La
'9/11 Comission' creada por el Gobierno norteamericano para investigar
el atentado presentó un informe muy ambiguo y poco esclarecedor que
arrojó muchas dudas y creó condiciones para las sospechas de los
partidarios de la teoría de la conspiración.
"Uno
de los actos más horribles es la evidencia que el mundo está herido
hasta lo más profundo de su esencia por un mal que no tiene nombre".
Thomas Merton, 1965
Hay heridas que se curan con mucha dificultad,
especialmente cuando no se sabe o se duda de la real procedencia del mal
que está afectando a un convaleciente. Lo mismo ha estado pasando con
Norteamérica y el mundo entero durante los últimos 15 años desde aquel
atroz y trágico ataque del
11 de septiembre
del 2001 cuando un grupo de terroristas de Al Qaeda secuestró a cuatro
aviones, dos de los cuales se estrellaron contra las Torres Gemelas en
Nueva York, el tercero, según los informes oficiales, impactó contra un
edificio del Pentágono y el cuarto se estrelló en una zona rural de
Pensilvania. Aquella trágica mañana unas 3.000 personas perdieron sus
vidas sin saber por qué.
El
mismo presidente de la comisión creada por el Gobierno norteamericano
para investigar el atentado del 11S, Lee Hamilton y su colega Thomas
Kean afirmaron en su libro 'Without Precedent: The Inside Story of 9/11
Commission' (Sin precedentes: la historia desde el interior de la
Comisión del 9/11) que "la Comisión fue creada para fallar desde su
comienzo". El Gobierno ofreció fondos limitados, restringió el tiempo
para investigación y todos los organismos estatales incluyendo el
Departamento de Estado, la CIA, la DIA se negaron y obstaculizaron el
trabajo de la Comisión presentando frecuentemente informes y datos poco
verosímiles.
No
cabe duda que la poca colaboración de los organismos de Estado con la
Comisión fue resultado de la política de Gobierno de George W. Bush para
ocultar la verdad y presentar las conclusiones que le dieron luz verde
para lanzar el 20 de setiembre de 2001 su famosa 'Guerra Global Contra
el Terrorismo' (GWOT) que fue elaborada al final de los años 1990. Menos
de un mes después, las tropas norteamericanas apoyadas por sus aliados
ocuparon Afganistán donde supuestamente estaba escondido el autor
intelectual y financiero del derrumbe de las Torres Gemelas, Osama bin
Laden. Para cualquier analista militar la invasión a un país no se hace
de un día para otro, sino toma años de preparación logística y física
para comenzar una guerra.
Todo
esto lleva a la conclusión de que la invasión de Afganistán había sido
planificada durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001). Las bombas
que lanzaron los bombarderos B-1 y B-52 y los misiles de crucero
Tomahawk disparados desde los buques de guerra el primero de enero de
2002 convirtieron en ruinas Afganistán. Lo mismo sucedió con Irak
después de la
invasión norteamericana
que se inició en marzo de 2003. A medida que pasaba el tiempo las
ambiciones de los halcones de guerra norteamericanos y sus sátrapas
europeos crecían y sobrepasaban los límites de lo humano, así cayeron
bajo las bombas el Gobierno de Libia y desataron el terrorismo
programado en Siria y Yemen.
Las
'bombas inteligentes' o de alta precisión que estaban segando la vida a
los afganos y a los iraquíes estaban a la vez haciendo crecer como una
paradoja la popularidad de George W. Bush famoso por sus borracheras y
sus metidas de pata. Si antes del atentado 9/11 su aceptación en EEUU
estaba cercana a un 3% no pasaron ni 10 días después de la tragedia para
que su aprobación por el pueblo estadounidense con el lanzamiento de la
GWOT subiera al 97%. El mismo 11 de septiembre de 2011, el pueblo
adoctrinado rápidamente por los medios de comunicación exigió el inicio
de la guerra contra Afganistán donde supuestamente estaba escondido
Osama bin Laden. Nadie prestó atención a un informe de la CBS que decía
que desde los primeros días de septiembre de 2001, Osama bin Laden
estaba internado en un hospital paquistaní. Tampoco los medios de
comunicación divulgaron el ofrecimiento del líder talibán, Mulá Omar de
encontrar a Osama y entregarlo a Norteamérica.
