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UN
NUEVO COMIENZO POR OTRO CAMINO
I
Una
historia de Tomas Edison creador de la bombilla eléctrica
Cuenta
él que estaba con un amigo realizando un experimento y mientras lo
hacía creó una pequeña explosión que remeció la habitación
donde se encontraban. Luego de la explosión él se levanta, toma su
diario mientras su amigo aún temblaba del susto y empieza a
escribir. Su amigo le dice:
"¿Qué
te pasa, estás loco? Casi nos matas, ¿vas a necesitar fracasar
10,000 veces para dejar esa estúpida idea?"
A
lo que Edison le responde diciendo que no había fracasado con ese
experimento. Su amigo le dice:
"Este
es tu fracaso número 9,999".
Y
Edison contesta:
"No,
no lo es, he descubierto la forma número 9,999 de cómo NO crear una
bombilla eléctrica. Y además descubrí cómo crear una pequeña
explosión, que podría ser de utilidad en algún otro sitio."
II
Dialéctica
de la experiencia
En
cualquier ciencia o arte se necesita conocer la teoría y luego
mucha, muchísima, práctica; al cabo de un tiempo y de profusa
experimentación, “los resultados de mi conocimiento teórico y los
de mi práctica se fusionan en uno, mi intuición, que es la esencia
del dominio de cualquier arte.”1
Esa es precisamente la diferencia entre el aprendiz y el maestro de
maestros. El aprendiz aprende, practica, experimenta; el maestro
sabe, innova, crea, inventa. La experiencia hecha teoría se ha
convertido en intuición en tanto la experiencia de otros se ha
diluido en mi experiencia. Un experto es un hombre que ha dejado de
“pensar”; no necesita experimentar, no pierde el tiempo en
averiguar más de lo necesario, simplemente actúa. Obra con la
sabiduría del maestro
Estudiar
y experimentar; práctica, más y más práctica es la fórmula auto
emancipadora. Esa fue la vía que arrancó a los homínidos de las
cavernas y ese es el camino que nos permitirá superar el macro ciclo
clasista. ¿No es así como Engels recordaba que Marx decía que
ocurrirían las cosas? Véase, el prólogo de 1890 donde a la letra
se lee: «Para el triunfo definitivo de las tesis expuestas en el
"Manifiesto", Marx confiaba tan sólo en el desarrollo
intelectual de la clase obrera, que debía resultar inevitablemente
de la acción
conjunta y de la discusión.»2
Sin embargo, el doctrinario cree que la realidad es tal como él la
imagina. Vive el mundo, entre las cuatro paredes del grupo, sin más
contacto material que la información que le llega a través de los
medios y los informes sesgados de sus partidarios. Pero, hay que
recordar que no se recrea el
mundo objetivo con el lenguaje sino con las poderosas y hábiles
manos, como dice Francisco
Umpiérrez Sánchez.
Los
hombres se enfrentan al mundo objetivo por la producción material,
la lucha de clases y la experimentación científica. La práctica
del hombre –enfrentado a ese mundo objetivo– encuentra
obstáculos en la realización de sus objetivos, e incluso la
imposibilidad de superar algunas dificultades, mientras
el mundo objetivo prosigue su propio camino.
El destino del hombre es caminar y, aprendemos a caminar,
tropezándonos, cayéndonos, luchando. Una caída puede retrasarnos
en llegar al objetivo pero no nos detiene. Otra caída puede ser
definitiva –para algunos– pero sirve a los sobrevivientes como
correctivo: ¡Ese
camino no es viable!,
exclamamos. Así, de tropezones y fracasos está preñada la historia
de la humanidad. Y la sabiduría popular lo registra: ¡La
experiencia es la madre de la ciencia!
Marx
tenía muchísima razón al relacionar empoderamiento y
posicionamiento (acción
conjunta y discusión).
En 1843 en una carta a Arnold Ruge escribía: «Nada nos impide
vincular nuestra crítica con la crítica de la política, con tomar
partido en política, con participar en luchas reales e
identificarnos con ellas. Por consiguiente, no nos enfrentamos al
mundo en actitud doctrinaria, proclamando un nuevo principio: “¡Ésta
es la verdad, arrodíllense ante ella!” Desarrollamos nuevos
principios para el mundo a base de los propios principios del mundo.
