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Tributo-Recaudo-Alcabala-Impuesto
LEVANTAMIENTO DE LOS PUEBLOS DE AYMARAES
SETIEMBRE 1818
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Director: Domingo Suárez Soria Colaboración S/. 2.00
Boletín-Edición electrónica mensual Nº 03 Lima-Perú, setiembre 2019
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Fragmento de la tesis doctoral, de Nuria Sala i Vila, sustentada en la Universidad de Barcelona
en 1989 con el título de “Revueltas Indígenas en el Perú tardo colonial”
En 1818 se nombró subdelegado de Aymaraes a don José Paliza y
Magón, pocos meses más tarde, una revuelta dirigida directamente contra
él acabaría con su vida, la de un ahijado, José Torrepico y un empleado
suyo don Francisco Arestimonio.
La administración de Paliza en Aymaraes no se diferenció de la de
los otros subdelegados. Las acusaciones más frecuentes que se hicieron
contra ellos fueron:
1.
Monopolizar el comercio con repartos forzosos de mercancías, bien
efectuados de forma
directa, bien por personas interpuestas. Utilizaron la recaudación
tributaria para asegurarse el cobro de los efectos al hacerlo coincidir
con los semestres de San Juan y Navidad, y para financiar la compra de
efectos. En todo caso la abolición legal de los
repartos no supuso en absoluto la erradicación de esa práctica
comercial.
2. Exigir cantidades a quienes bien querían acceder a determinados cargos locales, recaudadores
de tributos, alcaldes, regidores, o bien necesitaban algún documento con su firma.
3. Obligar a las Comunidades a la prestación de servicios personales en su casa, durante
las visitas, o para sus explotaciones, o las de sus aliados y socios que estaban ligados desde su misma asunción al cargo.
La primera protesta violenta en Aymaraes fue, cronológicamente,
protagonizada por los comuneros del anexo de Lucre, en la doctrina de
Colcabamba, que se oponían al pago de los 4 reales. Les secundaron poco
después en la acción todo el pueblo de Colcabamba.
Recibieron a hondazos a los comisionados de don Leandro Prada, Justicia
Mayor del partido en ese momento y les obligaron a salir huyendo. Para
evitar la represión posterior, ellos mismos se alejaron prudencialmente
de sus hogares, desde este hecho dejaron
su pueblo y se retiraron a los cerros inmediatos.
Los indios de la estancia de Llinqui se negaron en un principio
pacíficamente al pago de la nueva carga, pasando posteriormente a
acciones de mayor contundencia, como marchar sobre el vecino pueblo de
Toraya. El subdelegado Paliza, que en esas fechas
ya había tomado posesión, ordenó al cacique-recaudador don Pablo
Sánchez a fines de agosto acelerar en un término de ocho días la
contribución de los 2 y 4 reales. Sánchez envió a Clemente Casanga a la
estancia de Llinqui donde halló gran resistencia viéndose
obligado a regresar de vacío. Como consecuencia, Sánchez ordenó que
volviera acompañado por seis soldados y el alcalde, con instrucciones de
apresar a los renuentes al pago. Marcharon de nuevo a su comisión con
sólo 2 soldados, porque cuatro se excusaron de
ir a tal misión. Llegados a la estancia, los comuneros de Llinqui «contestaron
con desvergüenza, y habiéndoles dicho que ellos eran unos mandados y
que si tenían alguna razón que exponer fuesen a hablar con los
comisionados respondieron todos muy determinados
que desde luego irían y que los matarían antes que pagar los 4 reales» 36.
En efecto, al poco rato salieron armados hacia Toraya, con
clarines cajas, y pitos. A su llegada se les sumaron los comuneros de
ese pueblo, y comenzó la bulla y el repique de campanas; de la plaza
pasaron a la casa del cacique-recaudador y de sus agentes
con gran algazara. Ante un posible ataque personal uno de ellos,
Bernardo de la Cruz, huyó, mientras los demás se escondieron para
escapar de las iras de quienes les buscaban. Los comuneros rodearon sus
casas y les insultaron, pero en cambio ni las apedrearon
ni efectuaron acción violenta alguna contra ellos. Al día siguiente, 5 o
6 de septiembre, regresaron los de Llinqui a su estancia. Llinqui se
hallaba a una jornada de camino de Andahuaylas, y era frecuentada a
menudo por el tráfico comercial de leña y carbón
a dicho partido, por ello se supuso que la actitud de estos venía
determinada porque habían estado en la revuelta de Andahuaylas, que es
regular se hubiesen hallado muchos en aquella revolución.
