lunes, 30 de septiembre de 2013

PERU. LECCIONES DE UNA JORNADA



Por Gustavo Espinoza M. (*)



Finalmente tuvo lugar el pasado 26 de septiembre el Paro Nacional y la Jornada de Lucha convocadas por la CGTP y otras organizaciones sindicales y sociales, y respaldada por distintas fuerzas de la oposición.



Para la derecha más reaccionaria -como lo confirmó burdamente la primera plana del diario El Komercio- el evento tuvo propósitos subalternos: afectar a la familia peruana y pedir la cabeza del ministro de Economía, a quien el común de las gentes  identifica con el ”modelo” neo liberal impuesto por el Fondo Monetario y aplicado con servilismo por las autoridades peruanas.



Una primera valoración de lo ocurrido nos permite reconocer dos hechos significativos: una masiva concurrencia a la protesta ciudadana por las calles de la capital al mediodía del 26; y una clara extensión de la demanda, que se hizo patente en todas las ciudades del país.



Más de veinte mil personas se movilizaron desde la Plaza Dos de Mayo hasta la intersección de las avenidas Colmena y Abancay, donde culminó la acción. Un desplazamiento masivo, aunque no tumultuoso ni disperso, mostró la capacidad organizativa de los trabajadores de la construcción quienes, luego de varios años, volvieron a ser la columna vertebral en las marchas de la Central Obrera.



La fuerza de los trabajadores se impuso, y eso garantizó una movilización serena y enteramente pacífica.  Los pequeños y casi mínimos brotes de desborde fueron controlados y  canalizados por los mismos manifestantes, que eludieron enfrentamientos con la policía y aseguraron una jornada vigorosa.



Eso mismo -aunque con algunas variantes- ocurrió en otras ciudades del Perú. En el sur, sin embargo, se hizo notar la preocupación ciudadana por los efectos del fuerte sismo ocurrido el miércoles 25, y que sembró pánico en algunas localidades de la costa.  



Aunque como movilización de masas, la jornada fue exitosa. No podría decirse lo mismo aludiendo al Paro convocado al unísono. Pararon los trabajadores de la construcción y los maestros. También los administrativos del área de salud, actualmente en huelga. Pero no dejó de funcionar el transporte, ni los centros de salud, ni las empresas industriales y de servicios.



El hecho, confirmó una antigua idea: no basta enarbolar una causa justa para triunfar. Es necesario que esa idea encarne en los más amplios sectores, y se haga fuerte. Y es que resulta indispensable ser fuerte, para vencer.



En el pasado han tenido lugar en el país episodios similares. Con motivo de los sucesos del 26 de septiembre, se han recordado algunos de ellos. Quizá el más evocado ha sido el Paro del 19 de julio de 1977 que dejó una doble experiencia: la capacidad de los trabajadores para luchar y la crueldad de la clase dominante para castigar cualquier intento de cambiar el orden social.



En esa circunstancia ocurrió, en efecto, una suerte de explosión social. Se manifestó abiertamente el descontento de los trabajadores, que comenzaban a ser las víctimas de una política perversa orientada a descargar la crisis sobre los hombros del pueblo.



Si el proceso de Velasco había generado inmensas expectativas ciudadanos y abiertos las compuertas a la lucha por la transformación social; el cambio de conducción del proceso ocurrido el 29 de agosto del 75 abrió cauce a un torrente contrario.



Los trabajadores, y las fuerzas progresistas, fueron conscientes de esa realidad. Y eso explica un hecho que, sin embargo, los “expertos” ocultan. Fue la CGTP de aquellos tiempos la que dio la voz de alarma cuando convocó, por primera vez en muchos años, un PARO REGIONAL en Lima y Callao, y que se cumplió vigorosamente en una fecha muy difícil: el 29 de diciembre de 1975, en solidaridad con trabajadores despedidos que una empresa de capitales chilenos -Plásticos El Pacífico- se negaba a reponer pese a las disposiciones fatigosamente arrancadas a las autoridades de trabajo.