No le decimos al mundo: “Termina con tus luchas, pues son tontas;
queremos darte la verdadera consigna de lucha”. Nos
limitamos a mostrarle al mundo aquello por lo que está luchando en
realidad.
La conciencia es algo que tendrá que adquirir, aunque no lo
quiera.»3
Y ésta conciencia no es sólo conciencia de una negación
–condicionada por el objeto negado– sino conciencia positiva y
prospectiva. “La
actitud del hombre que se propone corregir la realidad –
escribe José Carlos Mariátegui –
es, ciertamente, más optimista que pesimista. Es pesimista en su
protesta y en su condena del presente; pero es optimista en cuanto a
su esperanza en el futuro. Todos los grandes ideales humanos han
partido de una negación; pero todos han sido también una
afirmación.”4
En la historia política del proletariado, los éxitos coronan sus
esfuerzos cuando su
pragmatismo y realismo se sostiene en la fuerza de la necesidad de
las contradicciones. ¡Ese es el camino que Marx y Mariátegui nos
proponen!
En
la lucha de clases, el campo de batalla fundamental es el cerebro y,
entre mejor comprendamos cómo funciona la mente, mejor
comprenderemos como opera el posicionamiento. Desentrañar cómo
opera el posicionamiento es prácticamente resolver las dificultades
del cambio social porque la hegemonía de clase se define en la
conciencia de los hombres. Tomar por asalto los cerebros
(posicionamiento) y articular voluntades es el objetivo básico de la
política. Sin embargo, no porque el cerebro sea el campo de batalla
fundamental quiere decir que el socialismo sea un problema
eminentemente teorético. Todo lo contrario, el socialismo es
básicamente una dificultad experimental, un problema práctico de
madurez (socio-política, socio-económica y socio-humana). El hombre
vive la vida (como experiencia - práctica) y aprende de ella (de un
modo subjetivo - teoría) perfeccionándose en medio de
contradicciones y a través de contradicciones. El cuento de la vida
es experiencia, más y más práctica. Sólo a través de la práctica
social, el hombre se supera a sí mismo, se aparta del círculo
vicioso de la secta y llega a nuevas cumbres. Entonces, el
posicionamiento es un problema que fundamentalmente se dirime en la
arena social, en el combate día a día. Los trabajadores se liberan
de las ataduras ideológicas (burguesas) empoderándose de las
contradicciones sociales y, al hacerlo, toman el control de su propio
destino histórico.
Ramón
García conmemora los 30 años de la revista Punto
de Vista
– que marca toda una generación del socialismo
peruano
– pero no recuerda el fracaso de aquél experimento5.
Ayer, una exagerada “emoción” sólo le permitía ver “oposición
por la oposición” a su propuesta. Hoy, no es distinto sigue con la
misma copla. El lastre, como una ominosa cadena, lo ata al pasado6.
No se repara que las críticas
pueden ser una alarma providencial de nuestros errores teóricos, de
nuestra percepción errada o sesgada de la realidad.
A todo esto, nos preguntábamos hace unos días, ¿qué proyecto o
paradigma de partido fracasó en aquél entonces? Este sí es un tema
vital, para entender cómo articular la red ciudadana, cómo
centralizar voluntades en un
organismo político y cómo unificar al pueblo en torno a un programa
de concentración.
Todo eso debe responder a una segunda interrogante: ¿qué relación
tiene el revés de 1983 con los tropezones de 2008 y 2011?
En
el socialismo
peruano
los éxitos y fracasos forman parte de su historia. Sus
éxitos están impregnados de esfuerzo y talento pero también de
intuiciones y pasiones. Poner el alma en un proyecto puede ser
devastador cuando el proyecto no funciona. ¿Pero, qué ocurre cuando
nos equivocamos? Primero, todos
sabemos perfectamente que caerse, está permitido; segundo, sabemos
también que levantarse, ¡Es obligatorio!; y tercero, nos levantamos
¡Pero con las lecciones aprendidas bajo el brazo! Por eso, esa
misma pasión con la que volvemos a nacer de un impasse, puede
inspirarnos a admitir algo que no ha salido bien; y, si lo admitimos,
estaremos libres para buscar un
nuevo comienzo por otro camino.
