viernes, 12 de mayo de 2017

MACRON, EL NUEVO PRESIDENTE DE FRANCIA, ¿SEGUIRÁ SOMETIENDO A ÁFRICA?






Por Guadi Calvo | Alainet | 
El nuevo presidente francés Emmanuel Macron, ya se sabe, no es una buena noticia para nadie, de no ser si usted al igual que él es accionista en varias empresas del grupo Rothschild o de Nestlé, cuyo actual CEO y fundamental mentor de Macron, el austriaco Peter Brabeck-Letmathe, considera, entre otras bellezas, que el agua no debe ser un recurso de libre acceso.
Macron, un engendro, ya no tan extraño, de la especulación financiera y los carteles mediáticos, antiguamente conocidos como Medios de Comunicación, aparece para exterminar lo poco que del estado de bienestar francés ha dejado en pie el dueto Nicolás Sarkozy – François Hollande.
Es por lo menos paradójico que justamente un 8 de mayo, cuándo millones de franceses, acompañados de otros millones de europeos y demás buenas conciencias del mundo festejan que la democracia ha evitado el triunfo de Marian Le Pen (la más insigne representante de la ultraderecha europea, por no acusarla abiertamente de fascista) este baño de “democracia y libertad” le sirva al estado francés para disimular uno de los crímenes más oscuro y atroz de su historia.
Mientras el mundo libre respira aliviado por los 63.85 % de Emmanuel Macron, a nadie se le ocurre conmemorar el trágico 8 de mayo de 1945.
Este mismo estado francés, que refuerza sus resortes democráticos, oculta que hace 72 años, en las mismas horas que se festejaba la derrota de la barbarie nazi ( casi exactamente igual que ahora), en un alejado pueblo argelino,  el general Raymond Duval, por orden del general Charles De Gaulle, junto al ejército colonial, compuesto fundamentalmente por senegaleses y con el apoyo de los mercenarios de la Legión Extranjera, iniciaba una campaña represiva que solo duraría cinco semanas, pero serviría para poner a Francia, solo por este hecho,  en la misma lista de estado genocida que con tanta razón le achacaban a la Alemania de entonces.
En el pueblo de Sétif, en la región de Constatina del centro de Argelia, los pobladores habían salido a marchar, no solo para festejar la victoria sobre Hitler (al fin al cabo Argelia, al igual que muchas otras colonias francesas, había aportado cerca de 150 mil hombres a esa victoria) sino para reclamar el fin del estado colonial que le había impuesto Francia en 1830.
Aquel día,  miles de argelinos, desafiando la autoridad del subprefecto Butterlin, se movilizaron, agitando banderas argelinas y pancartas con consignas como “Argelia Libre”, o pidiendo la libertad del entonces líder independentistas Messali Hadj y cantando el himno nacionalista Min Djibalina (De nuestras montañas). Butterlin dio la orden de dispersar a los manifestantes que se resistían y se produjeron los primeros choques, que según las autoridades dejó 100 franceses muertos, aunque también se habla de los primeros 1500 muertos argelinos. La revuelta se extendió a las localidades cercanas como Guelma, Biskra, Hueso, Kherata y Constantino. En Guelma, se producen las primeras detenciones extrajudiciales, seguidas de ejecuciones sumarias de argelinos.
Tras aquellos sucesos con el valor que nunca demostró frente a los nazis, esta vez sí, De Gaulle ordenó reprimir las poblaciones civiles de Sétif, Guelman y Kherrata, bajo el lema de “Una Argelia francesa”.
Duval no se detuvo en detalles y durante las cinco semanas siguientes arrasó aldeas, fusiló y torturó, violó mujeres, masacró niños y cada vez que encontró a aldeanos refugiados en cuevas o bien las taponaron para que no puedan salir y mueran allí ahogados o bien les prendió fuego. Buques de la armada bombardearon las costas de Kherrata, y las localidades costeras de Achas, los Acantilados y Mansouria. Ello obligó a la población a refugiarse en las montañas, por lo que serán perseguidos por una escuadrilla de 18 aviones que se encargó de exterminar a los aldeanos. La “heroica” campaña de Duval dejó cerca de 50 mil víctimas civiles. La operación de “caza del árabe”, como la llamaban los colonos franceses, por parte del ejército francés, contra un pueblo inerme, que no solo había reclamado por su independencia sino que ayudó a liberar a la propia Francia del nazismo, encendió la mecha de lo que pocos años después se empezaría a llamar la Guerra de Argelia.
