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LA APOLOGÍA DE LA CACHIPORRA
Por Gustavo Espinoza M.
Domingo 9 de julio 2023
Cuando
José Carlos Mariátegui aludió al líder fascista italiano Roberto
Farrinacci, señaló que éste hacia el elogio de la cachiporra. Se refirió
el Amauta a dos conceptos: al uso de la represión, consustancial al
régimen fascista; y a la manía de los opresores por glorificar las
herramientas de las que se valía para martirizar al pueblo.
En
las últimas semanas hemos visto el desmedido afán del gobierno por
rendir homenaje al aparato represivo del Estado, en particular a la
Policía. Busca mimetizarla con la Patria para sacralizar la fuerza.
Hace
algunos días las autoridades celebraron por todo lo alto el 40
aniversario de la DIRCOTE. Omitieron púdicamente ocuparse de la parte
negra de esta oscura institución surgida desde las entrañas mismas del
monstruo en uno de los periodos más siniestros de nuestra historia.
Quienes
tuvimos la oportunidad de conocer el manejo que se hizo de este
organismo del Estado, pudimos constatar procedimientos bárbaros e
iniquidades ruines de las que se valieron aquellos que las manejaron.
Las
privaciones ilegales de la libertad, el secuestro, la desaparición de
personas, la habilitación de centros clandestinos de reclusión, el uso
de la fuerza y la tortura institucionalizada; no fueron privativos del
comportamiento de la Fuerza Armada en los cuarteles. Fueron también uso
cotidiano de la DIRCOTE. Algunos, que bebieron en la Fuente de Letes,
para olvidar el pasado, lo niegan hoy. Pero no es verdad.
Particularmente
célebres se hicieron los “interrogatorios” a los que fueron sometidos
quienes cayeron en sus garras. La Comisión de la Verdad y los organismos
de DD.HH pueden dar fe de numerosos casos de personas brutalmente
sometidas a distintos apremios. “Confesiones” arrancadas por la fuerza,
declaraciones firmadas como último recurso por un preso exhausto,
acusaciones contra terceros para obtener la libertad, eran una rutina
puesta en boga por los “Delta” de la época.
Ese
accionar se suma a juicios clandestinos, sentencias anónimas, jueces
sin rostro y largas condenas; que perfilaban a quienes tenían en sus
manos la “administración de la justicia”.
Incontables
relatos de personas arrancadas de las garras de la represión de la
época, pueden ser mostradas públicamente para confirmar que esos “40
años” no fueron de gloria, sino de sangre. Hoy se ocultan como una
manera de sorprender al pueblo para amenazarlo ofertando el retorno de
esta metodología satánica.
También
se ha “puesto de moda” condecorar con vistosas medallas a quienes no
hacen sino cumplir con su deber. Es deber de la Policía capturar a los
delincuentes. Ahora premian a quienes lo hacen. ¿Premiarán a los
policías de Comas que recientemente irrumpieron en la fiesta de
cumpleaños de una niña de 7 años, en busca de un celular presuntamente
perdido?
En
la ocasión, los uniformados en “cumplimiento de su deber” desvistieron
al payaso, intervinieron al mago, rompieron la piñata, destruyeron las
“sorpresas” y asustaron a los niños, que quedaron atónitos espectando el
comportamiento de la policía.
En
esa misma línea, podrían premiar también a los que “hacen su 28”
poniendo papeletas a los transportistas en el mes de la Patria. O a los
que permiten que funcione a pocos metros del edificio de la DIRINCRI un
estudio de abogados que garantiza la libertad de los presos a cambio de
dinero. La “inteligencia policial”, tan ponderada por los generales
Baella y Arriola. Habría que añadirle un poco de “Inteligencia
Artificial” al asunto.
En
el fondo, es el miedo el que gatilla estas acciones. Presentan a la
estructura policial como súper poderosa para asustar a la gente. Les
aterra la idea de nuevas movilizaciones como las anunciadas en los
próximos días
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Por
eso, hablan hasta por los codos de la “eficiencia” de los aparatos
represivos del Estado. Y suman a ello la amenaza de 3500 “cámaras
inteligentes”, capaces de filmar todo a distancia, hasta el rostro de
las personas y sus gestos, el movimiento de sus cuerpos y sus actitudes.
Aspiran vanamente a una ilusión: a que la gente no se atreva a actuar
más allá de lo que “está permitido”. Aluden siempre a la gobernabilidad.
Pero
tienen un sesgo definido cuando se refieren a ella. La gobernabilidad
–dicen- es la que ellos encarnan; no la que la gente quiere. Pretender
usar la fuerza para doblegar a la ciudadanía, no es un método nuevo. En
los años de Mussolini, se usaba la cachiporra.
En
nuestro tiempo, y en nuestro escenario, se usan recursos varios. Desde
la amenaza de la fuerza, hasta la fuerza misma. Por eso se procesan ya
detenciones y amenazas. Y por eso también se insiste en la imperiosa
necesidad de asegurar que la protesta “sea pacífica”.
Como
en otros casos, lo será. Si la violencia ocurriera, ella tendrá un solo
origen: el régimen pretende acallar al pueblo. (fin)
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