En
1845, Karl Marx, advertía que no es suficiente con interpretar el
mundo de
lo que se trata es de transformarlo.
Pero para recrear el mundo objetivo hay que ensuciarse los zapatos.
¡Para
aprender a nadar es preciso meterse en el agua! Por tanto, ya que la
tarea es práctica, las soluciones deben contemplarse en términos
prácticos, esto es, potenciando un poder práctico capaz de encarar
la tarea. ¿Cuál es ese poder práctico? El joven Marx, y nuestro
José Carlos, lo tenían muy claro: la
organización del proletariado como partido.
Tacna,
22 enero 2012
Edgar
Bolaños Marín
III
LIBERAR
NUESTROS CEREBROS CONSTRUYENDO EL FUTURO
El
Futuro
Para
los débiles es lo inalcanzable.
Para
los temerosos, lo desconocido.
Para
los valientes es la oportunidad.
Víctor
Hugo
Tesis
1: Es un grave error «tomar
como punto de partida de sus análisis no lo que ocurre en la
realidad, sino lo que gravita en su pensamiento»,
Francisco Umpiérrez Sánchez
Los
marxistas del siglo XXI, para romper con la exigencia ideísta
(precedencia de la idea), no sólo deben definirse a sí mismos como
seres eminentemente prácticos, sino reconocerse como hijos (y
criaturas) del mercado, al mismo tiempo, productores y negadores de
la sociedad enajenada.
Materiísmo
e ideísmo son creaciones de la humanidad. La dialéctica, en cambio,
es la manera de comportarse de todas las cosas y fenómenos de la
naturaleza. Los
hombres han pensado dialécticamente mucho antes de saber lo que era
dialéctica, del mismo modo que hablaban ya en prosa mucho antes de
que existiera la expresión "prosa". Por eso a decir de
Engels la dialéctica es un método para el conocimiento del mundo
porque el mundo es dialéctico. La dialéctica, por su contenido,
puede ser objetiva o subjetiva. Y, entre una y otra, hay una gran
diferencia. La dialéctica subjetiva es el reflejo de la materia en
el cerebro de los hombres. Pero, como el cerebro es una máquina para
soñar, el reflejo de la materia ¡se mueve! Y la imaginación moldea
la materia según la tendencia o inclinación que
gravita en el pensamiento del observador.
La dialéctica objetiva, en cambio, se desenvuelve en el movimiento
de las cosas, sin intervención de la mano del hombre. Friedrich
Engels, en Ludwig
Feuerbach y el fin de la Filosofía Clásica Alemana,
lo resume en los siguientes términos:
“Nosotros
retornamos a las posiciones materialistas y volvimos a ver en los
conceptos de nuestro cerebro las imágenes de los objetos reales, en
vez de considerar a éstos como imágenes de tal o cual fase del
concepto absoluto… con esto, la propia dialéctica del concepto se
convertía simplemente en el reflejo consciente del movimiento
dialéctico del mundo real, lo que equivalía a poner la dialéctica
hegeliana cabeza abajo; o mejor dicho, a invertir la dialéctica, que
estaba cabeza abajo, poniéndola de pie”.
El
hombre reinventa la naturaleza y se reinventa a sí mismo. El espacio
y tiempo de cada observador es divergente pese a sentir o vivir los
mismos acontecimientos. El reloj biológico y el ritmo de vida de
cada ser vivo es diferente como diferente es la percepción del
movimiento socio-político. La identidad es la apariencia pero la
desigualdad es la realidad. La vida desborda la inteligencia, marcha
delante de la reconstrucción mental de los hechos. Pero, en medio
del caos de la vida cotidiana el orden se impone pese a la
multiplicidad de fuerzas que empujan o jalan en distintas
direcciones. El factor subjetivo pone su cuota en la reorganización
o reacomodo de las fuerzas en contienda. Esto porque desorden no es
sinónimo de caos sino de reorganización e incremento de la
complejidad de los sistemas, como bien observa el autor de El
nacimiento del tiempo7.
