miércoles, 23 de octubre de 2019

Tributo-Recaudo-Alcabala-Impuesto LEVANTAMIENTO DE LOS PUEBLOS DE AYMARAES

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Tributo-Recaudo-Alcabala-Impuesto
 
LEVANTAMIENTO DE LOS PUEBLOS DE AYMARAES
 
SETIEMBRE 1818
 
APU-RIMAQ
fediral@hotmail.com 941823948-Jr.Carabaya Nº 719 0f. 112, Lima-Cercado
Director: Domingo Suárez Soria Colaboración S/. 2.00
Boletín-Edición electrónica mensual Nº 03 Lima-Perú, setiembre 2019
 
Fragmento de la tesis doctoral, de Nuria Sala i Vila, sustentada en la Universidad de Barcelona
en 1989 con el título de “Revueltas Indígenas en el Perú tardo colonial
 
         En 1818 se nombró subdelegado de Aymaraes a don José Paliza y Magón, pocos meses más tarde, una revuelta dirigida directamente contra él acabaría con su vida, la de un ahijado, José Torrepico y un empleado suyo don Francisco Arestimonio.
 
         La administración de Paliza en Aymaraes no se diferenció de la de los otros subdelegados. Las acusaciones más frecuentes que se hicieron contra ellos fueron:
 
1. Monopolizar el comercio con repartos forzosos de mercancías, bien efectuados de forma directa, bien por personas interpuestas. Utilizaron la recaudación tributaria para asegurarse el cobro de los efectos al hacerlo coincidir con los semestres de San Juan y Navidad, y para financiar la compra de efectos. En todo caso la abolición legal de los repartos no supuso en absoluto la erradicación de esa práctica comercial.
 
2. Exigir cantidades a quienes bien querían acceder a determinados cargos locales, recaudadores de tributos, alcaldes, regidores, o bien necesitaban algún documento con su firma.
 
3. Obligar a las Comunidades a la prestación de servicios personales en su casa, durante las visitas, o para sus explotaciones, o las de sus aliados y socios que estaban ligados desde su misma asunción al cargo.
 
         La primera protesta violenta en Aymaraes fue, cronológicamente, protagonizada por los comuneros del anexo de Lucre, en la doctrina de Colcabamba, que se oponían al pago de los 4 reales. Les secundaron poco después en la acción todo el pueblo de Colcabamba. Recibieron a hondazos a los comisionados de don Leandro Prada, Justicia Mayor del partido en ese momento y les obligaron a salir huyendo. Para evitar la represión posterior, ellos mismos se alejaron prudencialmente de sus hogares, desde este hecho dejaron su pueblo y se retiraron a los cerros inmediatos.
 
         Los indios de la estancia de Llinqui se negaron en un principio pacíficamente al pago de la nueva carga, pasando posteriormente a acciones de mayor contundencia, como marchar sobre el vecino pueblo de Toraya. El subdelegado Paliza, que en esas fechas ya había tomado posesión, ordenó al cacique-recaudador don Pablo Sánchez a fines de agosto acelerar en un término de ocho días la contribución de los 2 y 4 reales. Sánchez envió a Clemente Casanga a la estancia de Llinqui donde halló gran resistencia viéndose obligado a regresar de vacío. Como consecuencia, Sánchez ordenó que volviera acompañado por seis soldados y el alcalde, con instrucciones de apresar a los renuentes al pago. Marcharon de nuevo a su comisión con sólo 2 soldados, porque cuatro se excusaron de ir a tal misión. Llegados a la estancia, los comuneros de Llinqui «contestaron con desvergüenza, y habiéndoles dicho que ellos eran unos mandados y que si tenían alguna razón que exponer fuesen a hablar con los comisionados respondieron todos muy determinados que desde luego irían y que los matarían antes que pagar los 4 reales» 36.
 
