Por Renán Vega Cantor
“Quien
quiera hoy día combatir la mentira y la ignorancia y escribir la verdad, tiene
que vencer, por lo menos, cinco obstáculos. Deberá tener el valor de escribir
la verdad, aun cuando sea reprimida por doquier; la perspicacia de reconocerla,
aun cuando sea solapada por doquier; el arte de hacerla manejable como un arma;
criterio para escoger a aquellos en cuyas manos se haga eficaz; astucia para
propagarla entre éstos. Estos obstáculos son grandes para aquellos que escriben
bajo la férula del fascismo, pero existen también para aquellos que fueron
expulsados o han huido, e incluso para aquellos que escriben en los países de
la libertad burguesa”.
Bertolt
Brecht,
“Cinco obstáculos para escribir la verdad”.
“¿No
tienes enemigos? ¿Cómo que no? ¿Es que jamás dijiste la verdad, ni jamás amaste
la justicia?”
Santiago
Ramón y Cajal, citado en Eduardo Galeano, Los hijos
de los días.
El término Pensamiento Crítico puede
resultar siendo una abstracción y hasta tener un carácter tautológico, si no se
precisa qué se entiende por tal denominación. Una abstracción que puede
convertirse en un mero enunciado, que se repite sin mucho cuidado. Una
tautología porque en rigor todo pensamiento que amerite tal nombre debería ser
crítico con todo lo existente y consigo mismo. Pero como hoy se han entronizado
en el mundo entero un conjunto de banalidades propias de un pensamiento único,
un pensamiento sumiso y un pensamiento abyecto, adquiere sentido hablar de
pensamiento crítico, no sólo para diferenciarse de estas formas sino para
rescatar la esencia de una reflexión que no se quede en la mera contemplación, aceptación
o apología de todo lo existente. En ese orden de ideas, y de manera algo
esquemática, intentaremos precisar cuáles serían en nuestro sentir y entender
las características del pensamiento crítico, que se encarna, por supuesto, en
hombres y mujeres de carne y hueso, quienes son los pensadores y las pensadoras
críticos.
1
Es un pensamiento histórico: El sistema
capitalista se presenta a sí mismo como el fin de la historia, el mejor de los
mundos, una realidad insustituible sin pasado ni futuro y la realización plena del
presente perpetuo, que siempre gravita sobre lo mismo: sobre la producción mercantil
y el consumo exacerbado. Ni antes ni después del capitalismo se concibe la
existencia de otras formas de organización social, porque todo se sujeta al
endemoniado ritmo de la pretendida “destrucción creadora”, que promete un reino
eterno, aquí en la tierra, de opulencia y derroche. Para que todas estas
falacias se impongan se hace necesario cortar los vínculos de los seres humanos
con la historia, o mejor dicho, negar que nosotros somos seres históricos, que
estamos anclados al mismo tiempo en el pasado, el presente y el futuro, y que
en el pasado relucen los destellos de proyectos y alternativas de los vencidos
que iluminan el futuro, para que el presente no aparezca como una fatalidad que
tenemos que aceptar y contra la cual nada podemos hacer. Por eso, se ha
impuesto la amnesia y el olvido, para que aceptemos que siempre ha existido y
existirá el capitalismo, sin que podamos concebir otras formas de organización social
y otras maneras de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza.
Para enfrentar esos prejuicios sobre la
eternidad del presente capitalista, la historia debe ser un instrumento
indispensable de análisis y reflexión que nos ayude a recuperar otras
perspectivas, que nos recuerdan que el capitalismo es solo una relación social históricamente
constituida, que no representa ni mucho menos el fin de la historia. El conocimiento
histórico nos ayuda a comprender que el presente actualmente existente es el
resultado de procesos complejos en donde, entre muchas alternativas, se impuso,
a menudo con la violencia y la irracionalidad, solo una de ellas. En breve, el
pensamiento crítico se sustenta en aquella célebre propuesta de Pierre Vilar de
pensar históricamente, para ubicar, localizar, relativizar, fechar, explicar,
comprender y contextualizar todos los procesos existentes, incluyendo al
capitalismo.