Ese Paro -que tampoco fue total- constituyó sin embargo un verdadero ejemplo de unidad y organización sindical. En esa circunstancia, los trabajadores, reunidos en las puertas de las fábricas que cerraron en casi un 90%, expresaron su posición de clase, y se desplazaron hacia la Plaza Dos de Mayo, que fue enteramente bloqueada por las fuerzas policiales. No hubo ni disturbios ni violencia, pero sí una victoria definida: los despedidos fueron finalmente repuestos algunas semanas más tarde.



La afirmación de esa línea de clase, se expresó en julio del 77.  Hoy hay quienes pretenden distorsionar algunos hechos con afanes poco serios: buscan  responsabilizar más precisamente al Partido Comunista achacándole una supuesta “oposición” a ese Paro.



Fuimos los dirigentes comunistas de entonces los que tomamos la iniciativa en torno a la realización de esa acción. Incluso dimos pasos muy concretos: alentamos la formación de un Comando Unitario de Lucha que nos permitiera marchar más allá de los límites de la CGTP, y trabajamos una fecha definida para la realización del Paro: el 6 de julio, a fin de enfrentar al Ministro Walter Piazza y a su “programa económico”.



Cuando pudo concretarse la idea del Paro, se llegó a la conclusión que la fecha inicialmente propuesta era aún pronta. Y del análisis de la coyuntura salió entonces la nueva: el 19 de julio.



Como la acción de lucha tomó cuerpo y el gobierno de entonces no las tenía todas consigo, aconteció un hecho imprevisto: el 13 de julio se anunció la renuncia del ministro cuestionado y la suspensión del denominado “plan Piazza de recuperación económica”.



En ese contexto, como era absolutamente legítimo, juzgamos necesario preguntar a las organizaciones sindicales -y más precisamente a la CGTP- si consideraban prudente continuar con la preparación del Paro en las nuevas condiciones. La respuesta fue concreta: si bien se ha obtenido una importante victoria, la maquinaria sindical ya está en marcha, y la consigna del Paro se ha extendido. El descontento social, nos se expresa sólo ya en la plataforma inicial del movimiento, sino que se hace extensiva a otras áreas de la acción pública.



Eso, en la circunstancia, aludía al conjunto de conquistas logradas por el proceso de Velasco y cuyo desmontaje exigía la reacción. Por eso la consigna del paro para el 19 de julio fue confirmada y tanto el PC en todos sus niveles como muchas otras fuerzas progresistas, alentaron su realización. Hubo, sin embargo, quienes  la recusaron aludiendo a un “Paro Revisionista” que debía fracasar. A quienes así actuaron, no se les pide cuentas ahora. Se las exige, en cambio, a los que se jugaron allí con las banderas de clase de la CGTP.



Cabría preguntarse como habrían actuado quienes hoy -sin haber tenido nada que ver con las experiencias del movimiento obrero en esa etapa de la historia- cuestionan esa conducta, si seis días antes del 26 de septiembre se hubiese anunciado el retiro del Ministro Castilla y la modificación de su Programa Económico. ¿Cuál habría sido su reacción?



Quienes realmente se opusieron al paro del 19 de julio levantaron después una consigna que calificaron de “clasista y no revisionista”: un nuevo Paro para el 20 de septiembre. Cuando esa fecha llegó, esa acción no fue cumplida. .



Luego del 19 de julio se produjo el despido de 5,000 dirigentes sindicales en todos los sectores productivos del país y en diversos de la estructura sindical. Fue ese el resultado de una demanda de los Patronos, que pudieron así librarse de toda la vanguardia de clase forjada por la CGTP desde su recomposición -en 1968- hasta entonces. Saltimbanquis que  en esos años servían como cronistas en lujosas revistas de la burguesía, no conocen esa historia y hablan de ella por versiones interesadas y ponzoñosas.



Que la clase obrera mantuvo muy en alto sus banderas, lo confirmó el paro del 22 y 23 de Mayo de 1978, que fue incluso más categórico y definido que el anterior. Más sólido y masivo. Después, vendría convocatoria a la Asamblea Constituyente y el retorno de los Borbones a la conducción del Estado. La revista “Caretas”, sin objeción alguna de sus escribientes, saludó el gesto.



Que la experiencia del 26 de septiembre -con sus propias características- sirva para avanzar, y unir a los trabajadores; y no para escindir a quienes luchan en la trinchera del pueblo. Podría ser la lección principal de esa jornada. (fin)




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