         En efecto, al poco rato salieron armados hacia Toraya, con clarines cajas, y pitos. A su llegada se les sumaron los comuneros de ese pueblo, y comenzó la bulla y el repique de campanas; de la plaza pasaron a la casa del cacique-recaudador y de sus agentes con gran algazara. Ante un posible ataque personal uno de ellos, Bernardo de la Cruz, huyó, mientras los demás se escondieron para escapar de las iras de quienes les buscaban. Los comuneros rodearon sus casas y les insultaron, pero en cambio ni las apedrearon ni efectuaron acción violenta alguna contra ellos. Al día siguiente, 5 o 6 de septiembre, regresaron los de Llinqui a su estancia. Llinqui se hallaba a una jornada de camino de Andahuaylas, y era frecuentada a menudo por el tráfico comercial de leña y carbón a dicho partido, por ello se supuso que la actitud de estos venía determinada porque habían estado en la revuelta de Andahuaylas, que es regular se hubiesen hallado muchos en aquella revolución.
 
         El 15 de septiembre se supo en Toraya que el alcalde ordinario Mariano Mena y el cacique-recaudador Pablo Sánchez estaban reclutando a los mozos del partido, conduciéndoles luego bien a la cárcel de ese pueblo, bien a la hacienda de Chalco, propiedad de Mena, para que no huyeran. Supusieron en el pueblo que, en realidad, Mena y Sánchez estaban deteniendo a los que habían participado en el alboroto protagonizado por los comuneros de Llinqui.
 
         Habían ya detenido a dos mozos cuando, al hacer lo mismo con un tercero, al que Sánchez ató porque ofreciera resistencia, acudieron en su apoyo varios comuneros, logrando liberarlo. De allí se dirigieron a la cárcel y soltaron a los otros dos reclutas, trasladaron el cepo a la plaza y 10 quemaron ante toda la población reunida a toque de tambor y repique de campanas.
 
         La mañana del 16 de septiembre intentaron matar al alcalde ordinario Mariano Mena,. por ser según decían el principal motor de la recluta, y de la contribución de los 4 reales. Fue recibido a hondazos cuando llegó al pueblo, por lo cual debió huir a su hacienda de Chalco. Ante el temor que le ocurriera algo, avisó a Valentín Fanola rogándole que diera parte al subdelegado, si bien éste no hizo nada en este sentido, [antes si se vino a esta capital con toda su gente reunida al día siguiente].
 
         Ese mismo día por la noche hubo toque de reunión con tambores o cajas en Toraya. Los tañían los indios Pamo Cormoray, sombrerero, y Marcos Rafael; ambos recibieron la orden de toque de Mateo y Lorenzo Guzmán, juntándose todos así españoles como naturales pasaron adelante, una vez que se les unieron los indios de las estancias de Llinqui, Cama y las demás vecinas, llamadas por escrito. La dirección parece que estuvo a cargo de los hermanos mestizos Clemente y Antonio Casanga. El primero era recaudador de tributos en la estancia de Llinqui y Antonio, si bien se declaraba zapatero, estuvo comerciando en los Yungas y había regresado poco antes. El día 9, después de acudir a la Feria de la Virgen de Cocharcas, iniciaron una marcha sobre Chalhuanca al son de los tambores. En el trayecto se les agregaron los vecinos de los pueblos de Soraya, Capaya, Mutca y Pairaca, comandados por alcaldes y caciques-recaudadores. Sabemos los nombres del alcalde Matías Palomino y de los caciques Julián Torres de Capaya e Hilario Virto de Soraya.
 
         Alcanzaron su objetivo al amanecer del día siguiente, 17 de septiembre, deteniéndose en Parayca, a media legua de Chalhuanca. Les esperaban los comuneros de Sañayca, que habían recibido orden escrita de aguardarles allí a las cinco de la mañana. Estos habían salido la noche anterior de su pueblo a toque de capa y clarín, con gritos de “los de Toraya están aquí, levantarse chicos, y grandes, vamos a botar a ese ladrón”, y a las órdenes de su cacique don Valentín Fanola, uno de los recaudadores que pretendieron dimitir de su cargo, motivados por las dificultades en la recaudación que existían en el partido.
 
