Por: Andrés Avila Armella
Las
hazañas de Fidel caracterizadas por su determinación y
su capacidad estratégica nos llenan de admiración porque
fue capaz de hacer lo que los demás no hemos podido
Todos los revolucionarios del mundo consideramos al
comandante Fidel Castro un ejemplo de lo que implica
ser un revolucionario, pero además muchas personas en
el mundo con cierto respeto por la vida humana y los
principios de libertad y de justicia, han considerado
a Fidel un hombre comprometido con la libertad de los
pueblos oprimidos del mundo y con la justicia. Incluso
sus enemigos han visto en él a un enemigo excepcional
por su audacia, su inteligencia y su capacidad
política. La admiración de propios y extraños, de
amigos y enemigos ha sido un elemento que seguirá
rodeando la figura de Fidel Castro Ruz cuando se hable
de él en la Historia.
Tanto el Ché como otros revolucionarios cubanos, al momento de explicar la posibilidad histórica de la Revolución Cubana señalaron que uno de los factores que favorecieron su curso fue el hecho de contar con un personaje de la talla de Fidel. Sin embargo el Comandante no se consideraba a sí mismo una persona tan excepcional, otra de las cualidades que rodea su grandeza, él se veía a sí mismo como un revolucionario convencido y comprometido y veía en esas dos cuestiones su mayor cualidad.
No trataremos en estas líneas de hacer una polémica acerca de si Fidel estaba equivocado en su humildad o si los demás revolucionarios estamos equivocados en cuanto a la apreciación de su grandeza. Atengámonos estrictamente al materialismo histórico y dialéctico para resolver la cuestión. La sociedad es un manojo de contradicciones en donde aparecen las derivadas de las relaciones sociales de producción como las principales, pero en medio de tanta contradicción es posible que resulten combinaciones un tanto excepcionales. De esta forma es posible que una persona que tuvo la oportunidad de desarrollar ciertas capacidades físicas e intelectuales sea al mismo tiempo un revolucionario convencido, y que además le toque vivir en una sociedad en donde otro manojo de contradicciones alumbra la posibilidad de que se desarrolle una lucha revolucionaria de grandes proporciones.
Esa combinación tan perfecta, por decirlo de algún modo, no puede ocurrir cada año, ni siquiera cada diez o veinte años, pero figuras como Lenin, Mao, el Ché, Ho Chi Minh y Fidel nos muestran que sí puede ocurrir. De cualquier modo, apegándonos al método marxista, tenemos que decir, y seguramente Fidel estaría de acuerdo, en que la Historia no puede explicarse por la aparición de un hombre, sino que ese hombre se explica por la Historia, y ha sido ésta quien lo ha hecho aparecer.
Esto no le resta importancia a la personalidad de Fidel, por el contrario, la Historia nos ha regalado, no sin sacrificios, su ejemplo para poder así tener referentes de cómo dar continuidad a la tarea que él cumplió cabalmente, en su época y su momento, Fidel no nos quedó a deber nada, pero nosotros aún le debemos mucho a la Historia. La mayoría de las acciones que hicieron de Fidel un gran personaje son a la vez factibles de realizar por personas que aunque no reunamos toda la riqueza de su personalidad, podamos solventar eso con trabajo partidario, organizativo y colectivo. ¿Cuántos revolucionarios promedio se necesitan para reemplazar a Fidel? Pareciera que es un número infinito, pero eso no sería lógico en términos serios. ¿Será acaso que simplemente carecemos de las dos principales cualidades del Comandante? Compromiso y resolución. Por ello expondré algunas cualidades de Fidel que creo que todos los revolucionarios del mundo debemos emular.
Determinación y valentía
Fidel no optó por la guerra en primera instancia, por el contrario, fiel a su formación de abogado, trató de demostrar que el régimen de Fulgencio Batista era anticonstitucional y apostó a que habría alguna forma legal y pacífica de modificar la forma de gobierno en Cuba, lo cual resultó un rotundo fracaso pues la independencia del poder judicial es una ficción alimentada por la ideología liberal burguesa.