El
instinto de supervivencia empujaba el realismo de los hombres en la
antigüedad. Los filósofos de la edad de oro griega eran
espontáneamente materiistas. No
hay buena poesía sin armonía, pero tampoco la hay sin imaginación;
y los pensadores de la edad antigua no sabían más que decir la
“verdad” imaginada y la verdad empírica (p.e. la Ilíada).
El
interés por decir o descubrir la verdad no estaba aún sesgado por
los intereses de clase. Heráclito de Éfeso, 500 años a.n.e, se
adelantó a los hombres de su tiempo. Mirar la vida, sin los
estereotipos ni los sesgos que impone la propiedad privada, los
orientaba en su espontáneo naturalismo. Él decía: “entre
nosotros una misma cosa es lo despierto y lo dormido, lo vivo y lo
muerto, lo joven y lo anciano, ya que cada estado nace del contrario
y se trasforma en él.”8
Y es que la madre naturaleza no se detiene, cada milésima de segundo
deja de ser lo que fue; es decir, cambia, se transforma, y con ella
todo lo que existe. La
naturaleza y la sociedad se regenera permanentemente a partir de la
muerte de sus células según la genial conjetura de Heráclito:
"vivir de muerte, morir de vida". Dos ideas antitéticas
que se contienen una en la otra. Pero, ¿por qué los hombres de la
antigüedad griega fueron capaces de tener tales intuiciones? ¿Por
qué Anaximandro, Heráclito, Empédocles, Demócrito, inclusive
Aristóteles, penetraron mucho más hondo en la dialéctica de la
vida que los hombres de siglos posteriores? La respuesta a estas
preguntas tiene dos partes: primero, la dialéctica es parte de la
vida, no es un invento humano; y segundo, la alienación en los
hombres apenas si cubría la mirada de los hombres. Tuvieron que
pasar más de dos mil años para que el hombre retornara a la imagen
o percepción dialéctica de la materia (Hegel - Marx). Más tarde,
en
los noventas del siglo pasado, en
medios académicos se
discute el concepto conciencia quántica. El concepto fue
popularizado por Penrose en su emblemático libro La
nueva mente del emperador.
Los estados de superposición se presentan como novísimos
descubrimientos. Pero en la dialéctica griega, encontramos que una
cosa es
y no es
al mismo tiempo. Actualmente, el caso de la informática revela con
nitidez los perfiles del concepto. En la informática quántica el
qubit representa 0 y 1 a
la vez,
sin la reducción a 0 ó 1 que ocurre en el mundo físico. Según
Roger Penrose y Stuart Hameroff la conciencia es cuántica. El
cerebro es una computadora cuántica que trabaja con qubit, es decir,
puede estar en on y en off, en 1 y en 0 simultáneamente. En estado
de superposición,
la capacidad del qubit para almacenar y trasmitir información no
tiene precedentes. Así, lo
nuevo no es nada nuevo
bajo un cielo que constantemente se renueva.
Marx
en el Manifiesto
tiene frases de admiración hacia el capitalismo. Nos dice que, a
diferencia de todos los modos de producción anteriores, el
capitalismo en su dinámica interna es revolucionario, no cesa de
trastornar (de alterar o cambiar) todas las relaciones sociales,
incluidas las que él mismo crea. Y ese es un problema poco entendido
o, peor aún, malentendido por una ortodoxia anclada en el pasado o
menospreciada por un empirismo que todo lo sabe y no sabe nada. La
ortodoxia “marxista” petrifica el movimiento de la sociedad, se
queda anclado en la fotografía del capitalismo de Marx o de Lenin,
se queda atrapado en la mirada de Mariátegui; el doctrinarismo
pretende acomodar las nuevas realidades en los estereotipos del
pasado pero la movilidad de la cosa capitalista no se deja encerrar
en los viejos esquemas intelectuales.
