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Otro aniversario del mayor acto terrorista de la historia
Por Jorge Majfud | 08/08/2023 | Mundo
El número
de Time del 13 de agosto de 1945 cita a Truman: “hace dieciséis horas
un avión estadounidense lanzó una bomba sobre Hiroshima, una importante
base del ejército japonés. Esa bomba tenía más poder que 20.000
toneladas de TNT… Es una bomba atómica. Es un beneficio del poder básico
del universo; lo que se ha hecho es el mayor logro de la ciencia en su
historia… […] ahora estamos preparados para destruir más rápida y
completamente todas las empresas productivas que los japoneses tienen
sobre su suelo… si no aceptan nuestros términos, pueden esperar otra
lluvia de fuego, como nunca se ha visto en esta tierra”. En Londres,
Winston Churchill también se refirió a estas proezas de la ciencia:
“debemos orar para que este horror conduzca a la paz entre las naciones y
que, en lugar de causar estragos inconmensurables en todo el mundo, se
conviertan en la fuente perenne de la prosperidad mundial”.[i]
En
su portada del 20 de agosto la misma revista recibía al lector con un
gran disco rojo con fondo blanco y una X que tachaba el disco. No era la
primera bomba atómica de la historia arrojada sobre una población de
seres humanos sino el sol o la bandera de Japón. En la página 29, un
artículo bajo el título de “Awful Responsability” (“Una responsabilidad
terrible”) el presidente Truman trazaba las líneas de lo que iba a ser
más tarde el pasado. Como un buen hombre de fe siempre que es colocado
por Dios en el poder, Truman reconoció: “Le damos gracias a Dios porque
esto haya llegado a nosotros antes que a nuestros enemigos. Y rezamos
para que Él nos pueda guiar para usar esto según Su forma y Sus
propósitos”.[ii] En la inversión semántica de sujeto-objeto, por “esto”
se refiere a la bomba atómica que “nos ha llegado”; por “nuestros
enemigos”, obviamente, se refiere Hitler e Hirohito; por “nosotros”, a
nosotros, los protegidos de Dios.
En
realidad, la barbarie de fuego había comenzado mucho antes. El general
LeMay había sido el cerebro que planificó el bombardeo de varias
ciudades de Japón, como Nagoya, Osaka, Yokohama y Kobe, entre febrero y
mayo de 1945, tres meses antes de las bombas atómicas de Hiroshima y
Nagasaki.
En
la noche del 10 de marzo, LeMay ordenó arrojar sobre Tokio 1500
toneladas de explosivos desde 300 bombarderos B-29. 500.000 bombas
llovieron desde la 1:30 hasta las 3:00 de la madrugada. 100.000 hombres,
mujeres y niños murieron en pocas horas y un millón de otras personas
quedaron gravemente heridas. Un precedente de las bombas de Napalm, unas
gelatinas de fuego que se pegaban a las casas y a la carne humana
fueron probadas con éxito. “Las mujeres corrían con sus bebés como
antorchas de fuego en sus espaldas” recordará Nihei, una sobreviviente.
“No me preocupa matar japoneses”, había dicho el general LeMay.
Cuando
la guerra estaba decidida y acabada, una semana después de las bombas
atómicas, cientos de aviones estadounidenses regaron con otras decenas
de miles de bombas diferentes ciudades de Japón dejando otro tendal de
miles de víctimas prontas para el olvido. El general Carl Spaatz,
eufórico, propuso arrojar una tercera bomba atómica sobre Tokio. La
propuesta no prosperó porque Tokio ya había sido reducida a escombros
mucho tiempo atrás y sólo quedaba en los mapas como una ciudad
importante.
El
Japón imperial también había matado decenas de miles de chinos en
bombardeos aéreos, pero no eran los chinos lo que importaban por
entonces. De hecho, nunca importaron y hasta fueron prohibidos en
Estados Unidos por la ley de 1882. El mismo general Curtis LeMay
repetirá esta estrategia de masacre indiscriminada y a conveniente
distancia en Corea del Norte y en Vietnam, las que dejarán millones de
muertos civiles como si fuesen hormigas. Todo por una buena causa
(libertad, democracias y derechos humanos).
Poco
después de los incontables bombardeos sobre civiles inocentes e
indefensos, el heroico general LeMay reconocería: “si hubiésemos perdido
la guerra, yo hubiese sido condenado como criminal de guerra”. Por el
contrario, al igual que el rey Leopoldo II de Bélgica y otros nazis de
Hitelr promovidos a altos cargos de la OTAN, LeMay también fue
condecorado múltiples veces por sus servicios a la civilización, entre
las que se cuentan la Légion d’honneur, otrogada por Francia.
Nada
nuevo. La narratura de los hechos no es sólo para consumo nacional. Se
exporta. En el puerto de Shimoda, un busto del capitán Matthew Perry
recuerda y recordará, por los siglos por venir, el lugar y la fecha en
que el capitán americano liberó el comercio de Japón en el siglo XIX a
fuerza de cañón e hizo posible la voluntad del dios de esos cristianos
tan particulares. Un siglo después, en 1964, el mismo gobierno de Japón
le otorgó la Orden del Sol Naciente al general Curtis LeMay por sus
servicios a la civilización. ¿Cuál fue su aporte? El general LeMay
innovó las tácticas militares durante la Segunda Guerra mundial
bombardeando de forma indiscriminada media docena de grandes ciudades
japonesas en 1945. Meses antes de las célebres bombas atómicas sobre
Hiroshima y Nagasaki, sólo en una noche murieron cien mil civiles en
Tokio bajo una lluvia de otras bombas estadunidenses. LeMay reconoció:
“No me molesta matar japoneses”.
Claro
que no todo fue a su gusto. Años después, le recomendó al joven
inexperiente, el presidente Kennedy, lanzar algunas bombas atómicas
sobre La Habana como forma de prevenir un mal mayor. Kennedy no estuvo
de acuerdo. Un par de décadas más tarde, en una de las primeras
conversaciones sobre el tema Cuba, Alexander Haig, nuevo Secretario de
Estado, le dijo al presidente Ronald Reagan: “Sólo deme la orden y
convertiré esa isla de mierda en un estacionamiento vacío”.
En
1968, el general LeMay será el candidato a la vicepresidencia por el
partido racista y segregacionista llamado Partido Independiente de
Estados Unidos.
Si
de algo no pecan los mayores criminales de la historia es en alguna
forma de incoherencia. No de sus acciones con sus prédicas sino de sus
acciones por un lado y de sus predicas por el otro. Sus víctimas
también. Luego del mayor acto terrorista de la historia, los gobiernos
de Japón no ahorrarán en pedidos de perdón por el crimen de haber sido
bombardeados en todas las formas posibles y sin piedad.
Jorge Majfud, 6 de agosto de 2023
De La frontera salvaje https://www.amazon.es/.../1737171031/ref=tmm_pap_swatch_0...
Moscas en la telaraña (a publicarse en agosto de 2023)
[i] “Birth of an Era”, Time, 13 de agosto de 1945, p. 17.
[ii] “Awful Responsibility”, Time, 20 de agosto de 1945, p. 29.
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6 de agosto de 1945
Artista: Pablo Lombardi (Italia)
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