Pero Fidel no tenía ninguna lealtad a las instituciones sino al pueblo cubano, cuya condición generalizada era bien conocida por él, lo cual lo llevó a la conclusión de que la lucha armada era la única posibilidad de democratizar la isla y de reorientar la política económica para asegurar cosas elementales para las mayorías trabajadoras, así como de los miles de campesinos pobres, desposeídos y analfabetas que en ese momento eran la mayoría del pueblo cubano.
No tenía aún a su mando un ejército regular, ni siquiera un ejército guerrillero medianamente profesional cuando planeó el ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Fidel mismo consideró que el ataque había sido un fracaso militar, pero eso no impidió que ese hecho demostrara al pueblo cubano que había un grupo de personas que estaban decididos a poner su vida de por medio para transformar las condiciones en las cuales sobrevivían diariamente en medio de explotación, hambre, represión y toda clase de injusticias.
La prisión no pudo intimidar a Fidel, por el contrario, durante su comparecencia pronunció con singular maestría el famoso discurso "La Historia me absolverá", el cual no sólo estuvo cargado de una gran coherencia sino también permitía mostrar a un dirigente que además de tener claro un programa de lucha, tenía la determinación necesaria para cumplirlo sin importar las consecuencias que la represión tuviera en contra de su persona.
La determinación y valentía de Fidel a menudo podían confundirse con una especie de locura aventurera, pero a diferencia de quienes son meramente aventureros, la Historia le fue dando la razón a Fidel decisión por decisión. Lo mismo ocurrió cuando decidió partir aquel 25 de Noviembre de 1956 en el Granma, desde Tuxpan México, hasta el Oriente cubano; Fidel decidió zarpar con cerca de 80 hombres en un pequeño barco que para nada tenía cualidades militares, con muchas incógnitas acerca de lo que les esperaba al llegar a tierra, pero sabía que no podía echarse para atrás, que el momento había llegado y tenía que enfrentarlo.
Después del primer ataque aéreo que hizo trizas a su primer grupo de guerrillero la determinación de Fidel volvió a adquirir tintes de leyenda cuando con 12 hombres y siete fusiles animó a sus compañeros diciendo que eso era suficiente para seguir la Revolución. Qué decir de su confianza en el Ché, quien sin ser un militar experimentado ni cubano de nacimiento, Fidel supo reconocer que detrás de aquel médico joven y asmático había un gran héroe revolucionario que sería capaz de tomar Santa Clara y convertirse en un emblema de la lucha internacional por la revolución, el socialismo y la liberación nacional.
Su determinación siempre estuvo a la cabeza y lograba contagiar primero a sus compañeros y también a todo su pueblo, así fue cuando se proclamó el carácter socialista de la Revolución cubana cuando hasta los comunistas veían difícil que eso fuera posible a tan sólo unos cuantos kilómetros de la potencia capitalista que era capaz de movilizar tropas por tierra, mar y aire al otro lado del Pacífico. Pero Fidel supo descifrar una vez más la coyuntura y vio que no tenía más caso mostrar gratitud y debilidad frente a la potencia que ansiaba mantener a Cuba como una colonia y que ni siquiera era capaz de aceptar un cambio moderado en e l régimen económico y político. Esa decisión histórica permitió que Cuba sea el único país de América en donde se cumplió la expectativa de que un movimiento reformador se convirtiera en revolucionario, en que un proceso que en principio sólo moderaría el capitalismo, se decidiera a enfrentarlo. En todos los demás casos, ha dominado el miedo a perder las reformas por sobre la ambición de hacer una Revolución.
Esa determinación y valentía la exhibió al momento de decidir el apoyo a la lucha internacionalista, aún con sus modestos recursos, logrando la gran victoria de Angola frente a otra potencia regional militar que parecía invencible, logrando con esa victoria el cambiar el curso de la Historia en Sudáfrica. Esa determinación se mostró también durante la Perestroika y ante la caída de la URSS cuando todos pensaban que no podría resistir ante la crisis económica brutal que se afrontó en el período especial. Fidel encabezó una campaña para ratificar el carácter socialista de la Revolución cubana, lo cual se sometió a plebiscito y obtuvo más del 90% de aprobación.
Fidel no estuvo exento de fracasos, pero actuar con determinación y valentía para enfrentar esa posibilidad lo llevó a ser uno de los dirigentes más victoriosos en la historia de la lucha de liberación de los pueblos.
