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REFORMA TRIBUTARIA
Escribe: Milcíades Ruiz
En
los últimos días se ha venido hablando, sobre la pretensión de aplicar
el impuesto escalonado al patrimonio de los millonarios peruanos, que no
es mi caso ni el de ustedes. A primera vista, nos puede parecer
promisorio en vista de la situación crítica que atravesamos. Pero no
sabemos las verdaderas intenciones de los impulsores de esta iniciativa,
de sus alcances y procedimientos. Este impuesto, no es ninguna novedad
en los países capitalistas, pero...
Habría
que preguntar, ¿Cuál es el objetivo? ¿Qué resultados se buscan? No es
tan simple como muchos piensan. La intención del gobierno no es la misma
que la de los legisladores ni la que tenemos por nuestra cuenta. El
presidente habla de un impuesto “solidario” aplicable a los que más
tienen, pero como una colaboración de consciencia, mientras que los
legisladores nos hablan en otros términos y con distintas razones.
Lo
mismo pasó hace más de cincuenta años cuando se debatía sobre la
reforma agraria. Hasta los hacendados formularon su proyecto de reforma
agraria como lo hacen actualmente los super millonarios sobre el
impuesto a las fortunas. Cada cual tiene una visión sobre este tema. Es
que hay muchas formas de presentar, tergiversar, recortar, anular,
retardar un proyecto con leguleyadas y artimañas.
El
impuesto a los grandes patrimonios ha sido aplicado de diversa manera
en países europeos, asiáticos y americanos. Las realidades son
diferentes y los motivos también. El impuesto a los super millonarios en
un país desarrollado no tiene las mismas implicancias que, en un país
subdesarrollado y dependiente como el nuestro. Los resultados también
son diferentes.
Suecia
y Alemania fueron los primeros en aplicarlo, pero después lo
eliminaron. Estados Unidos lo aplicó, pero también lo eliminó. En
cambio, Argentina lo mantiene, pero vaya usted a ver los resultados a la
fecha. La India tiene uno de los PBI más alto del mundo y aplica este
impuesto, pero todos los años los campesinos pobres se suicidan
agobiados por su realidad. Ecuador también lo aplica, pero ya sabemos lo
que sufre. Igualmente, Colombia, Brasil, Uruguay, etc.
En
ninguno de los lugares donde se aplica este impuesto, se han resuelto
los problemas que lo motivaron. No ha impedido la concentración de la
riqueza en pocas manos, ni la pobreza, ni el sufrimiento social. La
desigualdad social es creciente en todo el mundo y la pobreza es parte
del paisaje andino. Tampoco ha cambiado la condición de país oprimido
entre nuestros vecinos. Es que la desigualdad es la razón de ser del
capitalismo.
Esta
observación no significa estar en contra de la aplicación del impuesto a
los grandes patrimonios. En buena hora que se aplique con la mayor
rigurosidad. El asunto es que no nos salga el tiro por la culata, como
le pasó a la izquierda que apoyó a Vizcarra en la disolución del
Congreso perdiendo soga y cabra. Lo que se quita a los ricos debería ser
una compensación destinada a los pobres exclusivamente. No para el
despilfarro ni para subsidiar a los aspirantes a millonarios.
Actualmente,
el gobierno nos ha endeudado con 3,000 millones de dólares, vendiendo
bonos estatales a plazo crediticio, para afrontar la pandemia. Ese
dinero ya se está gastando en compras de todo tipo, subsidios a empresas
y bonos de socorro. No todos los necesitados reciben estos bonos, pero
sí, todos tendremos que pagar esa deuda pagando el IGV. Pagaremos los
sobreprecios de corrupción en mascarillas, equipos, medicinas y demás
implementos, adquiridos con ese dinero. ¿Y se resolvió el problema?
Lo
paradójico es que los beneficiarios directos de esta operación
crediticia no son los pobres ni los viejos que pierden la vida por
discriminación médica ante la falta de equipos respiradores, sino son
los ricos que compraron los bonos estatales. Ellos siempre ganan. Los
pobres siempre pierden. Entonces, lo más probable es que, el impuesto a
los ricos, lo terminen pagando los pobres.
Los
ricos no se hacen paltas con este tipo de impuestos. Lo cargan a los
costos y asunto arreglado. A Dionicio Romero, uno de los millonarios que
heredó las tierras de su padre terrateniente español en Piura, la
reforma agraria le quitó esa propiedad y no se hizo problema. Los
campesinos como nuevos dueños siguieron cultivando algodón, pero a la
cosecha, el que les compraba y ponía el precio era precisamente
Dionicio, que tenía la hilandería y desmotadora. Compensó y ganó.
Tampoco
se hizo problema con la nacionalización de la banca anunciado entre
aplausos parlamentarios, por Alan García. Hasta repartió certificados
entre los empleados. Pero compensó, recuperó el banco y ganó mucho más,
diversificando inversiones con el dinero de los ahorristas del BCP. Si
se piensa que el impuesto a los ricos los va afectar, corremos el riesgo
de quedar en ridículo. Los 3,65 millones de dólares que el grupo romero
otorgó para financiar la campaña electoral de la señora Fujimori, no lo
afectó. ¿Votaran a favor los fujimoristas?
