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PERÚ. TAMBORES DE GUERRA
Por Gustavo Espinoza M.
Diario UNO / Domingo 27 de agosto. Edición virtual
Desde
hace un tiempo diversos segmentos de la Clase Dominante se han dedicado
a pregonar un Mensaje de Guerra. En uno y en otro caso, acuden al mismo
lema: “Estamos en Guerra”, dicen. Hablan así de la guerra contra el
terrorismo, el narcotráfico, la delincuencia, la corrupción, y todos los
males inherentes a una sociedad capitalista en descomposición.
No
tienen más imaginación que idear esta figura bélica a la que enfrentan
premunidos de un casco mágico y de armas de fuego por doquier.
Todos
los exponentes de esta teoría, se sienten “comandantes” en esta guerra
ficticia que porta un mensaje subliminal que esconde el propósito de
hacer uso de la fuerza para enfrentar cualquier situación que busque
debilitar la presunta “gobernabilidad”.
En el fondo, se sueña con mantener intangible el statu cuo, y no perjudicar los intereses de los poderosos.
Ahora
se ha puesto de moda –y por eso repiten como papagayos- una suerte de
adhesión al “modelo Bukele”. Lo ensalzan como una manera de sustentar su
clarinada de guerra. No saben quién fue Bukele, antes de ser
Presidente, ni tienen idea de lo que ocurrió en su país en décadas.
El
Salvador vivió una sucesión de gobiernos reaccionarios y asesinos de la
que formaron parte grupos de ultra derecha que lograron comprometer a
la Democracia Cristiana en crímenes abyectos.
Para
enfrentar esa situación, el pueblo tomó las armas y se generó así un
conflicto que culminó 20 años después con acuerdos de paz alentados por
Naciones Unidas.
En
esa aguda lucha, Nayib Bukele fue un activista del Farabundo Martí para
la Liberación Nacional –FMLN- que lo promovió como alcalde de San
Salvador en una primera gestión cuando terminó la guerra que asoló al
país. Hubo –como se recuerda- dos gobiernos del FMLN que fueron
enfrentados por la reacción y combatidos duramente por la administración
americana.
Para
derrotar al gobierno salvadoreño, EE.UU usó una estrategia siniestra:
juntó a los delincuentes salidos de El Salvador que radicaban en Miami y
los preparó para usarlos en enfrentamientos urbanos. Dio nacimiento
así, a las Maras, convertidas en bandas delictivas extremadamente
crueles. Preparadas, las hizo retornar a El Salvador, para que actuaran.
Los gobiernos del FMLN no pudieron hacer frente a esa estrategia y se
vieron debilitados. De ese fracaso, asomó Bukele.
Por
eso se dice hoy que se trata de un enigma. Algunas veces defiende a
Cuba, se siente identificado con la lucha de otros pueblos; y otras,
asume conductas dictatoriales que ha convertido a su país en el Campo de
Concentración más extenso de América Central.
Recientemente,
salió al frente de Dina. “Usted no atiende las necesidades de su
pueblo, sino los intereses de los ricos”, pareció decirle en su cara
pelada. Y es que, en todo caso, Bukele no representa los intereses de la
clase dominante.
Las
medidas que adopta para enfrentar a las Maras y sus ramificaciones,
lucen brutales, pero responden a una realidad concreta. Hay que
estudiarlas, y no “calcarlas” como pregonan ciertos politiqueros de
nuestro país. Enfrentar los retos que nos agobian, no pasa por alentar
una dictadura sino, por afirmar un proceso democrático.
A diferencia del El Salvador, donde la mafia está siendo reprimida y encarcelada; en el Perú, la mafia gobierna.
Por eso hay que tener cuidado cuando se trata de definir políticas.
Y
es que se suele calificar de delincuentes a quienes no lo son,
acumulando contra ellos acusaciones falsas y procedimientos perversos.
Por lo general, quienes así actúan, son precisamente los delincuentes,
que buscan encubrir sus propias acciones denigrando a sus adversarios.
¿Qué
sentido tendría colocar a la mafia fujimorista, al cogollo Alanista del
APRA o a la ultra derecha de Montoya y López Aliaga como jueces con la
posibilidad de “combatir la delincuencia”? Con seguridad, la
delincuencia gobernaría, en tanto que las cárceles estarían pobladas por
los que luchan realmente contra la corrupción.
Otra
“mensaje” que busca alentar la derecha más reaccionaria, es del
argentino Milei, El endiosado caudillo gaucho promete acabar con la
cultura, la educación, la salud, los programas sociales, los proyectos
asistenciales y los servicios que el Estado brinda a los argentinos. Y
pretende mercantilizar todo alentando a los pobres a vender, desde sus
órganos vitales, hasta sus hijos, para pagar el “derecho” a vivir.
Comercializar
todo, imponer la voracidad descomunal del mercado, asegurar la
intangibilidad de los privilegios de la clase dominante y descargar con
violencia desenfrenada los efectos de la crisis capitalista sobre los
hombros de la población, constituye el sueño de Milei. Y por eso hay
quienes, desde aquí, lo aplauden.
Su
anhelo, es mimetizar los dos mensajes. Diseñar un Bukele para que
reprima al pueblo, y un Milei para que lo succione. Dos en uno, como
producto comercial en venta de subasta. No será fácil para “los de
arriba” imponer ese escenario.
No
sólo porque el Perú es complejo y heterogéneo, sino porque además la
delincuencia no puede perpetuarse como gobierno, ni oprimir impunemente a
la población. Por ahora, tendrán que contentarse con “Condecorar” a la
embajadora USA por los “servicios prestados”; a ellos, obviamente
Tarde
o temprano la historia se abrirá paso. No la que nos cuenta el Fondo
Editorial del Congreso referidasal pasado reciente; si no aquella que
responde realmente a la dolorosa experiencia de nuestra patria.
Si se trata de guerras, Mambrú podrá tocar tambores; pero el pueblo impondrá la paz. (FIN)
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