Visión estratégica
Después de la exposición del punto anterior pudieran muchos pensar que el secreto de Fidel es la capacidad de decidir en contra de la lógica, sin embargo eso sería muy impreciso. Fidel fue un gran estratega que lejos de confiar en su genio, tenía la humildad necesaria para saber que la ignorancia se cubre con estudio y la inexperiencia se soluciona con práctica. Por supuesto, si nosotros atendemos a su historia como dirigente político y militar, es evidente que su calidad fue mejorando hasta hacerse prácticamente invencible.
Precisamente su capacidad de hacer mucho más de lo que podía esperarse con pocos elementos, llámese siete fusiles, un yate o una isla, es porque podía comprender la relación entre lo grande y lo pequeño, entre lo general y lo particular, y sabía cómo utilizar sus escasas ventajas en contra de sus enormes desventajas. Esa fórmula es posible pero requiere de un manejo muy preciso de la dialéctica y convertirla en estrategia.
Naturalmente, desde la formación del Ejército Rebelde, Fidel no tomaba sus decisiones sólo y en eso consistió también mucha de su capacidad brillante, pues supo que no era individualmente y a base de puro corazón que iba a obtener la victoria para el pueblo trabajador cubano, sino organizando a diferentes niveles y saber siempre armarse de opiniones y consejos de sus compañeros, así como de las decisiones colectivas y democráticas que se han tomado a diferentes niveles durante el proceso revolucionario. Fidel supo reconocer cuál era exactamente el papel del dirigente; poner el ejemplo, alentar, orientar y marchar al frente, sin poner su seguridad personal como una prioridad.
Fidel no empezó en la lucha siendo marxista leninista, pero a diferencia de otros dirigentes de orientación liberal, supo encontrar la base teórica e ideológica que tenía que estudiar y difundir como una verdadera ciencia de la lucha de clases.
Su fuerza moral fue convertida en un aspecto estratégico en la medida en que supo entender que una fuerza revolucionaria tiene que tener una ética propia, cualitativamente distinta de la ética y la moral capitalista y reaccionaria. Supo, igual que el Ché, que esa fuerza moral podía convertirse en un elemento objetivo que impulsara y dinamizara la lucha comunista.
Fidel se hizo un experto en geopolítica y acostumbraba devorar conocimiento en todos los niveles; a lo largo de sus escritos y discursos, hizo gala de su conocimiento sobre distintas áreas de la ciencia y la Historia, pero también de la literatura y el deporte. Fidel sabía que ningún conocimiento resultaba ocioso si se le colocaba en un plano estratégico y lo mismo se enseñó a cortar caña que a jugar beisbol que a estudiar las condiciones climáticas del planeta y las dinámicas demográficas dentro del mismo.
El Comandante supo actuar en el plano diplomático y militar simultáneamente sin confundir nunca al enemigo, pero su gran capacidad estratégica le permitía saber cómo debía ir armado y preparado para cada batalla, ya sea con datos, con palabras, con la pluma, con el estilo, con el fusil o con los planes militares. Fidel pudo adaptarse por ello a sus diferentes enemigos y a pelear simultáneamente en varios frentes; él podía reírse en la cara de presidentes norteamericanos enfurecidos que trataban de provocarlo así como responder con firmeza ante las amenazas y eludir cualquier intento de adulación o engaño que pretendiera desviarlo de sus objetivos.
La hazaña como ejemplo y las exigencias para los revolucionarios del mundo
Fidel y el Ché, desde la Segunda Declaración de la Habana, sabían que el destino de la Revolución Cubana dependía del curso de la Revolución en toda América Latina, era parte de la visión estratégica y de la tarea histórica de una generación. Las Hazañas de Fidel caracterizadas por su determinación, valentía y su capacidad estratégica nos llenan de admiración porque fue capaz de hacer lo que los demás no hemos podido.
Dentro de la gama de revolucionarios y del pensamiento marxista, podemos encontrar distintos grados de confluencia y diferencia con las decisiones de Fidel, pero creo que cualquier revolucionario auténtico tiene que comprender que no se le puede exigir a otro revolucionario lo que uno no es capaz de hacer.
