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El Mundo Hoy
GUERRA HÍBRIDA:
ORÍGENES Y USOS POLÍTICOS
*David Barrios Rodríguez
Análisis
07/11/2019
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 544:
Las redes de la guerra 14/10/2019
La
guerra es, por lo tanto, no solo de carácter camaleónico, porque cambia
su color en algún grado en cada caso particular, sino que también, en
su conjunto, está en relación
con las tendencias predominantes que hay en ella.
Carl Von Clausewitz
Invocando la “guerra híbrida”
La alocución “guerra híbrida” se ha puesto en boga en años
recientes para describir fenómenos bastante diversos. Habiendo estado
asociada en un primer momento a la combinación y actuación en el campo
de batalla de fuerzas regulares y actores no estatales,
posteriormente ha sido relacionada con ciberataques, tareas de
espionaje, propaganda e información, campañas de desestabilización para
deponer gobiernos (como ocurre con las llamadas Revoluciones de Colores)
así como con el uso de herramientas no militares
para promover extraterritorialmente los intereses de los Estados que
las emplean (guerra económica, presión diplomática, formas de
penetración cultural, entre otras). En el presente texto se hará una
distinción entre los elementos conceptuales del término
y su uso con fines propagandísticos, mismos que hacen parte de una
disputa que tiene como principales protagonistas a Estados Unidos y
Rusia, pero con ramificaciones a distintas regiones del planeta.
Si bien el concepto fue acuñado en 2002 en la tesis de maestría
de William J. Nemeth (Escuela Naval de Posgrado), su utilización por el
General James Mattis y el Teniente Coronel Frank Hoffman (ambos de la
Marina de Estados Unidos) durante los primeros
años del lanzamiento de la llamada “Guerra contra el Terrorismo” lo
colocó en el debate de los estrategas militares. Tratándose en verdad de
una síntesis de varias aproximaciones, destacan las recuperaciones de
la Three Block War (General Charles Krulak),
guerra irrestricta o guerra más allá de los límites (Coroneles del
Ejército Popular de Liberación chino Quang y Wang), guerra compuesta
(Thomas H. Huber) o Guerra de Cuarta generación (William S. Lind). En
ese momento, se hacía énfasis en la convergencia operacional
de Estados con actores no estatales y se puntualizaban algunos de sus
elementos: "La gama completa de diferentes modos de guerra, incluidas
capacidades convencionales, tácticas y formaciones irregulares, actos
terroristas que incluyen violencia y coerción
indiscriminada, así como desorden criminal" (Hoffman, 2007). Es
decir que se ponía de relieve la imbricación entre formas y actores de
guerra convencional o tradicional y aquellos pertenecientes a las
manifestaciones de la guerra irregular, en
la que se volvía difusa la frontera de actuación entre unos y otros,
aun en los niveles a ras del campo de batalla; además de incluir como
elemento central las modalidades de actuación del “terrorismo” islámico.
Un elemento a resaltar sobre la noción, es que se han ido
agregando y enfatizando algunos de sus componentes a partir de eventos
concretos. La Guerra del Líbano de 2006 y en especial la actuación de
Hezbollah apoyada por los gobiernos de Siria e Irán,
hizo que el planteamiento cobrara mayor notoriedad por los estragos que
esta organización logró asestar a las Fuerzas de Defensa de Israel.
En especial, fue destacada la combinación de formas de
organización descentralizada, con la creación y utilización de
infraestructura y armamento más sofisticado para llevar a cabo la
campaña (misiles anti tanque y anti buque, sistemas avanzados de
comunicación,
creación de túneles y refugios antiaéreos), al mismo tiempo que se
llevaron a cabo ataques sorpresa y fue establecida una exitosa campaña
mediática promoviendo los resultados de la estrategia de Hezbollah. En
esta vertiente, se destacó el hecho de que en una
confrontación asimétrica, un actor armado de menor calado, aprovechara
avances tecnológicos-informáticos, así como el apoyo de formaciones
estatales para ofrecer batalla a uno de los ejércitos más poderosos de
su región.
Guerra de “nuevo tipo”
A partir de 2014, se generalizó la enunciación como “nuevo tipo” de guerra, con posterioridad a la anexión de Crimea por Rusia.
Desde entonces la acepción incorporó con mayor fuerza la disputa
en el terreno de la información a partir de eventos relacionados con la
difusión de noticias falsas (especialmente en las redes sociales),
propaganda, o guerra psicológica; lo cual da cuenta
de otro rasgo que ha sido subrayado sobre estos escenarios: la
centralidad que adquiere la población como objetivo de estas operaciones
en la medida en que se busca crear descontento social o generar
adversarios al interior de los Estados rivales.
