Vicky Peláez (RIA NOVOSTI, especial para
ARGENPRESS.info)
Tarde
o temprano la verdad saldrá a la luz y la mentira será aplastada en el polvo
(antiguo
proverbio egipcio)
Hace más de dos años y medio
cuando se inició La Primavera Árabe en Egipto, estallando las protestas en el
Cairo y otras ciudades del país, la prensa globalizada la bautizó
inmediatamente como la “Revolución Democrática Árabe”.
Anunció también el inicio de una
nueva época en el mundo islámico a través de elecciones libres y la
participación popular en el gobierno. Sin embargo, a pesar del tiempo
transcurrido las manifestaciones no cesan y cientos de jóvenes que han estado
protestando diariamente pierden sus vidas, mientras que el país, sumido en
caos, está cayendo cada vez más en las garras de una severa crisis económica,
política y religiosa.
La tragedia de Egipto se inició
en la época colonial y nunca ha acabado después que el Reino Unido le concedió
la independencia en 1922. Ellos cambiaron sus fronteras de acuerdo a los
intereses británicos y franceses para no permitir la cohesión nacional e instalaron
un reinado que implícitamente seguía subordinado al poder británico. Solamente
durante la presidencia de Gamal Abdel Nasser (1956-1970) hubo un tiempo de
relativa tranquilidad. Nasser y un grupo de jóvenes oficiales del ejército sacó
del poder al rey Fuad II en 1952 cuando Egipto estaba afectado por una aguda
crisis, la corrupción, la inoperancia de la Constitución, miseria de la
población y el control absoluto por parte de los británicos y los franceses.
En 1956, después de nacionalizar
el Canal de Suez, acercarse a la Unión Soviética y adoptar una postura de
fuerza antioccidental y de orientación nacionalista, Nasser se convirtió en una
prestigiosa figura a nivel internacional y en especial en el Tercer Mundo junto
con el primer ministro yugoslavo Josip Broz Tito y el líder de Inda Jawaharlal
Nehru. Fue el primer egipcio que gobernaba su país desde los tiempos
faraónicos. Nasser trató de industrializar a Egipto para sacarlo de la
dependencia colonial. Su actitud nacionalista provocó irritación en Francia y
la Gran Bretaña potencias que invadieron el país, lo que utilizó también Israel
para apoderarse de la península de Sinaí. Estados Unidos apoyó las presiones de
Rusia para el retiro de todas las tropas invasoras porque tenía sus propios
planes para el Medio Oriente.
En 1957 el presidente Eisenhower
proclamó su doctrina, que prácticamente convertía al Medio Oriente en el
segundo “patio trasero” norteamericano. Anunció que “Estados Unidos consideraba
vital para sus intereses nacionales y para la paz en el mundo la preservación
de la independencia y la integridad de las naciones del Medio oriente”. Con
esta doctrina arrancó la Guerra Fría en la región para supuestamente “prevenir
agresión armada de cualquier país bajo el control del comunismo internacional”.
Después de la súbita muerte de
Nasser en 1970, Egipto bajo la presidencia de Anwar el Sadat (1970-1981) y
Hosni Mubarak (1981-2011) reorientó su política internacional y nacional,
desvinculándose de la URSS para convertirse en un satélite incondicional de
Washington. Aceptó todas las recetas económicas del Fondo Monetario
Internacional (FMI) y del Banco Mundial (WB) abrazando el neoliberalismo y
llevando su país hacia el empobrecimiento, la corrupción desenfrenada y cada
vez más un espantoso desempleo, especialmente entre los más jóvenes, además de
un increíble incremento de desigualdades De acuerdo a uno de los más
prestigiosos estudiosos del Sistema Económico Mundial, Samir Amin, “Sadat y más
aún Mubarak han trabajado para el desmantelamiento del sistema productivo
egipcio, substituyéndolo por un sistema de todo tipo incoherente, basado en la
búsqueda de rentabilidad”. Todo esto explica por qué El Cementerio del Cairo se
convirtió en un refugio para miles de habitantes de la capital.
