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Nuestra América Nativa
IZQUIERDA Y COMUNICACIÓN
por Marcelo Colussi
La izquierda en crisis
Que la izquierda a nivel mundial está golpeada, no es ningún
secreto. Dejamos de lado acá una definición estricta de "izquierda"; nos
valdrá, para el caso, concebirla englobando a cualquier movimiento que,
de una u otra forma, tiene un proyecto antisistémico,
cabiendo allí un abanico grande: partidos políticos que entran en el
juego democrático-parlamentario, cierto movimiento sindical, expresiones
de lucha armada, clásicos partidos leninistas, movimientos sociales
contestatarios, etc.
Lo cierto es que todas esas iniciativas, las que de algún modo se
sienten marxistas, en la actualidad no tienen mayor grado de impacto.
O, al menos, un impacto suficiente que sirva para plantear un cambio
revolucionario en la sociedad. Es decir: una
transformación radical en la propiedad de los medios de producción,
confiriendo poder a la clase trabajadora y demás grupos subalternos.
Lo que se concebía algunas décadas atrás como un inminente
triunfo revolucionario para empezar a construir el socialismo, no se
cumplió de esa manera. Las primeras experiencias socialistas del siglo
XX tuvieron suertes variadas: la Unión Soviética, el
primer Estado obrero y campesino, se disolvió; la República Popular
China está desarrollando un peculiar modelo de socialismo de mercado que
aún no deja claro si eso constituye un retorno a la economía
capitalista o es una variante prometedora. Cuba resiste
como puede, sin mayor crecimiento, pero con dignidad. Vietnam siguió un
camino bastante parecido a China. Nicaragua volvió a ser un país
abiertamente capitalista, con un gobierno que solo tiene un pretendido
discurso antiimperialista, alejado ya de reales
planteamientos socialistas.
En otros términos: todo el ideario de la izquierda está alicaído,
por decir lo menos. El discurso de la derecha, de los grandes
capitales, de la globalización neoliberal, se siente amplio dominador de
la escena. La lucha de clases, que obviamente no
ha desaparecido, se tiene muy controlada. Los mecanismos de sujeción
político-ideológico-social son numerosos, y sin apelar necesariamente a
la violencia física, operan a la perfección, manteniendo sin mayores
desequilibrios el estado de cosas.
La actual no parece, especialmente, una época de crecimiento en
la acumulación de fuerzas del campo popular. Hablar de izquierda, dado
todos esos acontecimientos, hoy no es lo más prometedor, lo más buscado,
lo más esperanzador. En todo caso, a partir
de las circunstancias apuntadas, puede llegar a ser "mala palabra".
Definitivamente, quienes creemos en la necesidad de un cambio en la
sociedad (¡imprescindible cambio: llegamos a Marte y seguimos padeciendo
hambre y sed!) debemos revisar muy exhaustivamente
la situación, para entender qué estamos haciendo mal, por dónde ir, qué
debemos hacer.
Estos planteamientos son, ante todo, dudas. No se exponen aquí
recetas, manuales ni líneas de acción concretas. Son, lamentablemente,
sólo eso: dudas, que pueden servir (¡y ojalá sirvieran!) para
profundizar el debate.
Medios de comunicación: hacedores de la realidad
Viendo las dificultades enormes de construir alternativas al
modelo capitalista, quienes nos interesamos especialmente por estos
procesos de cambio (es muy presuntuoso llamarse revolucionarios) tenemos
la obligación de plantearnos esta pregunta: ¿por
dónde avanzar entonces?, ¿cómo hacerlo?, ¿cuál es el camino?
Romper la inercia fabulosa de una sociedad clasista, de una
cultura construida milenariamente en torno a la figura del amo y del
esclavo, avanzar hacia un nuevo mundo –la experiencia de todas las
experiencias socialistas nos lo enseña de modo descarnado–
no es nada fácil. El combate por un mundo nuevo es, ante todo, eso: un
combate, una lucha titánica, una guerra a muerte. Se pelea,
primeramente, contra el enemigo de clase. Y sabemos que en esa lucha
quien detenta el poder está dispuesto a todo, absolutamente
a todo, para mantenerlo: tortura, manipulación mediática, bombas
atómicas, engaños, represión feroz, armas de destrucción masiva, guerra
psicológica, magnicidios, mercenarios, guerra climatológica… La lista es
tan interminable como pavorosa.
Pero además de ese enemigo externo, claro y bien delimitado,
tenemos otro enemigo, más solapado, más dañino en cierto sentido: el
enemigo que todos llevamos adentro, el enemigo del que no nos percatamos
y que nos acompaña día a día, nos constituye, nos
moldea. Nos referimos a la ideología, a la cultura, a nuestro sistema
de valores. Vencer esos prejuicios, esa carga simbólica que nos hace ser
como somos, derrotar esa pesada herencia es una tarea titánica, quizá
más titánica que tomar la casa de gobierno.
Porque, por último, aún a costa de enormes sacrificios materiales, de
muertos y heridos, en una acción militar valiente se puede conquistar el
poder político. Pero una vez tomada la casa de gobierno ¿cómo se
construye y se afianza la nueva sociedad?