Fidel y el pueblo cubano han hecho una hazaña histórica que es tan asombrosa como materialmente posible, y a pesar de que la Revolución Cubana siempre ha contado con la solidaridad internacional, de muchas formas, es muy honesto reconocer que el gran peso de la misma ha recaído sobre el Partido Comunista de Cuba y el pueblo cubano, y que ninguna organización, por solidaria que haya sido, carga sobre sí la responsabilidad histórica de mantenerse a flote y resistiendo ante el imperialismo en la isla heróica.
Como marxistas, el análisis crítico debe ser parte infaltable de nuestra práctica, la admiración de los grandes comunistas es simplemente un acto de congruencia y de justicia, pero al mismo tiempo es muy necesario subrayar que el papel de un revolucionario es hacer la Revolución, y no simplemente ser críticos o ser admiradores de otras revoluciones. Fidel nos deja en su partida un techo muy difícil de alcanzar, pareciera ser inigualable e insuperable, tanto que la reacción imperialista tratará de hablar de su muerte como el fin de una era, de una época en done había personas que leían a Marx y a Lenin, que luchaban con pueblos enteros y con las armas en la mano resueltos a defender una propuesta de sociedad igualitaria.
A nosotros nos toca demostrar que Fidel y la Revolución Cubana son parte simplemente de una Historia cuya mayor parte está aún por escribirse y que su ejemplo nos recuerda nuestras obligaciones como revolucionarios. Es muy necesario ser autocríticos y preguntarnos si nuestras ganas de hacer las cosas rápido justifican el olvidar la necesidad de planear estratégicamente nuestras acciones, o bien, si nuestra capacidad de convertirnos en eruditos de la teoría marxista, nuestro cariño hacia un pueblo determinado, o la admiración por nuestros escasos logros justifica la tibieza con que muchas veces nos conducimos.
Fidel es un gran ejemplo pero era sólo un ser humano, no hay secreto en sus acciones, pensamientos ni decisiones, su ejemplo de valentía, determinación, congruencia, humildad y capacidad estratégica nos marcan la pauta de cómo debemos perfeccionar nuestras organizaciones y cómo debemos enfrentar los momentos en donde la victoria es posible a pesar de los riesgos. Fidel se ha ido tras 90 años de vida y más de 70 años de lucha, él cumplió y ha pasado a ser uno de los grandes de la Historia; nadie que estudie la Historia del siglo XX y XXI podrá ahorrarse el nombre del Comandante Fidel Castro Ruz, dirigente de ese gran proceso llamado Revolución Cubana.
Fidel y Cuba han cumplido, ahora es nuestra tarea cumplir.
La Haine
Tanto el Ché como otros revolucionarios cubanos, al momento de explicar la posibilidad histórica de la Revolución Cubana señalaron que uno de los factores que favorecieron su curso fue el hecho de contar con un personaje de la talla de Fidel. Sin embargo el Comandante no se consideraba a sí mismo una persona tan excepcional, otra de las cualidades que rodea su grandeza, él se veía a sí mismo como un revolucionario convencido y comprometido y veía en esas dos cuestiones su mayor cualidad.
No trataremos en estas líneas de hacer una polémica acerca de si Fidel estaba equivocado en su humildad o si los demás revolucionarios estamos equivocados en cuanto a la apreciación de su grandeza. Atengámonos estrictamente al materialismo histórico y dialéctico para resolver la cuestión. La sociedad es un manojo de contradicciones en donde aparecen las derivadas de las relaciones sociales de producción como las principales, pero en medio de tanta contradicción es posible que resulten combinaciones un tanto excepcionales. De esta forma es posible que una persona que tuvo la oportunidad de desarrollar ciertas capacidades físicas e intelectuales sea al mismo tiempo un revolucionario convencido, y que además le toque vivir en una sociedad en donde otro manojo de contradicciones alumbra la posibilidad de que se desarrolle una lucha revolucionaria de grandes proporciones.
Esa combinación tan perfecta, por decirlo de algún modo, no puede ocurrir cada año, ni siquiera cada diez o veinte años, pero figuras como Lenin, Mao, el Ché, Ho Chi Minh y Fidel nos muestran que sí puede ocurrir. De cualquier modo, apegándonos al método marxista, tenemos que decir, y seguramente Fidel estaría de acuerdo, en que la Historia no puede explicarse por la aparición de un hombre, sino que ese hombre se explica por la Historia, y ha sido ésta quien lo ha hecho aparecer.