Así,
el multimillonario Carlos Rodríguez Pastor, podrá trasladar el impuesto
patrimonial a Interbank, Plaza Vea, Vivanda y sobra espacio en la larga
cadena de negocios que maneja. Entonces dirá: ¡No hay problema!
Incluso, aunque le cerremos el paso, hay mucho margen oculto entre el
laberinto tributario, financiero, falsas deudas y otros refugios
contables. Más aún, para eso existen los paraísos fiscales donde los
patrimonios desaparecen.
De
modo que, “hay mucho pan que rebanar” en este asunto. Pero no quisiera
que me tomen como un sujeto negativo al dar una apreciación distinta.
Siempre es bueno cuidarse a las malas interpretaciones. Pero el solo
hecho de hablar de “impuesto a los ricos” genera resquemores infundados.
Muchos piensan que lo hacemos solamente por odio a los ricos, lo cual
es una irracionalidad. No debe verse como una persecución a los ricos,
ni como castigo a los aspirantes.
La
reforma agraria no se hizo por odio a los hacendados, aunque muchos de
ellos eran odiosos. Proceder por venganza, envidia o cualquier
sentimiento emotivo es detestable. La reforma agraria frustrada, era
parte de un proceso integral de transformación destinado a cambiar las
estructuras de la vieja sociedad por una nueva república, en lo
económico, social, político y cultural. No fue por politiquería ni
populismo.
Menciono
esto porque si bien la idea puede ser muy buena para los que buscamos
justicia, sucede que, no siempre las buenas ideas terminan bien. Los
católicos suelen decir que “El camino al infierno está empedrado de
buenas intenciones” y es que la buena fe no basta. Proponer medidas
aisladas como el impuesto a los multimillonarios quizá no tenga la
trascendencia esperada, por haber sido presentada desconectada de una
concepción ideológica sustentable que garantice sus beneficios.
En
el contexto globalizado, los países pobres como el nuestro, necesitan
fortalecer los capitales nacionales. La magnitud de su industria, de su
empleo, en suma, de su desarrollo, dependen de este fortalecimiento. Eso
es lo que debemos promover, pero en una economía endógena,
preferentemente solidaria. Entonces, cuando planteamos el impuesto a
nuestros multimillonarios debemos mantener esta estrategia de
desarrollo.
Pensando
en ello, ¿Por qué aplicar esta carga solo a los nuestros y no a los
extranjeros que compiten con los capitales nacionales? Los capitales
extranjeros de las cadenas de supermercados en nuestro país, envían
ingentes remesas patrimoniales a sus respectivos países. Lo mismo sucede
con las transnacionales de la minería, construcción, transportes,
pesca, agricultura, etc. La prostitución de nuestro país, otorga muchos
beneficios tributarios a la inversión extranjera. ¿No los estaremos
favoreciendo más, con este impuesto?
Vemos
pues que, plantear una medida aislada es una forma de gobernar sin
criterio de desarrollo. Por eso, considero que sería mejor plantear
dicho impuesto dentro de una concepción estratégica de desarrollo
equitativo. Ahora que se habla de cambios post pandemia, es oportuno
proponer la reestructuración del sistema tributario. Que no se vea como
una medida únicamente contra los ricos, sino como una reforma que lo
incluye en un nuevo régimen, libre de vicios, fraudes y privilegios.
Dentro
de las tantas injusticias que existen en nuestro país, está la
injusticia tributaria. A un pequeño negocio de bajos ingresos se le
clausura por la mínima falta. Eso no sucede con las grandes empresas de
la minería, industria, comercio, exportación, medios de prensa, cadenas
farmacéuticas y demás, a pesar de que sus faltas son graves en
detrimento de vidas humanas.
Se
trata entonces de proponer una restructuración tributaria con justicia
social. Todos estamos obligados a contribuir con nuestros impuestos al
desarrollo con equidad. Pero, la primera condición de justicia es que lo
hagamos según la capacidad de pago de cada persona, natural o jurídica.
Sin privilegios, sin abusos, sin malas prácticas tributarias. La justicia tributaria debería compensar desigualdades y reducirlas.
El
actual sistema tributario es arbitrario e ineficaz. Se han inventado
miles de formas de evasión y fraude tributario. Los contadores son
cómplices de las malas prácticas tributarias y de la corrupción, pero no
hay penalidad para esto. La devolución de impuestos a multinacionales
es escandalosa como son las devoluciones a la exportación. Una filial
extranjera suele pagar tasas de interés excesivas por préstamos,
ficticios, a su casa matriz u otra filial, etc. En fin, hay mucho por
corregir.
Sería
largo mencionar la inmensidad de malas prácticas tributarias de
empresas nacionales y extranjeras. Pero lo mencionado, nos da la idea de
la necesidad de esta reforma y tributaria, que va más allá del impuesto
a los ricachones. Pero más importante que la recaudación es la
fiscalización. De lo contrario todo será un engaño. Ustedes que dicen.
¿Y cuál será la alternativa de las cúpulas políticas? O, es que no la
tienen.
Mayo 23, 2020
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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