La indignación de los
estudiantes sin ninguna perspectiva para el futuro, de los pobres cada más
empobrecidos y crecidos en el número y de la clase media dio origen a la
“Primavera Árabe” en Egipto cuando miles de manifestantes tomaron la plaza
Tahrir en febrero de 2011 exigiendo la dimisión de Mubarak. El caos empezó a
apoderarse de Egipto mientras el presidente ordenó una drástica campaña de
represión. Frente a esta situación Washington decidió que la hora de Mubarak
llegó a su fin y le dio la orden de renunciar inmediatamente, rechazando su
pedido de 3 o 4 días para terminar con protestas.
El gobierno norteamericano tenía
otros planes para Egipto, utilizando sus aliados incondicionales los Hermanos
Musulmanes (la Cofradía) que fueron reprimidos tanto por Nasser, como Sadat,
llegaron a un acuerdo con Mubarak. Según Gamal Abdel Nasser, “El imperialismo y
el colonialismo han proporcionado armas y dinero a los Hermanos Musulmanes”. La
Cofradía fue fundada en Egipto en 1928 por Said Ramadán. Al iniciarse la Guerra
Fría los servicios secretos norteamericanos empezaron a apoyar en logística y
finanzas a los Hermanos Musulmanes. Los servicios secretos de Suiza, donde
residía Ramadán, lo caracterizaron en un informe confidencial del 17 de agosto
de 1966 como “un agente de información de los ingleses y de los
estadounidenses”.
En los planes de los Estados
Unidos, la Cofradía debería ser utilizada para no permitir a los militares o a
los liberales convertir Egipto con sus 85 millones de habitantes y con un
ejército fuerte y bien armado en una potencia regional que alguna vez retome el
nasserismo. Para Washington ha sido preferible mantener este país,
estratégicamente importante en el ajedrez de lucha por el dominio del Medio
Oriente, en un estado de rivalidad interna y caos provocado para mantener la
docilidad de los contrincantes y así asegurar los intereses norteamericanos.
Hace poco la agencia de noticias
bahreiní al-Wasat informó sobre un estudio realizado por investigadores
militares y especialistas en seguridad de Estados Unidos que concluía que para
finales del 2015 deberían caer cuatro fuerzas militares más poderosas del Medio
Oriente: Egipto, Siria, Irán y Arabia Saudita. Se supone que cada uno de ellos
representa un peligro en potencia para la seguridad de Israel. La cofradía en
esta perspectiva, igual que al-Qaeda, que recientemente fue reconocida por
Hillary Clinton como creación de Norteamérica, podrían ser las piezas claves
para lograr este propósito. Frente a esta perspectiva no es de extrañar la
reciente visita del jefe del servicio de inteligencia de Arabia Saudita, Bandar
bin Sultán, aka Bandar Bush a Rusia para encontrarse con el presidente Vladimir
Putin para adquisición del armamento ruso.
Después de la caída de Mubarak,
los militares tuvieron que asumir el poder en el período de transición entre 11
de febrero de 2011 a 30 de junio 2012 cometiendo varios errores en el manejo
del país, reprimiendo a los manifestantes y mostrando un irrespeto a los
derechos humanos. En las elecciones presidenciales que tuvieron lugar el 16 de
junio de 2012 ganó el candidato de los Hermanos Musulmanes Mohamed Morsi con el
52 por ciento de los votos. Así la Primavera Árabe aseguró el ascenso de los
islamistas en Egipto, Túnez y Libia siguiendo el diseño de Washington. También
los Hermanos Musulmanes consiguieron la mayoría parlamentaria, cambiando su
nombre por el Partido de la Libertad y Justicia.
En realidad la Cofradía nunca ha
sido un movimiento religioso sino una organización que usa la religión para sus
fines políticos. Desde su fundación en 1928, siempre han asumido la posición
anticomunista, antisocialista, antiprogresista y antidemocrática. Como lo
explica Samir Amin, durante las huelgas de obreras de 2007-2008 votaron en el
parlamento contra los huelguistas, posteriormente apoyaron a los latifundistas
en su lucha contra los movimientos campesinos.