2
Es un pensamiento radical: Para develar
la injusticia y la desigualdad se hace necesario ir a la raíz misma de los
fenómenos, con la finalidad de explicar sus causas fundamentales. Esto es lo que
quiere decir el término radical, hurgar en el trasfondo de los procesos, y no
quedarse prisionero en el mundo de las apariencias.
Un pensamiento radical supone escudriñar
sin concesiones en los mecanismos que mantienen la dominación, la explotación y
la opresión, llamando a las cosas por su nombre, y desmontando las falacias
ideológicas que se emplean para encubrir con eufemismos la dura realidad. Por
supuesto, la radicalidad del pensamiento no es una cuestión puramente
lingüística o retórica, puesto que la misma utilización de ciertos conceptos (como
capitalismo, imperialismo, clases sociales, desigualdad) implica la adopción de
un punto de vista, que tiene consecuencias prácticas, en la vida de las
personas que asumimos ese tipo de crítica radical.
3
Es un pensamiento anticapitalista: En
sentido estricto, en la actualidad un pensamiento radical tiene que ser
anticapitalista, porque durante dos décadas se nos anunció que el mercado
perfecto se había hecho realidad tras la desaparición de la Unión Soviética y
su imposición garantizaba el crecimiento ilimitado y la satisfacción, vía
consumo, de las necesidades de todos los habitantes del planeta. Estas mentiras
han quedado hechas añicos por la crisis capitalista que se ha extendido por el
mundo desde el 2008, en la que se ha evidenciado que el costo de la crisis la pagan
los trabajadores, y los pobres, como lo estamos viendo en la Unión Europea,
modelo por excelencia del triunfalismo capitalista, pero que hoy hace agua por
todos los costados y que sitúa al mundo en la peligrosa disyuntiva fascista de
la década de 1930.
Si las cosas son así y se ha hecho
palpable que el capitalismo en lugar de contribuir a solucionar los problemas
de la humanidad los tiende a agravar con su lógica mercantil, basada en el
lucro y el crecimiento ilimitado, es necesario volverse a plantear una propuesta
que vaya más allá del capital.
4
Es un pensamiento abierto: Para ser
radicalmente anticapitalista es indispensable apoyarse tanto en las más
diversas tradiciones revolucionarias como en el conjunto de las ciencias y las
artes. El pensamiento crítico precisa del dialogo permanente con diversos legados
emancipatorios que se han ido construyendo durante varios siglos en distintos
lugares del planeta, entre los que sobresale el pensamiento de Marx y sus
seguidores más lúcidos, el anarquismo, el ecologismo, el feminismo, el
indigenismo y todo lo que ayude en el propósito de reconstruir una agenda de
lucha contra el capitalismo y el imperialismo. Así mismo, como nos lo han enseñado
los grandes pensadores de nuestra América y de otros continentes (como José
Carlos Mariátegui, Antonio Gramsci, George Lukacs), la reflexión crítica se
enriquece en un diálogo fecundo con las ciencias y la técnica, un intercambio
necesario para afrontar la crisis civilizatoria a la que nos ha conducido el capitalismo
y en la cual todos estamos inmersos. Porque esa crisis no se comprende al
margen de los impactos nefastos y contradictorios de las tecnociencias, lo que
obliga a tener unos mínimos rudimentos sobre las mismas, que permitan esbozar
una distancia crítica y mucha mesura y circunspección.
5
Es un pensamiento que cuestiona la idea
optimista de progreso: Tras constatar los costos contradictorios de la
filosofía de progreso, con todo su cortejo de muerte y destrucción, es
pertinente cuestionar al progresismo, en todas sus variantes, y en especial el culto
a la tecnociencia, por todas las implicaciones prácticas que tiene. Hoy, cuando
se ha impuesto la razón instrumental y se ha generalizado el fetichismo de la
mercancía que alienta la lógica irracional de producir para consumir en un
círculo vicioso cada vez más destructivo, se torna urgente problematizar los
proyectos progresistas que se sustentan en el tener sobre el ser, en la cuantificación
abstracta propia de la mercancía despreciando el valor de uso, en la idea de
consumir hasta el hartazgo como sustituto del buen vivir en condiciones dignas.
La crítica a la filosofía del progreso es indispensable para abandonar las
ilusiones sobre las soluciones técnicas como forma de resolver los problemas que
ha generado el capitalismo (como los trastornos climáticos o la destrucción de
los ecosistemas), y volver a priorizar las soluciones sociales y políticas. Por
todos los avatares de los fallidos proyectos anticapitalistas del siglo XX y de
la tragedia ambiental y humana que se vive en China, ya no es posible seguir
rindiendo culto al Progreso. Esto, desde luego, resulta una idea poco popular por
la imposición generalizada del consumo de artefactos tecnológicos en la vida
cotidiana, pero que necesita plantearse para estudiar a fondo las consecuencias
nefastas de la ampliación a algunos reducidos sectores de la población del modo
estadounidense de producción y de consumo, frecuentemente aplaudida como la máxima
expresión de progreso, y que destruye a la naturaleza y a los pobres.
Hay que decirlo, esto no supone el
abandono ni de la ciencia ni de la técnica, como frecuentemente lo sostienen
quienes creen que criticar al progreso es rechazar por completo la modernidad y
retroceder a la época de las cavernas. Más bien de lo que se trata es de
rescatar lo mejor de la modernidad para pensar en construir otro tipo de
civilización ecosocialista.
6
Es un pensamiento ecologista y
antipatriarcal: La destrucción ambiental se ha generalizado en el planeta, y
Colombia no es la excepción, y más ahora con las locomotoras de la minería y el
libre comercio. El ecocidio avanza de manera incontenible al ritmo de la
expansión capitalista por los cinco continentes, como lo demuestran las cada
vez más frecuentes catástrofes sociales, que resultan de la destrucción de la
naturaleza y de la mercantilización de los bienes comunes. Esto obliga a
atender, mediante la reflexión analítica, el estudio de los límites ambientales
del capitalismo y los peligros que eso entraña para grandes porciones de la
población, en primer lugar los más pobres. Se necesita de una nueva
sensibilidad que incorpore a la crítica anticapitalista, que ha estudiado a
fondo la contradicción capital-trabajo, una crítica de similar importancia que
dilucide la contradicción capital-naturaleza, y que involucre a todos los
sujetos sociales afectados por esta segunda contradicción. En consecuencia, el
pensamiento crítico requiere ser profundamente ecologista, en una perspectiva
que sea un complemento indispensable del anticapitalismo. Al mismo tiempo,
dados las notables contribuciones teóricas de diversas corrientes del
feminismo, en consonancia con el sometimiento de la mayor parte de las mujeres,
es prioritario que el pensamiento crítico asuma el cuestionamiento del
patriarcado y de todos sus componentes de opresión y de marginación de la mitad
del género humano.
7
Es un pensamiento nacionalista e
internacionalista a la vez: El capitalismo realimente existente y sus
ideólogos, entre los que sobresalen los neoliberales, se han encargado de
construir un falso dilema: ellos presentándose como los globalizadores por excelencia,
abjuran de todo lo relacionado con lo nacional, como propio del atraso y de la
barbarie. Esto lo han hecho con la finalidad de justificar la entrega de la
soberanía de los países y el regalo de los bienes comunes que se encuentran en
sus territorios, todo a nombre de una pretendida modernización global. Al mismo
tiempo, como respuesta a ese universalismo abstracto, otros portavoces del
capitalismo han suscitado feroces guerras xenófobas en varios continentes, que
han suscitado la xenofobia y la limpieza étnica.
Contra ese falso dilema –entre el
universalismo abstracto y el chovinismo nacionalista-, el pensamiento crítico
debe y tiene que reivindicar otro tipo de nacionalismo, junto con el
internacionalismo.