Desde el otro extremo del tablero, el interés de Rusia en el
concepto surgió de la teorización producida desde Occidente y que a
partir de ésta se tradujo al ruso como gibridnaya voyna.
El objetivo de dicha incorporación habría sido interpretarla a la
luz su propio contexto, más que asumirla de manera mecánica (Fridman,
2017).
Esto hizo que fueran recuperados los aportes en torno a la
“guerra de subversión” (myatezh voyna), propuesta desde la década de los
años sesenta del Siglo XX, por un ex Coronel del Ejército imperial ruso
(y anticomunista furibundo) Evgeny Messner.
Bajo esa conceptualización, se refirió a las actividades de la
urss y China respecto a las “democracias” occidentales y los países del
Tercer Mundo en el marco de la Guerra Fría. Dicho planteamiento
consideraba ya la creciente fusión entre la guerra
regular e irregular (en un sentido amplio y no fundamentalmente
operacional), así como la preeminencia de la guerra psicológica y la
importancia de la población en los conflictos venideros:
Mientras que el concepto occidental de guerra híbrida se centra
principalmente en actividades tácticas y operativas militares 'dirigidas
y coordinadas dentro del espacio de batalla principal para lograr
efectos sinérgicos', la gibridnaya voyna rusa gira
en torno a ideas más amplias e 'involucra todas las esferas de la vida
pública: política, economía, desarrollo social, cultura'...
esta idea está fuertemente basada en el concepto de 'guerra de subversión' de Messner (Fridman, 2017: 43)
Otro elemento a considerar es que, mientras la definición surgida
en Estados Unidos pone especial énfasis en la actuación de actores no
estatales, las preocupaciones de los académicos rusos que han recuperado
a Messner, se centran en los esfuerzos de
Estados por socavar gobiernos y sociedades enemigas. En
esa línea de ideas es que Andrew Korybko ha establecido que la guerra no
convencional y las Revoluciones de Colores son los dos componentes de
las guerras híbridas actuales, en este caso
entendidas como un método novedoso de guerra indirecta por parte de
Estados Unidos (Korybko, 2015).
Lo señalado hasta ahora nos permite observar que lo que se
presenta como “guerra híbrida” no es en realidad una forma novedosa de
enfrentar a los enemigos ya que la fusión entre la guerra tradicional o
convencional y la de tipo irregular, así como la
incorporación de mecanismos no estrictamente militares, resultan
prácticas que se actualizan, pero que pueden ser rastreadas desde
tiempos inmemoriales.
A las objeciones que se han planteado al término, relacionadas
con lo hasta ahora expuesto, considero pertinente agregar que la propia
conceptualización nos permite observar el carácter performativo de la
enemistad contemporánea, de la redefinición constante
de amenazas.
El intervallum de las guerras actuales
La oscilación entre estrategias tradicionales e irregulares para
hacer la guerra es en la actualidad parte constitutiva de la doctrina
militar de Estados Unidos (jcos, 2017) y como expresan las
aproximaciones mencionadas al comienzo de este texto, otras
características –como la proliferación de guerras internas, la
generalización de las operaciones especiales, el resurgimiento y
generalización de actores armados no estatales, la importancia que han
adquirido las tareas de información y propaganda, o el papel
preponderante que tienen las poblaciones civiles en los conflictos
actuales– resultan elementos que, operando de manera conjunta, acompañan
a nuestras sociedades desde las últimas décadas del siglo pasado.
Es por ello posible afirmar que, tanto Rusia como Estados Unidos,
apelan al carácter híbrido de las amenazas y la guerra como una manera
de describir al enemigo sin llevar a cabo una autodescripción de su
proceder (Ssorin-Chaikov, 2018), eludiendo incluso
retomar formalmente el concepto en sus doctrinas, aunque en su
repertorio existen formulaciones que bien podrían ponerse en relación o
albergar dicha noción. Tal es el caso tanto de las “guerras de nueva
generación” o “nuevo tipo de guerra” (Thomas, 2017;
Gerasimov, 2019), como la “dominación de espectro completo” (JCOS,
2000).
Si prestamos atención a los elementos señalados, éstos han estado
presentes en otros momentos de la historia, e inclusive formaron parte
de los conflictos bélicos durante el Siglo XX, incumpliendo con ello las
normatividades acordadas para llevar a cabo
la guerra. Lo que ocurre es que algunos de estos rasgos se
generalizaron con el lanzamiento de la “Guerra contra el Terrorismo”.
