Cada año desde que Rusia recuperó la tradición de realizar un desfile militar en la Plaza Roja de Moscú el 9 de mayo, Día de la Victoria, la prensa y las autoridades europeas y norteamericanas repiten similares titulares. En ellos resaltan el militarismo ruso y lo critican como una “demostración de fuerza” dirigida hacia sus vecinos, repúblicas exsoviéticas que tratan de acercarse a la Unión Europea o a la OTAN. Y cada año, Occidente hace oídos sordos a la llamada rusa a recordar el pasado en lugar de reescribirlo.
Durante los más de setenta años que han
pasado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, con
su dominante maquinaria mediática y política, ha luchado por reescribir
el desarrollo de la guerra para resaltar su papel y restar importancia
al de la Unión Soviética, el aliado circunstancial que pronto volvería a
ser el principal rival. Siguiendo la estela de Estados Unidos, la Unión
Europea celebra el 9 de mayo el día de Europa en lugar del Día de la
Victoria mientras los países de la Europa del este desmantelan o
destruyen monumentos a los soldados soviéticos y el continente vuelve a
militarizarse alegando una inexistente amenaza rusa.
El revisionismo europeo, especialmente
marcado en países de Europea oriental como los países Bálticos, Croacia o
Ucrania, ha preferido resaltar el desembarco de Normandía por encima de
Stalingrado y ha decidido centrarse en el Holocausto, olvidando otros
genocidios como el de la población romaní o eslava, cuyo índice de
mortalidad en los campos de exterminio Nazis fue incluso superior al de
los judíos. Europa ha decidido olvidar también que la “solución final”,
el exterminio de la población judía, comenzó en la Unión Soviética,
donde miles de judíos fueron brutalmente asesinados en las semanas o incluso días después de la invasión alemana en lugares como Galicia, Transnistria u Odessa.
Frente al revisionismo, Rusia y otros
países de la antigua Unión Soviética recuerdan cada año que por cada
soldado estadounidense caído en la batalla, la URSS perdió 80 o que tan
solo en el sitio de Leningrado la URSS sufrió un millón de bajas más que
Estados Unidos en toda la guerra.
Centrándose únicamente en el desfile
militar, tan solo una parte de los actos que se celebran en Rusia el Día
de la Victoria, Occidente no solo trata de restar importancia al clave
papel jugado por la Unión Soviética en la derrota del nazismo sino que
pretende borrar la influencia de la Segunda Guerra Mundial y de sus
consecuencias en la identidad del mundo soviético y postsoviético.
En la celebración del Día de la
Reconciliación entre quienes lucharon contra la Alemania Nazi en el
Ejército Rojo y quienes lucharon contra la Unión Soviética colaborando
activamente con los nazis, Petro Poroshenko afirmaba esta semana que la
victoria habría sido imposible sin Ucrania. Al igual que Rusia o
Bielorrusia, Ucrania perdió millones de personas en la guerra, un
sacrificio inmenso que la población no ha olvidado y que se refleja en
el cuidado con el que se mantienen los monumentos a la Segunda Guerra
Mundial, incluso en los pueblos de las zonas más nacionalistas del oeste
del país. La excepción se produce en algunas de las grandes ciudades de
la zona, donde las autoridades locales, muchas de ellas en manos de
Svoboda, han preferido cuidar solo los memoriales a los héroes
nacionalistas y los parques de la victoria permanecen prácticamente
abandonados.
Es ahí, en Galicia, al oeste de Ucrania, donde se ha impuesto el revisionismo de Volodymyr Viatrovych,
encargado de revisar la historia del país según la agenda nacionalista
que domina la política ucraniana en estos momentos. Stepan Bandera y
Roman Shujievich han sustituido a Lenin y otras figuras soviéticas en
calles y monumentos y los homenajes a OUN, UPA o incluso a la división
Galicia de las SS se han hecho habituales en esta zona. Pero a pesar
del intento de resaltar el papel de los grupos que lucharon bajo bandera
ucraniana –fundamentalmente del lado de la Alemania Nazi-, la inmensa
mayoría de los ciudadanos ucranianos que lucharon en la Segunda Guerra
Mundial lo hicieron del lado del Ejército Rojo.
Integrados en el ejército soviético o en
los grupos de partisanos, ciudadanos de lo que hoy es Ucrania lucharon
junto al resto de pueblos soviéticos en el Ejército Rojo, un ejército
multinacional e internacionalista que dejó en evidencia al todopoderoso
ejército estadounidense, que aún segregaba a los soldados por raza. Por
su ubicación geográfica, Ucrania era imprescindible para la Unión
Soviética. Pero la victoria frente al nazismo también habría sido
imposible sin el resto de repúblicas y pueblos soviéticos, ya fuera por
su papel militar o por el esfuerzo de millones de personas, muchas de
ellas mujeres, en el mantenimiento de la industria que permitió que los
esfuerzos de la guerra dieran resultado.
