VÍCTOR ÁLVAREZ R. | 29/09/2013 07:00:00 a.m.
"No nos llamemos a engaño: la formación socio-económica que todavía
prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista". En este
llamado del Comandante Chávez que aparece en la presentación del Plan de
la Patria se sintetiza uno de los retos más importantes que tiene por
delante la Revolución Bolivariana: la construcción de un nuevo modelo
productivo que, en armonía con la naturaleza, propicie el desarrollo
humano integral
"No nos llamemos a engaño: la formación socio-económica que todavía
prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista". En este
llamado del Comandante Chávez que aparece en la presentación del Plan de
la Patria se sintetiza uno de los retos más importantes que tiene por
delante la Revolución Bolivariana: la construcción de un nuevo modelo
productivo que, en armonía con la naturaleza, propicie el desarrollo
humano integral.
El extractivismo-rentista es un modelo de acumulación basado en la obtención de una creciente renta por la explotación de recursos naturales. Lleva a la dependencia de los países ricos en materias primas pero pobres en tecnología, los cuales se limitan a vender en el mercado internacional tales recursos, en lugar de transformarlos industrialmente. Se trata de un modelo que anula otras opciones de recursos -tales como el turismo, las fuentes alternas de energía o la agroecología-, debido a los daños ambientales y sociales que ocasiona la actividad extractiva.
Presionados por la urgencia de resolver los problemas sociales y de escasez, la cultura extractivista-rentista mantiene la inercia de exportar el mayor volumen de recursos naturales al mejor precio posible. Importamos porque no producimos y no producimos porque importamos. El anclaje cambiario y las exoneraciones arancelarias estimulan toda suerte de importaciones que inhiben y desplazan la producción nacional. Este círculo vicioso se empeora justamente cuando aumentan los precios del petróleo, toda vez que el mayor ingreso en divisas fortalece la capacidad de importación, postergando la diversificación del aparato productivo.
La crisis estalla cuando los precios del petróleo se desploman, cae el ingreso en divisas y la producción nacional resulta insuficiente para atender un nivel de consumo que se ha expandido debido a la inyección doméstica de la renta internacional. Solo en períodos de bajos precios de petróleo que merman la capacidad de importación es que se ha observado una recuperación de la producción agrícola e industrial, proceso que se ve interrumpido cada vez que tiene lugar un nuevo auge rentístico.
Actualmente, el neoextractivismo se expresa en el empeño por aumentar la explotación de recursos naturales, con el argumento de que así se pueden generar los ingresos necesarios para financiar la inversión social y productiva. Si bien es cierto que las multimillonarias regalías obtenidas por la intensificación del extractivismo han ayudado a disminuir los elevados niveles de desempleo, pobreza y exclusión social, esta práctica no se puede asumir como si no hubiera otra alternativa. Hay que romper con el falso dilema de "extractivismo o pobreza". Para superar el extractivismo y enfrentar con éxito la guerra económica se requiere una nueva estrategia que comience por reorientar los miles de millones de dólares que anualmente se destinan a importar, en función de impulsar un nuevo modelo productivo que libere a los trabajadores de la explotación y a la naturaleza de la destrucción que impone un modelo depredador que agota los yacimientos o explota los recursos renovables a un ritmo superior a la tasa de reposición.
la.pupila.insomne @gmail.com
El extractivismo-rentista es un modelo de acumulación basado en la obtención de una creciente renta por la explotación de recursos naturales. Lleva a la dependencia de los países ricos en materias primas pero pobres en tecnología, los cuales se limitan a vender en el mercado internacional tales recursos, en lugar de transformarlos industrialmente. Se trata de un modelo que anula otras opciones de recursos -tales como el turismo, las fuentes alternas de energía o la agroecología-, debido a los daños ambientales y sociales que ocasiona la actividad extractiva.
Presionados por la urgencia de resolver los problemas sociales y de escasez, la cultura extractivista-rentista mantiene la inercia de exportar el mayor volumen de recursos naturales al mejor precio posible. Importamos porque no producimos y no producimos porque importamos. El anclaje cambiario y las exoneraciones arancelarias estimulan toda suerte de importaciones que inhiben y desplazan la producción nacional. Este círculo vicioso se empeora justamente cuando aumentan los precios del petróleo, toda vez que el mayor ingreso en divisas fortalece la capacidad de importación, postergando la diversificación del aparato productivo.
La crisis estalla cuando los precios del petróleo se desploman, cae el ingreso en divisas y la producción nacional resulta insuficiente para atender un nivel de consumo que se ha expandido debido a la inyección doméstica de la renta internacional. Solo en períodos de bajos precios de petróleo que merman la capacidad de importación es que se ha observado una recuperación de la producción agrícola e industrial, proceso que se ve interrumpido cada vez que tiene lugar un nuevo auge rentístico.
Actualmente, el neoextractivismo se expresa en el empeño por aumentar la explotación de recursos naturales, con el argumento de que así se pueden generar los ingresos necesarios para financiar la inversión social y productiva. Si bien es cierto que las multimillonarias regalías obtenidas por la intensificación del extractivismo han ayudado a disminuir los elevados niveles de desempleo, pobreza y exclusión social, esta práctica no se puede asumir como si no hubiera otra alternativa. Hay que romper con el falso dilema de "extractivismo o pobreza". Para superar el extractivismo y enfrentar con éxito la guerra económica se requiere una nueva estrategia que comience por reorientar los miles de millones de dólares que anualmente se destinan a importar, en función de impulsar un nuevo modelo productivo que libere a los trabajadores de la explotación y a la naturaleza de la destrucción que impone un modelo depredador que agota los yacimientos o explota los recursos renovables a un ritmo superior a la tasa de reposición.
la.pupila.insomne @gmail.com
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