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Nuestra América Nativa
EL NUEVO TOPO Y LAS APORÍAS DEL ANTI-TOPO 1
La acepción de la imagen metafórica de la cual se desprende el
título del libro El nuevo topo, los caminos de la izquierda
latinoamericana (2009), del brasileño Emir Sader, es alegórica no sólo
al factor “sorpresa” que pueda generar en la esfera política
el asomo de lo inadvertido, sino la sugestiva novedad del topo frente a
sus versiones pasadas. Recuerda Sader que la imagen del topo ya había
sido acogida por Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte para referir
al fenómeno político que irrumpe insospechadamente,
atributo propio de aquel animal con problemas de visión, que discurre
subterráneamente haciendo imprevisible su existencia, por lo cual,
cuando erupciona de la tierra genera sorpresa y ruptura de la realidad,
conminando a interpretaciones que puedan reorganizar
lo acaecido, y para ello, reunificar las piezas que han saltado por los
aires.
Cuando alude a la sorpresiva incursión del topo, no sugiere el
autor una desligazón con hechos desplegados anteriormente, por el
contrario, la insurrección del topo es situada y trae consigo su
antípoda o contradicción en forma de caos. Por tanto, en
todo modo de tiempo y lugar, estamos caminando sobre los socavones que
va recabando el topo sin que percibamos su andar revolucionario, como
ocurre con lo que está por brotar, entonces es lo emergente, relámpago
que alumbra y rompe la oscuridad, lo contingente,
la contradicción, lo por venir. Como lo emancipatorio en la opresión, o
su contrario, la amenaza del sometimiento que puede asomar en todo
estadio de libertad.
En la práctica política, Sader evoca una ocasión notable, no la
única, en la que el topo ha insurgido. Menciona el análisis dialéctico
realizado por Lenin a las contradicciones del sistema imperialista ruso a
comienzos del siglo XX, identificando así
el “eslabón más débil de la cadena imperialista”, lugar donde se ubican
las condiciones para la ruptura de las estructuras de poder. Lenin
apela a Marx que avizora el movimiento real, donde “el socialismo sería
construido como la superación de las contradicciones
generadas por el desarrollo desigual y condiciones objetivas y
subjetivas en el centro del capitalismo. Lenin lo expresó afirmando que
era fácil tomar el poder en la periferia pero mucho más difícil
construir el socialismo”(37). Aquí el autor plasma la manera
en que irrumpe el topo con vestimenta rusa, luego en el texto muestra
la aparición del topo con acento chino, en seguida vietnamita, para
finalmente reseñar el asomo en la isla cubana. Y reitera, sale el topo
repentinamente de la penumbra en busca de luz y
aire, allí “donde era más fácil romper la cadena de dominación imperial
(...), pero donde a su vez era más difícil construir el socialismo –por
el atraso en el desarrollo de las fuerzas productivas–” (37).
Para
acercarse al tema que lo atañe, el autor inaugura su reflexión
mencionando el inicio del siglo XIX, con la aparición del topo en las
revoluciones de independencia entre 1810-1822
en América Latina, que expulsaron, dice Sader, a los colonizadores, a
la vez que fundaron Estados nacionales y abolieron la esclavitud. Ya en
el siglo XX, el topo hace erupción en la Revolución Mexicana (1910) y en
el movimiento por la reforma universitaria
en Córdoba (1918), con sus sendos líderes populares. Y a comienzos del
siglo XXI, se manifiesta el topo en plena reunión de la Cúpula de las
Américas (2000) cuando levanta solitariamente la mano para votar en
contra del ALCA de los EEUU. Ese voto es el de
Chaves, electo en 1998, y que vaticinaría la asunción de Lula (2003),
de Néstor Kirchner (2003), de Evo Morales (2006), de Daniel Ortega
(2007), Rafael Correa (2007) y Fernando Lugo (2008).
Los ciclos latinoamericanos del topo
Aclara Sader que si bien la aparición del topo tiene un halo de
“sorpresa”, no significa que deje de lado los movimientos reales y
particulares de cada contexto; de lo contrario, ocultaría el carácter
popular, y como ya se mencionó, la unificación de
las fuerzas de independencia, su ideología anticolonial, que tienen de
común la abolición de la esclavitud, la fundación de repúblicas y la
etapa incipiente de los Estados nacionales (39). Así el autor libera a
las interpretaciones de la historia del enfoque
idealista, a cambio, da lugar a la lucha de clases como paridora de la
historia.