El
movimiento de la cosa capitalista es imposible de detener, es
dialéctica. La película capitalista supera constantemente la
fotografía que Marx, Lenin o Mariátegui plasmaran, descubrieran o
revelaran en su tiempo. Como dice Francisco Umpiérrez: La
realidad siempre supera los conceptos, los desborda, los envejece.
Marx
o Mariátegui hace mucho dejaron el reino de la tierra, pertenecen al
“reino de los cielos”. No es la cabeza de Marx ni la de
Mariátegui la que determina el itinerario de la lucha de clases.
¡Cómo sí fuera posible! No en vano Antonio Machado recogió del
saber popular el conocido apotegma: caminante
no
hay camino, camino se hace al andar.
Y es que nosotros construimos nuestro propio camino, apoyándonos en
el método de Marx, recreando la realidad, y por ende la teoría, en
la variabilidad
de posibilidades
que la lucha de clases presenta en nuestro tiempo. El rumbo de la
lucha de clases se desenvuelve al margen, y la más de las veces en
contra, de la conciencia individual. La conciencia es un producto de
las contradicciones sociales y, a la vez, como la conciencia
reacciona (se rebela) ante las contradicciones tiene la posibilidad
de modificar la materia. Por esa misma razón el
socialismo no puede definirse por adelantado. Ni pueden elaborarse
modelos de socialismo. El socialismo es resultado, por su naturaleza
fundamentalmente imprevisible, del desarrollo de las contradicciones
del capitalismo. Pero, los doctrinarios de izquierda se alucinan
profetas,
intransigentes en sus anteojeras, en su dogmatismo, terminan
convirtiendo el socialismo en un cliché, en una fórmula de “fácil”
realización, estéril y muerta. Podemos decir parafraseando a Thomas
Merton que el
socialismo no es un problema a resolver, ni un misterio que vivir
sino una realidad a crear.
Mariátegui
desaparece de la escena política en abril de 1930. A partir de ese
momento se impone la concepción lineal de la ortodoxia. El punto de
vista del petit
bourgeois
prevalece en medio del desconcierto e inmadurez de los hombres del
proletariado. Un marxismo de anteojeras se impone. Este piensa la
historia de la clase obrera como el desarrollo de una línea única
que se abre paso entre desviaciones y revisiones. Esta concepción
lleva al exclusivismo personalista (caudillismo) y al sectarismo
organizativo (fanatismo) que menosprecia y sataniza a los
competidores. Es más, ese partidismo enfermizo se corresponde con un
cretinismo doctrinal que altera la esencia de la teoría, es decir,
convierte
la teoría en un rito. En
lugar de hacer uso de la teoría, para analizar la realidad social,
se la apropian como un icono al cuál adorar.
Esa es la base para el culto al individuo, para el servilismo y el
autoritarismo.
Los
seres humanos no sólo somos estructuras de carne y hueso sino,
también, unidades espirituales. Materia y espíritu en una sola
entidad creadora que se multiplica. Las religiones dividen a la
especie humana. Las religiones escinden al hombre humanamente natural
en polos contrapuestos: carne vs espíritu, cuerpo vs mente, operante
vs pensante. El ideísmo y el interés de clase afianzan ese divorcio
(consecuencia de los intereses económicos en oposición), que en
política se expresa en lucha de clases. La política como las
religiones tienden
a arrastrar al hombre a una concepción ancestral, segmentada y
trasnochada del mundo, no susceptible de cambiar y que es preciso
admitir sin discusión posible. De allí que la política socialista
sea la antítesis de la política, es decir, más anti política que
política.
José
Carlos Mariátegui, al
afirmar que sólo
hay posibilidad de progreso y de libertad dentro del dogma,
en junio de 1929, puso en jaque al doctrinarismo.
«El dogma –dice el autor de los Siete Ensayos– es entendido aquí
como la doctrina de un cambio histórico. Y mientras el cambio se
opera, mientras el dogma no se transforma en un archivo o un código
de una ideología del pasado, nada garantiza como el dogma la
libertad creadora, la función germinal del pensamiento»9.
Mariátegui
al relacionar dogma y herejía, ortodoxia y heterodoxia, dejaba sin
piso al doctrinarismo que opone esos conceptos como si no tuvieran
relación. La metafísica trata la dialéctica de los conceptos
–reflejo
en el cerebro del movimiento real–,
como realidades “conceptuales” separadas –absolutamente
opuestas–,
que se niegan o rechazan la una a la otra.
Esa
es una manera de negar el encanto dialéctico de conceptos que no
tienen significación el uno sin el otro. Marx decía el lenguaje es
la conciencia práctica (La
Ideología Alemana)
porque
“lo
concreto es concreto, ya que constituye la síntesis de numerosas
determinaciones, o sea la unidad de la diversidad.”10
Mal grado la
intolerancia de los doctores del marxismo de ayer y hoy.
La homogeneidad es la unidad de la heterogeneidad.
El doctrinarismo de izquierda se sostiene en la ilusión de la
“homogeneidad” del pensamiento, vale decir, el rebaño como
política. El sueño burgués de la política de los clones. Fantasía
imposible porque los hombres son en gran medida producto de las
circunstancias y las circunstancias son variables como la vida misma.
Observar,
escuchar y explorar el entorno más cercano y sus vinculaciones con
el mundo es uno de los rasgos que distingue a los maestros.
Mariátegui forma parte de aquél prototipo de grandes exploradores,
mejores investigadores, extraordinarios husmeadores y rarísimos
visionarios. Buscadores
como el fundador del Partido Socialista sólo aparecen de cuando en
cuando. Pertenece a la estirpe de los que abren camino para los que
vienen atrás. Un buscador, anhela descubrir la llave que abra el
cofre de los secretos de la lucha social. Permanece siempre alerta,
consciente que en los detalles del mundo que observa puede
encontrarse la respuesta a sus indagaciones. Un seguidor se vuelve
ciego, se vuelve dependiente, se ata al motor de búsqueda del
“maestro”. Es un esclavo mental, su espíritu está sometido una
“fuente de luz”. Un buscador es responsable por sí mismo. El
seguidor tiene su responsabilidad sobre los hombros de otro y se
aferra a él. El maestro es la sombrilla donde el seguidor se siente
confortable.
El buscador está alerta, no tiene temor, está abierto a cualquier
nueva luz, su mente siempre está lista a cambiar porque es capaz de
seguir el paso al movimiento y adaptarse a lo inesperado. El seguidor
cuando, el cálculo de los placeres forma parte de su razón de vida,
encuentra en la política un medio para trepar en la escala
socio-económica. Buscadores como
José Carlos Mariátegui se transformaron en un ejemplo porque
sus móviles ético-prácticos impulsaron su agonía de combatiente
pensante y operante.
Pastores
y ovejas, caudillos y seguidores, patrones y obreros, pertenecen a un
pasado que se resiste a perecer. Son criaturas de la propiedad
privada
que languidecen en la
decadencia de la civilización capitalista. El
capitalismo lleva la escisión de la mente y el cuerpo, el
pensamiento y la acción, la teoría y la práctica, a su más alta
expresión, el hombre mutilado: cabezas sin cuerpo y cuerpos sin
cabeza. El operario sólo debe cumplir órdenes del estratega. Su
función es ejecutar las órdenes como la función del estratega es
pensarlas. La paradoja de cabezas pensantes y cabezas actuantes es
inherente al régimen de producción capitalista.
El
socialismo marxista inaugura un nuevo tipo de operario, de
protagonista, de combatiente:
pensante y operante.
Mente y cuerpo, teoría y práctica, se unimisman en una sola entidad
humana arrojando al basurero de la historia la matriz dominante donde
los que mandan no obedecen y los que obedecen no mandan. El
hombre total de Mariátegui es la realización del viejo sueño
humanista de la reintegración del hombre con la naturaleza. Es
el arquetipo que el Amauta propuso como nuevo hombre de un
Perú nuevo dentro del mundo nuevo.