Esto no le resta importancia a la personalidad de Fidel, por el contrario, la Historia nos ha regalado, no sin sacrificios, su ejemplo para poder así tener referentes de cómo dar continuidad a la tarea que él cumplió cabalmente, en su época y su momento, Fidel no nos quedó a deber nada, pero nosotros aún le debemos mucho a la Historia. La mayoría de las acciones que hicieron de Fidel un gran personaje son a la vez factibles de realizar por personas que aunque no reunamos toda la riqueza de su personalidad, podamos solventar eso con trabajo partidario, organizativo y colectivo. ¿Cuántos revolucionarios promedio se necesitan para reemplazar a Fidel? Pareciera que es un número infinito, pero eso no sería lógico en términos serios. ¿Será acaso que simplemente carecemos de las dos principales cualidades del Comandante? Compromiso y resolución. Por ello expondré algunas cualidades de Fidel que creo que todos los revolucionarios del mundo debemos emular.
Determinación y valentía
Fidel no optó por la guerra en primera instancia, por el contrario, fiel a su formación de abogado, trató de demostrar que el régimen de Fulgencio Batista era anticonstitucional y apostó a que habría alguna forma legal y pacífica de modificar la forma de gobierno en Cuba, lo cual resultó un rotundo fracaso pues la independencia del poder judicial es una ficción alimentada por la ideología liberal burguesa.
Pero Fidel no tenía ninguna lealtad a las instituciones sino al pueblo cubano, cuya condición generalizada era bien conocida por él, lo cual lo llevó a la conclusión de que la lucha armada era la única posibilidad de democratizar la isla y de reorientar la política económica para asegurar cosas elementales para las mayorías trabajadoras, así como de los miles de campesinos pobres, desposeídos y analfabetas que en ese momento eran la mayoría del pueblo cubano.
No tenía aún a su mando un ejército regular, ni siquiera un ejército guerrillero medianamente profesional cuando planeó el ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Fidel mismo consideró que el ataque había sido un fracaso militar, pero eso no impidió que ese hecho demostrara al pueblo cubano que había un grupo de personas que estaban decididos a poner su vida de por medio para transformar las condiciones en las cuales sobrevivían diariamente en medio de explotación, hambre, represión y toda clase de injusticias.
La prisión no pudo intimidar a Fidel, por el contrario, durante su comparecencia pronunció con singular maestría el famoso discurso "La Historia me absolverá", el cual no sólo estuvo cargado de una gran coherencia sino también permitía mostrar a un dirigente que además de tener claro un programa de lucha, tenía la determinación necesaria para cumplirlo sin importar las consecuencias que la represión tuviera en contra de su persona.
La determinación y valentía de Fidel a menudo podían confundirse con una especie de locura aventurera, pero a diferencia de quienes son meramente aventureros, la Historia le fue dando la razón a Fidel decisión por decisión. Lo mismo ocurrió cuando decidió partir aquel 25 de Noviembre de 1956 en el Granma, desde Tuxpan México, hasta el Oriente cubano; Fidel decidió zarpar con cerca de 80 hombres en un pequeño barco que para nada tenía cualidades militares, con muchas incógnitas acerca de lo que les esperaba al llegar a tierra, pero sabía que no podía echarse para atrás, que el momento había llegado y tenía que enfrentarlo.
Después del primer ataque aéreo que hizo trizas a su primer grupo de guerrillero la determinación de Fidel volvió a adquirir tintes de leyenda cuando con 12 hombres y siete fusiles animó a sus compañeros diciendo que eso era suficiente para seguir la Revolución. Qué decir de su confianza en el Ché, quien sin ser un militar experimentado ni cubano de nacimiento, Fidel supo reconocer que detrás de aquel médico joven y asmático había un gran héroe revolucionario que sería capaz de tomar Santa Clara y convertirse en un emblema de la lucha internacional por la revolución, el socialismo y la liberación nacional.
