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Nuestra América Nativa
LOS BURÓCRATAS SIEMPRE ESTÁN
DEMASIADO OCUPADOS
Homar Garcés
Opinión
22/08/2019
Las fallas, las omisiones y las negligencias del Estado (sea cual
sea su denominación) les son atribuidas comúnmente al burocratismo
presente en cada una de sus estructuras. En esencia, de una forma
generalizada, puede determinarse que la subjetividad
y la rutina diaria (cumplida sin mucha alteración durante tantos años
de permanencia en el cargo) hacen de los burócratas, incluso aquellos
que, en apariencia, no lo harían de una manera consciente, unos
elementos perniciosos que conspiran constantemente contra
el ejercicio democrático del pueblo, contra la transparencia
administrativa que debiera caracterizar al Estado en todo momento y
contra la posibilidad real de concretar cualquier experiencia
revolucionaria orientada a su logro pleno.
A ello se une la centralización operativa que, en la mayoría de
las ocasiones, retrasa la iniciativa que pudiera tomarse con la
finalidad de solventar cualquier problema o necesidad existente. Muchas
veces por motivos fútiles a los cuales se les otorga
una importancia cardinal, justificados en procedimientos
administrativos demasiado engorrosos y lentos. Esto, con el tiempo,
produce cierto conformismo entre la gente que acude a los organismos
públicos al percatarse que estos procedimientos seguramente no
servirán de nada para encarar satisfactoriamente una situación
determinada.
Según lo notara Ernesto Che Guevara, «el burocratismo es la
cadena del tipo de funcionario que quiere resolver de cualquier manera
sus problemas, chocando una y otra vez contra el orden establecido, sin
dar con la solución. Es frecuente observar cómo
la única salida encontrada por un buen número de funcionarios es el
solicitar más personal para realizar una tarea, cuya fácil solución sólo
exige un poco de lógica, creando nuevas causas para el papeleo
innecesario». También existe la duplicación de funciones,
lo que surge de la falta de normas de organización precisas entre las
diferentes instituciones públicas, replicándose en cuanto a los mismos
objetivos.
En este sentido, los sectores populares debieran comprender que
si existiera verdaderamente una burocracia funcional y eficaz, se harían
expeditos los diferentes procesos o trámites que ha de cumplir el
Estado. Además, a fin de disminuir y erradicar
la mala influencia del burocratismo, el pueblo está llamado a gestar
sus propios espacios de organización soberanos. Así evitaría que sus
derechos sean conculcados por una minoría bajo la excusa de estarse
velando sus intereses colectivos; lo que ha servido
para el fomento y el ocultamiento de complicidades, incompetencias y
corrupciones institucionalizadas de toda clase.
Es decir, se requiere estimular la capacidad instituyente y
autónoma de los sectores populares para crear mecanismos de control
democráticos que le permitan a toda la población ser protagonista
consciente y activo de su propio destino. Sin embargo, hay
que acotar que esto será una tarea difícil, de larga duración, mientras
existan el Estado y el modelo de sociedad vigentes, ambos erigidos
según la lógica capitalista. Es algo que no se podrá obviar.
Para quienes lo ignoran (o no desean saberlo y, menos aún, comprenderlo), citando al compañero Antonio Gramsci: “La burocracia es la fuerza conservadora más peligrosa”.
Si ella, como secularmente sucede, se independiza de los sectores
populares
y se arroga un papel preponderante en la administración y el
funcionamiento estatales, termina por generar más problemas que
soluciones. Una cuestión que se repite en todo el mundo.
Y esto se palpa a diario, incluso, mediante la actitud despótica y
displicente que suelen adoptar secretarios y ayudantes personales
(entre los cuales cabe incluir a los guardias de seguridad) de quienes
ejercen los cargos de representación popular;
los cuales establecen una especie de estratificación en cada antesala,
en donde algunas personas (estimadas social, económica y políticamente
inferiores) deben esperar mientras que otras (vistas como superiores)
tienen libre acceso. De igual modo, cuando los
burócratas alegan estar siempre ocupados, pero «extrañamente» aligeran
los trámites de amigos, colaboradores y gente de «mayor rango». Por
todos estos rasgos visibles, el burocratismo debe calificarse como
antidemocrático y contrarrevolucionario. Sabiéndolo,
muchos movimientos sociales y políticos luchan por trascenderlo,
poniendo en práctica estrategias y concepciones distintas a las
establecidas que amplíen positivamente todo lo referente a la vigencia
de la democracia y el papel a cumplir por la ciudadanía,
lo que sería una conquista saludable para todos, independientemente de
cuáles sean nuestras convicciones personales.
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