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En homenaje al 1° de Mayo
LOS TRABAJADORES Y NUESTRO TIEMPO
Editorial de la revista MARKA
La historia nos enseña que el Día Internacional de los Trabajadores está estrechamente vinculado a un episodio esencial: La Masacre de Chicago, ocurrida en los Estados Unidos de Norteamérica en 1886, cuando la policía en entonces disparó alevosamente contra una Manifestación obrera en demanda de la Jornada de las 8 horas.
La violencia que generó la escena, y una burda provocación urdida para justificar la barbarie; derivó en hechos que forjaron un legado para todas las generaciones de trabajadores en el mundo. La suerte de los Mártires de Chicago, la valentía que mostraran y la entereza con la que enfrentaran su destino; sigue siendo evocada como un hito imborrable del proceso social y de su rumbo.
Pero con toda su grandeza y su valor, este hecho tiene apenas la importancia de una efemérides gloriosa. Más allá de ella, el 1 de Mayo –dijo José Carlos Mariátegui- “ha ido adquiriendo en el proceso de la lucha por el socialismo, un sentido cada vez más profundo y preciso”. En nuestro tiempo –también lo dijo el Amauta- “El 1° de Mayo afirma todos los años la solidaridad internacional de los trabajadores. La fecha internacional, universal por excelencia. En su celebración, coinciden las avanzadas de proletarios de los cinco continentes”.
Por eso se puede asegurar que en todos los confines del planeta; éste es un día de Acción, de Unidad, de lucha y de reafirmación de los Principios esenciales del proletariado.
Es innegable que el desarrollo de la humanidad, unido a los avances científico-técnicos registrados en nuestro tiempo, han tenido incidencia notable en el proceso económico y social de nuestro tiempo. No sólo han modernizado la producción y el trabajo, sino que también han modificado la estructura misma de las clases, y diseñado un nuevo escenario en el que se refleja hoy la lucha entre ellas.
Estos cambios, ha desorientado a algunos. Han habido, en efecto quienes han perdido de vista a la Clase Obrera, y la ha juzgado incluso “desaparecida”. Con tal esquema mental, han borrado de su imaginario la existencia de las clases y hasta han negado la misma lucha de clases. Con ese espíritu, han hablado entonces de un “Sindicalismo de nuevo tipo”; no de confrontación, sino de proposición; no de lucha, sino de dialogo; no de protesta, sino de propuesta.
En otras palabras, han teorizado acerca de la importancia de un sindicalismo domesticado, dispuesto a concertar, y no a combatir. En el fondo, han alentado sumisamente la colaboración de clases, y no la lucha entre ellas: olvidando así hasta el legado que conmemoramos y que confirmó la idea que todas las conquistas obreras fueron el resultado de la lucha, y no de la concertación social. Costaron sangre y vidas a los trabajadores, y no fueron el resultado de la obsequiosa generosidad del Gran Capital.
Es bueno recordar sin embargo que ni la existencia de las clases, ni la lucha entre ellas, es una esencia inherente al socialismo, o al sindicalismo. Se registran en la historia desde la aparición misma de la propiedad privada sobre los medios de producción; y la lucha de clases constituye el motor de la historia. Así lo ha testimoniado el desarrollo mismo de la humanidad.
Lo que ocurre es que el desarrollo de la sociedad capitalista –y esto lo avizoró 1848 Carlos Marx- ha derivado en una suerte de mundialización de la economía y de las relaciones entre los Estados. Este proceso –que se conoce hoy con el nombre de “globalización”-, ha internacionalizado la vida de los países y de los pueblos, ha saltado fronteras y hasta ha borrado diferencias que se consideraban caso intangibles.
Las grandes corporaciones, que ya no puede lanzarse aviesamente a la conquista de los mercados como ocurría en el colonialismo; han exportado sus manufacturas y las han concentrado en los países en vías de desarrollo, porque han encontrado allí mano de obra barata. Eso les permite gastar menos en los procesos de elaboración de la mercancía, sin abaratar por cierto los precios en los mercados.