Su determinación siempre estuvo a la cabeza y lograba contagiar primero a sus compañeros y también a todo su pueblo, así fue cuando se proclamó el carácter socialista de la Revolución cubana cuando hasta los comunistas veían difícil que eso fuera posible a tan sólo unos cuantos kilómetros de la potencia capitalista que era capaz de movilizar tropas por tierra, mar y aire al otro lado del Pacífico. Pero Fidel supo descifrar una vez más la coyuntura y vio que no tenía más caso mostrar gratitud y debilidad frente a la potencia que ansiaba mantener a Cuba como una colonia y que ni siquiera era capaz de aceptar un cambio moderado en e l régimen económico y político. Esa decisión histórica permitió que Cuba sea el único país de América en donde se cumplió la expectativa de que un movimiento reformador se convirtiera en revolucionario, en que un proceso que en principio sólo moderaría el capitalismo, se decidiera a enfrentarlo. En todos los demás casos, ha dominado el miedo a perder las reformas por sobre la ambición de hacer una Revolución.
Esa determinación y valentía la exhibió al momento de decidir el apoyo a la lucha internacionalista, aún con sus modestos recursos, logrando la gran victoria de Angola frente a otra potencia regional militar que parecía invencible, logrando con esa victoria el cambiar el curso de la Historia en Sudáfrica. Esa determinación se mostró también durante la Perestroika y ante la caída de la URSS cuando todos pensaban que no podría resistir ante la crisis económica brutal que se afrontó en el período especial. Fidel encabezó una campaña para ratificar el carácter socialista de la Revolución cubana, lo cual se sometió a plebiscito y obtuvo más del 90% de aprobación.
Fidel no estuvo exento de fracasos, pero actuar con determinación y valentía para enfrentar esa posibilidad lo llevó a ser uno de los dirigentes más victoriosos en la historia de la lucha de liberación de los pueblos.
Visión estratégica
Después de la exposición del punto anterior pudieran muchos pensar que el secreto de Fidel es la capacidad de decidir en contra de la lógica, sin embargo eso sería muy impreciso. Fidel fue un gran estratega que lejos de confiar en su genio, tenía la humildad necesaria para saber que la ignorancia se cubre con estudio y la inexperiencia se soluciona con práctica. Por supuesto, si nosotros atendemos a su historia como dirigente político y militar, es evidente que su calidad fue mejorando hasta hacerse prácticamente invencible.
Precisamente su capacidad de hacer mucho más de lo que podía esperarse con pocos elementos, llámese siete fusiles, un yate o una isla, es porque podía comprender la relación entre lo grande y lo pequeño, entre lo general y lo particular, y sabía cómo utilizar sus escasas ventajas en contra de sus enormes desventajas. Esa fórmula es posible pero requiere de un manejo muy preciso de la dialéctica y convertirla en estrategia.
Naturalmente, desde la formación del Ejército Rebelde, Fidel no tomaba sus decisiones sólo y en eso consistió también mucha de su capacidad brillante, pues supo que no era individualmente y a base de puro corazón que iba a obtener la victoria para el pueblo trabajador cubano, sino organizando a diferentes niveles y saber siempre armarse de opiniones y consejos de sus compañeros, así como de las decisiones colectivas y democráticas que se han tomado a diferentes niveles durante el proceso revolucionario. Fidel supo reconocer cuál era exactamente el papel del dirigente; poner el ejemplo, alentar, orientar y marchar al frente, sin poner su seguridad personal como una prioridad.
Fidel no empezó en la lucha siendo marxista leninista, pero a diferencia de otros dirigentes de orientación liberal, supo encontrar la base teórica e ideológica que tenía que estudiar y difundir como una verdadera ciencia de la lucha de clases.
Su fuerza moral fue convertida en un aspecto estratégico en la medida en que supo entender que una fuerza revolucionaria tiene que tener una ética propia, cualitativamente distinta de la ética y la moral capitalista y reaccionaria. Supo, igual que el Ché, que esa fuerza moral podía convertirse en un elemento objetivo que impulsara y dinamizara la lucha comunista.
Fidel se hizo un experto en geopolítica y acostumbraba devorar conocimiento en todos los niveles; a lo largo de sus escritos y discursos, hizo gala de su conocimiento sobre distintas áreas de la ciencia y la Historia, pero también de la literatura y el deporte. Fidel sabía que ningún conocimiento resultaba ocioso si se le colocaba en un plano estratégico y lo mismo se enseñó a cortar caña que a jugar beisbol que a estudiar las condiciones climáticas del planeta y las dinámicas demográficas dentro del mismo.
