CAPÍTULO
II
2.4
CONCLUSIONES PARCIALES
La
reflexión humanística y el tratamiento de la subjetividad representan una de
las vertientes más trascendentales de la meditación filosófica mariateguiana.
Esta problemática adquiere los contornos conceptuales básicos a través de tres
direcciones principales: La interconexión hombre-masa, la concepción del hombre
y el optimismo histórico. En la primera dirección queda corroborada la asunción
por el peruano de los fundamentos básicos de la concepción del marxismo clásico
en torno al nexo dialéctico entre individuo-masas populares en el devenir
histórico. En este sentido la meditación tributa, en última instancia, al
proceso de creación de los presupuestos metafísicos de una voluntad de acción
revolucionaria, orientada a la modificación radical de una realidad específica,
lo que condiciona en buena medida el discurso político-filosófico sobre este
asunto.
Asimismo,
cabe señalar que el reconocimiento explícito del papel protagónico de las
multitudes en el proceso histórico, en modo alguno desemboca en la acomodaticia
actitud teórica de diluir a la individualidad o personalidad humana en el
concepto de multitudes. En este sentido, Mariátegui se pronuncia por lo que
pudiera definirse como la “identidad existencial” de los dos polos que
interactúan en dicho proceso dialéctico. En la dimensión teórico-política de la
reflexión sobre el particular se aprecia la tendencia a privilegiar el papel de
los cuadros directores de la lucha de clases contra el capital (élites
revolucionarias) con respecto al papel de las grandes personalidades en el
contexto de modificación social. De esta manera, lo que aparecía en el plano
teórico-general como la acción recíproca hombre-multitudes alcanza su
determinación concreta en el plano teórico-político con la interconexión entre
las élites revolucionarias y las clases sociales que integraban el sujeto
histórico del cambio social en el Perú y en el resto del tejido social regional.
Por
otra parte, la concepción del hombre deviene importante zona de meditación
filosófica. En esta dirección queda constatado cómo Mariátegui, a pesar de no
haber tenido la oportunidad de conocer las reflexiones antropológicas tempranas
de Marx, fue capaz de potenciar una asunción critico-electiva en el manejo de
la obras de algunos exponentes del idealismo filosófico, que le permitió
arribar a una visión del papel activo de la subjetividad que sirve de eficaz
antídoto frente a la mentalidad reformista y evolucionista. Expresa, entre
tanto, una correspondencia esencial con el tratamiento que esta problemática
recibe en las primeras obras del filósofo de Tréveris.
De
igual manera, dicha concepción revela cómo la piedra angular del
distanciamiento que se produce entre Mariátegui y los representantes del
idealismo filosófico debe buscarse en el nexo que se establece entre la herejía
y el dogma. La tesis de que el nuevo mito era la revolución social adquiere la
determinación concreta en un proyecto específico de redención social, que bajo
la égida del dogma de los nuevos tiempos, el marxismo, se plantea la
modificación radical de la realidad peruana de los años veinte del pasado
siglo. Es así como los elementos afirmativos sobre el papel activo de la subjetividad
encontrados en Nietzsche, Bergson y Sorel reciben un nuevo sentido, una nueva
acepción. De esta forma, en la dimensión humanístico-práctica se produce una
ruptura a nivel de acepción, sentido e intencionalidad del discurso filosófico
con respecto a los exponentes de dicho idealismo. En esta dimensión va a
prevalecer el espectro de la teoría revolucionaria de Marx y Engels, así como
la concepción maximalista de los líderes de la Revolución rusa.
El
peruano no dejó a la posteridad una teoría de la condición humana; sin embargo,
fue capaz de desarrollar una meditación en torno al hombre en un plano teórico
metafísico indisolublemente vinculado a una dimensión humanístico-práctica, con
marcados elementos originales para un pensador marxista de su tiempo. Se
percató del costoso déficit de aquellas exégesis de la teoría marxista
transidas de economicismo y de evolucionismo vulgar que marginaban el examen
del lado activo del sujeto y el lugar de la individualidad en la vida social o,
en el mejor de los casos, desplegaban esta importante cuestión a un nivel de
significación terciario.
En
el itinerario de la reflexión hombre y emancipación aparecen indisolublemente
vinculados; es decir, desde la dimensión metafísica hasta el humanismo
práctico, la tónica del discurso debe verse en sus fines desalienadores y
libertarios. Dichos fines están concebidos desde una perspectiva integral, pues
incluyen la redención del hombre en los planos político, económico y cultural.
Esa manera de concebir la emancipación integral del hombre en el contexto de un
proyecto específico de transformación social, constituye una de las lecciones
fundamentales del humanismo mariateguiano.
El
optimismo histórico mariateguiano, por su parte, deviene postura
político-filosófica que fundamenta el proceso de decadencia de la civilización
capitalista agudizado con la contienda bélica, y a la vez advierte el
advenimiento de un período revolucionario, cuya expresión política inicial era
la revolución bolchevique y sus influencias en el espectro europeo de la
posguerra. Sin embargo, tal postura no se reduce al componente político, pues
comprende también el germen de un mundo nuevo que empezaba a gestarse en las
distintas manifestaciones de la conciencia intelectual de la época.
