símbolos natos. Como sabemos, Lima fue fundada por el conquistador del Tahuantinsuyo Francisco Pizarro en enero de 1535, en nombre del emperador Carlos V y de su madre la reina Juana (“La Loca”). Lo hizo, despojando el suelo a cuatro mil hogares nativos de la aldea del Rímac.
Pero el escudo de armas o emblema, que hasta hoy luce Lima, fue otorgado por Carlo V en 1537. Lo pueden verificar. Es un estandarte con tres coronas de oro, puestas en triángulo (“tres veces coronada”), y encima de ellas, una estrella de oro en un contorno que dice: “Hoc signum vere regum est”, (Este es el verdadero signo de los reyes). Por timbre y divisa dos gallinazos con corona de oro, mirándose entre sí y entre ambos, las letras I (Ioana) y una K (Karlos). Encima de todo, otra estrella de oro.
Mostrando este estandarte de la conquista de nuestro territorio, dicha municipalidad celebrará el bicentenario entre bombos y platillos. Mientras en otros lugares las protestas populares derriban las estatuas de Colón y de los conquistadores, aquí nos hacen venerar el pasado oprobioso para los peruanos ancestrales. Pero nada impide que, desde el otro lado, en el Perú ancestral, nos expresemos de otro modo.
Igual que la mayoría de peruanos, he heredado los trazos genéticos de mis orígenes nativos. Soy Cupisnique-Mochica, y aunque también tengo implante extranjero, predomina en mi ser, el patriotismo nativo. “La sangre llama”, decimos en el Chinchaysuyo, para explicar el sentimiento entrañable de nuestra identidad. Por ello, no podemos olvidar, el martirio de la dominación afuerina de nunca acabar, desde que la codicia europea invadió nuestro territorio y nos arrebató la patria aborigen.
No hemos podido liberarnos de esa dominación material e ideológica a pesar del tiempo transcurrido, pues permanece la estructura que empodera a los descendientes de dichos invasores. Por eso, cada vez que martillan mi cerebro incitándome a que todo lo enfoque pensando en el bicentenario de la independencia del virreinato, siento que se burlan de mis sentimientos. Después de todo lo que nos han hecho hasta ahora, ¿Por qué celebrar el bicentenario, funesto para los peruanos ancestrales? ¿Por qué los oprimidos, tendríamos que celebrar el bicentenario de las atrocidades de nuestros opresores republicanos?
Cuando se declaró la independencia del Perú en 1821, nuestros ancestros lucharon y derramaron su sangre, creyendo que al fin se irían los invasores y devolverían el Tahuantinsuyo. Pero no fue así. La independencia fue para los opresores y no, para los oprimidos. Para los tahuantinsuyanos, fue el día más aciago. Perdimos nuestra patria originaria. Eso marcó nuestras vidas, porque lo que pasamos hoy, es consecuencia del ayer. Entonces, les digo a aquellos que nos incitan a celebrar el bicentenario: ¿Quieres que celebre nuestra desgracia?
Claro que no todos los descendientes criollos tienen mentalidad colonialista y sería injusto e irracional, incriminarlos. Muchos de ellos, abogan y luchan por los derechos de los pueblos originarios. Es la estructura de dominación la que no permite la reivindicación nativa. Su cultura alienante es la que nos presiona para que celebremos el despojo de nuestra heredad.
Son doscientos años de vida republicana y de postergación racial. Un bicentenario de lágrimas y segregación, no es motivo de celebración para nosotros. Ni huancas, ni shipibos, quechuas, aimaras, machiguengas, aguarunas, chancas, ni ningún otro de las 77 etnias de nuestro territorio nacional, tiene representación en los poderes del estado porque prima la segregación republicana. Tampoco pueden ser generales, ni almirantes, ni diplomáticos. No podemos celebrar una injusticia bicentenaria.
Se nos rechaza y desprecia en nuestra propia casa. Para nosotros, celebrar esta desdicha es traicionar nuestra reivindicación.
Los dominantes neocolonialistas se reparten el gobierno, una y otra vez. A nosotros, solo nos dan a escoger entre los candidatos que nos imponen desde arriba. Nuestros líderes naturales son marginados. Los pueblos originarios somos mayoría nacional, pero nos segregan políticamente quedando marginados del poder. La política es propiedad privada, donde impera intereses ajenos a lo nuestro. No somos masoquistas. Celebrar el bicentenario, no cambiará nuestra desgracia.
Dirán que soy resentido social. ¿No lo serían ustedes, si durante cientos de años, sufrieran como nuestros antepasados, y como seguimos ahora, sufriendo el desprecio racial? ¿Deberíamos celebrar con nuestros torturadores, el martirio de un bicentenario de abusos y marginación? Este maldito rencor, que no se va de nuestros corazones, lo sembraron ustedes, neocolonialistas republicanos.
En 1821, nuestros ancestros ni siquiera tenían el derecho de llamarse peruanos. Eso estaba reservado solo para los criollos colonialistas. A los dueños originarios del territorio, se les designaba despectivamente como “indios” o, como “naturales”. Hasta hoy, esta designación, es despectiva. Sin embargo, muchos de los nuestros murieron combatiendo en las filas patriotas, pero el bicentenario los ignora. Los héroes del bicentenario son los ex realistas disfrazados de “libertadores”. Mis héroes defendían el Tahuantinsuyo, los tuyos el virreinato.
Por último, la independencia ni siquiera fue obra de vuestros falsos héroes patriotas, sino de subversivos extranjeros. Los seudo patriotas, se sentaron a la mesa ya servida y se adueñaron de la república con ingratitudes para los libertadores foráneos. Tus próceres, siguieron con sus esclavos y vasallos nativos después de la independencia. Esos son tus próceres, no los míos. No me vengas con que Túpac Amaru II fue precursor de la independencia de los opresores. Esa falsedad bicentenaria, que nos enseñan desde niños, no la celebraremos, aunque nos acusen de antipatriotas
Tus próceres hablaban de Libertad, pero se la negaban a sus esclavos, reclamaban igualdad con los españoles peninsulares, pero no, con sus vasallos nativos, dueños originarios del Perú. Esa desigualdad se mantiene al cabo de dos siglos de vida republicana. Son doscientos años de segregación racial y de tristeza, porque llevamos el estigma de ser peruanos ancestrales. ¿Y así, nos piden celebrar el bicentenario?
Vuestros predecesores trataron a los nuestros como animales, prohibiéndoles la educación escolar, para luego decir que eran brutos e incapaces de gobernarse. Solo así, usurparon sus legítimos derechos de gobernarse a sí mismos y se adueñaron de la patria. Con ello, condenaron a nuestros niños andinos a caminar descalzos, horas tras horas, para ir a la escuela. En cambio, ustedes tienen todo a la mano; las mejores escuelas, los mejores hospitales y todo lo demás. ¿Esta maldad bicentenaria quieren que celebremos?
Hablas de libertad de expresión y de democracia. Pero tan luego expresamos nuestras protestas, nos difaman como apologistas del terrorismo. Todo el tiempo nos vigilan bajo un régimen policiaco que, a la menor sospecha de rebeldía, nos persiguen para encarcelarnos. Pero nuestra rebeldía la causan ustedes con sus maltratos. No es justo que los victimarios culpen a las víctimas. ¿Eso cambiará con el bicentenario?
Los cholos, indígenas o nativos, tenemos derecho a la heredad patrimonial que nos legaron nuestros ancestros. Nuestro es el suelo y la ecología que preservaron nuestros antepasados, creando los alimentos de los que disfrutan también los tuyos. Son doscientos años de segregación, y tenemos que vivir en zonas marginales porque detestas nuestra presencia a tu alrededor. Por todos estos malos recuerdos de tu república malévola, me niego a celebrar el bicentenario adverso.
Hemos huido de ustedes a los lugares más alejados para vivir en paz, libre de vuestras ambiciones y abusos. Pero hasta allí nos persiguen con los depredadores inversionistas para seguir despojándonos de la riqueza de nuestro suelo. Envenenan el agua de la que vivimos, y con la cual producimos alimentos. Contaminas el aire que respiramos, nos traen enfermedades y virus nunca vistos. Convierten en cementerio nuestro hábitat de vida, para que la riqueza, se la lleven al extranjero. ¿Eso quieren que celebremos?
Destruyen nuestra Amazonia, nuestros bosques de vida, traen narcotráfico, dejan que la madera de tala ilegal se vaya al extranjero. Nos engañan con la consulta previa solo por aparentar. Lo cierto es que tu codicia, la compran nuestros depredadores para despojarnos de nuestros recursos amazónicos. Durante doscientos años nos reprimen cuando reclamamos, disparan sus armas a matar y judicializan nuestras protestas. Nos encarcelan como escarmiento. ¿Cómo celebrar un bicentenario de desdichas?
Nuestros antepasados construyeron Machupicchu del cual, todos se vanaglorian, pero lo concesionan a empresas extranjeras. Y nosotros ¿Qué? ¿La propiedad intelectual no es válida para nosotros? Los descendientes de esos constructores son ahora usados como animales de carga para turistas. Son objetos turísticos en fotografías, danzas, y folclor, pero la renta es vuestra. Te haces rico a costa nuestra, dejándonos en pobreza eterna. Te damos de comer a precios subvaluados, como contribución indígena encubierta. ¿Eso quieren que celebremos?
¿Acaso no se ríen ustedes de nuestros apellidos nativos? Nos han obligado a cambiar nuestros nombres nativos para no ser motivo de burla, para acceder al trabajo, a la ciencia, a las exclusividades sociales, al protagonismo nacional. No pudieron matar nuestras lenguas nativas y no podrán matar nuestro sentimiento recuperar lo nuestro. Ni el bicentenario ni los casi quinientos años de dominación podrán quebrantar nuestro amor a la naturaleza, a la madre tierra. Con el Tahuantinsuyo ganamos territorio, con la república perdimos territorio a manos de países vecinos. ¿Esto debemos celebrar en el bicentenario?
El bicentenario solo me entristece. Celebraré cuando devuelvas todo lo que nos han quitado. Cuando me devuelvas mi patria. Cuando se diga la verdad histórica de nuestras luchas. Cuando reconozcas nuestro derecho al gobierno nacional. Cuando ya no me segregues. Cuando tu codicia individualista no sea un peligro para las fuentes de vida. Cuando el bien común vuelva a estar por encima de lo particular. Cuando regrese el esplendor de nuestro pasado para impulsarnos a un futuro sin sufrimiento. Entones mi rencor se acabará. Mi rebeldía cesará. Mi alegría volverá. Cantaré, bailaré y compartiremos.
Disculpen. “Se me salió el indio”.
Julio, 2021