El Comandante supo actuar en el plano diplomático y militar simultáneamente sin confundir nunca al enemigo, pero su gran capacidad estratégica le permitía saber cómo debía ir armado y preparado para cada batalla, ya sea con datos, con palabras, con la pluma, con el estilo, con el fusil o con los planes militares. Fidel pudo adaptarse por ello a sus diferentes enemigos y a pelear simultáneamente en varios frentes; él podía reírse en la cara de presidentes norteamericanos enfurecidos que trataban de provocarlo así como responder con firmeza ante las amenazas y eludir cualquier intento de adulación o engaño que pretendiera desviarlo de sus objetivos.
La hazaña como ejemplo y las exigencias para los revolucionarios del mundo
Fidel y el Ché, desde la Segunda Declaración de la Habana, sabían que el destino de la Revolución Cubana dependía del curso de la Revolución en toda América Latina, era parte de la visión estratégica y de la tarea histórica de una generación. Las Hazañas de Fidel caracterizadas por su determinación, valentía y su capacidad estratégica nos llenan de admiración porque fue capaz de hacer lo que los demás no hemos podido.
Dentro de la gama de revolucionarios y del pensamiento marxista, podemos encontrar distintos grados de confluencia y diferencia con las decisiones de Fidel, pero creo que cualquier revolucionario auténtico tiene que comprender que no se le puede exigir a otro revolucionario lo que uno no es capaz de hacer.
Fidel y el pueblo cubano han hecho una hazaña histórica que es tan asombrosa como materialmente posible, y a pesar de que la Revolución Cubana siempre ha contado con la solidaridad internacional, de muchas formas, es muy honesto reconocer que el gran peso de la misma ha recaído sobre el Partido Comunista de Cuba y el pueblo cubano, y que ninguna organización, por solidaria que haya sido, carga sobre sí la responsabilidad histórica de mantenerse a flote y resistiendo ante el imperialismo en la isla heróica.
Como marxistas, el análisis crítico debe ser parte infaltable de nuestra práctica, la admiración de los grandes comunistas es simplemente un acto de congruencia y de justicia, pero al mismo tiempo es muy necesario subrayar que el papel de un revolucionario es hacer la Revolución, y no simplemente ser críticos o ser admiradores de otras revoluciones. Fidel nos deja en su partida un techo muy difícil de alcanzar, pareciera ser inigualable e insuperable, tanto que la reacción imperialista tratará de hablar de su muerte como el fin de una era, de una época en done había personas que leían a Marx y a Lenin, que luchaban con pueblos enteros y con las armas en la mano resueltos a defender una propuesta de sociedad igualitaria.
A nosotros nos toca demostrar que Fidel y la Revolución Cubana son parte simplemente de una Historia cuya mayor parte está aún por escribirse y que su ejemplo nos recuerda nuestras obligaciones como revolucionarios. Es muy necesario ser autocríticos y preguntarnos si nuestras ganas de hacer las cosas rápido justifican el olvidar la necesidad de planear estratégicamente nuestras acciones, o bien, si nuestra capacidad de convertirnos en eruditos de la teoría marxista, nuestro cariño hacia un pueblo determinado, o la admiración por nuestros escasos logros justifica la tibieza con que muchas veces nos conducimos.
Fidel es un gran ejemplo pero era sólo un ser humano, no hay secreto en sus acciones, pensamientos ni decisiones, su ejemplo de valentía, determinación, congruencia, humildad y capacidad estratégica nos marcan la pauta de cómo debemos perfeccionar nuestras organizaciones y cómo debemos enfrentar los momentos en donde la victoria es posible a pesar de los riesgos. Fidel se ha ido tras 90 años de vida y más de 70 años de lucha, él cumplió y ha pasado a ser uno de los grandes de la Historia; nadie que estudie la Historia del siglo XX y XXI podrá ahorrarse el nombre del Comandante Fidel Castro Ruz, dirigente de ese gran proceso llamado Revolución Cubana.
Fidel y Cuba han cumplido, ahora es nuestra tarea cumplir.
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