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EL "AMAUTA" JAVIER PULGAR VIDAL Y EL PROBLEMA DEL INDIO PERUANO
“Javier
Pulgar Vidal solía decir que le había tocado vivir los últimos
ramalazos de la Colonia: se refería a la estructura social y económica
de las primeras décadas del siglo XX.
Nacido
en Panao, pasó su niñez y adolescencia en esta ciudad y la de Huánuco.
Durante esos años recorrió parte del Alto Huallaga y algunos de sus
afluentes, conoció las haciendas de los terratenientes y las chacras de
los indios, así como lo pueblos de mestizos y recorrió también gran
parte del campo.
Dotado
de una excepcional capacidad de observación y de un natural sentido de
la justicia, se dio cuenta de la enorme diferencia que existía entre los
señores, que se creían con todos los derechos, y los indios, que se
sentían obligados a obedecer.
En
la misma ciudad de Huánuco se conservaban todavía algunas costumbres
heredadas de la época colonial que ponían de manifiesto la situación de
inferioridad de los indios. Las antiguas casas poseían huertas que
producían principalmente frutas, como platas, naranjas, limones, pacaes,
guayabas, pucumpuyes, capulíes, tomatés de árbol, tumbos, chirimoyas,
saúco y el famoso café de huerta, etc. Cuando era necesario cultivarlas,
podar los árboles o limpiar las acequias, el propietario salía hasta el
portón, esperaba la llegada o el paso de algún indio. Especialmente un
shucuy (indio de la provincia (pp. IX) de 2 de mayo); lo llamaba y
prácticamente lo obligaba a hacer el w. requerido. Se le pagaba con un
plato de pushpo (especie de frejol), una botella de cañazo o shacta
(aguardiente de caña) y a veces se le agregaba algunos reales (monedas
de 10 centavos). Asimismo, cuando empezaban a escasear las reservas de
papa y maíz, que eran la base de la alimentación diaria, las madres
mandaban a sus hijos adolescentes hasta el puente de Calicanto, que era
la entrada a la ciudad; y allí, cuando los indígenas llegaban con sus
acémilas cargadas de papas, ollucos, chino, maíz, choclos, etc., se
apoderaban de las riendas de los jumentos y los llevaban hasta sus
casas, en donde los indígenas trocaban los alimentos que traían por las
frutas que ellos mismos cosechaban en las huertas, además de comer todas
las que deseaban; pero en realidad era casi una medida de fuerza y un
abuso, pues rara vez se hablaba de pagar un precio x los tubérculos y
cereales materia del trueque. Si eso sucedía en la ciudad, qué no
pasaría en el campo.
Recordando
todos estos hechos, algunos vividos por el mismo, Javier Pulgar Vidal
escribió en 1931 una monografía…en donde exponía la miserable situación
en que vivían los indios en esa época. Habla de su nacimiento y muerte;
de su vida en la puna, en la selva, en la región de poblamenta, en la
comunidad, en la hacienda, en la casa del patrón, en la ciudad; su
trabajo como cargador, aguador, arriero; el conscripto y licenciado del
ejército; el bandolero, el curandero, el brujo; su alimentación, sus
enfermedades; sus mitos y leyendas, sus costumbres, su moral, sus
vicios, etc.
Este
estudio tiene la fuerza de un grito, de un clamor, del reclamo
desesperado de los que, en aquel entonces, representaban más de la mitad
de la población peruana y que se encontraban indefensos ante la injusta
situación creada por la supervivencia de antiguas costumbres. El
profesor del curso, Dr. Rodolfo Goycochea, comprendió que se encontraba
ante un alumno de cualidades excepcionales, de increíble capacidad de
(pp. X) trabajo, de gran sensibilidad social y seriedad en la
investigación. Calificó el trabajo con la nota 20 y nombró a su alumno
como catedrático auxiliar de Geografía Humana para el año lectivo de
1932. Así, Javier Pulgar Vidal inició su carrera de profesor
universitario a los 21 años de edad, siendo alumno del segundo año de la
misma Facultad.
Algo
sobre el indio o El indio que yo conocí permaneció extraviado durante
más de 70 años. A la muerte de su autor, empezamos a revisar su archivo
personal. Encontramos varios libros inéditos, numerosisimas artículos,
informes, proyectos, ponencias, conferencias, apuntes de viajes y una
variada correspondencia, entre la cual se encontraban documentos muy
importantes para la historia del Partido Aprista, como son las cartas
que Víctor Raúl Haya de la Torre enviaba por valija diplomática de la
Embajada de Colombia en el Perú para que Javier Pulgar Vidal las
distribuyera a los desterrados establecidos en los distintos países de
América Latina (pp. XI)”.
(MARGARITA
BIBER POILLEVARD DE PULGAR VIDAL. "Prólogo". En: "Algo sobre el indio o
el indio que yo conocí". Lima: Fondo Editorial Universidad Alas
Peruanas, 2007)
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