El 1° de Mayo es,
en todo el mundo, un día de unidad del proletariado revo-lucionario, una fecha
que reúne en un inmenso frente único internacional a todos los trabajadores
organizados. En esta fecha resuenan, unánimemente obedecidas y acatadas, las
palabras de Carlos Marx: "Proletarios de todos los países, uníos". En
esta fecha caen espontáneamente todas las barreras que diferencian y separan en
varios grupos y varias escuelas a la vanguardia proletaria.
El 1° de Mayo no
pertenece a una Internacional es la fecha de todas las Internacionales.
Socialistas, comunistas y libertarios de todos los matices se confunden y se
mezclan hoy en un solo ejército que marcha hacia la lucha final.
Esta fecha, en
suma, es una afirmación y una constatación de que el frente único proletario es
posible y es practicable y de que a su realización no se opone ningún interés,
ninguna exigencia del presente.
A muchas
meditaciones invita esta fecha internacional. Pero para los traba-jadores
peruanos la más actual, la más oportuna es la que concierne a la necesidad y a
la posibilidad del frente único. Últimamente se han producido algunos intentos
seccionistas. Y urge entenderse, urge concretarse para impedir que estos
intentos prosperen, evitando que socaven y que minen la naciente vanguardia
proletaria del Perú.
Mi actitud, desde
mi incorporación en esta vanguardia, ha sido siempre la de un fautor
convencido, la de un propagandista fervoroso del frente único. Recuerdo haberlo
declarado en una
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de las
conferencias iniciales de mi curso de historia de la crisis mundial.
Respondiendo a los primeros gestos de resistencia y de aprensión de algunos
antiguos y hieráticos libertarios, más preocupados de la rigidez del dogma que
de la eficacia y la fecundidad de la acción, dije entonces desde la tribuna de la Universidad Popular:
"Somos todavía pocos para dividirnos. No hagamos cuestión de etiquetas ni
de títulos."
Posteriormente he
repetido estas o análoga palabras. Y no me cansaré de reiterarlas. El
movimiento clasista, entre nosotros, es aún muy incipiente, muy limitado, para
que pensemos en fraccionarle y escindirle. Antes de que llegue la hora,
inevitable acaso, de una división, nos corresponde realizar mucha obra común,
mucha labor solidaria. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Nos
toca, por ejemplo, suscitar en la mayoría del proletariado peruano, conciencia
de clase y sentimiento de clase. Esta faena pertenece por igual a socialistas y
sindicalistas, a comunistas y libertarios. Todos tenemos el deber de sembrar
gérmenes de renovación y de difundir ideas clasistas. Todos tenemos el deber de
alejar al proletariado de las asambleas amarillas y de las falsas
"instituciones representativas". Todos tenemos el deber de luchar
contra los ataques y las represiones reaccionarias. Todos tenemos el deber de
defender la tribuna, la prensa y la organización proletaria. Todos tenemos el
deber de sostener las reivindicaciones de la esclavizada y oprimida raza indígena.
En el cumplimiento de estos deberes históricos, de estos deberes elementales,
se encontrarán y juntarán nuestros caminos, cualquiera que sea nuestra meta
última.
El frente único no
anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen.
No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina
única. Es una acción contingente, concreta, práctica. El programa del frente
único considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de to-
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da abstracción y
de toda utopía. Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el
confusionismo ideológico. Dentro del frente único cada cual debe conservar su
propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por su propio
credo. Pero todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase, vinculados
por la lucha contra el adversario común, ligados por la misma voluntad
revolucionaria, y la misma pasión renovadora. Formar un frente único es tener
una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente. No
es renunciar a la doctrina que cada uno sirve ni a la posición que cada uno
ocupa en la vanguardia, la variedad de tendencias y la diversidad de matices
ideológicos es inevitable en esa inmensa legión humana que se llama el proletariado.
La existencia de tendencias y grupos definidos y precisos no es un mal; es por
el contrario la señal de un período avanzado del proceso revolucionario. Lo que
importa es que esos grupos y esas tendencias sepan entenderse ante la realidad
concreta del día. Que no se esterilicen bizantinamente en exconfesiones y
excomuniones recíprocas. Que no alejen a las masas de la revolución con el
espectáculo de las querellas dogmáticas de sus predicadores. Que no empleen sus
armas ni dilapiden su tiempo en herirse unos a otros, sino en combatir el orden
social sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes.
Tratemos de sentir
cordialmente el lazo histórico que nos une a todos los hombres de la
vanguardia, a todos los fautores de la renovación. Los ejemplos que a diario
nos vienen de fuera son innumerables y magníficos. El más reciente y
emocionante de estos ejemplos es el de Germaine Berthon. Germaine Berthon,
anarquista, disparó certeramente su revólver contra un organizador y conductor
del terror blanco por vengar el asesinato del socialista Jean Jaurés. Los
espíritus nobles, elevados y sinceros de la revolución, perciben y respetan,
así, por encima de toda barrera teórica, la solidaridad histórica de sus
esfuerzos y de sus obras. Pertenece
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a los espíritus
mezquinos, sin horizontes y sin alas, a las mentalidades dogmáticas que quieren
petrificar e inmovilizar la vida en una fórmula rígida, el privilegio de la
incomprensión y del egotismo sectarios.
El frente único
proletario, por fortuna, es entre nosotros una decisión y un anhelo evidente
del proletariado. Las masas reclaman la unidad. Las masas quieren fe. Y, por
eso, su alma rechaza la voz corrosiva, disolvente y pesi-mista de los que
niegan y de los que dudan, y busca la voz optimista, cordial, juvenil y fecunda
de los afirman y de los que creen.
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* Publicado en “El Obrero Textil”, Año 5, Nº 59, Lima,
1º de mayo de 1924.
Fuente: Mariátegui.eu
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