Al asumir el poder no quisieron
cambiar nada y aceptaron incondicionalmente, en un país en crisis, las recetas
de austeridad aconsejadas por el Fondo Monetario Internacional y siguieron la
misma política de Hosni Mubarak. Igual como los militares, reconocieron la
hegemonía norteamericana en la región, la paz con Israel y apoyaron la política
de Washington en relación a Siria. También emprendieron la represión contra los
laicos y cristianos, representando los últimos el 10 por ciento de la población
nacional. No se escaparon de su ira los periodistas que se atrevían a criticar
el régimen de Morsi.
Las protestas explosionaron otra
vez cuando un grupo de jóvenes llamado Tamarod (Rebelde) y usando la redes
virtuales, movilizó a millones de personas el pasado 30 de junio y llenaron las
calles para exigir la salida de Morsi justamente en el primer aniversario de su
asunción al poder. Lo interesante fue que el número de los manifestantes que
salieron a las calles el 30 de junio pasado era superior a los que protestaron
contra el gobierno de Mubarak en febrero de 2011. El ejército decidió entonces
dar su apoyo a los descontentos lanzándoles el mensaje: “ustedes se movilizan y
nosotros los apoyaremos”. El primero de julio el ministro de defensa, Abdel
Fatth El-Sisi entregó al gobierno de Morsi un ultimátum exigiendo su renuncia
en 48 horas, así el 3 de julio pasado el ejército tomó el poder deteniendo al
presidente y a los más radicales dirigentes de la Cofradía.
Desde este momento la violencia
se apoderó otra vez de Egipto, esta vez desatada por los Hermanos Musulmanes y
sus simpatizantes, que en su mayoría son gente pobre. Para el pasado 20 de
agosto habían sido destruidos más de 50 iglesias y negocios cristianos, de
acuerdo el periódico egipcio al-Ahram. Más de 800 egipcios perdieron la vida y
más de 3.300 resultaron heridos. La directora general de la UNESCO expresó su
preocupación por la preservación del patrimonio cultural nacional, después que
los partidarios de Morsi saquearan el Museo Nacional de Malawi (MNM) y
devastaran varios monumentos religiosos de gran importancia en Cairo y Fayoum.
Mientras todo esto sucedía en
Egipto, Washington tomó una posición ambigua como de costumbre: de un lado
condenó a los militares por el uso de la violencia contra los que están
apoyando a Mohamed Morsi y por el otro no suspendió la ayuda militar que es de
1,5 mil millones de dólares al año. Solamente congeló 285 millones de dólares
para el desarrollo económico. Después de varios días de violencia, la situación
para el 22 de agosto aparentemente se ha estabilizado pero nadie sabe cómo se
resolverá la situación. El diario al-Ahram opina que Egipto necesita un hombre
fuerte, posiblemente un militar como el actual ministro de defensa El-Sisi que
tiene todos lo chances de ganar las próximas elecciones. Ya el jefe del servicio
secreto de Egipto (GID), Bandar Bush aseguró el apoyo saudita a las fuerzas
armadas de Egipto y expresó su solidaridad con El-Sisi.
Nadie sabe qué curso tomará la
situación en Egipto. Los líderes de los Hermanos Musulmanes están detenidos y
existe la división interna entre los antiguos militantes y los jóvenes, entre
los radicales y los moderados. A la vez la población en general está cansada de
violencia y aboga por la paz y la estabilidad, sabiendo que solamente las
fuerzas armadas podrían garantizarlas. Por el momento Estados Unidos no sabe
qué hacer y tiene que guiarse en su política hacia Egipto por los países del
Golfo Pérsico y en especial por Arabia Saudita.
Finalmente será el pueblo
egipcio que decidirá qué hacer, siguiendo las palabras del profeta Mahoma: “No
paséis el tiempo soñando con el pasado y con el porvenir; estad listos para
vivir el momento presente”.
-.o0o.-
de: ARGENPRESS
<argenpress@gmail.com>
responder a:
argenpress+owners@googlegroups.com
fecha: 23 de agosto de 2013 16:28
asunto: ARGENPRESS.info - Resumen de
noticias del 23/08/2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario