El tiempo transcurrido durante las cinco décadas últimas, en cuanto a
gobiernos militares, civiles y partidos políticos que ha tenido el Perú,
nos alecciona que cuando un golpe de Estado pone en la administración
del Estado a los militares, los partidos políticos existentes hasta
entonces, se guardan en sus cuarteles de invierno, en la dulce espera de
que pronto aquel usurpador galoneado volverá a sus cuarteles antes de
correr el riesgo de desacreditarse como defensor de la patria y que
pronto volverá “su paz armada” y comodidad nuevamente a sus pies, para
seguir medrando en el seno del pueblo con el viejo instrumento,
concebido para uso de aquellos momentos cómodos. Me refiero, a la “vieja
democracia”, al servicio de una minoría de parasitarios explotadores.
Tal es así, que en esos momentos de comodidad y a la que se ajusta
perfectamente la demagogia del engaño al pueblo, surgen por montones
como los hongos después de unas noches de lluvia, de masivas,
espontaneas, luchas del pueblo, aquellos figurines y figurones, que en
reuniones de café, y de la noche a la mañana, constituyen sus partidos y
difunden sus salvadores planes de gobierno en el que se encuentran como
argumento base, la lucha contra la corrupción y como solución, un
frondoso recetario del bien, que un padre de la iglesia no lo tendría
mejor.
Este gobierno temporal, vocero de turno del poder permanente de las
clases dominantes parasitarias y el capitalismo transnacional, desde que
puso los pies en el poder político del Estado, (no la cabeza, porque no
la ha tenido nunca) trata de callar a sangre y fuego, como con las
medidas coercitivas judiciales y el sistema jurídico de leyes y decretos
concebidos para estos casos, las luchas masivas del pueblo trabajador
peruano. Antes de ayer fue en Conga-Cajamarca, ayer en Tía
María-Arequipa, hoy es Cotabambas-Apurimac, y mañana puede ser en
cualquier otro lugar el país. Estos hechos reales, del día, que vienen
ocurriendo en el país, es el más claro y elocuente respaldo de que el
Perú es “políticamente independiente pero económicamente colonial”. Las
incursiones sangrientas de los capitales transnacionales con la
colaboración de la fuerza del Estado en aquellas regiones del país, no
tienen nada que envidiar a aquellas fuerzas ciegas de destrucción
-apropiación - explotación- del viejo colonialismo, que se creía
archivado en la historia de la humanidad, pero que aún medra en el mundo
como un síntoma más de la crisis terminal del capitalismo. Y si no se
tiene clara esta idea, se seguirá, tragándose, como siempre, el engaño y
la mentira de un Estado corrupto y caduco.
Y como con el sol desaparecen los hongos después de la lluvia, los
cuantiosos partidos que tenemos, ninguno se pronuncia contra la
represión sangrienta del pueblo trabajador peruano. No pueden hacerlo,
porque contravienen a sus campañas electorales cercanas y futuras. Su
desenmascaramiento es instantáneo, pues si llegan a ser gobierno, se
verían también obligados a ahogar en la saliva de sus ministros y
congresistas o en la pólvora de la fuerza armada, las luchas populares,
como lo hace a esta hora el actual gobierno de turno. Qué más les
queda, sino defender el viejo orden social, sus instituciones, sus
injusticias y sus crímenes.
Mención especial en esta contienda se ha ganado nuestra izquierda
democrática, que en estos momentos no es una, sino tres, como frentes.
Su silencio ante los sucesos de explotación y represión al pueblo, es
más que elocuente. Y señalan “que han tomado distancia ante los hechos
que vienen ocurriendo”. Traducido para el buen entendedor, es que no
desean entrar en conflicto con el Estado de Derecho que defenderían de
llegar a ser gobierno o parte de él como congresistas o funcionarios. Es
su meta. Por esta razón de clase está impedida a pensar diferente a
como piensa la derecha democrática. Ambas participan de la conservación
del sistema corrupto y caduco.
Lo de izquierda y de derecha son términos obsoletos en nuestros tiempos
y solo sirven para el contrabando ideológico y de dispersión. Lo de
izquierda no es más el ala radical que se ubicaba en los escaños
parlamentarios al lado de la derecha conservadora en los tiempos de la
revolución burguesa. Hoy cumple el triste oficio para designar una
supuesta neutralidad del momento para terminar en el mismo saco
recalcitrante del conservadurismo del viejo sistema corrupto y caduco.
CAPITALISMO O SOCIALISMO, es este y no otro, el dilema actual de
nuestra época. Así, no hay manera de encontrar un color neutral o por
encima de la contienda, al modo como lo hacen los conciliadores o
mediadores de los conflictos sociales, cuya labor toda es conservar el
Estado de clase, déspota ante el más débil, lacayuno y servil ante el
poderoso.
Héctor Félix D.
01.10.15
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