El 15 de septiembre se supo en Toraya que el alcalde ordinario
Mariano Mena y el cacique-recaudador Pablo Sánchez estaban reclutando a
los mozos del partido, conduciéndoles luego bien a la cárcel de ese
pueblo, bien a la hacienda de Chalco, propiedad
de Mena, para que no huyeran. Supusieron en el pueblo que, en realidad,
Mena y Sánchez estaban deteniendo a los que habían participado en el
alboroto protagonizado por los comuneros de Llinqui.
Habían ya detenido a dos mozos cuando, al hacer lo mismo con un
tercero, al que Sánchez ató porque ofreciera resistencia, acudieron en
su apoyo varios comuneros, logrando liberarlo. De allí se dirigieron a
la cárcel y soltaron a los otros dos reclutas,
trasladaron el cepo a la plaza y 10 quemaron ante toda la población
reunida a toque de tambor y repique de campanas.
La mañana del 16 de septiembre intentaron matar al alcalde
ordinario Mariano Mena,. por ser según decían el principal motor de la
recluta, y de la contribución de los 4 reales. Fue recibido a hondazos
cuando llegó al pueblo, por lo cual debió huir a
su hacienda de Chalco. Ante el temor que le ocurriera algo, avisó a
Valentín Fanola rogándole que diera parte al subdelegado, si bien éste
no hizo nada en este sentido, [antes si se vino a esta capital con toda
su gente reunida al día siguiente].
Ese mismo día por la noche hubo toque de reunión con tambores o
cajas en Toraya. Los tañían los indios Pamo Cormoray, sombrerero, y
Marcos Rafael; ambos recibieron la orden de toque de Mateo y Lorenzo
Guzmán, juntándose todos así españoles como naturales
pasaron adelante, una vez que se les unieron los indios de las
estancias de Llinqui, Cama y las demás vecinas, llamadas por escrito. La
dirección parece que estuvo a cargo de los hermanos mestizos Clemente y
Antonio Casanga. El primero era recaudador de tributos
en la estancia de Llinqui y Antonio, si bien se declaraba zapatero,
estuvo comerciando en los Yungas y había regresado poco antes. El día 9,
después de acudir a la Feria de la Virgen de Cocharcas, iniciaron una
marcha sobre Chalhuanca al son de los tambores.
En el trayecto se les agregaron los vecinos de los pueblos de Soraya,
Capaya, Mutca y Pairaca, comandados por alcaldes y
caciques-recaudadores. Sabemos los nombres del alcalde Matías Palomino y
de los caciques Julián Torres de Capaya e Hilario Virto de Soraya.
Alcanzaron su objetivo al amanecer del día siguiente, 17 de
septiembre, deteniéndose en Parayca, a media legua de Chalhuanca. Les
esperaban los comuneros de Sañayca, que habían recibido orden escrita de
aguardarles allí a las cinco de la mañana. Estos
habían salido la noche anterior de su pueblo a toque de capa y clarín,
con gritos de “los de Toraya están aquí, levantarse chicos, y grandes,
vamos a botar a ese ladrón”, y a las órdenes de su cacique don Valentín
Fanola, uno de los recaudadores que pretendieron
dimitir de su cargo, motivados por las dificultades en la recaudación
que existían en el partido.
Los comuneros de Toraya, en su trayecto, se detuvieron en la
hacienda Chalco para liberar a los reclutas que estaban allí retenidos a
la espera de ser conducidos a su destino. Buscaron a Mena, que poco
antes había emprendido nueva huida y saquearon la
hacienda, llevándose un atado de cecina, dos botijas de chicha y
algunos panes que encontraron.
Iban todos provistos de las más variadas armas, hondas,
liwi-liwi, palos, cochabambino 41, garrotes, palos, macanas, y piedras.