Atento al recuento del insurgir del topo en América Latina, Emir
Sader observa la formación en alto relieve que deja la aparición del
topo en Cuba, al considerar que esta es “una nueva “revolución contra el
capital”, una nueva y brusca irrupción del
viejo topo, que confirmaba que la revolución sólo es posible si viola
las leyes estratégicas hasta entonces como obligatorias –hasta que dejan
de serlo por la lógica concreta de la realidad concreta–”(41). Agrega
que “lo más sorprendente fue la rápida dinámica
que asumió la revolución victoriosa, que en pocos años transitó de la
fase democrática a la fase antimperialista y anticapitalista, acelerada
por la dupla revolución-contrarrevolución que afecta a todo proceso
realmente revolucionario”(42). No sé si estén
de acuerdo los lectores, pero en el anterior entrecomillado se genera
una reflexión que gravita en torno a una lógica topo-cronológica de:
revolución, posrevolución, o de implantación de democracia (no sabemos
de qué tipo) y luego adviene el antiimperialismo
y anticapitalismo.
Para su análisis, el autor no olvida los mecanismos tradicionales
de la Guerra Fría, desplegados como estrategia de contención para la
acción comunista en América Latina, que lograron controlar todo
movimiento antidictatorial. Así, paradójicamente, “[l]a
ausencia del factor sorpresa influyó para que no ocurrieran otras
victorias en América Latina durante las dos décadas siguientes, aun
cuando proliferaron los movimientos guerrilleros”(43), en medio del
esquema complementario de la Doctrina de Seguridad Nacional.
El autor sugiere que el topo quedó encallado en las costas cubanas,
quizás por no haberse propiciado simultáneamente las insurrecciones en
otras latitudes latinoamericanas, a falta de condiciones objetivas y
subjetivas, y de estrategias revolucionarias sincrónicas.
Luego el topo asomará su cabeza en Chile, como parte del
“laboratorio de experiencias políticas” (Engels), siendo el gobierno de
Allende la única experiencia de transición institucional al socialismo
en el mundo, luego malograda por la bota militar y
la astucia de la crueldad. Años después, arribaría el topo sandinista.
No todo fue victoria para la izquierda, en los flujos y reflujos
propios de la historia, el autor anuda los reveses ideológicos al
interior de la izquierda, en donde “la socialdemocracia, escudada en la
reactualización de la teoría del totalitarismo
–que identificaba nacismo con estalinismo– reafirmó su elección
atlantista con la alianza subordinada a los EEUU. La unidad de la
izquierda se debilitaba y Europa occidental se distanciaba de América
Latina y de toda la periferia capitalista”(47), se anidó
entonces el neoliberalismo en la burocracia suramericana, en algunos
casos, defendiendo este modelo como respuesta a la hiperinflación. Tales
derrotas políticas e ideológicas de la izquierda, por cuenta de los
maridajes entre partidos del campo progresista
con el neoliberalismo, generó que “el campo de la resistencia se
[viera] restringido casi exclusivamente a los movimientos sociales”(48).
No obstante, al fragor del neoliberalismo aparece larvada la
resistencia en el movimiento piquetero y de recuperación de fábricas en
Argentina, los zapatistas en Méjico, los Sin Tierra en Brasil, los
movimientos indígenas en Bolivia y en Ecuador, y en
los sindicatos. En el despunte de los 90 se dan las condiciones para
transitar de la fase de resistencia a la fase de construcción de
alternativas. La tesis de Emir Sader para el proceso instituyente de la
alternativa para superar el neoliberalismo, es que
todos los proyectos alternativos sin distingo, deberán tomar en cuenta
que sus primeras formulaciones de transformación estarán “supeditadas a
las políticas estatales”(52), ya sea que tengan como frente de lucha la
garantía y la extensión de derechos, la reglamentación
del capital financiero o por la construcción de alianzas alternativas a
la Organización Mundial del Comercio o al FMI, pues quienes rehúsan a
asumirlo “permanecen en la fase de resistencia y se muestran incapaces
de enfocar las opciones que, en la práctica,
dieron comienzo a la construcción del otro mundo posible”(52).