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AP Photo/ Lefteris Pitarakis, File
No
había nada que esperar pues la guerra ya estaba planificada y decidida.
Lo mismo ocurrió con la invasión a Irak después de que George W. Bush
declarara en octubre del 2002 que "el mayor peligro para la seguridad
nacional de EE.UU. provenía de Irak" porque tenía armas de destrucción
masiva. En marzo del 2003 cerca del 50% de los estadounidenses ya
estaban 'apoyando' el inicio de la guerra contra Bagdad. Posteriormente
ya en el Gobierno de Obama entraron en la lista de los futuros países
bombardeados e invadidos Libia, Siria, Yemen suponiendo que la lista de
las futuras víctimas crecería aún más. Por eso no es de extrañar que
hace poco el exjefe del personal de la Fuerza Aérea norteamericana, Mark
Welsh, declaró que "nosotros consumimos las municiones con más rapidez
de que las producimos".
©
AFP 2016/ Henny Ray Abrams
Esto
quiere decir que la GWOT tiene para rato pues hace sentirse feliz al
complejo industrial-militar porque cada misil Tomahawk, por ejemplo,
cuesta 750.000 dólares. Entrar en guerras, según la GWOT ha permitido a
EE.UU. instalar un Estado nacional en emergencia debido al peligro del
terrorismo y crear una 'generación silenciosa' o la generación de la
GWOT que acepta la guerra, la cual durará por lo menos 30 años, según el
Pentágono, el Acta Patriota, el Estado de emergencia nacional como un
mal necesario. El espectro del comunismo fue reemplazado por el espectro
del terrorismo islámico. Precisamente en este tiempo, tanto el Gobierno
de George W. Bush como el de Barack Obama lograron desviar la discusión
pública de la destrucción de las Torres Gemelas del World Trade Center
(WTC) del contenido científico al contexto político donde Al Qaeda fue
declarada como el único responsable de la tragedia del 9/11.
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AP Photo/ Diane Bondareff
Los
medios de comunicación globalizados han ignorado deliberadamente el
hecho que hasta hoy día 15.000 científicos y de ellos 52 Premios Nobel y
63 poseedores norteamericanos de la Medalla Nacional en Ciencia
firmaron un documento, en el que acusan al Gobierno por la distorsión
del conocimiento científico en relación al atentado del 9/11 con fines
políticos. Los periodistas que trataron de descubrir la verdad sobre el
atentado fueron y son presionados para desistir de la investigación.
Apenas hace un año, tres hombres de prensa norteamericana que empezaron
la investigación por su cuenta sobre el rol del Gobierno estadounidense
en la tragedia para filmar un documental murieron misteriosamente en el
transcurso de 48 horas y en lugares distintos.
Bob Simon, corresponsal de la cadena CBS News y presentador del
programa '60 Minutes' tuvo un fatal accidente de tráfico el 11 de
febrero de 2015. Ned Colt, corresponsal de la cadena NBC sufrió un
repentino derrame cerebral el 12 de febrero y David Carr, periodista del
diario The New York Times, murió de un infarto también el 12 de febrero
de 2015. Sus historias médicas mostraban que todos ellos tenían buena
salud. Ahora si esto sucede con reconocidos hombres de prensa que tratan
de descubrir la verdad ya podemos imaginar lo que pasa con cualquiera
que se atreva a hacer esta hazaña.