De Gaulle sabía que la guerra había despertado un estado de inestabilidad política que se vivía en el mundo colonial francés, y que si de alguna manera no daba un buen escarmiento al movimiento independentista argelino, podría replicarse en el resto de las colonias.  
 Lo que sádicamente la burocracia francesa llamaría: “los eventos o trastornos del Norte de Constantine” se mantuvo ocultó durante años, recién con el triunfo del Frente de Liberación Nación Argelino (FLN) en 1962, se revelaron algunas informaciones surgieron que Francia guardó con elegante silencio. El único reconocimiento cuasi oficial de su intervención en los “eventos” del Norte de Constantine llegó en febrero del 2005 por medio de su Embajador en Argelia, Hubert Colin de Verdière, en visita oficial a Sétif, cuándo se refirió al hecho como una “tragedia imperdonable”.
El colonialismo la única posibilidad de Francia
Sin dudas lo festejos por la victoria electoral de Macron, no se extenderá por mucho tiempo, más allá de que Francia y el resto de los “democráticos “del mundo, tal como ha publicado algún medio “Francia Liberada”, lo obvio es preguntarse ¿de quién?  Pero ya no importa, lo interesante de estos festejos tan calurosos es porque se ha detenido al “populismo nacionalista”.
Los que sin duda no tienen nada para festejar, como siempre, son los países africanos y particularmente las ex colonias francesas, que desde hace ya hace más de 20 años Francia está intentado reagrupar, relegitimando su rol de metrópoli con el único fin de continuar con su sangría de recursos naturales, aunque compitiendo con algunas empresas occidentales y fundamentalmente chinas. Pekín, desde fines de los años setenta, ha iniciado una expansiva ola de inversiones en infinidad de rubros, logrando posesionarse con una notable ventaja.
Macron depende del ordenamiento de esas 31 naciones africanas, que representan casi 120 millones de habitantes, francoparlantes por otra parte, para remontar la crisis financiera, la desocupación y la inflación en Francia.
Países extraordinariamente ricos en hidrocarburos, en materiales fundamentales como el coltán o el uranio, pesca y con potencialidades geoestratégicas, en los que China tiene ya fuertes inversiones, obligarán a una política mucho más agresiva de la que tuvieron sus dos últimos antecesores.
La mayoría de las antiguas colonias francesas continúan manteniendo con Paris una dependencia económica y monetaria, como si los 57 años de vida independiente no hubieran significado nada. El Franco CFA (Colonias Francesas de África) creado por De Gaulle en 1945, sigue vigente en una quincena de esas ex colonias.
Como parte de los acuerdos de independencia, las ex colonias, por una disposición implementada por De Gaulle, debían seguir depositando el 100% de las reservas nacionales o Producto Interior Bruto (PIB) en el Tesoro Público francés. Aquella usurpación comenzó a reducirse recién a partir de 1973. En 2005 ese porcentaje se rebajó al 65%, para entonces según algunos informes el total de los depósitos africanos en Francia llegaron a los 72 mil millones de euros. A este año los depósitos africanos han disminuido al 50%.
Macron en campaña se ha limitó a hacer alguna referencia brumosa sobre cuál será su política respecto a África, mencionado aspectos como la lengua y la cultura francesa, sin profundizar en cuestiones de inversiones y asistencias. Macron, ex ministro de economía del saliente Hollande, conoce muy bien esos números y si no ha presentado planes es porque no existen.
Tampoco el nuevo presidente se ha referido claramente a sus políticas para contener los  movimientos wahabitas vinculados a al-Qaeda y al Daesh, o la nueva formación que ha reagrupado a pequeños organizaciones como al-Qaeda para el Magreb Islámico en el Sahara, Ansar Dine y el Frente de Liberación de Macina y al-Murabitoun llamada Jamaat Nasr al Islam wa al Mouslimin, (Grupo para la Victoria del Islam y sus fieles) que actúan en países de su injerencia, particularmente en la franja del Sahel y en el norte de Mali, donde la operación Barkhane, del ejército francés continúa ininterrumpida desde 2012, conteniendo la insurrección tuareg, al tiempo que protegiendo  los ricos y vitales  yacimientos de uranio para Francia,
Macron, si de algo sabe es de especulación financiera y de eso se trata: ganar sin invertir, cobrar sin pagar nada, por lo que su respuesta a África queda bastante evidente. 

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