Los ciclos de lucha
En este acápite, Emir Sader segmenta los distintos ciclos de
lucha desplegados en las últimas cinco décadas, tomando como punto axial
la victoria de la Revolución Cubana, y valorando cada periodo, así:
1. 1959-1967 (período ascendente): victoria de la Revolución Cubana, extensión de las
guerrillas rurales a Venezuela,
Guatemala,
Perú, que se sumaron a las de Colombia y Nicaragua, más movilizaciones
en varios países. Período interrumpido por la muerte del Che (1967).
2. 1967-1973
(período mixto: ascenso y descenso): ascenso de nuevos movimientos
guerrilleros
urbanos en Uruguay, Argentina y Brasil. Triunfo de Salvador Allende
(1970-1973). Inicio de los gobiernos nacionalistas de Velasco Alvarado
en Perú (1968), Omar Torrijos en Panamá (1968) y Juan José Torres en
Bolivia (1971). Golpes y dictaduras militares en
Bolivia, Chile, Uruguay y Argentina, más la ya establecida en Brasil.
Termina con la muerte de Allende.
3. 1973-1979 (período de reflujo): consolidación de las dictaduras militares. Implantación
del modelo neoliberal, por parte de la dictadura de Pinochet.
4. 1979-1990
(período de recuperación y avance): victoria sandinista en Nicaragua
(1979),
elección de Fidel Castro para presidir el Movimiento de los países No
Alineados (1979), expansión de las guerrillas en El Salvador y
Guatemala. Continúan las dictaduras en el Cono Sur.
5. 1990-1998 (período de reflujo y regresión): derrota sandinista (1990), comienzo del
“Periodo especial” en Cuba (1989), expansión del neoliberalismo en el continente. (52-53)
Al final, el autor presenta un balance cuantitativo: “los tres
ciclos ascendentes suman veintinueve años –incluyendo las victorias
revolucionarias en Cuba y Nicaragua, y los gobiernos de Hugo Chávez, Evo
Morales y Rafael Correa–, mientras que los ciclos
de reflujo suman catorce años –incluyendo la muerte del Che, el golpe
en Chile y la derrota sandinista–”(55). No se presenta en este capítulo
ningún análisis cualitativo de la naturaleza, identidad o carácter de
las distintas izquierdas en lo referido a lo
ideológico, económico y político.
Los ciclos neoliberales [del anti-Topo]
Avanzaba en el continente la mancha contaminada del
neoliberalismo a la sazón de promesas que luego incumpliría, como “la
desregulación, cuyo resorte propulsor era destrabar todos los obstáculos
para la libre circulación del capital”, que, “llevó (...)
a canalizar abultadamente recursos no para el sector productivo, sino
para el financiero”, lo que “ocasionó no sólo un intenso proceso de
concentración del ingreso, exclusión de derechos formales de los
trabajadores y desempleo, sino también un proceso de
desindustrialización de las economías del continente”(57), empujando
así al empobrecimiento de las capas medias.
Sader, como otros teóricos, afirma que la conquista más
importante del neoliberalismo no ocurrió en el plano económico, en cuyo
marco aguardaba sus mayores promesas, sino en los planos social e
ideológico, generando “fragmentación social”, que “dificulta
al máximo la organización de las luchas de resistencia contra el
neoliberalismo”(58). Así las cosas, lo que sobreviene a la derrota del
campo socialista, fue “un proyecto ideológico que sustituyó el Estado
por la empresa y el mercado, el ciudadano por el consumidor,
la regulación económica por el libre comercio, los espacios públicos
por los shopping centers, el trabajador por el individuo, la ideología
por el marketing, la palabra por la imagen, la escritura por los medios
visuales y el libro por el video, las concentraciones
callejeras por las campañas políticas televisivas, los derechos por la
competencia, la novela escrita por la telenovela, los periódicos por el
informativo de televisión”(58), todo un giro axiológico afirmativo.
Entonces, por oposición, tenemos la negación
o descalificación de “valores, fenómenos, espacios, partidos, política,
soluciones colectivas, planificación estatal, derechos, teoría,
ideología, razón, conciencia social, desalienación, organizaciones y
movimientos sociales, esfera pública y esfera estatal”(58).
Tal es la visión de mundo o valores ideológicos neoliberales, que
sumados a las campañas del pensamiento único y del Consenso de
Washington, configuraron un “campo intelectual dominante absolutamente
precapitalista en su era neoliberal”(59).