Algo
parecido sucedió con el vicedirector del Servicio de Emergencia de la
Autoridad de la Vivienda de Nueva York, Barry Jennings, quien fue
rescatado del edificio 7 del WTC antes de su colapso y quien corroboró
que el edificio de 47 pisos colapsó por sí solo como resultado de las
explosiones dentro de la construcción de tal magnitud que lograron
diluir las estructuras de acero. Lo sospechoso fue que Jennings, de 53
años y saludable, murió de un ataque al corazón el 19 de agosto 2008,
dos días antes de la presentación del informe del Instituto Nacional de
Normas y Tecnología (NIST) que afirmaba que las Torres Gemelas se
derrumbaron debido al efecto del impacto de aviones y el edificio WTC 7
colapsó como resultado colateral de la caída de la Torre del norte.
Precisamente en el WTC 7 había sido guardada una cantidad respetable de
lingotes de oro y también estaban ubicadas allí las oficinas de la CIA y
el archivo de la CIA sobre el terrorismo.
El reciente artículo de la revista European Scientific Journal, '15
Years Later: On the Physics of High-Rise Building Collapses' (15 años
más tarde: sobre la física del colapso de los edificios altos) pone más
en duda las conclusiones del Gobierno y del NIST sobre las causas de la
destrucción de las Torres Gemelas y del WTC 7. Unos 2.628 científicos,
arquitectos e ingenieros están afirmando que los tres edificios no
colapsaron por el impacto de aviones sino por la demolición. En 1993 el
periódico The Seattle Times publicó un informe científico que analizaba
las consecuencias del impacto de un Boeing 707 en las Torres Gemelas,
llegando a la conclusión que las estructuras de acero de los edificios
resistirían el impacto.
©
AFP 2016/ Timothy A. Clary
El
problema principal, según aquel informe, sería que la gasolina
derramada de los tanques del avión produciría un horrible incendio con
cientos de víctimas pero las estructuras de acero resistían aquella
temperatura. De acuerdo a los datos oficiales, hasta ahora ningún
edificio con estructuras de acero ha colapsado por un incendio. El
ingeniero jefe de las estructuras del World Trade Center (WTC) en 2001,
John Skilling, declaró que "el único mecanismo que podría hacer
derrumbar las Torres sería una demolición controlada". Inclusive el WTC 7
no recibió ningún impacto de los aviones y menos de alguna torre pero
sus estructuras de acero llegaron a derretirse sorpresivamente para los
ingenieros especialistas pero no para los investigadores del NIST que
siguieron el juego primero de George W. Bush y después de Barack Obama.
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AP Photo/ Marty Lederhandler
Quedan
muchos misterios no revelados sobre la tragedia del 9/11, incluyendo
una explosión misteriosa en un edificio del Pentágono y el destino del
cuarto avión que supuestamente se estrelló en Pensilvania sin dejar
rastro, que el actual Gobierno de Barack Obama está tratando también de
encubrir. El reciente informe de la Casa Blanca de 28 páginas atribuye
la autoría del atentado a los saudíes. El pasado 9 de setiembre la
Cámara de Representantes del Congreso norteamericano aprobó un proyecto
según el cual las familias víctimas podrán enjuiciar a Arabia Saudí en
los juzgados norteamericanos. Así es la política de Washington que hace
poco consideraba al Gobierno de Riad como un amigo especial, prohibiendo
a la CIA y el FBI a investigar y realizar operaciones de inteligencia
contra este país globalmente. Ahora el Congreso está hablando de
enjuiciar al gobierno de aquel país mientras la Casa Blanca está
preparándose para vetar esta decisión, es decir ambos poderes están
"dividiendo el trabajo" para que todo siga igual.
Vea también: El 11-S, el Pearl Harbor del siglo XXI
En conclusión, lo que sucedió aquél 11 de septiembre ante los ojos
del mundo es un secreto a voces pero que nadie puede castigar, mientras
tanto el grupo 'Familias 9/11' clama justicia. Pero de que justicia se
puede hablar en el país donde, según el filósofo e historiador
norteamericano Howard Zinn, "en la cárcel están los que no deben, y no
están los que deben; en el poder están los que no deben, y los que deben
no están en el poder".
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