En
la crítica a las concepciones de Spengler y de Ortega y Gasset quedaban
esbozados los fundamentos conceptuales del optimismo histórico. La lectura que
ambos pensadores realizan de la crisis mundial adolece del manejo efectivo del
nexo dialéctico entre la noción de crisis, entendida como proceso de caducidad
y decadencia, y los gérmenes o fuerzas creadoras de un mundo nuevo. Esto
implicaba una inconsistencia epistemológica, pues estos pensadores, al poner el
énfasis de la reflexión en los elementos francamente decadentistas, obviaban
los fermentos de una nueva cultura que empezaban a desplegarse en las entrañas
mismas del viejo tejido social. Es precisamente en dicha inconsistencia
fundamentada por Mariátegui desde la perspectiva del optimismo histórico
devenido postura político-filosófica, donde radica la piedra angular de la
crítica superadora de tales concepciones de tono nihilista y pesimista.
Por
otro lado, la crítica estética deviene una de las zonas de la reflexión
humanística de mayor significación para una compresión de las coordenadas
identitarias del optimismo histórico. El peruano, con un apego total a las
especificidades de la creación artística establece un interesante intercambio
crítico con la obra y el autor, a partir del cuidadoso balance entre los
factores estéticos y extra-estéticos, para revelar en aquellos casos donde está
latente en sus más disímiles formas y rótulos la dicotomía arte decadente-arte
nuevo. La misma, por su parte, confirma la presencia en la conciencia artística
de la época de elementos filantrópicos que anuncian el advenimiento de un
porvenir diferente; por otra, afirma y enriquece la postura político-filosófica
de Mariátegui en torno a la crisis mundial y al futuro de la humanidad.
Finalmente,
queda constatada la visión del autor de que no bastaba con una interpretación
optimista sin más del contexto histórico-social, pues, como parte de ella,
debían estar delineados los efectos prácticos, lo que presupone plantearse el
problema de la emancipación desde la perspectiva de la acción clasista y la
revolución social. De esta forma, el optimismo histórico mariateguiano deviene
crítica conceptual de lo existente, de la que brotaba una proyección del futuro
que pasaba necesariamente por la puesta en tensión de los instrumentos
movilizadores de la transformación social (praxis revolucionaria) como una
condición indispensable para la real y efectiva crítica superadora del
presente.
Es
así como la conexión hombre-masa, la concepción del hombre y el optimismo histórico,
se convierten en las direcciones principales de la problemática humanística en
el contexto de la reflexión mariateguiana. A través de estas aristas quedan
precisados los contornos conceptuales básicos que rigen la lógica reflexiva del
discurso en sus distintas zonas y determinaciones práctico-políticas.
Libro,
págs. 158-162
Nota.-
Del
libro del marxista cubano Antonio Ambrosio Bermejo Santos, el Capítulo I tiene
79 págs., 39 págs. el Cap. II, 38 págs. el capítulo III, todos aparte de sus
“resúmenes”, y el Cap. IV tiene 98 págs., (tres ensayos autónomos, culminación
del análisis de la obra de JCM acerca de su crítica estética, Amauta y 7 Ensayos)
El
Cap. II trata de “EL HUMANISMO Y EL OPTIMISMO HISTÓRICO-PRÁCTICO DE JOSÉ CARLOS
MARIÁTEGUI” El marxista cubano trata ahí tres aspectos íntimamente
interligados: la concepción del hombre, el hombre en sus dimensiones metafísica
y práctica, optimismo histórico vs pesimismo.
Abre
su primer análisis señalando que “Uno de los méritos indiscutibles del marxismo
original radica en haber dado una solución coherente en los planos
teórico-general y práctico-político a la interconexión existente entre el
individuo y las masas populares” Así es; no sólo individuos, no sólo masas.
Desde los enciclopedistas se venía tratando este tema cardinal. Pero sólo fue
con el marxismo que se halló la solución. Por eso destaca hasta el presente el
trabajo de Jorge Plejanov El Papel del
Individuo en la Historia. Y Bermejo Santos trata esta relación en la obra
de JCM. Por eso concluye que “La reflexión humanística y el tratamiento de la
subjetividad representan una de las vertientes más trascendentes de la de la
meditación filosófica mariateguiana”
En
su segundo análisis comienza afirmando que “El tratamiento de la subjetividad
constituye uno de los momentos más trascendentales de la meditación filosófica”
de JCM. Y desde esta óptica analiza sus comentarios acerca de Nietzsche,
Bergson, Sorel, otros. Por eso concluye que la concepción del hombre “le
permitió arribar a una visión del papel activo de la subjetividad que sirve de
eficaz antídoto frente a la mentalidad reformista y evolucionista”
En
su tercer análisis parte de que “El optimismo histórico mariateguiano, por su
parte, deviene postura político-filosófica que fundamenta el proceso de
decadencia de la civilización capitalista agudizado con la contienda bélica, y
a la vez advierte el advenimiento de un período revolucionario, cuya expresión
política inicial era la Revolución bolchevique” Como toda crisis es una dificultad
pero a la vez una oportunidad, opone al pesimismo histórico el optimismo
histórico. Y Bermejo Santos concluye que “Es así como la conexión hombre-masa,
la concepción del hombre y el optimismo histórico, se convierten en las
direcciones principales de la problemática humanística” de JCM
Ragarro
16.12.13
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