Tomaron aguardiente para ánimo y al rayar el alba entraron en
Chalhuanca, marchando de “dos en dos” como reclutas con paso
acelerado. Se dirigieron a la plaza donde se hallaba el Cabildo,
mientras una parte de ellos «se vinieron faldeando el cerro para
rodearlo. Entonces iniciaron el ataque, en cuyo transcurso mataron al
subdelegado don José de la Paliza, a su yerno y ahijado
José Torrepico, menor de edad y a don Francisco Aristimeño, respetando
en cambio la vida de las dos hijas de Paliza. A continuación, liberaron a
los presos, saquearon el Cabildo y las habitaciones del subdelegado; se
apropiaron de la plata sellada procedente
de la recaudación de tributos, con un total de 7.143 pesos 6 1/2
reales, y de todas las pertenencias de Paliza.
Siguiendo con los acontecimientos, a continuación del asalto y
saqueo al cabildo, los indios de las comunidades que participaron en él
se reunieron en la plaza donde intentaron, como se había hecho en
Andahuaylas, nombrar un nuevo subdelegado. Habían
escogido para el cargo a don Guillermo Segovia, capitán de infantería
de Milicias del partido. Como estuviera ausente ofrecieron el puesto al
alcalde ordinario de Chalhuanca, José Manuel Oré, que lo aceptó; en
medio de una ceremonia, «se sentó en la silla»,
sacó una bandera blanca de la Conquista y desfilaron los cinco pueblos
por la plaza con gritos de “Viva la Patria”. Oré repartió una botija de
aguardiente para celebrarlo a todos los que estaban formados en la
plaza, en un vaso grande diciéndoles que ya eran
de un cuerpo todos españoles como indios.
Hasta aquí una primera etapa del levantamiento de los pueblos de
Aymaraes, investigada por la doctora Nuria Sala i Vila, española,
profesora en la universidad de Girona en Cataluña -España-, dedicada a
la investigación de la historia de América.
Mediante esta hacemos llegar nuestro agradecimiento de sacar a
luz la historia desconocida de los apurimeños y en esta ocasión la
jornada histórica de lucha de los pueblos aymarinos, contra el abuso del
poder y su anhelada independencia.
En la próxima publicaremos, la segunda etapa, el desenlace, de la JORNADA ÉPICA de los aymarinos.
Los antecedentes del levantamiento se remontan desde la presencia
del conquistador, pues el territorio de Apurímac era el escenario donde
se definió la conquista del Cusco con ello de todo el Tahuantinsuyo. En
Apurímac el conquistador soportó la férrea
resistencia hasta la república: uno de las primeras, el levantamiento
de los andahuaylinos contra los tributos españoles y seguidamente como
la resistencia en Huaquirca a la aculturación española conocido como el
milenarismo de MORO ÓNCCOY y muchas acciones
que los historiadores no dan cuenta, como se sabe la gesta de Túpac
Amaru con la abanquina Micaela Bastidas y participación activa de los
hermanos Aychu aymarinos, la gesta épica de los hermanos Angulo conocido
más como revolución de Pumacahua, donde participo
todos los pueblos de Apurímac, con personajes heroicos como el cura de
Chalhuanca el doctor Justo Ximenez, el cura del repartimiento de
Huaquirca doctor Holgado y su hermano y el prócer de la independencia
Justo Sahuaraura, cura de Pachaconas en eso entonces.
En los aymarinos estaba fresco la lucha emprendida por los hermanos
Angulo y decidieron proseguir con la esperanza de lograr su
independencia, desterrar los tributos y las levas que soportaban su
hijos para engrosar el ejército español, también la renuncia
de los recaudadores como de Oropesa y Totora don Francisco Huachaca y
don Dionisio Cahuana, y, posiblemente la de los alcaldes recaudadores de
Chalhuanca, Chupinga, Pairaca y Mutca, don Manuel Alata, don Manuel
Haycho, don Santiago Mallma y don Ermenegildo
Ystara, llegó el momento del GRAN LEVANTAMIENTO AYMARINO EN SETIEMBRE
DE 1818.
Fragmento: enviado por Wendel Casaverde Marín.
De: domingo suarez soria <domingo_suarez_s@hotmail.com>
fecha: 17 oct. 2019 10:53
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22 de octubre de 2019
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