Los
maestros no nacen, se inventan en la práctica que modela el
aprendizaje y experimenta el conocimiento hasta llegar a una fase
superior, donde la sabiduría brota casi espontánea como grandes
intuiciones. Albert Einstein en el cenit de su vida llegó a la
siguiente conclusión: “La mente intuitiva es un don sagrado y la
mente racional un sirviente fiel. Hemos creado una sociedad que honra
al sirviente y se ha olvidado del don.” Hoy podemos decir que hemos
subordinado la sabiduría (el conocimiento de lo que nos conviene
como especie) a la técnica (ciencia sometida al individuo y a la
cultura del despilfarro que la justifica) en aras del progreso
civilizatorio.
Es
la crisis terminal del modelo de civilización dominante. El
capitalismo es una máquina para crear confort; y, sin embargo, la
prosperidad de unos es la ruina de millones.
José
Carlos Mariátegui hace ochenta y cuatro años abandonó físicamente
este mundo. Nos dejó un legado que en muchos aspectos se adelantó a
su época. Rescatarlo de las polillas y redescubrirlo fue obra de dos
generaciones posteriores a la del Amauta. Su obra fue genial, quién
puede dudarlo. Hoy sus decisiones siguen alumbrando, como un
magnífico ejemplo. Pero, el hombre que construyó de la “nada”
el partido de la clase obrera, la CGTP, la Federación de Yanaconas,
la revista Amauta y Labor, entre otras cosas, ya no está con
nosotros. Vana es toda ilusión de tratar de imaginar que diría hoy
el maestro. La resistencia a la infamia capitalista es un problema
que enfrentamos los hombres del siglo XXI, no José Carlos
Mariátegui.
Una
grave deficiencia del socialismo peruano es seguir pensando en el
pasado, buscando respuestas en el siglo XX a los problemas del siglo
XXI. El conocimiento del pasado no resolverá los problemas del
presente. No confiar en nosotros mismos es un obstáculo que nos auto
imponemos. De allí que recurramos a la escolástica, como recurso,
para dar fe de lo que afirmamos. Lo cierto es que nos falta
conocimiento del presente y, sobre todo, del futuro. En nuestras
decisiones sigue imperando la dialéctica subjetiva, es decir,
nuestro punto de arranque en el análisis no es la realidad, sino lo
que en ese momento “gravita en nuestro pensamiento”. Es más
fácil dar crédito a lo que discurre por nuestra imaginación que a
lo que realmente ocurre en la realidad, en particular, cuando somos
observadores y no actores de los acontecimientos. Por eso, más de
uno se dice a sí mismo: si hubiéramos sabido más, si hubiéramos
estudiado esa obra, sí no se hubiera perdido el libro de Mariátegui,
si hubiera vivido más. Precisamente ese es el enfoque equivocado. Lo
que nos pierde en primera instancia es que no estamos sintonizados
con el momento presente. Lo que nos sustrae de la realidad, de los
hechos concretos, es que somos insensibles a las circunstancias del
momento. El análisis concreto de la situación concreta lo
remplazamos con construcciones teoréticas a partir de lo que
imaginamos que es la situación concreta. Escuchamos nuestros
pensamientos pero no escuchamos lo que nos dice el movimiento real de
la sociedad. Escuchamos nuestros pensamientos y reaccionamos,
aplicando teorías e ideas que digerimos hace mucho pero que no
tienen nada que ver con las urgencias del presente. Más y más
libros, más y más teoría, más y más estudios del pasado sólo
empeoran el problema. La clave siempre ha sido la práctica, la
experiencia, conocida no por gusto como madre de toda ciencia. Lo
cierto es que no queremos salir de nuestra zona de confort: Foros y
más foros. El presente siempre supone riesgos que no deseamos
enfrentar por eso nos refugiamos en la historia.
El
estudio de la historia y la teoría pueden ampliar nuestra visión
del mundo, pero se tiene que combatir la tendencia de congelar la
teoría, de convertirla en dogma. Se tiene que ser despiadado con el
pasado, con la tradición, con las viejas maneras de hacer las cosas.