Esta política, sin embargo, no ha mejorado la vida de los pueblos en los países en vías de desarrollo, pero si ha deprimido las condiciones materiales y de subsistencia en las grandes metrópolis capitalistas. Así, es público que hoy en los Estados Unidos, hay más de 60 millones de pobres, al tiempo que se ha incrementado aceleradamente el número de indigentes. Es conocido el hecho que incluso en las grandes ciudades, hay millares de personas que viven literalmente en la vía pública, en vehículos abandonados o en carpas de campaña La crisis, afecta en particular, a las llamadas “clases medias”, que pierde aceleradamente su capacidad adquisitiva.
Los indicadores oficiales registran que en 1970 las rentas de “las clases medias” en ese país alcanzaban el 61% de la totalidad de la Renta Nacional; en tanto que hoy este no llega ni al 43%. En contrapartida, la Renta de las “clases altas”, ha subido del 29, al 49% en el mismo periodo. No obstante arguyendo la crisis, las Corporaciones redujeron sus planillas lanzando a la desocupación a decenas de miles de trabajadores y disminuyeron drásticamente los programas de ayuda social.
Por lo demás, congelaron los salarios de millones de personas a tiempo que “sinceraron” los precios de los productos incrementando arbitrariamente el costo de vida en las grandes metrópolis. Pero eso, no ocurre sólo en los Estados Unidos. Sucede en el mundo entero, y también en países como el nuestro, en el que el índice de pobreza, que se situaba hace veinte años en 27%, ha subido hoy al 37%. Los ricos son cada vez menos, pero se hacen más ricos; en tanto que los pobres, que son cada vez más, se hacen también más pobres.
En otras palaras, la globalización está Proletarizando crecientemente a millones de personas en todos los países al tiempo que crecen y se profundizan los abismos sociales. El acelerado proceso de concentración del capital, ha generado una realidad: Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres son cada vez más pobres Y esto se expresa al interior de las ciudades. En Lima, por ejemplo, hay tres millones de personas que viven sin agua, luz ni elementales servicios sanitarios; pero se ha incrementado también aceleradamente el número de pobres.
La reciente Pandemia puso al desnudo todas las debilidades del “modelo” Neo Liberal impuesto por la Clase Dominante. Y mostró cómo millones de peruanos viven virtualmente desprotegidos y desamparados en Lima y en el interior del país. Por eso la ciudadanía ha perdido la confianza en los políticos de la burguesía y en sus expresiones partidistas y se ha lanzado a una lucha sin cuartel contra el irrito gobierno de Dina Boluarte, expresión de una conjura tramada a espaldas del país y de su pueblo.
Hoy el Proletariado, entonces, no está formado tan sólo por los obreros fabriles. Este segmento -por su organización, disciplina e historia- sigue siendo la columna vertebral de los trabajadores; pero la Clase Explotada ha crecido rápidamente. Hoy forman parte de ella todos aquellos que no son propietarios de los medios de producción, ni viven a costa de la opresión capitalista; que tienen apenas un puesto de trabajo y un sueldo –o salario- del cual dependen ellos y sus familias.
Hoy, cuando virtualmente ha desaparecido la mal llamada “clase media”, cuando se ha polarizado la sociedad y se han incrementado los niveles de la explotación capitalista; forman parte del Proletariado todos estos segmentos de la sociedad, que deben adquirir conciencia de clase, y luchar por sus derechos. La matriz sindical debe abarcarlos a todos, pero al mismo tiempo, privilegiar su preocupación por el Proletariado Fabril, que sigue siendo la columna vertebral de la clase obrera.
Esto exige un proceso de creación y desarrollo de la Conciencia de Clase. Ella, no habrá de caer del cielo, ni se podrá adquirir como si fuera un producto comercial. Se forjará en la lucha, y a través de un proceso. Este, se iniciará con una aceptación de pertenencia a una clase. Luego se afirmará con una Noción de clase, evolucionará hacia un Sentimiento de clase y se elevará al nivel de Conciencia, indispensable para la asunción de tareas.
Todo esto, sin embargo, exige de la organización sindical, una línea clara y coherente. Ella pasa por la Defensa Consecuente de los Intereses de los Trabajadores, la Unidad Sindical, la Democracia Interna, la Independencia Política de Clase, y la Solidaridad como práctica concreta. Esos, que son los Principios del Sindicalismo de Clase, deben perfilar el accionar de los trabajadores. La Vanguardia Obrera está en el deber de implementarlos (fin)
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