Lo que la gente piensa/opina/dice/repite, para bien o para mal,
proviene cada vez más de los medios de comunicación. Si algo marca las
sociedades modernas es, quizá más que ninguna otra cosa, la comunicación
masiva. Para algunos autores eso tiene el
valor no de un avance sino de una ¡catástrofe cultural! Ante ello una
propuesta socialista debe darse una tarea inmensa, gigantesca. La fuerza
del arma comunicacional es monumental. La encuestadora estadounidense
Gallup –nada sospechosa de "comunista" por
cierto– informaba en una de sus investigaciones que el 85% de lo que un
adulto término medio "sabe" en su vida cotidiana proviene, básicamente,
de la televisión. Hoy día el internet va ocupando ese lugar de deidad
incuestionable. No hay dudas, entonces, que
las luchas por un mundo alternativo se juegan cada vez más –quizá
lamentablemente, pero esa es la realidad– en el espacio mediático (¿en
las conciencias, podría decirse?)
La lucha de clases tiene cada vez más la forma de guerra de
cuarta generación, es decir: guerras no convencionales, guerras
psicológicas, guerras donde el objetivo es la población civil no
combatiente a la que se le llega por medios tecnológicamente
cada vez más refinados. En otros términos: sutiles acciones de
desinformación, de propaganda, donde el elemento dominante es la
supremacía tecnológica en la informática y en las comunicaciones
globalizadas, guerra donde no hay armas de fuego sino que el elemento
preponderante es la colonización mental del enemigo. Como acertadamente
lo dice Manuel Freytas: "Los bombardeos mediáticos no operan sobre su
inteligencia, sino sobre su psicología: no manipulan su conciencia sino
sus deseos y temores inconscientes. Todos
los días, durante las 24 horas, hay un ejército invisible que apunta a
su cabeza: no utiliza tanques, aviones ni submarinos, sino información
direccionada y manipulada por medio de imágenes y titulares".
Si esas son las hipótesis de trabajo del enemigo de clase, pues
para el campo popular y su proyecto revolucionario no quedan más
alternativas que presentar batalla en ese campo. Sucede, sin embargo,
que los grandes poderes han tomado la delantera en
esta iniciativa, y hoy por hoy, llevan una más que considerable
ventaja. ¿No decíamos que peor enemigo que las oligarquías puede
terminar siendo ese "pequeño oligarca" que la ideología milenaria nos
termina haciendo crecer en cada uno, en aquellos que no somos
ni vamos a ser jamás oligarcas? La guerra de cuarta generación,
precisamente, se encarga de llevar a niveles insospechados esa
tendencia.
Para graficarlo de un modo evidente, o patético, permítasenos
citar lo dicho por un internauta comentando alguna publicación en la
red: "Yo lo que pienso es que queremos vivir en un nivel de vida que no
nos corresponde. Compramos un gran plasma porque
queremos igualar al vecino. Igual nos endeudamos para parecer de otro
nivel pero yo no creo que la clase social alta, los que sí pueden darse
ese nivel de vida, sea la causa de mi desgracia. Soy yo el causante por
igualado" [por aspirar a más de lo que se
puede].
No hay dudas que el esclavo piensa con la cabeza del amo, y para
las clases explotadas la conciencia revolucionaria de transformación no
es ni lo más espontáneo ni habitual. Producto de su alienación cultural,
justamente, la ideología de los oprimidos
pretende imitar a los opresores. Es más "normal" que se pretenda dejar
la pobreza apelando a un billete de lotería que buscando la organización
popular para pelear por la transformación social. O es más fácil la
salida individual (con esto no la estamos condenando)
viajando a otro país más próspero en calidad de migrante irregular para
hacer cualquier trabajo que resistir en el propio organizándose y
peleando. Con todo lo cual queremos decir, entonces, que la ideología es
el arma más poderosa de la dominación de clase.
"Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada
época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material
dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual
dominante", expresó Marx. Ahí está el gran enemigo
a vencer: nosotros mismos, nuestra carga cultural. ¿Cómo combatir
contra eso?
Una lucha comunicacional
Los medios masivos de comunicación son el gran campo de batalla
actual (¡guerra de cuarta generación!). No el único campo, por supuesto,
pero sí cada vez más importante. Aunque, por lo que vemos, la derecha
sabe mucho de esto. Reconozcámoslo con serenidad:
lo está haciendo mejor que el movimiento popular, que las opciones
revolucionarias. En todos lados, en todos los países. Si no lo estamos
haciendo bien, ¿por dónde comenzar a corregir entonces? ¿Qué política
ideológico-cultural-comunicacional debe darse la
izquierda en general en cualquier parte del mundo? ¿Tenemos que
aprender de la derecha en muchos aspectos? La semiología de la
comunicación, la psicología de la percepción, las técnicas publicitarias
existen y dan resultado. No caben dudas que hay que conocerlas.