No se puede abjurar de lo mejor de la
configuración nacional en nuestra América, máxime en estos tiempos de la
vergonzosa desnacionalización que han impulsado las clases dominantes en estos
países, como se patentiza en Colombia. Esto no supone reivindicar ni mucho
menos un trasnochado patriotismo
barato, propio de la mentalidad
retrograda de los terratenientes y ganaderos de Antioquia y otras regiones de
este país. Quiere decir, por el contrario, postular un nacionalismo
cosmopolita, basado en la máxima de José Martí: “Patria es humanidad”. Como quien
dice, que estemos asentados en nuestro territorio, pero para comprender mejor
el mundo relacionarnos en forma más adecuada con los otros países, y no
creernos ni mejores ni peores que los demás. Ese internacionalismo, además, es
urgente tanto para recuperar las mejores tradiciones de lucha de los dos últimos
siglos en nuestra América, como para solidarizarnos y compartir las utopías de
los oprimidos del mundo entero.
8
Es un pensamiento anticolonialista y
antiimperialista: Por reivindicar lo mejor de lo nacional y lo mejor del mundo,
el pensamiento crítico es, tiene que serlo, anticolonialista y antiimperialista,
porque hoy se ha reforzado el colonialismo, que había sido seriamente
debilitado en la década de 1960 con la extraordinaria lucha de liberación
nacional que adelantaron los pueblos africanos y asiáticos, cuya gesta hizo
gravitar la historia universal entrono a lo que por entonces se llamaba el
Tercer Mundo. Esta epopeya anticolonialista generó imperecederos aportes
intelectuales al pensamiento universal, representados en la obra de Franz
Fanón, Walter Rodney, Amílcar Cabral o Aimé Césaire. Como ha quedado en
evidencia hoy, el colonialismo en realidad nunca desapareció, sino que más bien
se encubrió bajo otros mantos y emergió con toda su fuerza en las últimas
décadas, asumiendo el viejo discurso eurocéntrico con la retórica de la globalización.
Esta nueva conquista, la colonización externa, en el caso de nuestra América,
viene acompañada de ese otro fenómeno que existe en este continente desde hace
cinco siglos, pero del que poco se habla, del colonialismo interno, agenciado
por las clases dominantes para mantener sus privilegios a costa de la exclusión,
discriminación y explotación de indígenas, afrodescendientes y mestizos pobres.
La nueva colonización es también, como
siempre lo fue, cultural, y ahora académica, porque de los centros hegemónicos
de la cultura universitaria se imponen nuevas modas intelectuales, que desdicen
y niegan de lo propio de la realidad de nuestro continente, de sus procesos de
lucha y de sus propios proyectos culturales, para implantar un lenguaje
artificial e impostado, elaborado para congraciarse con los nuevos
imperialistas y sus mandarines intelectuales. En consecuencia, el pensamiento
crítico debe estar atento a beber de lo más diversas fuentes, pero sin caer en las
tentaciones de la novedad y de las modas efímeras, impuestas desde Nueva York o
desde Paris.
9
Es un pensamiento que reivindica a los
oprimidos de todos los tiempos y a sus luchas: El pensamiento crítico pretende
develar los mecanismos de explotación y opresión en el presente, apoyándose en
una visión histórica en la que emergen los sujetos que se han rebelado contra
las diversas formas de dominación en diversas épocas. El conocimiento de los
procesos históricos señala que incluso en las peores condiciones, como en la
época de la esclavitud moderna, que perduró cuatro siglos (entre 1500 y 1890),
hubo protestas, sublevaciones y rebeliones, propias de lo que puede llamarse la
hidra de la inconformidad de los plebeyos.
Cual hidra mitológica que renace aunque
se le destruya la cabeza, lo mismo ha sucedido en diversos momentos de la
historia del capitalismo, cuando a pesar de la tortura, persecución y asesinato
de líderes y dirigentes populares, la protesta de los subalternos reaparece una
y otra vez. Estudiando las luchas de los vencidos, se alimenta el fuego de la
inconformidad en el presente, porque aquéllos nos acompañan desde la
posteridad, con la memoria de sus acciones, de acuerdo al postulado de Walter
Benjamin de no pedir “a quienes vendrán después de nosotros la gratitud por
nuestras victorias sino la rememoración de nuestras derrotas. Ese es el
consuelo: el único que se da a quienes no tienen esperanza de recibirlo” (1) En
resumen, el síndrome de Espartaco basado en el lema “Me rebelo, luego existo”,
debería sintetizar la rememoración de los que han luchado en todos los tiempos,
un componente indispensable del pensamiento crítico.