         Los comuneros de Toraya, en su trayecto, se detuvieron en la hacienda Chalco para liberar a los reclutas que estaban allí retenidos a la espera de ser conducidos a su destino. Buscaron a Mena, que poco antes había emprendido nueva huida y saquearon la hacienda, llevándose un atado de cecina, dos botijas de chicha y algunos panes que encontraron.
         Iban todos provistos de las más variadas armas, hondas, liwi-liwi, palos, cochabambino 41, garrotes, palos, macanas, y piedras. Tomaron aguardiente para ánimo y al rayar el alba entraron en Chalhuanca, marchando de “dos en dos” como reclutas con paso acelerado. Se dirigieron a la plaza donde se hallaba el Cabildo, mientras una parte de ellos «se vinieron faldeando el cerro para rodearlo. Entonces iniciaron el ataque, en cuyo transcurso mataron al subdelegado don José de la Paliza, a su yerno y ahijado José Torrepico, menor de edad y a don Francisco Aristimeño, respetando en cambio la vida de las dos hijas de Paliza. A continuación, liberaron a los presos, saquearon el Cabildo y las habitaciones del subdelegado; se apropiaron de la plata sellada procedente de la recaudación de tributos, con un total de 7.143 pesos 6 1/2 reales, y de todas las pertenencias de Paliza.
 
         Siguiendo con los acontecimientos, a continuación del asalto y saqueo al cabildo, los indios de las comunidades que participaron en él se reunieron en la plaza donde intentaron, como se había hecho en Andahuaylas, nombrar un nuevo subdelegado. Habían escogido para el cargo a don Guillermo Segovia, capitán de infantería de Milicias del partido. Como estuviera ausente ofrecieron el puesto al alcalde ordinario de Chalhuanca, José Manuel Oré, que lo aceptó; en medio de una ceremonia, «se sentó en la silla», sacó una bandera blanca de la Conquista y desfilaron los cinco pueblos por la plaza con gritos de “Viva la Patria”. Oré repartió una botija de aguardiente para celebrarlo a todos los que estaban formados en la plaza, en un vaso grande diciéndoles que ya eran de un cuerpo todos españoles como indios.
 
         Hasta aquí una primera etapa del levantamiento de los pueblos de Aymaraes, investigada por la doctora Nuria Sala i Vila, española, profesora en la universidad de Girona en Cataluña -España-, dedicada a la investigación de la historia de América.
 
         Mediante esta hacemos llegar nuestro agradecimiento de sacar a luz la historia desconocida de los apurimeños y en esta ocasión la jornada histórica de lucha de los pueblos aymarinos, contra el abuso del poder y su anhelada independencia.
 
         En la próxima publicaremos, la segunda etapa, el desenlace, de la JORNADA ÉPICA de los aymarinos.
 
         Los antecedentes del levantamiento se remontan desde la presencia del conquistador, pues el territorio de Apurímac era el escenario donde se definió la conquista del Cusco con ello de todo el Tahuantinsuyo. En Apurímac el conquistador soportó la férrea resistencia hasta la república: uno de las primeras, el levantamiento de los andahuaylinos contra los tributos españoles y seguidamente como la resistencia en Huaquirca a la aculturación española conocido como el milenarismo de MORO ÓNCCOY y muchas acciones que los historiadores no dan cuenta, como se sabe la gesta de Túpac Amaru con la abanquina Micaela Bastidas y participación activa de los hermanos Aychu aymarinos, la gesta épica de los hermanos Angulo conocido más como revolución de Pumacahua, donde participo todos los pueblos de Apurímac, con personajes heroicos como el cura de Chalhuanca el doctor Justo Ximenez, el cura del repartimiento de Huaquirca doctor Holgado y su hermano y el prócer de la independencia Justo Sahuaraura, cura de Pachaconas en eso entonces. En los aymarinos estaba fresco la lucha emprendida por los hermanos Angulo y decidieron proseguir con la esperanza de lograr su independencia, desterrar los tributos y las levas que soportaban su hijos para engrosar el ejército español, también la renuncia de los recaudadores como de Oropesa y Totora don Francisco Huachaca y don Dionisio Cahuana, y, posiblemente la de los alcaldes recaudadores de Chalhuanca, Chupinga, Pairaca y Mutca, don Manuel Alata, don Manuel Haycho, don Santiago Mallma y don Ermenegildo Ystara, llegó el momento del GRAN LEVANTAMIENTO AYMARINO EN SETIEMBRE DE 1818.
 
Fragmento: enviado por Wendel Casaverde Marín.
 
De: domingo suarez soria <domingo_suarez_s@hotmail.com>
fecha: 17 oct. 2019 10:53
asunto:        Boletín de FEDIRAL
enviado por: hotmail.com
firmado por: hotmail.com
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COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
22 de octubre de 2019

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