A pesar de las más de dos décadas de
independencia de las diferentes repúblicas y de la constante propaganda
anti-rusa y anti-soviética, miles de ciudadanos de toda la antigua Unión
Soviética salieron ayer a las calles portando imágenes de sus
antepasados que lucharon en la Segunda Guerra Mundial formando lo que ya
se conoce como el “regimiento inmortal”, una representación gráfica de
la importancia que en esos países sigue teniendo el recuerdo de quienes
dieron su vida por el bien del país y de las generaciones futuras.
Miles de hombres y mujeres salieron ayer a
las calles de Ucrania a homenajear, en las diferentes ciudades del
país, a los héroes del Ejército Rojo, muchos de ellos ignorando la
legislación vigente, que prohíbe no solo los habituales lazos de San
Jorge, símbolo de la victoria antifascista que hasta hace dos años
también portaban quienes ahora lo prohíben, o de la bandera de la
victoria. Lugares como Kirovograd comenzaron a celebrar el Día de la
Victoria con un desfile en el que destacaban las banderas rojas a las
cuatro de la mañana. Y en otros lugares como Kiev, Járkov u Odessa los
lazos de San Jorge y las banderas rojas, más escasas que otros años,
acompañaban a veteranos y otros ciudadanos en actos que en la Ucrania
actual pueden llegar a ser un riesgo.
En Slavyansk, primer foco de la rebelión
de Donbass en 2014, la pintura lanzada por grupos nacionalistas contra
una política local ha terminado en la cara de un veterano de 91 años.
Pese a que gran parte de los actos han sido pacíficos, escenas
similares, con agresiones a personas mayores o veteranos, se han
repetido en otros lugares. En Kiev, radicales han quemado lazos de San
Jorge y han tratado de arrebatar las banderas de la victoria a varios
veteranos. Entre ellos había un joven que vestía una camiseta de la
división Galicia de las SS. También en Kiev, Yuriy Boyko, líder del
Bloque Opositor, ha sido agredido por los nacionalistas tan solo una
semana después de que radicales impidieran que su delegación pudiera
acudir al homenaje a las víctimas del 2 de mayo en Odessa.
Como hace una semana, cuando el homenaje a
las víctimas de la Casa de los Sindicatos superó con creces el homenaje
nacionalista, Odessa volvió a demostrar que la mayoría no nacionalista
siempre ha superado a una minoría nacionalista radical cuya fuerza está
en la violencia y en la impunidad con la que actúan. Pese a la
militarización de la ciudad, una estrategia para intimidar a la ciudad,
las falsas amenazas de bomba, o la prohibición de símbolos que siempre han sido habituales
en la ciudad, miles de ciudadanos de Odessa se reunieron en el paseo de
la gloria en el parque Shevchenko, portando banderas rojas y banderas
de la ciudad para homenajear a quienes dieron su vida en la guerra y
también a quienes murieron hace dos años en la Casa de los Sindicatos.
Cantando canciones antifascistas y de homenaje a la ciudad y portando
retratos de veteranos de la guerra, el regimiento inmortal de Odessa
fue, como era previsible, el más numeroso de Ucrania.
Frente a ellos, un pequeño grupo de
nacionalistas se concentraba en el centro de la ciudad para, banderas
ucranianas en mano, marchar hasta el parque Shevchenko, donde la policía
se vio obligada a abrir un corredor para que los miembros de
Automaidan, Autodefensas de Odessa y otros grupos nacionalistas pudieran
llegar hasta el monumento al marinero desconocido. Como ya se ha hecho
habitual, allí fueron recibidos por la ciudadanía con gritos de “Odessa
ciudad héroe”, “El fascismo no pasará”, o consignas a favor del pueblo
de Donbass, gritos a los que los nacionalistas respondieron con
consignas patrióticas e insultos a Novorrusia y a Vladimir Putin. Como
hace una semana, muy superados en número, los nacionalistas no pudieron
crear más que un pequeño altercado que se saldó con la detención de un
miembro del batallón Azov.
La separación entre la minoría
nacionalista y la multitud que la supera en número, pero carece de
organización, que se ha mostrado en Odessa no es más que un reflejo de
la división que sufre el sureste del país, una división que Ucrania
trata de ignorar a base de repetir hasta la saciedad lo unido que está
el país. Y en esa unidad, las autoridades ucranianas incluyen también a
la zona de Donbass controlada por las Repúblicas Populares, a pesar de
que fechas como el Día de la Victoria demuestren una vez más que la
brecha entre Donetsk y Lugansk y Kiev es cada vez más amplia. Mientras
Kiev trata de borrar todo signo de su pasado soviético, también el
relacionado con la victoria sobre el nazismo, Donbass lucha por
reivindicar los símbolos de esa lucha. Banderas rojas y lazos de San
Jorge acompañaron cada uno de los actos celebrados en la RPD y la RPL,
actos multitudinarios en los que los ciudadanos de esas repúblicas
reivindicaron no solo la lucha antifascista de hace setenta años, o los
héroes de aquella batalla, sino también la lucha actual contra el
nacionalismo ucraniano y los héroes de una guerra que aún continúa.
Fuente: Slavyangrad
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