10
Es un pensamiento comprometido y no
meramente contemplativo: Los enormes problemas que afronta el mundo actual,
agravados todavía más en nuestro continente por la dependencia y servilismo de
las clases dominantes, requieren tanto de una reflexión seria y rigurosa, como
del involucramiento de esa reflexión con los problemas de la gente común y
corriente. En pocas palabras, se trata de que el pensamiento se encarne en sujetos
concretos para devenir en praxis transformadora, a la luz de los problemas específicos
que afronta la mayor parte de la población.
No estamos hablando de una
instrumentalización artificial de las ideas, que abjure de la importancia de la
reflexión y que desprecie el trabajo intelectual, sino de la necesidad de
vincular, de alguna manera, esas reflexiones con los problemas reales de la gente.
Me gusta reivindicar nuestra actividad como propia de los trabajadores del
pensamiento, como lo hacía Julio Antonio Mella cuando decía: “Intelectual es el
trabajador del pensamiento. ¡El trabajador!, o sea, el único hombre que a
juicio de Rodó merece la vida, es aquel que empuña la pluma para combatir la
iniquidades, como los otros empuñan el arado para fecundizar la tierra, o la
espada para libertar a los pueblos” (2) Si situamos la elaboración de
pensamiento crítico como un trabajo, y no como una refinada actividad
especulativa al margen del mundo real, tendremos más oportunidad de vincularnos
con el resto de trabajadores, incluyendo a los que con sus manos laboran la
tierra o fabrican las cosas. Así podríamos declarar, a nuestra actividad como una
artesanía del pensamiento, una artesanía que genera productos intelectuales
que, directa o indirectamente, deben tener alguna utilidad para la gente.
Por otra parte, el pensamiento crítico
no abjura de sus compromisos y por eso sabe que es perseguido y reprimido,
porque pretende encarnar otro proyecto de mundo y de sociedad, que resulta insoportable
para los detentadores del poder y la dominación en nuestro tiempo, donde quiera
que se encuentren. El pensamiento crítico hace suya la consigna del filósofo de
Tréveris, su undécima tesis: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo,
de lo que se trata es de transformarlo”.
En ese mismo sentido, el pensamiento
crítico además de estar comprometido con los pobres y desvalidos, es un
pensamiento alternativo, porque con ellos busca elaborar propuestas
anticapitalistas, planteando que otro mundo es posible y necesario, si no queremos
que el capitalismo sea el fin de la historia en el sentido literal de la
palabra, si dejamos que nos destruya a todos y a nuestro planeta.
11
Es un pensamiento universitario y
extrauniversitario al mismo tiempo: La universidad pública ha sido una
conquista de las sociedades latinoamericanas, conquista lograda con mucho
esfuerzo y con el sacrificio de estudiantes y de profesores. Durante mucho tiempo
se ha buscado que esta universidad fuera un espacio democrático y popular, lo
que efectivamente se logró en algunos países de la región, México es el
principal ejemplo. En los demás, a pesar de los obstáculos, la universidad
pública ha sido durante algún tiempo el faro intelectual que alumbraba con
ideas y proyectos transformadores, que incidieron fuera de los campus
universitarios.
Ahora estamos asistiendo a la
transformación de la Universidad Pública en un mercado educativo que vende
servicios y quiere convertir a profesores y estudiantes en oferentes y clientes
de combos mcdonalizados. Para hacer realidad ese propósito es indispensable
erradicar de los campus a todos aquellos que cuestionen, critiquen y duden, ya
que la universidad de la ignorancia requiere profesores, estudiantes y
funcionarios obedientes y sumisos. En concordancia, la consigna de los
mercaderes de la educación es erradicar el pensamiento crítico del mundo universitario,
so pretexto de que no es ni útil ni rentable. Esa es la situación que hoy
afrontamos de manera directa todos los que hemos hecho de la universidad pública
nuestro proyecto de vida. Es necesario, entonces, defender ese territorio
democrático de los embates del capital nacional y extranjero, para preservar la
libre exposición y discusión de ideas, proyectos y propuestas para construir
naciones y sociedades justas e igualitarias.