Romper esquemas es nuestra función. Ser revolucionario es quebrantar
reglas para reordenar el gran caos de la dictadura de los mercados.
Romper
las reglas establecidas es, en todo tiempo y lugar, una herejía.
Recrear la realidad es cambiar el statu quo y, por tanto, es otra
herejía. El
pasado siempre desunirá a los pueblos, a los trabajadores, a los
socialistas. Sólo el futuro puede unirnos en las luchas del
presente. Trotsky se unió a Lenin por el futuro de los soviets. Del
mismo modo los pueblos, los trabajadores y los luchadores sociales se
unirán por la supervivencia del planeta y el futuro de la humanidad.
Una
de las limitaciones del militante socialista es la “incapacidad”
de enfrentar la realidad, de ver las cosas tal como son. Conforme
envejecemos, nos aferramos cada vez más al pasado. Nos vence la
costumbre. Lo que alguna vez nos funcionó se vuelve doctrina, una
coraza para protegernos de la realidad. La repetición remplaza a la
creatividad. Es muy raro que nos demos cuenta de que hacemos esto,
porque nos es casi imposible verlo suceder en nuestra mente. Luego de
repente, un joven atrevido se cruza en nuestro camino, una persona
que no respeta la tradición, que lucha en una forma nueva. Sólo
entonces vemos que nuestra manera de pensar y reaccionar ya es
obsoleta. En realidad, nuestros éxitos pasados son nuestro mayor
obstáculo: cada batalla, cada guerra, es diferente, y no se puede
suponer que lo que funcionó antes funcionará hoy. Debemos soltar el
pasado y abrir nuestros ojos al presente. Soltemos
al maestro Mariátegui y sigamos su camino,
abriendo nuestros ojos al presente - futuro. ¡Liberemos nuestros
cerebros construyendo el futuro!
Ya
es hora de dejar en paz a José Carlos Mariátegui. El culto al
hombre debe finalizar, es hora de realizaciones. Nuestra generación
durante más de 60 años ha vivido en romerías, homenajes,
celebraciones y aniversarios. El natalicio y muerte del Amauta y sus
realizaciones más sonadas son sus justificaciones. Con el tiempo, el
entusiasmo por asistir a esos eventos se ha ido diluyendo, las
grandes concentraciones se han convertido en intrascendentes
reuniones. Si hoy él se levantara de su fría tumba diría: ¡Basta
ya de tanto incienso, de tanta ceremonia, de tanta tertulia! ¿Qué
habéis hecho?
Tacna,
29 de Marzo 2014
Edgar
Bolaños Marín
5
Algunas preguntas necesarias: ¿Amauta
en el proyecto del
primer gran partido
de masas y de ideas cumple
una función decisiva? ¿Punto
de Vista a qué
proyecto de partido corresponde? Las respuestas a estas
interrogantes pueden abrir cerebros a los más duros de roer o
terminar de convencer a los indecisos.
6
Probablemente, educado en la vieja escuela del azote y la
infalibilidad del magister dixit, el apotegma la
letra con sangre entra
forma parte de su estilo para tratar las diferencias.
7
Ilya Prigogine, El nacimiento del tiempo, Metatemas 23,
Tusquets editores, Barcelona 1988. Así lo estima Ilya Prigogine,
para quien los desarrollos recientes de la termodinámica nos
proponen un universo en el que el tiempo no es ilusión ni
disipación, sino creación.
8
Fragmentos de Heráclito (544-484 a. d. e.), edición
digital
9
JCM, Defensa del Marxismo, Versión electrónica
10
Karl Marx, Fundamentos de la Crítica de la Economía Política
(Esbozo de 1857-1858), Editorial de Ciencias Sociales, Cuba, 1970,
Tomo I, Pág. 38. Hegel en la Enciclopedia de las ciencias
filosóficas en compendio (Bs. As., Claridad, 1975, Pág. 60)
escribe: “Sólo el concepto como algo concreto e incluso toda
certeza en general es esencialmente en sí mismo una unidad de
determinaciones diferenciadas.”
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