Para el siguiente subcapítulo, Sader no se satisface con este
prefijo (pre) al capitalismo, sino que barruntará otro que será el de
post-capitalista, sugerente anteposición por la carga ideológica que
lastra. Resuelve afirmar nuestro autor que la propulsión
ideológica del neoliberalismo subyace a la unión entre lo que él
denomina como precapitalismo y la fragmentación social, responsables del
mantenimiento de este modelo hegemónico, aun cuando su agotamiento
económico es incurable y sus fatuos gobernantes hayan
sido derrotados.
El posneoliberalismo en América Latina [o aporías del anti-topo]
A su abigarrada presentación, como pos-neo-liberal-ismo, le suma
poliédricos antecedentes y consecuencias
mideológico-político-económicas. La combinación entre el mundo unipolar y
el modelo neoliberal “provocó un inmenso retroceso histórico y
modificaciones
fuertemente regresivas en la correlación de fuerzas (...). Durante el
periodo bipolar, los dos bandos se disputaron la interpretación de la
historia contemporánea”(59): en plena Guerra Fría, la historia se
desplegaba a partir de la confrontación entre el socialismo
y el capitalismo (según el campo o interpretación socialista), o entre
democracia y totalitarismo, en su versión comunista (según el campo
capitalista). Lo cierto fue que, como lo afirma Sader, con el
advenimiento del triunfo del campo capitalista, se impuso
su interpretación, expresada por Francis Fukuyama en su versión
restrictiva del horizonte contemporáneo, pues caprichosamente impusieron
la democracia liberal (a nivel planetario identificada como la
Democracia) y la economía capitalista de mercado (identificada
como la Economía), conquistando ideológicamente, de este modo, otros
niveles, en la medida en que “[é]se es el plano donde se revela la
fuerza principal de la hegemonía de los Estados Unidos: la del “modo de
vida norteamericano”, que influye ampliamente hasta
en las capas más pobres de la población mundial”(60).
Ahora bien, para Emir Sader, debido a la recesión económica y
porque política y militarmente EEUU es incapaz de desarrollar dos
guerras al mismo tiempo, se inhibe la posibilidad de consolidarse como
la única potencia. Sin embargo, y en conjunto con los
factores ideológicos que se han señalado, el autor advierte que “las
interpretaciones que afirman que puede haber dominación sin hegemonía
son inadmisibles”(61), sin negar que la influencia ideológica de EEUU es
un caso-tipo de hegemonía en el sentido gramsciano,
reflejado en “la capacidad de convicción, de persuasión, de
fascinación, de adopción de los valores del modo de vida
norteamericana”(61).
Por consiguiente, Emir Sader no visualiza que EEUU pueda dejar
vacío el lugar que ocupa su hegemonía, no porque sea inamovible, sino
porque no hay en ciernes hegemonías potenciales para habitar ese lugar,
tampoco entrevé alternativas efectivas al modelo
neoliberal. Eso sí, se aventura a postular la triada que articula el
poder actual mundial, tomando como base los tres grandes monopolios: las
armas, el dinero y la palabras: 1) el de las armas, en tanto refleja la
militarización de los conflictos; 2) el dinero,
bajo la política neoliberal de mercantilizar todas las relaciones
sociales y los recursos naturales, produciendo un mundo en el que todo
tiene un precio, todo se vende y compra; 3) la palabra, por medio del
monopolio de los medios de comunicación privados,
que son los que confeccionan la opinión pública (62-63).
Pese a ello, presenta la fisura por donde se puede filtrar lo
emancipatorio o el terreno de resistencia de América Latina. Según Emir
Sader, en nuestro continente se han configurado espacios de “autonomía
relativa”, en relación con la economía y política
de EEUU, y es esto lo que lo inspira a considerar que he ahí el eslabón
más frágil de la cadena neoliberal en los albores del siglo XXI.
Bibliografía:
Sader, Emir. El nuevo topo, los caminos de la izquierda latinoamericana. Argentina, Siglo XXI editores, 2009.
1 Resumen del primer capítulo “El nuevo topo”, presentado por Fernando Solano
de El nuevo topo, los caminos de la izquierda latinoamericana (2009)
de: Ivan Posada Pedraza <iposada47@hotmail.com>
fecha: 20 ago. 2019 14:42
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
28 de agosto de 2019
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