Por ejemplo, a través de las incursiones militares en países sin que
haya de por medio declaraciones formales de inicio de hostilidades,
la implementación de centros de detención como Abu Grahib o Guantánamo,
el incremento exponencial de las Operaciones Especiales o la
proliferación del uso de vehículos no tripulados (uav) que han permitido
llevar a cabo ataques a distancia, así como asesinatos
encubiertos. Es por ello que, al mismo tiempo que se ha
instaurado un “espacio panóptico global” (Gusterson, 2016) a través de
las tecnologías de vigilancia o de la generalización del uso de drones,
no se percibe una correlativa adaptación de
las reglas del juego, sino que distintos actores disponen ahora de esos
mismos mecanismos de intervención y ataque.
Lo característico de la época en que vivimos es que los
conflictos contemporáneos se desarrollan en una zona gris entre la paz y
la guerra (Almäng, 2019). Ese intersticio o zona de indefinición abarca
aspectos espaciales, temporales y, por último, pero
no menos importante, posibilita la producción de sentidos sociales en
los que se diluye el ámbito civil y militar, así como la experiencia de
conflictividad bélica que se normaliza en la cotidianidad. Entre otras
cosas, esto obedece al resquebrajamiento del
orden interestatal y su legitimidad, si bien remite a una experiencia
acotada a un par de centurias (a lo sumo) y que en amplias regiones de
África, Asia y América Latina y el Caribe tuvo un carácter claramente
distinto a la prédica Occidental.
Lo que se amplifica es la conformación de formas de
conflictividad permanentes detrás de las cuales es notoria una
militarización generalizada y que penetra todos los ámbitos de la vida
social, al mismo tiempo que es relanzada la disputa de porciones
del planeta, como ocurrió durante la Guerra Fría. En esta
dinámica tiene un lugar destacado la difusión de propaganda que abarca
aspectos diversos y que en lo sucesivo no hará sino profundizarse.
Entre los elementos que de manera cualitativa actualizan
fenómenos ya presentes, destacan innovaciones tecnológicas y en especial
la centralidad/dependencia que nuestras sociedades comportan respecto
al mundo informático y la internet.
Por último, es preciso señalar que la capacidad de llevar
adelante una estrategia que al mismo tiempo se desarrolle en ámbitos de
información, inteligencia, operaciones especiales, propaganda, formas de
guerra económica y penetración cultural, e incluya
la activación o utilización de actores armados no estatales o
paramilitares (proxy wars) está acotada a los Estados en la disputa
hegemónica.
En lo que respecta a América Latina y el Caribe, en donde también
se ha importado este concepto de moda, no debemos perder de vista que
las estrategias de desestabilización y socavamiento de nuestras
sociedades están presentes desde hace décadas, si
bien sus mecanismos de intervención se actualizan y perfeccionan.
Esto incluye, tanto el aggiornamiento de la contienda en el terreno de
la propaganda y la información (que incluye ahora las redes sociales),
como el recurrir a fenómenos diversos de privatización de la seguridad y
la violencia.
*David
Barrios forma parte de OLAG, donde se dedica a estudiar las formas de
militarización contemporáneas, especialmente en América Latina y el
Caribe.
davidbarrios@iiec.unam.mx
Fuentes consultadas
Almäng, J., 2019, “War, vagueness and hybrid war”, Defence Studies, Routledge, 1–16.
Fridman, Ofer, 2017, “Hybrid Warfare or Gibridnaya Voyna?”, The RUSI Journal, 162:1, 42-49
Gerasimov,
Valery (traducido del ruso por Harold Orenstein), 2019, “2018
Presentation to the General Staff Academy «Thoughts on Future Military
Conflict»”, Military Review online
exclusive, enero.
Gusterson H, 2016, Drone: Remote Control Warfare, Cambridge, Massachusetts, MIT Press.
Hoffman, Frank, 2007, Conflict in the 21st Century: The rise of hybrid wars, Potomac Institute for policy studies, Virginia.
Joint Chief of Staff, 2017, Joint Publication I Doctrine for the Armed Forces of the United States, Washington.
------------------------, 2000, Joint Vision 2020, Washington.
Korybko,
Andrew, 2015, Hybrid Wars: The indirect adaptative approach to regime
change, Institute for Strategic Studies and Predictions, Moscú.
Nikolai Ssorin-Chaikov, 2018, “Hybrid Peace: Ethnographies of War”, Annual Review of Anthropology.
Nemeth, William J., 2002, “Future war and Chechnya : a case for hybrid warfare”, Naval Postgraduate School Monterey, California.
Thomas,
Timothy (Teniente Coronel retirado), 2017, “The Evolving Nature of
Russia’s Way of War”, Military Review (julio-agosto), Kansas.
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fecha: 7 nov. 2019 12:35
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13 de noviembre de 2019
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