No se trata de repetir la propaganda de la Coca-Cola o los noticieros
de la CNN, cargados ideológicamente de burdas mentiras y manipulaciones,
pero hay que saber por dónde anda el enemigo, no para emularlo, sino
para superarlo.
La izquierda, en general, dice menos, comunica mucho menos de lo
que realmente hace. La derecha, sin el más mínimo lugar a dudas, tiene
como marca distintiva hacer mucho ruido. La comunicación masiva es su
campo por excelencia para expresarse. Y ahí
miente, deforma, manipula, engaña vilmente… Se ha llegado en la
actualidad a esta bochornosa idea (¿idea?, eufemismo barato en todo
caso), de "post verdad". O sea: descarada mentira, llamada así para
quitarle un poco lo vergonzante. El esclavo pensando con
la cabeza del amo: sin dudas, ahí hay impacto. La derecha, las fuerzas
del capital, se protegen a muerte, y la comunicación les sirve más que
las bombas para eso.
Sólo a título de presentar algunas perspectivas, y lejos de
pretender constituirse en manual, me permito esbozar algunas
preguntas/ideas para desarrollar alternativas en el área de la
comunicación:
Hasta ahora la derecha presenta siempre al socialismo como
intrínsecamente violento. ¿No es posible cambiar esa imagen? ¿No es
necesario contrarrestar esa caracterización mostrando que la violencia
no está en los oprimidos, que hasta incluso los movimientos
armados pueden ser románticos, bellos y sentimentales?
En general las iniciativas mediáticas de la izquierda son
reactivas; se responde a los ataques de la derecha. ¿No sería más
productivo tomar la iniciativa de un modo propositivo, mostrar con
claridad los logros del socialismo?
-La propaganda de derecha liga siempre socialismo con pobreza. Si
bien es cierto que el socialismo representa la voz de los pobres, ¿por
qué no desarrollar estrategias mediáticas que lo muestren como
desarrollado, triunfador, alegre, optimista, ligado
a la belleza y al progreso? ¿Por qué mantener el estereotipo que
presenta lo popular como sinónimo de mal gusto, sucio y desarreglado?
-Se debería mostrar que el capitalismo no tiene salida, y que el
presunto paraíso consumista significa el inexorable colapso del planeta.
Se debe presentar al socialismo como la salvación no sólo de los más
desposeídos sino de la humanidad en su conjunto.
El consumo voraz nos mata a todos. Ese debe ser un mensaje dominante.
-El discurso mediático debe ser no sólo informativo sino
instructivo. Hay que presentar los logros del socialismo, sin caer en
panfletarismo, mostrando que hay alternativas más allá de la empresa
privada.
Las injusticias sociales tales como el patriarcado y el racismo
no son temas habitualmente muy trabajados por la izquierda. Se debería
hacer una campaña enorme mostrando que el socialismo no sólo trata de
las injusticias económicas, sino también, y con
la misma intensidad, de estas otras lacras de la civilización.
-El capitalismo se permite ciertas pequeñas "válvulas de escape",
dejando así que pase algo de crítica. Pero siempre en temas que no
afectan el edificio global. Por ejemplo: lo relacionado con cambio
climático. Hoy incluso es "políticamente correcto"
hablar de eso, pero solo en forma superficial, mostrando que es un
problema de todos y no efecto de la voracidad del capital. Personaliza
los mensajes, quitándoles su carácter de conflicto estructural. Así, por
ejemplo, aparece la joven Greta Trunberg como
adalid de una problemática desgajada de la lucha de clases. La
izquierda debe mostrar con claridad las falacias allí presentes.
-Es común que se relacione progreso científico con países
avanzados del Norte. De lo que se trata es de mostrar cómo el socialismo
–no importando el país que sea– se asocia a estudio, a saber profundo, a
conocimiento de avanzada. ¿Por qué seguir alimentando
el prejuicio que el saber es forzosamente rubio y de ojos celestes?
-La comunicación socialista debe tratar temas habitualmente tabú
en el ámbito de la empresa privada de la comunicación. El socialismo no
puede ser prejuicioso, pacato y santurrón; por el contrario debe
acometer temáticas "picantes" con mucha altura:
sexualidad, homosexualidad, drogadicción, problemas de pareja, etc.,
pero para ir más allá del "show" barato y efectista. Mostrar que una
postura socialista no es moralista: es abierta y tolerante.
-Hay que pasar del consignismo, del panfleto, a la explicación.
Pero una explicación amena, instructiva, no aburrida, que logre hacer
ver que el socialismo es futuro conveniente para todos y no pesada carga
para nadie.
Repitámoslo: estas son algunas ideas, mejorables o desechables. Lo
importante es que una política comunicacional de izquierda debe
aprovecharse de las mejores técnicas semióticas de la "industria de la
comunicación" capitalista (que las hay, por supuesto)
para lograr un producto nuevo. ¿O acaso es cierto que las propuestas
socialistas tienen que ser descoloridas, aburridas, pesadas,
esquemáticas? ¿Quién dijo que eso es el socialismo?
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2 de octubre de 2019
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