Puesto que el mundo universitario
solamente representa a un ámbito reducido de la población y grandes problemas
de la sociedad son asumidos por organizaciones populares, que construyen sus
propios instrumentos analíticos, es necesario que el pensamiento crítico se
relacione con esos proyectos y esas luchas, para que aprenda de ellas y se
nutra de esas experiencias, a las que luego podrá realimentar en forma
dialógica. Es decir, el pensamiento crítico también se construye fuera de los
espacios universitarios, en la calle, en la plaza pública.
12
Es un pensamiento digno: Para terminar,
deben mencionarse las implicaciones éticas del pensamiento crítico, lo cual
está relacionado con los intereses que representa, con las fuerzas sociales de
las que aprende, se nutre y a la vez alimenta, y a los valores que defiende. Al
respecto, la dignidad es una de sus características distintivas. Por dignidad
entendemos muchas cosas, entrelazadas y complementarias: la independencia de
criterio; la libertad de critica; la insubordinación; la defensa de los
desvalidos; el valorar a las cosas por lo que son y no por su precio monetario;
asumir los costos y las consecuencias de lo que se dice sin hacer concesiones
ni traficar con los principios morales; no arrodillarse ni subordinarse a los
amos y poderosos, a cambio de retribuciones, o reconocimientos formales, que
buscan la claudicación; y, mantenerse al lado de los oprimidos sin importar que
eso implique la marginación y la criminalización. El pensamiento digno no se
vende por unas cuantas migajas, no se desmorona ante las lisonjas y halagos
interesados de los mercachifles del saber y de la investigación, no se
subordina a los dictados de la figuración mediática propia de la sociedad del
espectáculo, no escribe ni diserta sobre aquello que proporcione dinero y fama,
no negocia con el saber como si fuera una mercancía, no se cotiza en la bolsa
de valores del arribismo intelectual. Quienes cultivan el pensamiento crítico
caminan con rectitud con la frente bien en alto, por un sentido acendrado de
dignidad, y no como le sucede a los portavoces de la mentalidad sumisa, por
desgracia la vasta mayoría que, como lo afirma el dramaturgo italiano Darío Fo,
“andan erguidos porque la mierda les llega hasta el cuello”.
1 Citado en Michael Lowy, Walter
Benjamin, aviso de incendio. Una lectura de las tesis “sobre el concepto de
historia”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005, pp. 135.
2 Julio Antonio Mella, “Intelectuales y
tartufos”, en Escritos
Texto leído en el evento “En defensa del
pensamiento crítico”, realizado el miércoles 9 de mayo de 2012 en la
Universidad Pedagógica Nacional. El Blog ColombiaDesdeAfuera publica este
fascinante escrito como una forma de rendirle un homenaje a Renán Vega Cantor,
invitado habitual de este espacio, y se une a la jornada de desagravio. Mayo
11, 2012 por colombiadesdeafuera
Biblioteca Virtual
Omegalfa
-.o0o.-
PENSAMIENTO CRÍTICO
01.- Es un
pensamiento histórico
02.- Es un
pensamiento radical
03.- Es un
pensamiento anticapitalista
04.- Es un
pensamiento abierto
05.- Es un pensamiento
que cuestiona la idea optimista de progreso
06.- Es un
pensamiento ecologista y antipatriarcal
07.- Es un
pensamiento nacionalista e internacionalista a la vez
08.- Es un
pensamiento anticolonialista y antiimperialista
09.- Es un
pensamiento que reivindica a los oprimidos de todos los tiempos y a sus
luchas
10.- Es un
pensamiento comprometido y no meramente contemplativo
11.- Es un
pensamiento universitario y extrauniversitario al mismo tiempo
|
Nota.-
Pensamiento
Crítico, es lo que necesitamos para impulsar la PREPARACIÓN DE LA ORGANIZACIÓN DEL SOCIALISMO PERUANO.
Ramón García Rodríguez
30.08.13