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PERU. TAREA DE TITANES
Por Gustavo Espinoza M.
Diaro UNO / Domingo 11 de junio 2023
El 7 de
junio el país entero recordó el Día de la Bandera, en homenaje a los
héroes de Arica. También se le suele llamar “El Día de la Respuesta” por
cuanto ellos, liderados por Francisco Bolognesi, respondieron ante el
ultimátum que les planteara el enemigo, con una frase que quedó en la
historia: “Tenemos deberes sagrados que cumplir, y los cumpliremos hasta
quemar el último cartucho”.
Esta
fecha no tiene, necesariamente una connotación castrense. No es,
propiamente, un Día Militar. Los “deberes sagrados” a los que se
refiriera el valeroso jefe peruano, no corresponden solamente a los
uniformados. Quizá por eso, Juan Velasco se empeñó en darle a esta fecha
un sentido nacional y más bien popular. Era esa la respuesta de los
peruanos ante la adversidad.
Por
razones insuficientemente precisadas, lo real es que en Lima la
celebración de la fecha se ha tornado un ritual. Decenas, y aún
centenares, de militares, marinos, aviadores y aun policías, se dan cita
en una ceremonia formal que se ha denominado “la Jura de la Bandera”.
Obviamente, el gran ausente de este evento, es el pueblo.
En
el interior del país, no ocurre lo mismo. Allí, sobre todo en la zona
andina y en el sur peruano, la festividad se ha convertido en una fiesta
de todos. Y en un país, agobiado por la crisis, y transido por el dolor
que generara la muerte, la fecha se ha convertido en una especie de
Duelo Nacional.
Por
eso puede afirmarse que este 7 de junio, ha tenido un carácter
especial. En algunas localidades se han izado banderas peruanas de
distinto color: blanco y negro.
El
blanco, representa la pureza de la lucha popular; y el negro, el
profundo dolor que embarga a los peruanos por los casi 70 asesinados
entre diciembre y febrero de este año. Ha habido quienes han pretendido
satanizar esa expresión.
Han
asegurado que ella constituyó algo así como el rechazo al Perú y a su
símbolo. No es verdad. No siempre los héroes llevan uniforme. Como en
décadas pasadas, no fueron héroes los que combatieron en El Frontón y el
penal de San Pedro, en 1986; ni los que mataron campesinos en la
serranía. Tampoco los que consumaron alevosos crímenes, como en
Accomarca, Cayara, Los Molinos y otros.
Héroes
fueron Bolognesi, Grau, Alfonso Ugarte y muchos otros. Pues bien, en el
Perú de hoy, no fueron héroes los que mataron a los pobladores en
Ayacucho, Andahuaylas, Juliaca y en otras localidades. Esos, fueron
asesinos. En el caso, los héroes vestían de civil. Nadie como ellos,
supo interpretar el mensaje de la Patria: “Tenemos deberes sagrados que
cumplir…”.
Vivimos
días particularmente aleccionadores. Sin estudiar mucho, y sólo viendo
la realidad, el pueblo peruano puede percibir la esencia de clase del
régimen actual. Acaba de imponer la mayoría parlamentaria la reelección
permanente de los congresistas y la recreación de un Senado para que los
actuales parlamentarios tengan una nueva posibilidad de perpetuarse en
el poder. Al hacerlo, han desestimado incluso la posibilidad de una
consulta abierta -un referéndum- que con seguridad habría arrojado un
resultado adverso a esa iniciativa, como antes ocurriera.
Según
la encuesta de Datum, la señora Dina Boluarte ha caído en la estima
ciudadana y apenas tiene el 5% de aceptación. El congreso, algo más: el
6%. Más de 9 de cada 10 peruanos, los repudian a ambos. Pero para ellos,
la vida sigue, como si nada hubiese ocurrido. Al contrario, se precian
de haber cumplido seis meses en el Poder y de haber “tranquilizado
todo”.
“No
hay manifestaciones en la calle”, dijo recientemente Alberto Otárola
desde Europa. No vio, sin duda a la abigarrada multitud que lo recibió
con gritos hostiles en el aeropuerto de Barajas, en Madrid; ni a los que
se concentraron en Paris, para protestar ante su presencia. Para el,
ellos no existen. Acostumbrado a cerrar los ojos ante la realidad, no
vio tampoco los muertos del pasado reciente. Dina, en cambio, que sí los
vio, repite como un sonsonete: “Pedro Castillo es el culpable de estas
muertes”.
En
días pasados la precaria inquilina de palacio, respondió formalmente la
entrevista que desarrollara con ella la Fiscal de la Nación. Fue un Té
de Tías. Hablaron del tiempo, de la lluvia, de los acontecimientos que
pasan por sus ojos, pero no por su cerebro y aludieron a los caídos como
exponentes del terrorismo y la violencia. Allá ellas.
Para
que la cita se produjera, fue preciso que más de 300 policías
acordonaran el edificio de la Fiscalía. No querían que volara una mosca.
Pero las “medidas de seguridad” no pudieron acallar las voces. Y no
hubo una sola voz de saludo a la señora Boluarte. Todas repitieron lo
mismo. Y todas también cantaron aquella canción de los niños de
Azángaro, tan popular en nuestro tiempo.
Ciertamente
que los peruanos tenemos “sagrados deberes que cumplir”. Con uniforme o
sin él, deberemos enfrentar la tarea. Entre los retos más apremiantes,
está el acabar con el régimen que hoy agobia a los peruanos.
Y sentar a los culpables de los crímenes, en el banquillo de los acusados.
Será
ese el primer paso para la recuperación de un Poder que le fuera
arrebatado a las mayorías nacionales. Y abrirá también el camino para
construir un nuevo Perú, aquel con el que soñara el hombre del que se
recuerda este 14 de junio el 129 aniversario de su nacimiento. Pero esta
es, por cierto, tarea de titanes. (Fin).
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